Cinco de cada diez familias españolas tienen una botella de KH7 en sus casas. En el caso de Cataluña, la cifra se eleva hasta nueve de cada diez. El famoso quitagrasas que poco a poco ha ido colonizando los estantes de los hogares españoles vende hoy más de 27 millones de botellas al año. O lo que es lo mismo: cada día salen de los almacenes centrales, ubicados en un austero polígono de Canovelles (Granollers, Barcelona), 109.000 botellas anaranjadas en dirección a todos los rincones del mundo. Operan en 15 países alrededor del mundo. Después de España, que representa el 90% de la facturación, Croacia y Chile, donde son líderes, son dos de sus mercados más importantes.
La empresa, que fue fundada en 1949 por Jaume Lloreda, empezó con un negocio completamente alejado de la limpieza del hogar. El padre de Josep Maria Lloreda, actual dueño de la compañía, empezó a trabajar en el sector de las sortijas y las piedras preciosas. Nacía IRM Lloreda, empresa de dedicada a los recubrimientos metálicos. Joyero de formación, Jaume empezó a trabajar por primera vez limpiando collares y pulseras en el negocio de un comerciante de joyas local en Mallorca, mientras hacía el servicio militar. “Se enamoró de la hija del joyero, mi madre, y se volvieron juntos a Cataluña. Fue aquí donde empezó todo”.
Ya en Barcelona, sus primeros encargos se ceñían a recubrir con una ligera capa de oro todos los recovecos visibles de las soldaduras de collares y pulseras. “En las joyas viejas había esquinas de color amarillento que afeaban el producto final. Mi padre fue uno de los pioneros en recubrirlas para que quedarán mucho más estéticas”, explica el actual dueño de la compañía desde la silla principal de la sala de reuniones de KH Lloreda, el nombre actual de la empresa.
Los fabricantes de relojes, al cabo de unos años, empezaron a demandar sus servicios, y poco a poco fueron creciendo hasta que decidieron entrar en el negocio de la telefonía y la electrónica. “Yo entré a trabajar a los 16 años, justo cuando la compañía empezaba su expansión hacia los recubrimientos de oro de circuitos eléctricos. Llegamos a trabajar, incluso, los relojes interiores de los vehículos Mercedes que se fabricaban en los años 70 y 80”, explica Lloreda. “¡Hicimos hasta el recubrimiento de los circuitos de algunos satélites!”.
Llegó la crisis de los 90 y, con ello, empezaron a caer varios de los clientes con mayor volumen de negocio. “Desaparecieron gran parte de los fabricantes de circuitos eléctricos y de joyería y bisutería de un día para otro. Y, encima, se murió mi padre”. Lloreda y su hermana (que poco después dejaría la empresa) se quedaron al frente de un negocio en horas muy bajas. Pero fue en ese momento, en plena tormenta económica y con 40 empleados que pendían de un hilo, cuando nació el principio de lo que ahora es KH7. Ahora ya son 81 trabajadores, y en el año pasado facturaron 55,4 millones de euros.
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Hasta ese momento, el ahora archifamoso pulverizador solo se utilizaba para limpiar los utensilios varios con los que trabajaban antes de imprimirles la capa de recubrimiento dorado. “Era el aditivo que añadíamos a la máquina de limpieza con ultrasonido para joyas, bisutería y otros objetos antes de tratarlos. Un día vi a mi madre utilizarlo en casa para limpiar la campana de la cocina. De hecho, llevaba haciéndolo mucho tiempo”. Estamos hablando del año 1994, pero el producto existía para consumo interno desde 1977. Josep Maria Lloreda decidió, tras la conversación con su madre, empezar a comercializarlo.
A la séptima va la vencida
La empresa, gracias al nuevo producto y al fichaje de un director de ventas “que hizo gran parte del trabajo”, empezó a reflotar. En apenas un año doblaron la facturación, y el nuevo KH7 pasó a representar el 50% de las ventas de la empresa. En el proceso de composición del producto final, Lloreda mezcló dos productos distintos para conseguir la fórmula secreta: “K” y “H”. Fue haciendo diversas mezclas y anotándolas como KH1, KH2…hasta que a la séptima encontró la fórmula perfecta. “¿Qué son la K y la H? ¡Ese es el secreto mejor guardado de la empresa!”, ríe el actual propietario.
Las oficinas, situadas en la parte superior de los almacenes, son una de las primeras sorpresas para el que entra. Se parecen más a las de una empresa de alta tecnología que a un negocio de productos de limpieza. Las mesas de los trabajadores, organizadas en forma de círculo alrededor de una moto de trial y un coche de los años 70, no tienen paredes que separen a los departamentos entre sí. “Antes todo estaba clasificado en cubículos aislados. Decidí tirarlo todo abajo para crear un espacio de trabajo colaborativo”.
Mantienen, eso sí, algunas salas de reuniones para conectarse con los comerciales y partners alrededor del mundo. “Estamos hiperdigitalizados. Para qué necesitamos más personas si con la tecnología de hoy podemos hacer el trabajo de forma mucho más eficiente con menos gente”. Presume de tener una empresa muy grande, con buenos sueldos y pocos trabajadores. Eso sí, remarca, “el personal es de muy alta cualificación”.
Los almacenes están totalmente automatizados. El lugar donde cabría esperar ver a decenas de personas cargando cajas y reponiendo stocks está lleno de robots que se mueven a gran velocidad por las instalaciones. “En un solo turno de 8 horas somos capaces de despachar más de 100.000 botellas de KH7 al día. Sin la tecnología de hoy, eso sería imposible”. La inversión en I+D+i (Investigación, desarrollo e innovación) llega a tal punto que han conseguido, según dicen, crear la botella más ligera del mundo. “En los últimos seis años hemos reducido su peso de 50 gramos a tan solo 28. Además, es 100% reciclable, y el pulverizador se puede utilizar hasta 14 veces”.
Pasión por los 'rallies'
Una de las principales referencias de KH7 en el imaginario público proviene del Dakar. Los flamantes todoterreno y motos de trial cruzando el desierto con el logo de la empresa han dado la vuelta al mundo entero. Empezaron patrocinando al Club Balonmano Granollers, hace ya más de 25 años, y desde 2008 están presentes en el rally del desierto más mediático del mundo.
En estos momentos trabajan con Laia Sanz, cinco veces campeona en la categoría de motos, e Isidre Esteve. Incluso llegaron a desarrollar un cojín especial para que éste último pudiera competir en las mejores condiciones a pesar de su paraplejia, fruto de un accidente en 2007. “Todo el mundo piensa que soy un loco de los coches, pero nunca me habían gustado hasta que empezamos a patrocinarlos. Fue todo casualidad: acabamos patrocinando a Nani Roma por una serie de circunstancias fortuitas y nos acabamos metiendo de lleno”. Ahora, alquila un bugui cada año y acompaña a los pilotos a lo largo de las carreras.
Las locuras de Lloreda no acaban en la pista de velocidad. KH Lloreda cuenta con un plató de televisión en sus oficinas, desde donde ruedan los anuncios de la compañía para el mundo entero. “Ayer mismo grabamos el spot de Israel, y mañana empezaremos con uno para Estados Unidos”. Incluso tienen una guardería para los hijos e hijas de los empleados en las mismas oficinas.
Recientemente entraron con fuerza al mercado estadounidense a través de la cadena de supermercados Wallmart. KH7 está presente en 1.200 supermercados, y si todo sigue su curso prevén extenderse a todos los establecimientos del gigante americano a partir de febrero de 2024. Ya comparten la despensa de 12 millones de hogares españoles. Su objetivo es hacer lo propio en el resto del mundo. “Hemos cometido muchos errores en el proceso de internacionalización. Antes de dar un paso fuera hay que estudiar muy bien los mercados: comercial y culturalmente. Ahora, por fin, parece que estamos en el camino correcto”.
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