El filósofo y youtuber Ernesto Castro.

El filósofo y youtuber Ernesto Castro. Asís G. Ayerbe

Reportajes

Los renglones torcidos de Ernesto Castro, el filósofo milenial: "El psiquiátrico hoy es la sociedad entera"

Acudimos a la presentación del último libro del filósofo-youtuber todoterreno, le acompañamos en su regreso a una manifestación diez años después y visitamos con él la taberna favorita de Ramoncín.

4 abril, 2023 02:59

Conocí a Ernesto Castro (Madrid, 1990) en una fiesta del Círculo de Podemos Filosofía Analítica disfrazado de navaja de Ockham, allá por 2016. Iba prácticamente desnudo, enfundado en un tubo plateado que dejaba al descubierto un tanga rojo para cubrir sus partes pudendas. Recitaba pasajes de Ser y tiempo, en un juego en el que los asistentes debíamos beber un trago cada vez que aparecía en el texto de Martin Heidegger la palabra Dasein.

Poco antes le había escuchado impartir una conferencia en el Instituto Juan de Mariana, donde se plantó ataviado con una camisa de estampado de piñas y pantalones cortos para plantear objeciones al núcleo filosófico de la Escuela Austriaca de economía. Aunque ya dejé de frecuentar aquellos reductos liberal-libertarios para los que todo Estado era demasiado, Ernesto aún se mofa cuando estamos juntos de mi maldita hemeroteca. "Que sepas que este de aquí sostiene que hay que privatizar las carreteras", le susurra a sus conocidos cuando me presenta en sociedad.

Comprenderán la fascinación de este cronista con aquel intelectual anómalo, de precocidad deslumbrante y erudición oceánica, que además hacía sus pinitos en el mundo del trap, filmaba videoensayos desternillantes en su canal de YouTube (que hoy cuenta con más de 140.000 suscriptores) y se plantaba en sus clases en la Universidad Complutense tonsurado un día y, al siguiente, vestido de luces.

Este reportaje quiere relatar la heterodoxa "entrevista" que le hice al pensador más prolífico y perspicaz de la generación milenial, con motivo de su última novela, Perictione o De la libertad (Temas de Hoy, 2023), y que finalmente se convirtió en un tríptico de jornadas que pasamos juntos en los primeros días de la Cuaresma.

1. Presentación

Es miércoles 8 de febrero, frisando las siete de la tarde. A lo largo de la calle Preciados de Madrid se dispone una fila india de personas que llega a doblar la esquina del edificio de la Fnac de Callao. Podría pensarse que la extensa cola brota de la cercana administración de loterías Doña Manolita, que en las fechas señaladas arroja estampas similares.

Espero en la fila junto al columnista y editor de Monóculo Julio Llorente y otro par de amigos. Se nos acerca una chica que no puede disimular su curiosidad, "¿qué hay aquí?". Ernesto Castro, un filósofo, que presenta su libro junto a Juan Manuel de Prada. Su parca respuesta transparenta la decepción de que no se tratase de una firma de discos de Pablo Alborán, o algo por el estilo.

Entre los responsables del sold out están la filósofa Elizabeth Duval, la poeta Luna Miguel y el fundador de Podemos Juan Carlos Monedero. Aunque a esta clase de perfiles De Prada los ha bautizado maliciosamente como "izquierda caniche", se disponen a escuchar al autor departir con un escritor católico y tradicionalista que, a la manera de G.K. Chesterton, quisiera "con el pelo rojo de una golfilla del arroyo prender fuego a toda la civilización moderna".

El escritor Juan Manuel de Prada interviene durante la presentación de 'Perictione o De la libertad', el pasado 8 de febrero en la Fnac de Callao.

El escritor Juan Manuel de Prada interviene durante la presentación de 'Perictione o De la libertad', el pasado 8 de febrero en la Fnac de Callao. Víctor Núñez

El propio Ernesto, como alguno de los revolucionarios aburguesados que satiriza en Perictione, parece haberse desprendido de la estética estrafalaria de su etapa mortadelesca, y se ha pasado a un sobrio traje negro. El filósofo siempre lleva algo pintarrajeado en el dorso de la mano, como si fuera un crío de Primaria al que le da pereza usar la agenda escolar. Puede que sea discípulo de la escuela del cómico Ignatius Farray (con quien Ernesto también conversó en el Twitch de aquel), que se apuntaba en la mano un recordatorio: "Merendar".

Empieza De Prada, desde su desbordante esfericidad, a ensalzar al autor, a quien cuenta que conoció azarosamente en una biblioteca (cuesta más imaginar que estos dos se hubiesen encontrado en un after, dicho sea de paso). Le alaba a Castro el haber recuperado para su segunda novela el género epistolar, ya en desuso. Y también su solvencia narrativa para haber continuado la tradición de las "dianovelas" y de las "nivolas" unamunianas.

De Prada sostiene que Perictione es una "novela de tesis". Ernesto, aunque concede que ha escrito una novela de ideas, rechaza que la suya sea una novela pedagógica. Pero el presentador se empecina en que Castro no se limita a plasmar como mero observador las distintas nociones de libertad que en el mundo han sido, sino que veladamente toma partido por una de ellas.

Pero lo cierto es que el pensador madrileño siempre lleva a gala un escrupuloso cuidado por hacerle justicia a las obras que glosa. El interés en los autores y corrientes con las que entra en disputa es tan genuino que cuesta acusarle, como hace De Prada, de "proselitismo". En Perictione y en el resto de sus libros siempre combina una hermenéutica de la sospecha (con críticas mordaces, sarcásticas y demoledoras) con una hermenéutica caritativa (que parece haber aprendido de su experiencia asamblearia en el movimiento 15-M, el cual legó a la sociedad española una disposición a la escucha de opiniones ajenas y a la empatía que el filósofo cree que ha vuelto a perderse con la popularización de las tertulias televisivas y la cultura del zasca promovida por las redes sociales). Como él mismo me diría después, siempre trata de ensamblar junto a la "parte doxográfica" neutra otra "parte crítico-política".

También le reprocha el escritor católico que, entre sus seis ideas de libertad, Perictione no incluya una mención a la perspectiva cristiana sobre la misma. No se lo niega Ernesto, pero replica que por su texto sí sobrevuela seminalmente, de forma diseminada o espermática una noción de libertad como transgresión de la Ley divina, como práctica, en definitiva, del pecado original.

Quiso el azar (o la Providencia) que poco después de la presentación llegase a mis manos La libertad cristiana, un extraordinario librito de Adrien Candiard que explica justamente lo que De Prada echa a faltar en la novela de Castro. "La libertad cristiana, la auténtica y profunda libertad", sostiene el fraile dominico, sólo puede comprenderse si se abandona el equívoco de creer que la voluntad de Dios se opone a la de los hombres, si dejamos de "confundir lo prohibido con lo imposible". Porque la libertad cristiana es, en esencia, la liberación de la esclavitud del pecado. O sea, no la libertad para hacer lo que a uno le apetezca, sino la autonomía para reconocer lo bueno y quererlo libremente.

Esta misma lógica aplicada a la cuestión erótica lleva a entender la continencia sexual como una "virtud liberadora", pues sólo con ella podremos ser libres para amar. Por eso dice Candiard (siguiendo a San Pablo) que "paradójicamente, la castidad es la verdadera 'liberación sexual'". Una aseveración especialmente pertinente para una novela como Perictione que, como apuntó De Prada en la presentación, da cumplimiento en sus páginas finales a la "profecía" pasoliniana de que "demasiada libertad sexual os convertirá en terroristas".

Finiquitado el acto, nos acercamos algunos a seguir la cháchara en el Café Varela, célebre por ser espacio de reunión de las fatuidades neoumbralianas. Cualquiera diría que estamos reproduciendo La última cena de Leonardo: Juan Manuel de Prada, como un corpulento Jesucristo, ocupa el centro de una mesa alargada, y en torno a él orbitamos el resto en un ágape con una composición de lo más pintoresca y variopinta.

Cuando nos recogemos, quedo con Ernesto en vernos la semana que viene para charlar sobre Perictione. No me ando con rodeos: aún no me he leído el libro.

2. Manifestación

En los correos que intercambiamos para fijar un lugar de encuentro y un formato para la entrevista, le propongo emular un reportaje reciente protagonizado por el cantante Ramoncín. Ernesto Castro es un orgulloso vecino del distrito de Arganzuela, hábitat que compartimos. Y coincide que la leyenda de la Movida madrileña es también oriunda del barrio de las Delicias. En el reportaje en el que Ramoncín reconstruye su geografía sentimental, además de los portales en los que se daba fugitivamente el lote con las mozas, muestra su taberna predilecta, Bodegas Rosell, sita en las inmediaciones de Puerta de Atocha.

Descartada la opción de un restaurante griego (Perictione, la protagonista de la novela, es una estadounidense de ascendencia griega que se exilia en el París de 1968, huyendo de sus cadenas familiares, amicales y académicas), optamos por vernos en el Rosell el jueves 23.

Pero el viernes anterior recibo este correo de Ernesto:

"Oye, se me ha ocurrido un plan alternativo al de este jueves: mañana, a a las 12:30 hay una manifestación en p/ Yeserías, 33 contra la tala de los árboles del parque de Arganzuela. Hace eones que no voy a una manifestación, pero esta me toca de cerca. Para no ir solo, podríamos vernos por allí, y luego comer en el Oviedo o alrededores, añadiendo más material cronicable a tu entrevista/reportaje. Abrazo,".

Se trata de la decisión de la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid de deforestar 1.000 de los históricos plataneros de Arganzuela por la ampliación de la línea 11 del Metro de Madrid. El cambio con respecto al plan inicial, que proyectaba una ubicación distinta para la estación de Madrid Río que no hacía necesaria la tala de los árboles, generó una furibunda reacción de los vecinos de la zona, decididos a frenar este nuevo "arboricidio".

Llego algo tarde al epicentro de la manifestación. Ernesto no tiene WhatsApp, lo cual complica la tarea de encontrarle en tamaño océano de colodrillos y pancartas. De momento, avisto a la concejala socialista del Ayuntamiento y número tres de Reyes Maroto, Enma López, que atiende colérica a los medios.

En su libro Memorias y libelos del 15-M, cuenta Ernesto que, ya ahíto de indignación y politización después de los momentos álgidos de la Acampada Sol, se prometió en octubre de 2011 que nunca más acudiría a una manifestación. Otra promesa más del 15-M traicionada, bromeamos. Está el filósofo con moquera, y se suena las narices con el primer papel que encuentra en su bolsillo, sin darse cuenta de que es la octavilla que los manifestantes han repartido con información sobre la movilización.

La lectura de sus Memorias no solo viene al pelo por esta nueva sentada, que evoca reminiscencias de sus tiempos mozos de militancia. También porque en ellas examina las similitudes entre el 15 de mayo español y el mayo del 68 francés, telón de fondo de su segunda novela.

"Ninguno de esos dos terremotos políticos se asemejaba originalmente a la imagen que luego se ha compuesto de ellos", asevera en el libro, aunque reconoce que "como toda caricatura que se precie, la de Mayo del 68 y la del 15-M tienen su pizca de verdad". Más allá del mes en el que brotaron, "tanto el 68 como el 15-M estaban compuestos principalmente por jóvenes, pero no solo. Ambos se coordinaban a través de los nuevos medios de comunicación de su época. Ambos plantearon una alternativa a la partitocracia capitalista/comunista y ambos fracasaron en el intento".

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Cuando se disuelve la concentración, me lleva Castro a un restaurante japonés en los aledaños de Embajadores, y me explica que en otro tiempo fue una tasca en la que se agarraba sus buenas curdas con sus amigos de la carrera. Lo curioso es que conserva la apariencia de bar-del barrio-de-toda-la-vida, mientras que al fondo se abre una pequeña sala como de trastienda clandestina donde sirven el ramen.

"Mira lo que estoy leyendo". Ernesto saca de su mochila volúmenes de editoriales ignotas sobre pensadores persas del zoroastrismo y poetas islámicos medievales. Habla de sus lecturas con un entusiasmo más propio de quien te enseña el televisor de última generación que se ha agenciado, o del camello para endosarte su mercancía. "Esto es la leche, tienes que leerlo". "Este es increíble".

Retomamos la conversación sobre el fracaso y la traición de ambos mayos. "El 15-M solo podía ser continuado por alguien que lo traicionase", me resume. "Fue el resultado de una vanguardización de un movimiento horizontal".

Su "crónica íntima del año cero de la indignación" comienza relatando la instalación por parte de Manuela Carmena en 2018 (coincidiendo con el cuarenta aniversario de la Constitución Española y la entrada de Vox al parlamento andaluz) de una placa en la Plaza del Sol in memoriam del movimiento 15-M. Un elocuente gesto, para Castro, de la dialéctica entre continuidad y ruptura que caracteriza la pretensión de las alcaldías del cambio y los nuevos partidos de izquierda de apropiarse de la "memoria histórica indignada" y de mostrarse como herederos electorales de la Acampada Sol.

Centrándose en Podemos, el filósofo y exindignado destaca que los de Pablo Iglesias recurrieron a las "mismas tácticas netwórkicas y callejeras", compartían con los campistas de Sol su retórica antiestablihment, su vocación transversal y apartidista y un ideario de "izquierda indefinida", y ambos tenían su germen en la galvanización de las clases profesionales y los estudiantes y profesores universitarios.

Pero la continuidad entre el 15-M y Podemos termina ahí, zanja. Ni Pablo Iglesias ni ninguno de sus contertulios de La Tuerka fueron asiduos a la Acampada Sol. Cuenta Ernesto que Juan Carlos Monedero solo se dejaba caer por allí de vez en cuando para abroncar a los manifestantes (quién sabe si el podemita no se pasó por la presentación de Perictione para resarcirse del inclemente retrato de Castro).

Ernesto Castro en la protesta del pasado 18 de febrero contra la tala de los árboles del parque de Arganzuela.

Ernesto Castro en la protesta del pasado 18 de febrero contra la tala de los árboles del parque de Arganzuela. Víctor Núñez

"El 15-M era un movimiento horizontal; Podemos es un partido jerárquico. El 15-M rechazaba los liderazgos fuertes, las figuras carismáticas y el culto a la personalidad; Podemos concurrió a sus primeros comicios con la cara de Iglesias en la papeleta. El 15-M jamás renunció a su método asambleario y a su práctica de la no violencia; Podemos cambia continuamente de programa y de estructura según le pete a su cúpula. El 15-M sigue vivo como un modelo de inclusividad y concienciación; Podemos desaparecerá en cuanto se pire su macho alfa". Palabra de Castro.

Mientras damos cuenta de las gyozas, le menciono también el pasaje de sus Memorias en el que cuenta que, paradójicamente, quienes se arrogaron el liderazgo intelectual y espiritual de un movimiento joven y antisistema fueron unos ancianos plenamente integrados en el régimen oligárquico contra el que los indignados se levantaban, exhortando a los "herederos insatisfechos de la Transición española" a rebelearse contra un mundo que ellos "han manejado a su antojo durante más de treinta años".

Ernesto y yo no somos de la misma generación (él, de hecho, rechaza la idea misma de "generación"), pero le traslado mi impresión de que la problemática que afrontamos sigue siendo parecida. Fueron los mileniales quienes inauguraron el impulso parricida contra la gerontocracia setentayochista; hoy, los zúmers no solo se ven excluidos de un bumerato demoliberal que se resiste al relevo, sino que encuentran una doble resistencia por parte de un bipartidismo mental reproducido por las generaciones que ya nacieron en democracia.

Añade Ernesto que quienes están imbuidos y perpetúan la mitología del pacto constitucional se resisten a entender que la desconfianza hacia las instituciones la produjeron los propios partidos políticos. "Los primeros antisistema aquí son los sistémicos", apostilla. O sea, "las dos siglas" que, como explica en sus Memorias, "redujeron el patriotismo español a la defensa consuetudinaria de la Constitución del 78".

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Y puestos a resaltar contradicciones, carga también el filósofo contra la derecha liberal y la izquierda racionalista, que hacen de la denuncia de la amenaza woke su particular estandarte, al tiempo que "se forman un pasado mitológico" que habría sido arrasado por la cultura de la cancelación y las políticas de la identidad. "No hay nada más posmoderno que eso, ellos son la auténtica derecha posmoderna", concluye el también autor de Contra la posmodernidad.

Para Ernesto, la llamada al "consenso" no es más que "un modo de neutralizar toda discrepancia, toda disidencia, toda diversidad". Una de las "características más retardatarias y cronificantes del régimen del 78" que, a su juicio, sufrió también Acampada Sol cuando afloraron las insalvables discrepancias de opinión y "perdió su capacidad de tomar decisiones espontáneas".

El autor de Perictione piensa que, en todo caso, los espectros del 15-M aún viven en la marea verde de la Educación, la marea blanca de la Sanidad, la PAH o en la apertura de los partidos de izquierda a las luchas feministas y antirracistas. Al menos, le dije después, las protestas de Arganzuela no fracasaron como las de mayo del 68 y mayo del 2011: ante el frontal rechazo de los vecinos, la Comunidad de Madrid acabó dando marcha atrás y paralizó la tala de los árboles de la infancia de Ernesto Castro.

3. Restauración

Finaliza el triduo cuaresmal en la citada "taberna tradicional madrileña", en el barrio desde 1920 y cuyo lema reza "Para vivir bien, beban vinos en Rosell".

Espero a que llegue Ernesto leyendo las últimas páginas de su libro. Lo más valioso de Perictione es que no se trata de una sátira ramplona sobre los efectos indeseados de la revolución sexual, ni de una ucronía distópica contrarrevolucionaria y con mala baba como las de Michel Houellebecq. No en vano, quiso dejar claro el filósofo en la presentación (pese a la insistencia de Juan Manuel de Prada por conducirle a la condena categórica del "nihilismo" contemporáneo) que él no es un demonizador de mayo del 68.

Al contrario, considera que el pensamiento de aquellos años abrió nuevas y fecundas vías para la crítica. Y comparte (y De Prada le dio la razón) algunos de los planteamientos del personaje del profesor Marcel Nonclerc, como la idea de que "se sacó a los enfermos mentales del psiquiátrico porque se medicalizó al conjunto de la sociedad, porque el psiquiátrico es ahora el conjunto de la sociedad". O, también, la crítica al enfoque freudiano que busca explicar todos los problemas sociales recurriendo a la psicogénesis intrafamiliar.

Cuando llega el autor, se pide un Aquarius, para mí una cerveza, y elegimos la especialidad de la casa, el bacalao. "De Prada estaba empeñado en que yo soy el trasunto del gurú Nonclerc", cuenta, "pero en realidad estaba más bien inspirado en Pablo Iglesias. Por eso le dibujé con esa actitud rijosa, un físico desagradable y esa labia embaucadora y magnética entre las alumnas".

Esta benevolencia crítica hacia sus personajes también se extiende a Perictione, la protagonista, con la que Castro no se ensaña, pese a mostrarla en muchos casos como una cría de buena familia que quiere jugar a ser progre.

A través de la correspondencia con sus distintos interlocutores, podemos reconstruir la evolución biográfica y psicológica de esta joven bisexual que llega a París, en un principio, para profundizar en sus investigaciones sobre la poeta sáfica Renée Vivien. Pero que, progresivamente (nunca mejor dicho), en su empeño por "violar su alma mater", y entendiendo que "liberarse, a la postre, consiste en superar oposiciones", acabará comprobando que, llevada hasta sus últimas consecuencias, la idea de vivir sin cadenas deriva en acabar perdiendo todo anclaje con la realidad. Por eso dijo en la puesta de largo del libro que este se pregunta si la forma más extrema de libertad no será la locura.

La portada del último libro de Ernesto Castro junto a la carta de Bodegas Rosell.

La portada del último libro de Ernesto Castro junto a la carta de Bodegas Rosell. Víctor Núñez

En sus primeras cartas, Perictione (que le oculta a su conservadora madre que comparte piso con dos lesbianas) cuenta que se despoja de su pedicura, para ya no necesitar más a los hombres para que le líen los porros. Encadena fiesta tras fiesta. Insta a su mejor amiga a divorciarse. Rechaza fumar gauloises, con "ese nombre tan chovinista", y prefiere los gitanes, más políticamente correctos.

Pero, con un sarcasmo muy fino, Castro relata las frustraciones de Perictione cuando no llega a cumplir con los exigentes estándares de inclusividad de la gauche divine. Unas reservas de la protagonista hacia los postulados más radicales del integrismo lésbico sesentayochista que están en gran medida condicionados por su herencia cultural. Al fin y al cabo, como ciudadana estadounidense, Perictione muestra todos los tics ideológicos de la mitología americana: el antiestatismo; el anticomunismo y la crítica a la "degeneración burocrática" de los regímenes soviéticos, que "tercermundizan a quienes prometen liberar"; el elogio de la iniciativa privada; la vindicación de los derechos civiles; los estereotipos sobre los europeos como unas naciones lastradas por las rémoras feudales y eclesiales; y hasta la visión benévola del imperialismo yanqui como empresa civilizatoria.

La obsesiva labor de documentación que hay detrás de esta novela de apenas 160 páginas le da a la obra un rico subtexto. Ernesto me explica alguna de estas referencias veladas, como una de las frases más representativas de la frivolidad que encarna Perictione, cuando lamenta que "las mujeres somos las principales víctimas de la guerra, pues perdemos a nuestros maridos, padres e hijos en combate". Me aclara el autor que esta es una cita literal de Hillary Clinton.

Llega un momento en que Perictione descubre que está haciendo de "chacha de dos pijas francesas" que ponen en cuestión su bisexualidad (para ellas solo es una "confusa") y le hacen avergonzarse por ir depilada. Parece que la pareja de lesbianas cruza las líneas rojas de la joven cuando comparten con ella su "rito de la antifertilidad", una banalización del aborto que Perictione encuentra intolerable, para acabar forzándola a mantener relaciones sexuales en un viaje de ácido.

Aquí podría haberse disipado definitivamente el encantamiento de Perictione con esta forma de activismo consistente en colocarse en nombre de la liberté, la egalité y la sororité. Pero la doctoranda continúa adentrándose en esa cosmovisión basada en arrasar cualquier forma de jerarquia, entendiéndola como intrínsecamente opresora y violenta. Continúa subiendo peldaños en una comprensión de la libertad como liberación de los estereotipos y del lenguaje patriarcal, en una revolución mental y expresiva total.

Perictione ve cada vez más a su madre como un incordio. Se subleva también contra la "servidumbre intelectual" a la que le habría estado sometiendo su directora de tesis, que se opone a que la estudiante reoriente sus investigaciones hacia otra poeta lésbica, aún más emancipada que Vivien. Se deja crecer el vello corporal. Abandona la medicación. Empieza a creer en el horóscopo y la astrología. Rompe también con su amiga, tomando por una traición que esta le contase a su madre lo que anda haciendo en París y su preocupación ante el orgullo loco de Perictione. Y acaba renegando hasta de su nombre y lo que significa (honrar a la autoridad materna), como impugnación más extrema de sus raíces y su identidad heredada.

El punto de inflexión para que la joven termine de vencer sus escrúpulos y se abandone a la lúcida locura, en esta suerte de versión feminista de Los renglones torcidos de Dios, es el citado profesor Nonclerc, y sus lecciones "centradas en desmontar la idea de enfermedad mental", un "constructo cultural naturalizado" que estaría destinado a "patologizar" y reprimir lo "divergente". Es aquí donde Castro muestra las contradicciones de la antipsiquiatría, de los chamanes que reivindicaron el uso de los fármacos para "liberarnos y expandir nuestra conciencia".

Resulta difícil no acordarse en este punto de Miedo y asco en Las Vegas, que precozmente advirtió del "fallo fatal" de quienes quisieron emprender ese viaje lisérgico al "centro neurálgico del Sueño Americano" (el antiguo "Club del Psiquiatra"), en busca del "Punto Extremo de la Realidad".

"Se acabó la velocidad que alimentó los sesenta", escribió Hunter S. Thompson, "los estimulantes se han pasado de moda". Se lo tenían merecido todos los que se tomaron demasiado en serio la idea de la expansión de la conciencia, que "arrastró consigo al pozo" a "todos aquellos fanáticos del ácido patéticamente ansiosos que creían poder comprar Paz y Entendimiento a tres billetes la dosis". Lúgubre, el periodista gonzo sentenció que el hundimiento de esta ilusión, su fracaso, "es también el nuestro", quedando "una generación de lisiados permanentes, de buscadores fallidos", producto de "la tentativa, condenada de antemano al fracaso, de conciliar los intereses de los tipos de clase baja trabajadora, los motoristas marginados y los activistas estudiantiles de clase alta y clase media de Berkely".

El retrato de Thompson de una "Cultura de la Droga" en la que los psicodélicos, los estimulantes, fueron reemplazados por los depresores, resuena en la novela de Ernesto. "Lo que hoy se vende es cualquier cosa que te machaque del todo, cualquier cosa que te cortocircuite el cerebro y lo bloquee durante el mayor tiempo posible".

Sea como fuere, Perictione se ve seducida por la doctrina del profesor Nonclerc, que reclama "abolir la psiquiatría como disciplina represora y sustituirla por comunas de autoayuda donde las pacientes, las locas, nos administremos autónomamente nuestros fármacos con fines de crecimiento y exploración interior".

Ya en el estallido de las protestas estudiantiles y callejeras de mayo del 68 (un auténtico clima prerrevolucionario, según argumentó Castro en la presentación), la protagonista decide quedarse en París y perder el vuelo con el que estaba previsto que volviese a Estados Unidos. Y envía una última carta a su madre, proclamando que "las pacientes hemos sido liberadas". Perictione ingresa en una "comuna de autoayuda y autogestión farmacéutica", donde no hay propiedad privada ni "privacidad burguesa". Me cuenta Ernesto hacia el final de nuestra charla en el Rosell que la descripción que hace la joven está también basada en sus lecturas sobre cómo era realmente la vida en algunas de estas comunas: no había puertas en los baños, las llamadas telefónicas personales se retransmitían por megafonía, ninguna "comunera" podía abandonar el edificio sin la supervisión de otro miembro, y todos dormían juntos y vestían igual.

Este paradójico y espeluznante escenario de un colectivismo totalitario que anula cualquier expresión de la personalidad, como resultado de la libertad elevada a su máxima potencia, está relacionado con algo que Ernesto ya avanzó en su libro de Memorias: el monopolio de la violencia legítima es una "función social ingrata pero necesaria". Lo sostenía a cuenta de la inutilidad de la "comisión de Respeto" que se instituyó en la Acampada Sol, que al "carecer de potestad coercitiva" se mostró incapaz de impedir que en Sol se produjeran robos, peleas, tráfico de drogas y hasta abusos sexuales, lo cual indica hasta qué punto el 15-M fracasó en su propósito de crear un micromundo aparte, una ciudad dentro de la ciudad". En el 15-M ya aprendió Castro que "solo puede prescindir de la policía quien se ha convertido en su propio policía".

El libro se cierra cuando las "comuneras" se adueñan de la correspondencia de Perictione y advierten a su madre de que ya no podrá ponerse en contacto con ella. "No se preocupe por su hija. Ahora que se ha liberado de sus lazos opresores con la familia, la academia y la heteronorma podrá ser, al fin, ella misma".