Habla la ginecóloga de la cesárea mortal de Yecla: "Estoy de baja, con miedo, depresión y medicada"
La doctora, natural de Argentina, se negó a responder en el juzgado a las preguntas de David Fernández: el abogado de la pareja que perdió a su hija.
5 mayo, 2023 04:09La ginecóloga del Hospital Virgen del Castillo que cubrió la guardia del 3 de marzo, nunca podrá olvidar aquel turno de 24 horas porque ha terminado delante de un juez, para aclarar las causas de la muerte de la primera hija que esperaban Ana y Nacho. Esta doctora argentina es la principal investigada en la causa de la 'cesárea mortal de Yecla' y EL ESPAÑOL ha accedido en exclusiva a su declaración, donde achaca a la obesidad de Ana las interrupciones que se produjeron durante la monitorización fetal y que impidieron detectar las supuestas alteraciones en la frecuencia cardíaca de su bebé, antes de que su corazón se detuviera para siempre.
La doctora M.E.V.B. comenzó su guardia a las nueve de la mañana y justo después llegó la pareja de veinteañeros al hospital. Ana y Nacho estaban ansiosos por ver la carita de Paula porque durante el embarazo ninguna de las ecografías había captado el rostro de su bebé. Ana le entregó un volante a la ginecóloga donde tenía fijado que debía ingresar de urgencia el 3 de marzo, para someterse a una inducción al parto porque en la semana 35 de gestación le diagnosticaron hipertensión arterial: preeclampsia. Esta madre primeriza también le entregó la cartilla prenatal, en la que consta en el último control su obesidad mórbida: 117 kilos de peso.
"Tras el ingreso de la paciente se procedió a monitorizarla", según figura en la declaración de la ginecóloga, en la que se deja constancia de su negativa a responder a las preguntas del abogado que representa a la pareja: David Fernández. Nada más iniciar el interrogatorio, la doctora desmiente la parte de la demanda del bufete Ardura Abogados donde se asegura que aquel día, mientras monitorizaban a Ana, otro ginecólogo, el doctor Jonathan, le explicó a la joven que sería sometida directamente a una cesárea porque tenía el cuello uterino largo y estrecho.
"Respecto a la declaración de la denunciante de que hubo una discrepancia entre el doctor Jonathan y yo, esto no fue así. No hubo discusión entre los doctores y no escuché que le dijera que se le haría una cesárea". "La decisión era que la paciente pariera de forma natural", tal y como sostiene esta doctora, de 52 años, natural de Buenos Aires: la capital de Argentina en cuya universidad estudió Medicina de 1990 al 1996, antes de especializarse en Tocoginecología.
La ginecóloga prosigue explicando pormenorizadamente, cada paso que dio con la paciente aquel viernes: le hicieron una ecografía, le pusieron el tapón de maduración, le controlaron la tensión… Todo ello, mientras las horas pasaban sin que Ana lograse dilatar más de dos centímetros.
Esta veinteañera aguardó casi diez horas antes de ser sometida a una cesárea de urgencia y la ginecóloga justifica la supuesta demora con este argumento: "Según mis conocimientos médicos y ante la situación clínica de la paciente, lo habitual es esperar a que la medicación suministrada surta efecto, intentando un parto por vía vaginal, debido a que una cesárea es una intervención quirúrgica que como tal, entraña riesgo".
A lo largo de su declaración, por activa y por pasiva, la doctora defiende que lo mejor para Ana y su bebé, Paula, era esperar a que se materializase la inducción al parto natural por sus antecedentes de hipertensión arterial y obesidad mórbida: "Esta situación clínica previa de la paciente, implicaba un riesgo si se optaba por una cesárea, toda vez que ello podría provocar una trombosis venosa que puede conducir a un tromboembolismo pulmonar que comprometiese la vida de la madre y del feto".
La facultativa también desmiente la versión que ofrece Ana cuando afirma que no tenía contracciones y le pidió con insistencia que la sometiera a una cesárea, recibiendo una negativa de la doctora en forma de falta de respeto hacia su físico voluptuoso. Así lo expone la ginecóloga: "La paciente no pidió que le practicasen una cesárea". "En ningún momento me dirigí a la paciente en los términos: 'Vas a parir de manera natural porque estás gorda y tienes las caderas anchas'".
Uno de los puntos clave de la querella de la pareja contra la ginecóloga y todo el equipo médico que la asistió aquel trágico 3 de marzo, se centra en el monitor fetal: un aparato clave en cualquier parto. Su transductor se coloca en la barriga de la embarazada, informando sobre la frecuencia cardíaca del bebé. Tales datos se reflejan en una pantalla y se imprimen en papel, mientras que se escuchan los latidos del bebé. Esta información de bienestar o sufrimiento fetal marca el desarrollo del parto, pero en el caso de Ana no se hizo un buen control de las constantes vitales de Paula porque el personal supuestamente le admitió que le colocaron un aparato defectuoso.
De hecho, en la causa hay aportadas varias gráficas que ponen de manifiesto supuestas ausencias en los latidos de la bebé que estaba en camino. Tales gráficas incluyen anotaciones manuscritas del personal médico donde se informa de ello a la ginecóloga: "Valorado por obstetra de guardia".
La doctora admite que se produjeron "interrupciones" en la monitorización del control del latido de la hija de Ana: "Debieron ser unas tres". Prueba de ello es que las describe como "lapsus pequeños" y detalla que su duración era "de uno a tres segundos". Pero a pesar de todo, la ginecóloga afirma que los monitores "funcionaban bien", incluso apunta al sobrepeso de la madre como el desencadenante de los supuestos errores en la supervisión de la frecuencia cardíaca de la bebé:
"La situación de obesidad que presentaba la paciente determinaba que en alguna ocasión pudiera el monitor no recoger el latido del feto y tampoco controlar la dinámica uterina, indicándole a la paciente que debía apretar un poco los sensores". "Estas interrupciones son normales cuando se trata de personas con obesidad, habiendo pasado en otras ocasiones". "No es posible que el matrón o la matrona o el auxiliar de enfermería informasen a la paciente de que el monitor no funcionaba bien, porque ante un fallo de los instrumentos médicos, el protocolo indica que se me informe previamente como ginecóloga de guardia. Algo que no pasó".
A las 17 horas, la ginecóloga le retira el tapón de maduración a Ana y le administra oxitocina para inducirle la dilatación porque no podía controlar la dinámica uterina: "No había dilatación suficiente para romper la bolsa y ver cómo se presentaba el líquido amniótico". "A partir de lo anterior, se decide esperar para ver si la paciente dilata más y se puede tener acceso a la bolsa, y con ello, al líquido amniótico, para ver el estado del feto, y entonces decidir". Pero el tiempo transcurría aquel 3 de marzo, sin modificar la hoja de ruta preestablecida: cambiar el parto natural por una cesárea.
Entretanto, la preocupación hacía mella en Ana, de 27 años, y Nacho, de 25 años: una pareja de padres primerizos que afirma en su denuncia que les dejaron solos con el monitor defectuoso. Dos horas después, en la pantalla apareció la palabra stop: el corazón de Paula se había parado.
"En torno a las siete de la tarde, se produce una parada súbita del monitor que es vista por el matrón que se encontraba allí", según detalla la ginecóloga, desmintiendo que la pareja estuviese sola en el fatídico momento: "El matrón mueve el monitor para ver si la parada es debida a una pérdida de foco, sin que el monitor vuelva a recoger el latido".
"Inmediatamente, ante esta situación, se decide por mi parte la práctica de una cesárea de urgencia, avisando al anestesista, y mediante mi busca al resto del personal sanitario para la intervención de urgencia, así como al quirófano para que lo preparen todo". Ya era demasiado tarde. Ana había sufrido un desprendimiento de placenta del 50%: una situación de riesgo vital para el bebé porque impide el paso del oxígeno materno al feto.
"No es habitual [un desprendimiento de placenta], pero puede ocurrir derivado de la situación clínica de la paciente: hipertensión, preeclampsia y obesidad mórbida", tal y como admite esta ginecóloga con más de dos décadas de experiencia a sus espaldas. "En este caso concreto, no fue posible diagnosticar previamente el desprendimiento de placenta, aunque en algunas ocasiones puede diagnosticarse antes, si se trata de embarazadas que no presentan tantos factores de riesgo".
Tras casi diez horas de espera, lo único que se hizo con rapidez ese dramático 3 de marzo fue la extracción de Paula del vientre de su madre: duró menos de 2 minutos, pero por una ironía cruel ya era demasiado tarde para la bebé.
Durante el interrogatorio en el Juzgado de Instrucción número 2 de Yecla, la doctora no supo explicar la causa por la que se detuvo sin más el corazón de Paula, dejando desolados a sus futuros padres. "En el momento de la pérdida del latido fetal, desconozco lo que haya podido motivarlo porque no he tenido acceso a la bolsa ni al líquido amniótico". Tampoco fue capaz de aclarar si Paula murió antes o durante la cesárea de urgencia: "Desconozco si el bebé llegó a fallecer dentro del seno materno".
La declaración de la ginecóloga ha sacado a la luz que fue necesario movilizar a la Policía Local, ante la reacción "alterada" de Nacho, cuando le comunicó que su hija no sobrevivió a la intervención. "La pareja de la denunciante, al recibir la información, puso su cara contra la mía, diciéndome: 'Si fueras un hombre te daría un puñetazo en la cara, yo no te mataré, te matará mi familia por la espalda'".
La doctora M.E.V.B. nunca había sido denunciada ni atesora incidentes en su historial de servicios en el Hospital Virgen del Castillo de Yecla. Esta es la primera vez que se ve delante de un juez y en su interrogatorio confesó que está sobrepasada por la situación: "Me encuentro con miedo, de baja médica, con ansiedad y medicada".