Apareció en la portada de la revista de junio de 1985. Una niña de ojos penetrantes y mirada salvaje le expresaba al mundo, sin necesidad de abrir la boca, los horrores de la guerra entre las tropas de Afganistán -apoyadas por la Unión Soviética- y los insurgentes muyahidines. El autor de la imagen, el fotógrafo Steve McCurry, se había desplazado hasta el campo de refugiados de Nasir Bagh, en Pakistán, donde encontró a la chica a la que convirtió en uno de los mayores iconos del fotoperiodismo de la historia. Años más tarde la encontraron viviendo en una aldea remota de Afganistán, totalmente ajena a su fama. Se llamaba Sharbat Gula y hace un par de años, tras la toma de Kabul por parte de los talibanes, encontró refugio en Italia.
La ‘niña de la National Geographic’ catapultó a la fama a Steve McCurry, permitió a la revista multiplicar la venta de sus ejemplares e influyó en la opinión pública mundial sobre un conflicto que aún estaba en marcha. Era la época gloriosa, cuando esta concatenación de hechos todavía era posible. Sólo en Estados Unidos la revista tenía entonces 12 millones de suscriptores, y otros tantos repartidos por el resto del mundo. Ahora, pese a que no ha dejado de ser un símbolo para muchos y a los 1,8 millones de abonados que conserva en aquel país, su ejecutiva ha completado un plan para despedir a los últimos redactores que quedaban en plantilla en su sede de Estados Unidos, donde dejará de venderse en los quioscos a partir del año que viene.
Es el ocaso de un proyecto nacido en el siglo XIX. Concretamente en 1888, cuando la National Geographic Society, un selecto club de geógrafos, arqueólogos y científicos, decidieron comenzar a publicar una revista con la que expandir el conocimiento más allá de sus cátedras. La sociedad, sin ánimo de lucro, tuvo como segundo presidente a Alexander Graham Bell, el ingeniero que había patentado el teléfono, que sucedió a su tío en el cargo cuando éste falleció. Las espectaculares fotografías, acompañadas de grandes historias, permitieron que el capricho de esos señores con pipa de finales del XIX se convirtiera en un gran negocio durante buena parte del siglo XX.
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Tino Soriano, uno de los fotógrafos españoles de viajes más reconocidos, vivió esa época dorada de finales de los ochenta y la década de los noventa. “En esos años los grandes fotógrafos podían estar seis meses o un año entero para hacer una gran historia. Si tenía que pasar todo ese tiempo en Jerusalén para un reportaje, se hacía. Iban con todos los gastos pagados y una visa, y si tenían que contratar varios ayudantes o alquilar un avión para sacar una imagen aérea, tampoco había problemas”, cuenta.
Todo esto iba a parar a lo que Soriano llama “la amarilla”, la revista original y el emblema de la casa. Después, con el éxito editorial surgieron libros, una edición solo de Historia y otra de Viajes. “A mí me contrataron para varios libros, probablemente sea uno de los fotógrafos que más guías de viaje he ilustrado. Tú no tenías que hacer nada, ellos te enviaban por todo el mundo. He estado con ellos en Sudáfrica, en Escocia, en Austria, en muchos lugares”, presume.
Sus fotógrafos eran las grandes estrellas de la profesión. Pero ya desde principios del siglo XXI la plantilla se fue reduciendo a la mínima expresión para contar fundamentalmente con colaboradores para trabajos específicos, todavía bien pagados, como ocurría con Soriano. En la principal publicación las tarifas eran de unos 400 o 500 dólares al día por encargo, con secciones que podían pagar unos 4.000 dólares por un reportaje fotográfico amplio. Su último viaje fue hace seis años a la Toscana, en Italia, cuando ya había comenzado la crisis y hacía tiempo que los profesionales habían dejado de viajar con la tarjeta de crédito de la revista.
Venta a la Fox
En 2015 la National Geographic Society vendió el 73% de sus acciones a 21st Century Fox. De Graham Bell al magnate Rupert Murdoch, propietario de la cadena de televisión. La compañía pasó también a producir documentales en diferentes canales controlados por la Fox, de nuevo con grandes presupuestos y un enorme despliegue, pero en los que el rigor se empezó a resentir. Realizaron programas de ovnis y contenido pseudocientífico que provocaron las quejas de sus propios empleados.
La compañía de Rupert Murdoch inició una limpia, con varias rondas de despidos, y en 2019, en plena reestructuración del sector, Fox y Disney se fusionaron tras una mastodóntica operación valorada en 71.000 millones de dólares. Desde entonces, Nat Geo, como se conoce a la revista, es propiedad de Disney, que ha concluido con el plan de recortes iniciado por Fox, con el despido de los últimos 19 redactores que quedaban en plantilla. Según publicó el Washington Post, a partir de ahora la redacción estará integrada por unos pocos editores, mientras que los reportajes quedarán únicamente en manos de trabajadores freelance.
National Geographic cuenta con ediciones en varias lenguas, entre ellas el español. En 1997 la editorial RBA compró la marca en España, con la que ha venido imprimiendo la revista hasta ahora. Desde RBA presumen de que sus tres cabeceras -National Geographic, Historia y Viajes- superan los cuatro millones de lectores mensuales y que se sitúan a la cabeza del sector de las revistas. Sólo la revista clásica cuenta con más de dos millones de lectores al mes y unos 40.000 suscriptores, entre papel y digital, mientras que el total de las publicaciones supera los 80.000 abonados.
La compañía editora asegura que el estado de salud de la revista es bueno y no se plantean retirarse de los quioscos, como en Estados Unidos. RBA añade que entre todas las publicaciones la plantilla fija es de unas 30 personas, aunque varias fuentes consultadas señalan que en la práctica la gran mayoría de las informaciones van firmadas por colaboradores autónomos. Lo mismo que ocurrirá en la sede estadounidense.
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Un trabajo en extinción
Los grandes fotógrafos, esa especie en extinción que un día viajaban como virreyes, ahora han tenido que reinventarse. Organizan cursos, talleres o viajes en los que la gente paga para participar, de forma que los fotógrafos pueden financiarse sus proyectos. Es el caso de Marina Cano, una fotógrafa especializada en safaris con 25 años de experiencia, que ha trabajado para National Geographic más recientemente. “Hace 10 años pagaban unos 500 euros por una fotografía de portada, eso no es nada para el trabajo que implica”, señala.
“Yo he estado con ellos en Kenia, por ejemplo. Eran de los pocos que te pedían un trabajo exclusivo, pero las condiciones se han ido deteriorando muchísimo y es algo que me entristece. Antes cualquier cosa pasaba mil filtros y si ahora vas a la revista encontrarás errores que saltan a la vista. Lo de los últimos despidos es algo terrible, sobre todo, porque son un emblema y me preocupa que sirva como ejemplo para el resto. Se cae un mito”, opina.
Desde la dirección de la revista niegan que los recortes vayan a influir en la calidad de sus publicaciones. “Los cambios en la plantilla nos darán más flexibilidad a la hora de contar historias y llegar a otras audiencias a través de diferentes plataformas. Vamos a un modelo de publicación impresa únicamente bajo suscripción en Estados Unidos, pero cualquier insinuación de que esto vaya a tener un impacto negativo en la revista es simplemente incorrecto”, responden desde su departamento de prensa a EL ESPAÑOL.
Una de sus últimas estrellas, Cory Richards, que ha fotografiado el Everest, la mayor población de elefantes amenazados por extracciones petroleras en la sabana de Namibia o el río Cuito desde las montañas altas de Angola, responde por correo: “Pienso que esto es sólo un reflejo del actual paisaje mediático e informativo. Es demasiado reduccionista decir si es bueno o malo. Es solo un cambio, no importa cómo de doloroso o triste pueda parecer”. Como cuando dejó de imprimirse la revista Life o ahora que Vice será vendido a un conglomerado de medios a precio de saldo.
También se extinguieron muchos animales, lo cual no deja de ser un drama para la especie. Y seguro que más de uno de esos ejemplares que ya no volverán lo conoceremos gracias a que alguien envió a un fotógrafo de National Geographic para hacerle un reportaje.