Los tuk tuk han ido apareciendo de forma silenciosa. Estos vehículos a tres ruedas, eléctricos o a pedales y propios de países como Tailandia, poco a poco y de forma sutil, han ocupado el casco histórico de localidades de toda España. Son un negocio en pleno auge en grandes ciudades como Madrid o Barcelona, pero también en Málaga, Segovia, Huelva, e incluso en islas como Tenerife o Menorca. La cuestión es que aún no tienen regulación alguna ni operan bajo ninguna licencia. Bajo el paraguas de actividad turística, funcionan al amparo de un vacío legal en la mayoría de ordenanzas municipales.
Solo hay que echar la vista años atrás para conocer cómo una idea de un joven portugués de Erasmus en Madrid cobró vida tiempo después. Filipe Figueiredo, de 42 años, ejercía como consultor empresarial cuando decidió llevar los famosos vehículos tailandeses a Portugal. Era 2014, y allí su empresa, Tuk Tuk World, se convirtió en la tercera que empezaba a operar tours turísticos en el país vecino. Pero no era suficiente. España, con su clima, su historia y el turismo que mueve, tenía un gran potencial.
“Fuimos los primeros en España con los tuk tuk eléctricos”, reconoce el empresario. Aterrizaron en 2016 en nuestro país y, un año más tarde, la compañía dejó de operar tours para pasar a vender vehículos. Se convirtieron en distribuidores. “Hoy en día las empresas que operan, que son españolas en su mayoría, nos compran los vehículos y les prestamos asistencia”, cuenta.
Desde que sus vehículos comenzaron a recorrer el casco histórico de localidades de todo el país, al menos contabiliza unos 100 tuk tuk vendidos solo por su empresa y activos en España. De ellos, medio centenar están en Madrid. Los vende a unos 23.100 euros (más IVA). “Al final no es una inversión tan grande y un pequeño emprendedor puede empezar su propio negocio con ellos y desarrollarlo”, apunta, “cualquiera puede pedir un préstamo al banco y empezar. Comienzas con uno [un tuk tuk] y, si te va bien, compras dos, tres o cuatro y haces crecer el negocio”.
Es lo que le ocurrió a Javier (nombre ficticio). Tras un viaje a Tailandia y con este negocio ya aterrizado en Madrid, decidió dar el salto en 2017 y montar una empresa de tours turísticos con tuk tuk. Reconoce que, desde 2018, se ha experimentado un bum importante, y muy especialmente en Madrid. Pero lo que empezó como una oportunidad de negocio se ha convertido en el inicio de una convivencia con pies de barro con sectores como el del taxi.
El conductor de tuk tuk consultado por este periódico prefiere que su nombre real no figure en este artículo. No quiere “conflictos entre nosotros [los conductores de tuk tuk]”, asegura, pero reconoce que hace falta una regulación de su actividad.
Cobran unos 90 euros por hora y entre 25 y 30 euros los 30 minutos. La carga del vehículo dura una jornada de trabajo y, al finalizar, los conducen a un garaje para cargarlos. Por lo demás, circulan como cualquier otro vehículo, pero sin licencia de ningún tipo. Aunque el problema no es tanto ese como el momento en el que estacionan en una acera o en algún punto de la ciudad.
“Nos denuncian por estar parados en la vía pública, en calles de tránsito. Es como si fueras con tu vehículo y estacionases en una vía de paso. Como somos muchos…”, explica, y añade: “Notas más presión por la policía”, que “nos llama la atención por un tema de circulación, simplemente”.
Javier insiste: “Nosotros estamos trabajando dentro de la legalidad, pero el ayuntamiento no nos tiene un espacio reservado para estacionar”. Recuerda que Madrid es una de las principales capitales turísticas e interesa este servicio, pero también cree que “debería regularlo el Ayuntamiento. ¿Qué pasa? Hay pequeños empresarios con uno o dos tuk tuk que se resentirían si hubiera una regulación”, y “queremos convivir todos con todos, cada uno con su cachito de pan”.
Una “anarquía consentida”
“Lo que nació como una experiencia turística, ahora ha degenerado en una competencia con el sector del taxi, porque están actuando como si lo fueran”, denuncia Julio Sanz, presidente de la Federación Profesional del Taxi de Madrid (FPTM). A su juicio, “es un ejemplo clarísimo de anarquía consentida”.
Este periódico se ha puesto en contacto con ayuntamientos como el de Madrid para conocer en qué punto está la situación. Desde el área de Urbanismo, Movilidad y Medio Ambiente explican que “los tuk tuk no tienen licencia del Ayuntamiento porque ni siquiera por sus características están calificados como vehículos de transporte de personas”, sino que “se encuadran dentro de la categoría de actividad turística”.
Pueden circular, cualquiera con homologación de Industria como vehículo y matriculado por la DGT puede recorrer las vías públicas de cualquier ciudad. Y, como reconocen desde el Ayuntamiento, tampoco “está prohibido su estacionamiento explícitamente, pero deben respetar las normativas y leyes vigentes”.
Es decir, en teoría, no pueden estacionar en lugares prohibidos como el resto de vehículos. Pero la cuestión es que “hay un vacío legal”, explican, y “no se contempla en los próximos meses su regulación. Es una cuestión que han de trasladar al resto de administraciones”.
Es, precisamente, lo que Sanz denuncia a este periódico. Cuenta que son vehículos que operan sin ningún tipo de licencia, sin ninguna regulación. Como comentaba Figueiredo, esto da la oportunidad de que “cualquiera lo puede hacer” y, aunque es consciente de que son una actividad turística, plantea: “No vale todo, no puedo comprar un autobús y dedicarme a hacer tours”.
“Hasta los coches de caballos en Sevilla o los burro-taxis en Mijas tienen su regulación. Llevan su número de licencia y pasan revisiones”, comenta. Y, lo malo, cuenta, es cuando este tipo de actividades esquilman su nicho de negocio. “Imagínate cuando no haya tanto turismo, porque las fechas no acompañen, por ejemplo”, apunta. “Mucho me temo que harán lo que hace el taxi”.
Con maletas en Atocha
Sanz, como otros taxistas, confiesa que hay tuk tuk que “no solo realizan tours, les hemos visto en Atocha con las maletas a dejar o recoger clientes. O recogerles en los hoteles, llevarles donde sea y volver a dejarles en los hoteles”.
Al preguntarle a Figueiredo sobre los conflictos que están empezando a calentar el ambiente en ciudades como Madrid, el portugués insiste: “Nosotros no somos taxi. No transportamos a gente del punto A al punto B, son tours cerrados. Empieza y termina en el mismo sitio. Los clientes que yo conozco no hacen ese servicio”.
Figueiredo recuerda también que “como es una actividad nueva, no está regulada por muchos ayuntamientos y no se han dedicado a reglamentarlo”, pero rescata el ejemplo de Ávila, donde su ayuntamiento ha reservado paradas específicas para los tuk tuk. “Hay ciudades más pequeñas donde es más fácil regularlo y hay otras más grandes como en Barcelona o Madrid que no se le ha dedicado tiempo a esto”, explica el portugués.
Trabajadores del sector como Sanz apuntan que estos triciclos motorizados, que no figuran siquiera en las ordenanzas, “están ocupando el espacio público”. En el caso de Madrid, donde más se aprecia esa fiebre por los tuk tuk, cuenta que invaden en ocasiones las aceras del Palacio Real, de la Catedral de la Almudena o todas las calles de la periferia del Mercado de San Miguel.
“Ocupan la calzada y en ocasiones las aceras”, denuncia Sanz. Y el problema, según él, no es ese. No aboga por su fin, sino que, a su juicio, lo ideal es que todo esté ordenado, porque sino “se convierte en un caos”. Se pregunta qué ocurrirá cuando en lugar de 50 sean 500. “Ojalá que no, pero hasta que no pase algo o que alguno vuelque en una curva… en ocasiones van hasta seis personas con maletas. Solo entonces harán algo, pero se hará tarde y mal”.