La cocina es una parte fundamental de la vida, alimenta cuerpo y alma. Los españoles, encantados por el placer del buen comer, disfrutan de horas de mesa y sobremesa que forjan relaciones y mejoran la calidad de vida. En los últimos tiempos, diversos canales de televisión han hecho llegar al gran público los secretos de la alta cocina. Sin embargo, para muchos es imposible disfrutarla, al menos hasta ahora. 

El chef gallego Alberto G. Prelcic (Vigo, 1978) ha dado un golpe en la mesa y ha abierto las puertas de su restaurante a todos los públicos. Con una amplia carta y variedad de menús, el más barato cuesta tan solo 29 euros, lo que permite a los bolsillos más ajustados disfrutar de los platos de un restaurante que cuenta con dos Estrellas Michelín y un sol Repsol.

EL ESPAÑOL ha podido hablar con el chef para conocer su trayectoria, el proyecto de Silabario, su restaurante y entrar en sus fogones. Con una cocina de calidad, buena materia prima y tradicional, Preilcic no ha perdido de vista sus raíces, dejando en todos sus platos la seña de identidad de su pueblo y llevando el nombre de Galicia a lo más alto de la cocina.

Un cambio de rumbo

No está muy claro si uno nace chef o se llega a serlo. En el caso de Alberto G. Prelcic fue lo segundo. El vigués de 45 años había decidido que su vida estaba en los juzgados, así que empezó a estudiar Derecho, aunque a los 22 años supo que su elección estaba errada. "Decidí cambiar y dejar la carrera. Ves tu verdadero camino, porque no me hacía feliz pensar en un futuro en un despacho de abogados", cuenta.

Alberto G. Prelcic Cedida

Cambió los libros por las sartenes, la Constitución por las recetas y se puso manos a la obra. Fue así como se licenció en el Centro Superior de Hostelería de Galicia y, tras ello, hizo prácticas en grandes restaurantes a lo largo y ancho de la geografía española, llegando hasta Barcelona, donde perfeccionó sus técnicas de repostería y pudo seguir aprendiendo el oficio. 

Silabario, el cielo de Vigo

Silabario nace como el primer proyecto y el más ambicioso del chef. Lo hace en el año 2008, cuando Alberto tenía sólo 26 años. El nombre del restaurante se lo debe a su madre, a la que, desde muy pequeño, siempre observaba cocinar. Fue maestra de EGB, por eso, su hijo, a modo de homenaje, bautizó a su local con el nombre de Silabario, que no es otra cosa que una pequeña libreta usada para enseñar a leer. 

Cocina tradicional, de la tierra, con una mimada elaboración y el cariño del que quiere que todo salga bien. En 2011 ganan su primera estrella, en el 2014 un sol Repsol y en el 2021 suman otra Estrella Michelín. Dentro de unos años el restaurante será un firmamento de estrellas y soles que iluminarán las mesas de los más agraciados comensales.

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"Fue súper importante, en solo dos años ya nos dieron la primera estrella, y después ganamos un sol Repsol. Es perfecto que se reafirme en 2021, volver a ganarla y estar reconocidos por las mejores guías del mundo te pone en el foco y te dice que estás haciendo las cosas bien", cuenta Alberto.

Un proyecto de esfuerzo

No fue fácil, los inicios y el camino han estado llenos de piedras que han hecho al proyecto tambalearse, pero nunca se ha caído. "Hace 15 años empezamos con la crisis, que fue horrible a nivel empresarial. Después ha venido el Covid, la guerra, la inflación... llevamos una década súper dura, pero hay que hacerle frente y seguir adelante", explica el chef y empresario.

En el restaurante, ubicado en pleno centro de Vigo, en la sede del Celta, trabajan unas 10 personas. A los empleados hay que pagarles y pagarles bien, por eso, para Alberto la clave es "que el restaurante esté lleno y poder llegar al mayor número de gente posible". 

Silabario, el restaurante de Alberto G. Prelcic en la Sede del Celta de Vigo. Cedida

El menú más barato

¿Qué hacer para conseguir que la gente entre a tu negocio? Analizar el mercado. Conocer al público objetivo es fundamental para saber qué puedes ofrecerle. "Estamos en pleno centro Vigo, rodeados de oficinas, bancos y empresas, y durante la semana es una zona meramente empresarial, donde el cliente no tienen tiempo y no se va a gastar todos los días 80 euros en comer", explica Alberto.

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"Tienes que saber el público al que puedes llegar", para Prelcic la clave es que a su restaurante entre la mayor clientela posible y que ésta se pueda permitir disfrutar de su cocina. Por eso, ha elaborado un menú de 29 euros que contenta a los paladares más exigentes sin vaciar sus bolsillos. 

"Es un menú que tiene que ir muy medido y que tiene que tener recetas sencillas, directas y confortables. Tienes que estrujar tu mente, saber explicárselo a la gente y ver las expectativas", cuenta Alberto, que propone cuatro tipos de menús en su restaurante. 

Alberto G. Prelcic elaborando uno de sus platos. Cedida

'Solaina', el más caro, cuesta 155 euros y ofrece la experiencia gastronómica más elevada; le sigue 'Raíces', con un coste de 105 euros; a continuación, propone 'Tempo', de 75 euros; y por último, el favorito del público, el 'Berbés', que cuesta tan solo 29 euros

Éste último comprende aperitivo, una entrada, un segundo y un postre a elegir. En este caso, se compone de una croqueta cremosa de vieira y algas encurtidas; un entrante a elegir entre guiso de mejillón y fideos o vichyssoise de puerro ahumado y foie gras; un segundo a elegir entre bonito a la parrilla y caponata o entraña de ternera a la brasa, tatemada y pico de gallo; y, de postre, leche frita, lima y limón o bizcocho fluido de avellanas y frambuesa.

Un objetivo cumplido

"Yo siempre lo tuve muy claro, lo que manda es que la gente entre y venga, eso ha sido lo fundamental, mucho más que proyectos más conceptuales. Lo que busco es el placer del comensal al comer una cocina reconocible, próxima, con un claro sello local y, por supuesto, gallega. Esa filosofía de menús muy directos a un precio económico es una manera de expresar lo que piensas, en mi carta siempre está muy presente".

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Alberto ha abierto las puertas de Silabario a todos los que quieran disfrutar de una cocina de calidad sin perder los ahorros por el camino. Ha creado un proyecto con pilares firmen que se hunden en el número 44 de la calle Príncipe de Vigo. Es allí donde, de martes a sábado, se encienden los fogones en los que Alberto y los demás empleados de este restaurante de estrellas hacen que las delicias de los comensales y los llevan, por un momento, hasta el cielo.