El programa de educación bilingüe encara sus primeras dos décadas en España con numerosas críticas en torno a su funcionamiento. El menor nivel de los contenidos, los problemas extras que acarrea a chavales con dificultades de aprendizaje, el saber antes los músculos o los planetas en inglés que en castellano y una frustración para aquel que no pueda seguir el ritmo de las clases son algunos de los aspectos que siguen valorando negativamente los padres. A todo ello se suma que todavía la Administración no haya realizado una evaluación conjunta de la comunidad educativa para saber realmente el estado del programa y su materialización en las aulas.
“Mi hija va a iniciar 4º de Primaria y me parece que ha empeorado en sus resultados porque la exigencia es mayor, cuando en las materias no bilingües tiene muy buenos resultados”. Así resume su experiencia con el programa bilingüe Mercedes Moreno, profesora de Lengua Castellana y Literatura en el IES Antonio Domínguez Ortiz de Vallecas, en Madrid. El instituto de Secundaria en el que trabaja también imparte docencia en los dos idiomas: “Detecto que hay muchos alumnos que lo abandonan o acaban fracasando en su etapa escolar por este motivo”.
Desde su punto de vista, que la mayoría de las materias no sean en su idioma materno es un lastre para el estudiantado. Esto se materializa, según esta profesora, en las horas de Tutoría con las tutoras que son bilingües: “En esa hora, los temas que salgan se tienen que tratar en inglés, lo que me parece aberrante para que un niño pueda expresar sus emociones de forma libre y fluida”, en sus propios términos. “A eso se suma que si quiero que mi hija no vaya a un colegio bilingüe, me tengo que desplazar un kilómetro y medio todos los días, así que tampoco me queda mucha elección”, critica Moreno.
Convertidas en segundas profesoras
Por suerte, ella puede ayudar a su hija con los deberes durante las tardes que se prepara las clases que impartirá al día siguiente, pero esta no es la realidad de la mayoría de padres y madres. “En muchas ocasiones tengo que prepararme sus propios deberes cuando yo solo debería ayudarles, guiarles, pero no convertirme en un segundo profesor”, añade. Otra de las críticas más repetidas es que la enseñanza bilingüe tiene un nivel muy bajo en cuanto a los contenidos a tratar. “Lo hacen así para poder meter más vocabulario pero no fomentan interés por querer aprender en los alumnos. Los exámenes muchas veces son de unir con flechas o completar huecos. Luego llegan al instituto, donde sí debemos exigirles un mínimo de pensamiento crítico y nos cuesta mucho luchar contra esos modelos de memorización”, se explaya esta madre.
Belén Azpitia está pasando por algo similar. Su hija mayor empieza este año 6º de Primaria y la pequeña, 3º. “A la mayor se le dan muy bien el tema de los idiomas, pero no ocurre lo mismo con todos sus compañeros. Ella tiene un amigo con dislexia y es imposible que un niño así pueda seguir el ritmo de las clases”, explica. Sus dos hijas acuden al Federico García Lorca, en Colmenar Viejo, y tan solo reciben en castellano Matemáticas, Lengua y Convivencia o Religión. “Me parece absurdo que mi hija se sepa antes lo músculos en inglés que en castellano”, afirma.
Una de las soluciones que propone está relacionada con la hora de inglés, que debería ir en paralelo a unas Sociales o Naturales en castellano: “Si dan el ciclo del agua, que en inglés aprendan el vocabulario relacionado con ello”, ejemplifica. Azpitia añade: “Por mí, que eliminen la hora de religión y añadan otra de inglés como idioma, eso tendría mucho más sentido”, opina esta madre que ya busca un instituto con opción no bilingüe cara al curso que viene para su hija mayor.
El bilingüismo que baja
A Elena Núñez le parecía genial que su hija fuera a un colegio bilingüe: “Así aprendía los dos idiomas a la vez, era estupendo y maravilloso, pero no”, relata. La niña, llegado el momento, sabía decirte el ciclo del agua en inglés pero no sabía responder si alguien se lo preguntaba en castellano. “Se frustraba mucho. Llegó un punto que le cambié de colegio porque me decían que le pasaban de curso porque lo había entendido todo sin problemas, pero yo sabía que no. Si entiendes algo, sabes explicarlo también en tu lengua materna, y mi hija no sabía”, se explaya.
Pasó de un colegio en Alcorcón a otro de Villaverde, aprovechando la mudanza que realizó la familia. “Llegados allí le hice repetir 4º de Primaria y ya se puso al día de todo”, enfatiza la misma Núñez. Parecida es la opinión de Raquel Garrido, presidenta del AMPA del instituto al que va su hijo, en Parla: “Los chavales aprenden palabras técnicas pero no saben hablar inglés con soltura. Yo recuerdo que mi hijo, cuando era más pequeño, se sabía los planetas en inglés pero no en castellano”. Por eso, cuando llegó el momento de transitar desde Primaria a Secundaria, Garrido prefirió que su hijo no continuara en el programa bilingüe.
“Lo primero, habría que formar a todos los profesores y, después, que los que están en el programa bilingüe como los que no tengan el mismo currículo de contenidos, porque ahora es diferente”, defiende esta madre. Según comenta, incluso profesores de inglés con los que ha hablado Garrido están de acuerdo en estas fallas del programa bilingüe: “No me han querido explicar, o no han sabido hacerlo, los motivos de su posición, pero ni siquiera ellos han preferido la opción bilingüe para sus hijos, en muchos de los casos”. A sus ojos, el programa no está bien implantado ni estudiado.
Sin evaluación
Estudiar y evaluar el programa bilingüe, en este caso de la Comunidad de Madrid, es, precisamente, la exigencia que reclama Mari Carmen Morillas. Ella es la presidenta de la Federación de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado FAPA Francisco Giner de los Ríos: “El año que viene se cumplirán 20 años desde la implantación del bilingüismo y la Comunidad todavía no ha realizado una evaluación rigurosa que cuente con toda la comunidad educativa”, incide.
Desde su punto de vista, esta “implantación tiene más sombras que luces”. “Nos llaman familias suprepreocupadas porque sus hijos e hijas se quedan rezagadas cuando todavía están en Primaria y no entienden cómo puede haber asignaturas que estén totalmente en inglés”, explicita. Al mismo tiempo, Morillas recuerda que en muchos casos, las materias impartidas en inglés exigen un nivel mayor del idioma que el que se está aprendiendo en la propia asignatura de inglés. Además, si comparan los contenidos entre los centros dentro del programa y los de fuera, asegura que en los bilingües apenas se profundiza.
“Y si tienes un hijo o hija con algún tipo de dificultad en el aprendizaje supone un grave suplicio para la familia porque mucha no tienen ni los recursos necesarios ni conocen el idioma como para poder ayudarles”, agrega esta representante educativa. A todo ello se suma las llamadas recibidas por Morillas por parte de algunos equipos directivos a los que la Administración presionaba para entrar en el programa bilingüe, tal y como ella misma denuncia.
Sin duda, desde la FAPA apuestan por el aprendizaje de idiomas, pero sí exigen una evaluación rigurosa del programa implantado en 2004: “Hay que tener en cuenta cómo está siendo su aplicación real en las aulas, por lo que ese examen debe contar con toda la comunidad educativa, desde profesorado hasta las familias, para que se enriquezca de propuestas que mejoren la experiencia”, explica.
Grupos mixtos
Óscar García es secretario del IES Isaac Albéniz de Leganés y lleva trabajando con el bilingüismo unos 12 años. “Mi experiencia sí que ha sido positiva. En los institutos existen los dos itinerarios, y encuentro muy acertada la idea de que se puedan formar grupos mixtos”, relata el que fuera coordinador bilingüe del centro. Ante las numerosas críticas vertidas por algunas familias, este docente responde que la homogeneización entre aquellos chavales que han estudiado en bilingüe y los que no ya es una realidad avalada por los resultados de la Selectividad.
“Sí he pensado que habría que revisar, o racionalizar, el número de auxiliares de conversación. Quizá se podrían enviar más a los centros no bilingües, es una cuestión económica, pero sí lo defiendo para que la igualdad entre unos y otros sea mayor”, concluye García.