Era de noche cuando Betto volaba en un avión en dirección a Marruecos. Quería escaparse un fin de semana para relajarse. A mitad de vuelo, el piloto avisó de que había fuertes rachas de viento, así que iban a aterrizar entre 30 y 40 minutos más tarde. Ya en el aeropuerto de Marrakech, cuando pasaban el último control de maletas, la luz se fue por completo y escuchó un estruendo: “No sabía si había sido una bomba, un atentado o un avión que se había estrellado. El terremoto ni se me pasó por la cabeza”, reconoce a EL ESPAÑOL.
Este valenciano es uno de los cuatro españoles con los que se ha puesto en contacto este periódico. Su aterrizaje en la capital –una ciudad que le apasiona–, se vio envuelto en pánico y angustia. “Nos quedamos sin luz, no se veía nada y daba la sensación de que la cúpula de cristal que tiene el aeropuerto iba a desmoronarse”, apunta. “La gente empezó a gritar y a llorar”.
Según relata el joven, no se dio cuenta de la magnitud de lo que estaba ocurriendo, porque el aeropuerto estaba en una explanada. No obstante, asegura que “había mucho caos” y que “los drivers estaban desaparecidos porque se cayeron las comunicaciones”. Todos los que se encontraban en ese momento en el aeropuerto salieron corriendo. Los taxis cargaban a más gente de la que se les permitía. Betto consiguió coger uno de ellos.
[Un terremoto de magnitud 6,8 devasta el sur de Marruecos: al menos 1.037 muertos y 1.200 heridos]
“Al entrar en La Medina, era todo horrible. Ahí las casas son más inestables y había una saturación tremenda”, cuenta el español, que vio cómo, al poco tiempo de haberse desatado el terremoto, había gente que incluso salía de los hoteles y de las casas con sus maletas para irse al aeropuerto y marcharse de Marruecos.
Una vez en el riad donde tenía pensado alojarse, le dijeron –como al resto de clientes– que debía dirigirse a una plaza para dormir. “Por seguridad teníamos que estar allí”, asegura. De camino pudo ver cómo todas las callejuelas estaban plagadas de escombros. “Todo el mundo ayudaba a todo el mundo. Sacaron mantas, almohadas para que todo el mundo durmiera lo mejor posible”, cuenta.
El joven espera volverse el lunes. De momento no le han comunicado ninguna cancelación de su vuelo. Como comenta a este periódico, “hay un caos absoluto en el aeropuerto” y, sin embargo, la situación en Marrakech “es bastante estable ahora mismo”.
Rocío, en cambio, se encontraba en Marrakech en el momento del terremoto porque su pareja le regaló el viaje por su cumpleaños, que había sido la semana pasada. Estaban en la habitación del hotel y se iban a dormir cuando, de pronto, empezaron a notar unos temblores. “No sabíamos qué hacer, eran muy fuertes”, relata la catalana. Una vez consiguieron salir al vestíbulo, como a Betto, les dirigieron a una plaza.
“Cogimos lo esencial del hotel y nos fuimos”, comenta. Según relata la mujer, “por el camino, fuimos más conscientes de lo que había pasado porque ya sí que nos encontrábamos fachadas derruidas, escombros por el suelo. En la plaza en la que nos quedamos estaba llena de gente. Mucho caos, muchas familias, policía, ambulancias y muchísimas grietas”.
Allí pasaron la noche entera. La atención tanto por el personal del hotel como de la gente que se encontraba allí fue esencial. Les llevaron toallas, mantas y agua. Cuando fueron las seis de la mañana, pudieron volver al hotel, aunque no a las habitaciones porque no sabían cómo estaba la estabilidad del edificio. Lo que le sorprendió a Rocío es que “el gerente vino después de que se derrumbara parte de su casa. Tenía golpes en la espalda”.
La mujer se quedará en el desierto que tenía pensado visitar y, desde allí, se trasladará al aeropuerto de Marrakech para volver a España. “Nosotros por suerte nos podemos ir, pero la gente se queda aquí. Yo me siento inútil porque no podemos hacer nada”, lamenta.
Los testimonios de españoles en el país vecino se multiplican con el paso de las horas. Frank cuenta a este periódico que el terremoto le sorprendió en la habitación del hotel. La idea de este valenciano era pasar unos días con su pareja allí después de haber descansado en Málaga.
"Escuchamos un ruido de fondo, un runrún muy profundo, y empezamos a bromear: ¿Esto qué es? ¿Un camión que va a pasar?", comenta. Estaban muy cerca de La Medina, por lo que ahí las calles son muy estrechas y no caben coches. El semblante del rostro les cambió cuando se dieron cuenta de que la cama empezaba a mecerse, las paredes temblaban, los objetos se caían al suelo y reventaban. “El ruido era ensordecedor. Nos miramos y dijimos: esto es un terremoto. Y no es pequeño, porque esto era algo muy exagerado y nos asustó mucho”.
Fue un minuto escaso, pero se les hizo eterno. “Cuando vimos que se calmaba, escuchamos que el resto de alojados bajaban al patio interior, y lo que hicimos fue coger los pasaportes, y bajamos. La familia marroquí que regentaba el riad, nos tranquilizó, nos dio agua y resolvieron sus propios miedos. Cuando se fue calmando, salí a la calle”, relata.
Cuenta que el riad en el que se alojaba estaba medio enterrado y eso pudo aportarle estabilidad en el momento del terremoto. No obstante, en la parte de atrás, pronto vio el desastre que se había desatado. Todo el mundo en la calle, polvareda, los niños llorando y asustados. “Se cayó una fachada a nuestro lado. El pánico fue bastante grande”, reconoce aún con el susto en el cuerpo. “Se te queda esa sensación de cuando todo tembló”, explica.
Como también relata Betto, vio a algunas personas queriendo salir de la ciudad con sus maletas. Al poco, otra réplica. “Es lo que más temía, pero afortunadamente fue pequeña y no notamos más que una vibración”, asegura.
Después de lo sucedido, Frank, que vuela el domingo de nuevo a España, explica que el sábado los ciudadanos ya habían empezado a limpiar sus calles y a abrir sus negocios otra vez: “Ellos mismos se están solucionando su papeleta”. Asegura que cualquiera puede ir a pasear por Marrakech ya, porque lo más grave ya ha pasado. “Está todo dentro de una cierta normalidad a pesar del drama”, reconoce.
Es lo mismo que cuenta Raquel, que en el momento en que este periódico se puso en contacto con ella estaba disfrutando de un día de piscina en su hotel. “Estamos ahora como si no hubiera pasado nada”, comenta, pero “el tema es que a la vuelta de la esquina hay más de 1.000 muertos”.
La mujer se encontraba en un hotel a las afueras de Marrakech por un viaje de trabajo. Se reunían trabajadores de al menos 16 países y de España había con ella unas 200 personas. En la noche del viernes, cuando se desató el terremoto, la mujer se encontraba en la primera cena de bienvenida, en una explanada del hotel donde cabían todos.
Entre música y bailes, la mujer empezó a notar los altavoces distorsionados. “Pasadas las 11, empezamos a notar un bum bum, y de repente empiezan a gritar: ¡Un terremoto!”. La mesa se movía para todos lados y los pájaros bajaban al suelo.
“Se fue la luz durante una hora y pico. Un apagón total. No teníamos wifi, nos quedamos sin batería. Y ahí fue un poco de vamos a quedarnos aquí y a ver qué pasa. Te pones un poco nerviosa”, relata Raquel. Poco después, cuando volvieron a tener luz, les indicaron que debían dormir fuera de las habitaciones, así que cogieron colchones y mantas y se acomodaron por las instalaciones del complejo. “Lo teníamos a 10 kilómetros, lo hemos notado mucho”, apunta.
La mujer solo piensa en que es una suerte que no pasara durante el sábado, porque su empresa había organizado un evento al que iban a acudir 2.000 personas. Además, destaca la amabilidad del personal del hotel porque estuvieron toda la noche trabajando para que por la mañana estuvieran en la máxima normalidad posible.
“El domingo salimos en avión. De momento, no tenemos noticia de que hayan cancelado nuestros vuelos”, cuenta. Como confiesa Raquel, están todos bien y lo que les preocupa ahora es que todo vaya bien y que puedan volver sin problemas”.
A dos niveles de la destrucción total
Los testimonios de estos españoles son solo cuatro de los cientos que se encontraban en Marruecos en el momento del seísmo. Según han informado las autoridades, ningún nacional ha sufrido daño alguno.
[Exteriores no tiene constancia de españoles muertos ni heridos por el terremoto en Marruecos]
Peor suerte han corrido los más de 1.000 personas fallecidas en el país tras el terremoto y las 1.200 que han resultado heridas en distintas localidades de Marruecos, en el que se ha calificado como el mayor sufrido en la historia del país. El único parecido tuvo lugar en 2004, cuando se llegó al 6,8 de magnitud. En este caso, el seísmo ha alcanzado un 7 de magnitud, a dos niveles por debajo en la escala Richter de lo que sería la destrucción total.
El epicentro se encontraba a unos 60 kilómetros al suroeste de la ciudad de Marrakech, en una zona montañosa de la localidad de Ighil. Según ha indicado el Ministerio del Interior, la provincia que más víctimas ha registrado por el momento es Al Haouz, al sur de Marrakech, donde cuentan con más de medio millar de fallecidos. Donde también se ha contabilizado un elevado número de víctimas es en Taroudant, con más de 320 decesos.
Ahora, mientras algunas zonas como Marrakech tratan de volver a la normalidad, abren sus negocios y barren sus calles, otras localidades se afanan en retirar los escombros a contrarreloj y rescatar a los posibles supervivientes que queden entre los edificios derruidos.