Cuando el chef Alberto Mastromatteo (Mallorca, 1985) conoció a Karim Benzema, el exfutbolista del Real Madrid sólo tenía en la nevera sándwiches de atún con tomate comprados en una gasolinera, una botella de Coca-Cola y otra de agua. Su modelo de alimentación no era el más saludable para un profesional de su talla, pero la aparición del cocinero en su vida en 2016 supuso un giro de 180 grados. No sólo a nivel de nutrición, sino en todos los sentidos. Mastromatteo le dio un tirón de orejas y el francés reaccionó.
“A los dos años de estar en casa de Karim, hablé con él. Habíamos desarrollado confianza y le dije que debía alimentarse bien, volver a horas prudentes todos los días, hacer rutinas como estar más en la vida de sus hijos... Le dije que confiaba en él, pero que si no me hacía caso, yo me iba. Él aceptó y se puso a trabajar”, recuerda el chef en conversación con EL ESPAÑOL. El tiempo y el trabajo le dieron la razón. Benzema adquirió seriedad alcanzando los mejores años de su carrera superando la treintena. Algo poco usual. De hecho, fue Balón de Oro en 2022, cuando tenía 34 años.
Ahora Benzema ya no vive en España, pero son muchos los futbolistas que están o han estado bajo las órdenes nutricionales del chef Alberto Mastromatteo y de su equipo de Summumm. Esta empresa se dedica a dar un servicio integral de chefs privados, caterings, organización de eventos e, incluso, a asesorar y estar pendiente de “mimar” cada uno de los aspectos de la vida de sus clientes. Desde llevarles a sus eventos a conseguirles peluqueros. De todo. Estos servicios, por ejemplo, en la actualidad han sido contratados por futbolistas como Eduardo Camavinga, Fabián Ruiz, Matheus Cunha, Fede Valverde o Axel Witsel. O también, por el recién llegado a LaLiga y convertido en una estrella, Jude Bellingham.
“Pero realmente elaborar los menús a los 64 futbolistas que llevamos o ayudarles en todo lo que nos piden, no es nuestra principal fuente de ingresos en Summumm. Tenemos clientes de todo tipo como, por ejemplo, empresarios del IBEX 35”, explica Mastromatteo. También profesionales de otros deportes, como los hermanos Willy y Juancho Hernangómez, de baloncesto, han contratado sus servicios. “Ahora estamos bien. En 2022 cerramos con una facturación de 2,7 millones de euros y este año esperamos superar los 3 millones y medio con Summumm”, indica Mastromatteo, quien ha creado un imperio de la nada.
Una dura infancia
Pero lo cierto es que el chef Alberto Mastromatteo ahora está recogiendo la cosecha que ha sembrado desde que empezó a trabajar. Y, la verdad, en este caso la frase manida de que es un hombre hecho a sí mismo cobra veracidad si se tienen en cuenta los humildes orígenes de este profesional y, también, que no vivió una infancia ni usual ni apacible.
“Nunca me he abierto mucho, pero está bien. Te contaré mi vida: soy hijo de un hombre italiano llamado Mario y de una española llamada Colusa. Tengo entendido que se conocieron en la India y, pasado un tiempo, me tuvieron en Mallorca”, cuenta el chef, que ha recibido a este medio en un espacio para eventos que ha creado en el corazón de Madrid llamado LBK99. Esta pareja, no obstante, pronto se rompería y Mario desaparecería de la vida de Alberto cuando el pequeño sólo tenía cuatro años. Él y su madre se trasladaron a Madrid a vivir con sus abuelos, los padres de ella.
“Pero mi abuelo nunca aprobó lo de mis padres y nunca me quiso. En el tiempo que viví en esa casa, nunca me habló”, recuerda, con una media sonrisa. Hay compunción en su mirada, pero también fortaleza por haber salido adelante. La madre de Alberto, que tenía problemas de alcoholismo, se fue con él a vivir a Alcalá de Henares. Allí estuvo hasta los ocho años, cuando fue internado en Sigüenza hasta los 12. “Al regresar, el alcoholismo de mi madre se había acentuado, así que intervinieron los servicios sociales y le quitaron mi custodia”, cuenta el chef que dirige Summumm.
Empezaría entonces una rocambolesca y dura adolescencia en la que Alberto se tenía a sí mismo, a unas monjas, y poco más. Desde los 14 años y hasta los 17, el joven vivió internado en Torrelodones en el centro de menores Nuestra Señora de Lourdes, bajo la supervisión de las monjas. “Por aquel entonces, con unos 15 años, fue cuando monté mi primera empresa: un colega y yo comenzamos a comprar contenedores de ropa, móviles, bicicletas, etc., que intervenía la aduana en Valencia y los traíamos a Madrid y vendíamos su contenido… Luego nos metimos en otro negocio de falsear billetes. Ahí me pillaron las monjitas. Yo era solo un chaval…”, se excusa el chef.
Entretanto, las mismas monjas le habían sugerido que estudiase algún grado. “Lo hice en cocina”, detalla, “porque siempre me llamó la atención y porque es una herramienta fundamental para comer bien, que me encanta, pero lo cierto es que estudié cocina para no pasar hambre. Ahora, tantos años después, la veo como el séptimo arte”. Cuando llegaron los 17, Alberto, a punto de cumplir la mayoría de edad, regresó al seno de su familia. En este caso, a la casa de una hermana de su madre, su tía Concha.
Cursó el último año de instituto bajo su techo, pero le echaron. “Mi tía me echó la bronca y yo cogí las llaves del coche de mi primo, un Renault 5, y me fui a vivir en él. No tenía donde ir y viví ahí desde el 18 de febrero hasta el 14 de mayo de aquel año. Me pelé de frío. Aun así, necesitaba dinero, y aquel momento era el del boom de la construcción en España y un colega me dijo que necesitaban gente en una obra. Allí que fui. Empecé a trabajar ahí y hacía de todo… Mis días eran: levantarme en el coche, ir a la ducha de la obra para asearme, trabajar todo el día y vuelta al coche”, añade el chef de los futbolistas.
Luego, con ahorros, Alberto Mastromatteo se iría a vivir a varios pisos cercanos al barrio del Pilar con compañeros. Ahí hubo una vuelta de tuerca en su amor por la cocina: “Venían muchos amigos a visitarme, pues éramos un grupo de 25 o 30, y todos los días al final invitaba a gente a cenar. Entonces, hacía pasta, arroz, de todo… Fui aprendiendo”, revela el chef. De momento, vivía bien por lo ganado en la obra pero un día, con 20 años, llegó y pensó, cuenta, “no quiero estar aquí con 50 años”. Acto seguido compró un billete a Irlanda para ir a probar suerte.
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Irlanda, partida y regreso
Estando en Dublín, Alberto Mastromatteo conoció a una mujer “de unos 45 años” en un pub que le ofreció ir con ella a recorrer Irlanda. Él aceptó, porque no tenía nada que hacer. Y durante este viaje por el país llegaron a Galway, una pequeña ciudad de 80.000 habitantes al oeste de la isla, que cambiaría su vida para siempre. “Fue amor a primera vista y decidí quedarme ahí a vivir, y eso que mis cosas estaban en Dublín, en un piso que había alquilado”, recuerda el chef.
Un día, el cocinero conoció a un grupo de españoles, e hicieron buenas migas. “Resultó que ellos pertenecían a una comuna de semi okupas. Digo semi porque habían okupado una nave abandonada, pero la administración les permitía vivir si ayudaban a algo. A mí me dijeron '¿Y tú qué sabes hacer?' Yo les dije que tortillas de patatas. Y así fue como empecé a enseñar todas las semanas a las viejitas irlandesas a hacer tortillas. La administración me proveía de todo”, añade.
Y, claro, al principio la producción diaria de ocho o diez tortillas era bien recibida por los compañeros de Alberto para comer. “Pero al mes y medio se hartaron”, ríe. Así que el joven, ya con 21 años y acostumbrado a emprender, se puso a vender tortillas de patatas. “Ganaba 24 libras por tortilla, lo que hacía que me sacara al mes unas 1.000 libras”, resume. Así se ganó la vida hasta que un amigo suyo sevillano que trabajaba como jefe de cocina en el Hotel Hilton de Dublín le dijo: “Oye, Alberto, si vas a España y te sacas un curso de cocina, te vuelves y te vienes a trabajar aquí”.
Alberto recogió el consejo, pero nunca volvería a Irlanda. En Madrid, Alberto Mastromatteo, el chef de los futbolistas, estudió cocina en la Escuela Superior de Hostelería y Turismo, sita en Casa de Campo. “Acabé con 24 años y uno de mis profesores, junto a otro socio, me propuso abrir un sitio en Legazpi y accedí. Otro profesor me preguntó si quería aprender con Paco Torreblanca sin saber quién era. También le dije que sí, y la cosa es que me consiguieron una plaza gratis con él. La gente me dijo: 'no seas tonto, Alberto, y vete a aprender'. El negocio, del cual era socio, quedó en buenas manos”, explica.
Comenzaría así el periplo culinario por toda España, donde Alberto Mastromatteo recorrió varias cocinas de prestigio que terminaron de forjar su habilidad con los fogones. Desde Akelarre, con el chef Pedro Subijana, hasta el Celler de Can Roca, con los Roca, o DiverXO, con Dabiz Muñoz.
Creando un imperio
Esa era la antesala de su gran proyecto de vida: Summumm. Cuenta Alberto Mastromatteo que estando de viaje en el País Vasco, un día cogió el metro de Bilbao a Sopelana. “Conocí a una señora mayor y estuve hablando con ella todo el viaje. Por alguna razón le caí bien y me invitó a una cena familiar ese día. Resultó ser en la parte de abajo de un caserío y yo pensaba que iba a ser una cena pequeña, pero había al menos 40 personas”, dice el chef.
Y al cocinero de futbolistas le vino la iluminación: quería abrir un espacio inspirado en ese caserío en el cual se celebraran todo tipo de eventos acompañados de alta cocina. Ése fue el germen de Summumm. Ahí ya tenía 28 años. “Así fue cuando abrimos el espacio gastronómico de Summumm en Alcobendas, en el número 3 de la calle de Valportillo Segunda”, culmina el chef. Ese fue el germen de la empresa que ha levantado de la nada. La empresa ofrece chefs a domicilio, servicio de catering, consultoría, showcookings… Y que goza de una buena salud gracias al esfuerzo de la plantilla de 146 personas lideradas por el chef Alberto Mastromatteo.
Precisamente, durante una fiesta en el Summumm unos franceses quedaron contentos con el servicio. “Al tiempo me llegó un mail para ser el chef privado de una persona. Cuando llegué al sitio y me abrió la puerta vi que era Karim Benzema. Nunca supe cómo llegó a mí, pero siempre pensé que era por recomendación de aquellos franceses. Quién sabe…”, termina el chef Alberto Mastromatteo. Luego, el boca a boca ha sido tan potente que ahora su empresa cocina para 64 futbolistas y él mismo ha alcanzado el estatus de chef del Atlético de Madrid, aunque se reconoce “madridista de corazón”.