Pedro Álvarez está contento. Porque pese a que vendió la empresa Chocolates Pancracio hace 6 años, su obra sigue viva. "En estos seis años me han preguntado mucho si no me da pena -haberla vendido- y yo siempre respondo que sí y que no. Porque sé que la dejé en buenas manos", dice a EL ESPAÑOL. La compañía que fundó, ideó, impulsó y consolidó mundialmente es hoy propiedad de un fondo de inversión... y desde el 8 de octubre al 6 de enero una enorme caja de chocolates Pancracio está en manos de Tamara Falcó, quien protagoniza una edición limitada de Chocolates Pancracio para las navidades que incluye los bombones que puso en su boda.
Este gaditano enamorado del chocolate y de la creación y gestión de marcas fundó Pancracio hace 20 años. Licenciado en Económicas, el último año de carrera ya estaba trabajando en una agencia de publicidad escribiendo cuñas radiofónicas e ideando anuncios publicitarios. "Yo lo tenía muy claro desde pequeño". Siendo niño, con sus ahorros, se hizo con los libros clásicos de la publicidad norteamericana: Ogilvy, Walter Thompson o Bates.
De 1989 a 1992 abrió junto a un socio una agencia de publicidad en Cádiz capital. Luego marchó un verano a Nueva York "a hacer un curso en la School Of Visual Arts, con Milton Glaser, el creador del mítico diseño de I Love NY y muchas otras marcas icónicas". En 1995 regresa a Nueva York como becario en el estudio de Massimo Vignelli, "pero el curso se cancela, porque Vignelli se marcha a Italia a rediseñar algunas marcas del grupo Benetton". Con el billete de avión en la mano, Pedro decide ir de todas maneras.
Se pone en manos de una representante de creativos y comienza a ir a entrevistas que no terminan de cuajar. Para entonces ya tenía encima el gusanillo de crear algún negocio "o concepto empresarial" que fuera propio... y esa inquietud coincide con la eclosión en Estados Unidos de los coffee bar. Esa inspiración la plasmó en papel, continuó formándose y le buscó un nombre "simpático, algo feo, pero muy amable y contundente y que comunicaba tradición y sabor: Pancracio".
Al mismo tiempo estudia repostería y catering en Culinary Arts Institute de la Universidad de Nueva York "y trabajé en la famosa Bruno Bakery, que aquel año fue elegida mejor panadería y pastelería de Nueva York, con el chef Biaggio Settepane". Allí hizo de todo. Lo que más le gustaba, sin embargo, era trabajar con chocolate.
En 1997 vuelve a Cádiz y funda ODM Oficina de Diseño y Marketing, actualmente Ideólogo.com. Desde esa época él y su equipo trabajan para empresas, en su mayoría del sector agroalimentario. Y en 2003 se decide a dar el salto y crea Pancracio. Define el branding, desde el diseño a todo lo relacionado con la marca. "Tenía que tener una imagen retro, pero también tenía que ser limpia y moderna. Y que casara con el concepto de lujo accesible".
Cuando vendió Pancracio, la empresa estaba posicionada globalmente en el lujo gastronómico. "Fue la primera marca española que entró en Bergdorf Goodman", detalla a este periódico. Otros grandes almacenes donde posicionó sus chocolates son Neiman Marcus, Selfridges, The Conrad Shop, Galeries Lafayette o Harrods.
Lujo democrático
En paralelo ha trabajado para potenciar empresas como Mayoral, numerosas marcas de aceites gourmet y premium, entre ellos, el diseño de la botella del aceite de Martin Berasategui; bebidas, caviar, una gama de colonias florales de Álvarez Gómez...
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Entre los proyectos actuales, se encuentra explorando colaboraciones con El Corte Inglés y es el director creativo de Bodegas Habla "para consolidar la marca como icono a nivel internacional".
Álvarez también es profesor en la Universidad Carlos III y dirige un master MBA en el Condé Nast College Spain. "Allí siempre digo a mis alumnos que no se puede contentar a todo el mundo. La gestión de una marca debe ser consistente en sus valores. Porque como dijo Jeff Bezos, la imagen de marca es lo que dice la gente de ti cuando sales de la habitación".
El lujo gastronómico, no obstante, se ha democratizado mucho. Y también el lujo, en general. "Hay marcas aspiracionales, que son más o menos asequibles". Valora Pedro Álvarez que "vivimos actualmente una etapa de capitalismo del buen gusto, accesible a cualquier nivel de precio. Cuando yo era pequeño no había opciones. La calidad es un factor ya casi higiénico, se da por descontada. Lo que se busca es el valor diferencial: el aspecto del producto, quién lo compra, quién lo hace y a qué tribu pertenezco si lo compro".
-¿Por qué le gusta el sector gastronómico?
-Ha sido el sector el que me ha ido modelando a mí. Y porque en Andalucía y España somos números uno en el sector agroalimentario. El lujo en la alimentación se ha democratizado mucho en 10 años. Puedes comprar perfectamente una botella de Moët Chandon en un supermercado pequeño. Y es así porque en el segmento del lujo, hay uno intermedio que es interesantísimo porque mueve mucho dinero.
Para impartir clases viaja a Madrid. Y para captar tendencias, por todo el mundo. "Visito más supermercados que museos", dice riendo. "Me encantan. A mí me gusta ser compositor del producto. Crear referencias. En Pancracio creamos 200. El envase, el formato, es una forma de transmitir".