Valeria, Laia y Eider Iglesias son hermanas y las tres tienen altas capacidades intelectuales detectadas. Son unas chicas afortunadas, se pudiera decir, pues el sistema español de detección de menores con altas capacidades reconoce menos niñas de las que realmente hay. La balanza de ellas frente a sus compañeros varones está tan desequilibrada que las alumnas con altas capacidades intelectuales sólo representan el 35,12% de los menores reconocidos frente al 64,88% de los varones. O lo que es lo mismo, España sólo identifica una niña con altas capacidades por cada tres alumnos.
Esto se traduce en que en el curso 2021-2022 –el último con datos consolidados publicados por el Ministerio de Educación y Formación Profesional– había 16.239 niñas con altas capacidades frente a los 29.999 niños reconocidos. Casi la mitad. Y, de todos los menores, las tres hermanas aragonesas son de las pocas niñas que han sido identificadas. Son de las pocas que tienen la oportunidad de acceder a la educación especial que debe impartirse a este colectivo para mejorar su aprendizaje y su bienestar.
Según explica a EL ESPAÑOL María Pilar Giménez (Zaragoza, 1984), psicóloga especialista en altas capacidades, en España se detectan menos niñas que niños porque “ellas tienen un perfil más adaptativo en las aulas”. En otras palabras, “las niñas se adaptan más y mejor a su clase y buscan no ser tan disruptivas para sentirse más adaptadas al grupo. Hacen lo que se espera de ellas, portándose bien y no quieren sobresalir y dar la nota, por lo que en muchos casos tienen un perfil bajo para pasar desapercibidas. En cambio, los niños con altas capacidades suelen tener un perfil más disruptivo y tienden a llamar la atención. A decir que se aburren, a portarse mal en clase, etc.”, continúa la experta.
La consecuencia de ello es que los profesores y los departamentos de orientación de los colegios ponen el foco en los niños que sobresalen para evaluarlos –y consecuentemente detectarlos– obviando las altas capacidades intelectuales de ellas, que pueden pasar más desapercibidas. Ése, por ejemplo, ha sido el caso de Valeria Iglesias, la mayor de las tres niñas con altas capacidades reconocidas. Durante los primeros años de su educación escolar, las altas capacidades de la niña de 10 años fueron obviadas, pese a que “en casa siempre fue una niña muy abierta, curiosa y con ganas de hacer cosas todo el rato”, cuenta María Pilar Giménez, también madre de las tres menores.
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La historia de Valeria
Valeria en el colegio se comportaba de manera distinta: era tímida y cerrada. “Por ello, nos dijeron en tercero de Infantil que parecía que la niña tenía la autoestima baja. Nos chocó mucho porque ella era de otra manera en casa, y a mí se me ocurrió que mi hija podía tener algún tipo de alta capacidad”, explica esta madre y psicóloga especialista en la materia. Fue cuando tanto ella como su marido, el programador web José Antonio Iglesias (Gijón, 1984), decidieron acudir a un centro privado para que evaluaran a Valeria.
Bingo. Valeria era una niña con altas capacidades intelectuales, pero había pasado desapercibida por su timidez. Sin embargo, el colegio en el que estudiaba Valeria, el CEIP Cortes de Aragón, “no apoyó” ni a la pequeña ni a sus padres. “Tras evaluarla, le contamos al colegio la situación de la niña y ni las profesoras de tercero de Infantil ni de primero de Primaria hicieron nada al respecto, por lo que lo registramos por otra vía para que nos atendiera la orientadora del colegio. Hasta que Valeria no estaba en segundo de Primaria no logramos hablar con ella y nos dijo que la niña era muy buena, sacaba buenas notas y que no hacía falta nada”, recuerda María Pilar Giménez.
Pero la orientadora no veía la cara B de la moneda: Valeria no mostraba un carácter disruptivo acorde con sus altas capacidades en el aula, sino en casa. “Mi hija lo pasaba mal. En casa era una niña con ira por la frustración de sentirse mal en el colegio. Y todo eso lo somatizaba y le daban muchos dolores de cabeza. Decía que no quería ir al colegio, etc.”, cuenta María Pilar.
José Antonio y ella, preocupados y “con rabia” por sentirse “desamparados”, al final optaron por cambiar a su hija de colegio. El curso pasado Valeria comenzaría y completaría cuarto de Primaria en el Colegio Británico de Aragón. “Ahí todo cambió”, dice aliviada su madre. “Ahí desde el minuto uno tomaron en serio la evaluación sobre mi hija y sus altas capacidades y, como tienen un sistema de aprendizaje casi personalizado en función de la capacidades del alumno, ahora se siente muy adaptada”, continúa. Ahora todas las tardes la niña cuenta entusiasmada su día a día, reconocida y educada como una niña con altas capacidades.
Las mellizas con altas capacidades
Pese a ello, lo cierto es que el caso de Valeria no ha quedado aislado en la familia Iglesias Giménez. “Es frecuente que en una familia haya varios hermanos con altas capacidades. Hay un factor genético”, explica a EL ESPAÑOL Beatriz Urriés, vicepresidenta de Sin Límites Aragón. Ese dato puso bajo sospecha a José Antonio y María Pilar. Y así fue, sus dos hijas mellizas menores, Laia y Eider, ambas de seis años, también fueron identificadas como niñas con altas capacidades intelectuales.
“Además, Laia era muy parecida a su hermana Valeria, muy creativa, mientras que Eider siempre ha sido muy académica y desde pequeña aprendió rápidamente a sumar, restar o leer. Por ello, con poco menos de cinco años decidimos evaluarlas y efectivamente tienen altas capacidades intelectuales”, cuenta su madre.
El caso de las pequeñas ha sido, si cabe, algo más sencillo, ya que ellas empezaron en el Colegio Británico de Aragón en tercero de Infantil, por lo que no han vivido los vaivenes que sufrió su hermana mayor. “Además, hemos tenido mucha suerte, siempre les han tocado profesores muy empáticos”, culmina esta madre.
Ahora, estos padres viven tranquilos porque sus hijas están felices y forman parte de las 16.239 niñas con altas capacidades identificadas en España. Sin embargo, la infra detección de las mismas provoca que aún haya muchas familias y profesionales de la enseñanza que aún siguen sin imaginar que su hija o alumna puede tener alta capacidad.
“En mi consulta, muchas veces nos damos cuenta de que una niña tiene altas capacidades intelectuales cuando evaluamos a su hermano –incluso siendo su hermano menor– y resulta que las tiene. Luego, claro, los padres evalúan a su hija y las tiene también y eso me da pena”, dice la también psicóloga especialista en altas capacidades.
Pregunta.– María Pilar, ¿qué podría hacer el sistema para identificar mejor a las niñas que puedan tener altas capacidades intelectuales?
Respuesta.– Yo creo que se debería hacer una prueba general a todos los alumnos para ver las capacidades que tiene cada niño o niña. Y, en función los resultados, hacer pruebas específicas de altas capacidades a aquellos en los que se tenga sospecha de que puedan tenerlas. En realidad, no hay más niños que niñas con altas capacidades, sino que se identifican más.
Luego, aparte, yo recomendaría a los profesores o a los departamentos de orientación de los centros educativos que estén atentos a la actitud de las niñas que sean muy perfeccionistas, que tengan buenas notas y/o que tengan un perfil emocional profundo. Son niñas con creatividad, con una madurez inusual en alguien de su edad, etc. Es verdad que hay muchos perfiles y no se puede dar una regla general, pero al menos hay que estar atentos.