Celia Alonso se despierta todos los días —salvo los domingos, que siempre hay que honrarlos— a las siete de la mañana. Transita, con parsimonia, por las calles leonesas hasta alguna seductora cafetería. Para esta joven de 22 años el desayuno es uno de los pocos momentos en los que se puede permitir no hacer nada. Sólo tiene una hora. A las ocho vuelve a casa y estudia hasta las once. "Y vuelvo a desayunar", apunta divertida. Pero esta vez algo rápido y casero. Estudia, come y estudia de nuevo. Estudia y estudia. Así hasta las ocho de la tarde. Después va al gimnasio "para oxigenar el cuerpo". Vuelve, cena y estudia. Saca un total de once horas de estudio. Es lo normal cuando se oposita a juez y fiscal, como hace Celia.
Era estudiar Derecho o Filología inglesa. Y eligió la primera. "Lo decidí en los últimos años de instituto. Mi madre es abogada, tengo la profesión en casa", expresa. Celia terminó la carrera en julio de este año. La cursó en la Universidad de León y la finalizó, nada más y nada menos, que con 33 matrículas de honor, un sobresaliente —9'5, exactamente— en el Trabajo Fin de Grado (TFG) y una media de 9'72.
La joven cuenta que "la carrera fue rodada", pero asegura que atravesó algún que otro mal momento: "Hay asignaturas que me llevaron mucho esfuerzo y trabajo". Y como toda universitaria de la Generación Z, no olvida la época pandémica, que sus trabas generaron.
En un principio, Celia aspiraba a hacer una carrera diplomática y trabajar en embajadas y consulados. Fue poco después de empezar la carrera cuando se sintió atraída por el Derecho Penal, que no el laboral ni el contencioso-administrativo al que se dedica su madre. "El Derecho me ha regalado poder tener un criterio de la justicia. Descubrí lo importante que es la actuación de los operadores jurídicos en la vida de las personas. Para ti puede ser un caso más, pero para esa persona puede ser el caso de su vida. Pronto fui consciente de que mi pasión era ayudar a las víctimas, sobre todo a las de género", apunta la leonesa, que no tarda en proyectar su faceta más feminista.
De hecho, la joven explica que su TFG está dirigido al delito de sumisión química —tipificado este en la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual— a raíz de la oleada de pinchazos en discotecas que acaeció en el verano de 2022. "Tenía muy claro que mi investigación estaría relacionada con la perspectiva de género y con todas las reformas que ha habido en el último año acerca de la Ley del 'solo sí es sí' y el consentimiento sexual", apunta.
Celia proyecta humildad a través de sus palabras. La joven es consciente de todo lo que ha logrado durante su trayectoria académica, pero señala que no ha hecho "nada extraordinario". "No me considero una persona superdotada. De hecho, la oposición me está resultando muy dura", explica. Lo que la joven sí valora es que es una persona trabajadora. Aún así detalla que, en ocasiones, ha tenido momentos de debilidad, y huye del tópico 'si quieres, puedes', "porque a veces no puedes", lanza serena. No obstante, explica —mientras evoca un mal recuerdo del pasado "nada familiar"— que incluso en esas fue capaz de separar sus problemas personales de su vida académica: "Al final es tu actitud la que determina el grado de esos baches".
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Posterior a estas palabras, la leonesa, con tono pesaroso, cuenta que dedicarse en cuerpo y alma a los estudios conlleva renunciar a muchas otras cosas. La joven no se considera una persona jaranera, pero admite que su vida social y sus salidas nocturnas —y alguna que otra diurna— se han visto reducidas. Celia vuelve a utilizar la palabra 'superdotada' para renegar de ella y alega, de nuevo, que no es ningún cerebrito. "Sólo ha sido trabajo y esfuerzo. Trabajo, esfuerzo, constancia y disciplina. Hay que sacar muchas horas", señala. "En ese momento te duele. Entonces viajo al futuro y me veo como fiscal, que es lo que anhelo, y no necesito más. Hay que soñar y ponerle mucha ilusión a todo lo que hagas", concluye al preguntarle por las claves del éxito.
Esfuerzo es la palabra que guía toda esta pequeña charla. Pero hay un momento en el que el tono de Celia cambia. "Hay una cosa que me entristece, y es que durante la carrera no se valore el esfuerzo como yo creo que debería valorarse", lanza la joven hacia sus profesores universitarios.
Pregunta.- ¿A qué se refiere?
Respuesta.- Nadie es profeta en su tierra.
P.- ¿No se ha sentido reconocida?
R.- Nadie me tiene que adular, pero creo que debería reconocerse más el esfuerzo en las universidades. Pero el mío y el de cualquier persona. Al final puede servir de motivación e inspiración para otras personas.
P.- ¿Cree que es un problema general de la educación española?
R.- Creo que en una universidad grande las personas pasan más desapercibidas. Creía que en León, al tratarse de una facultad más pequeña, eso no pasaría, y que habría una relación profesor-alumno más estrecha, pero sigue siendo una institución muy tradicional en ese aspecto, donde el profesor está arriba del todo y el alumno muy por debajo.
Poco reconocimiento
Este pequeño desencanto universitario no ha hecho que Celia quiera cambiarse de ciudad. La joven sigue estudiando las oposiciones en la capital leonesa, y sigue viéndose en un futuro en la misma. "Me gustaría vivir la experiencia de emigrar un poco de tu casa. Pero si me voy a otra ciudad —Siempre que sea una norteña— sé que terminaría volviendo a León", expresa.
A Celia le gusta leer, "leer muchísimo". También ver Netflix, salir a andar, ir al gimnasio y salir con amigos. "Cosas normales que hace la gente normal. No esperes que diga que me gusta la escalada", comenta entre risas. "Al final los ratos que dejan la oposición no son tampoco muchos, así que los dedicas a lo más básico", prosigue.
La joven tiene que presentar en unos minutos ante el preparador una serie de temas —algunos de los 328 que son en total— de la oposición que deber exponer en 12 minutos. "Es lo que peor llevo, el tema de la oralidad y hablar el público", comenta, pero siempre animada. Celia se despide afable, no sin antes agradecer la charla y a todos los que han hecho posible su trayectoria académica y "ojalá profesional".