"No entendía muy bien eso de llegar a la hora", resumen fuentes del Hospital Virgen del Puerto de Plasencia (Cáceres) los problemas de adaptación de Lukas Sajonia-Coburgo Royo-Villanova, el miembro de la familia real búlgara que hacía el MIR (Médico Interno Residente) de Psiquiatría en el Servicio Extremeño de Salud. "El chaval es buena persona, buena gente, pero la puntualidad la llevaba fatal", incide en conversación con EL ESPAÑOL uno de sus compañeros médicos durante los últimos cinco meses.
Es el tiempo que ha durado el nieto del zar Simeón II, último soberano de Bulgaria y también primer ministro del país entre 2001 y 2005, en el Valle del Jerte. Como a los otros siete residentes de primer año allí destinados, el hijo de Kubrat Sajonia-Coburgo y Carla Royo-Villanova tenía un horario de mañana, de 8:00 a 15:00 horas, más cuatro guardias de 24 horas al mes, que le costaba cumplir.
El Club de las 5 de la mañana, ese libro de autoayuda de Robin Sharma, no consta en la biblioteca del joven príncipe. "Siempre aparecía a media mañana", cuenta la fuente consultada, "pero era educadísimo".
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Lukas Sajonia-Coburgo, de 27 años, pertenece a una familia con tradición en el gremio. El joven se graduó en Medicina por la Universidad de Navarra en mayo de 2021 siguiendo los pasos de su padre y su hermano Mirko. Según ha declarado al diario local Hoy, aterrizó en Extremadura atraído por la buena fama del departamento de Psiquiatría del hospital, con gran tradición. "Empecé muy ilusionado, pero la verdad es que poco a poco me fui desanimando", ha reconocido sobre su estancia en Plasencia.
Fueron muchos los superiores que hablaron con él para animarlo, en especial, su tutora intrahospitalaria. "Somos un hospital al que no llegan muchos residentes al año, por eso, a los que llegan se les arropa", sigue este miembro del equipo médico. "Se ha intentado de múltiples formas, hasta que un día presentó la renuncia".
El joven volverá a probar suerte por tercera vez en el MIR y, así, poder acceder a una plaza en Madrid, Bilbao o Pamplona, ciudades que "ofrecen más posibilidades en muchos ámbitos de la vida". La segunda vez que se presentó al examen, pese a que "esperaba quedar entre el puesto 1.500 y el 2.000, porque había estudiado mucho", acabó alrededor del 6.500.
El sueño de conseguir plaza en Madrid se disipó. Se abrió la ventana de Plasencia. Habida cuenta de que son cuatro años de residencia los necesarios para ejercer la Medicina, la experiencia ha sido efímera. No obstante, Lukas siempre se llevará consigo la "influencia tan extraordinaria" del neurólogo Bernardo Cueli, el hombre por el que barrunta cambiar de especialidad. "Es que tiene mucha paciencia", dicen sobre el doctor en Plasencia, "por su forma de ser, sería más tolerante con sus ausencias".
"Como uno más"
El perfil que hace de Lukas Sajonia-Coburgo la persona contactada es el de un finísimo rey de la excusa. El nieto del último zar búlgaro desplegaba cada mañana, en torno a esa hora mágica que linda con el mediodía, todo tipo de disculpas para justificar su retraso. Sorprende que nadie le bautizara como el Juncal del Jerte.
"Siempre pedía disculpas cuando llegaba, y lo hacía tratando de usted, era súper correcto", sigue la persona contactada. "Y es que no llegaba media horita tarde, aquí no somos precisamente súper exigentes con eso, es que se plantaba a media mañana. No era poquita cosa. Siempre le pasaba algo, era el culmen de la mala suerte, siempre tenía una excusa, la contaba con toda la confianza del mundo y, ya excusado, empezaba el día", desgrana el talento.
Además, según ha declarado al medio citado, Lukas albergaba "el sentimiento de que había demasiada miradas puestas en mí". "Quizás mi extravagancia en el modo de vestir, más formal de lo habitual, no ayudó a mi integración", ha desarrollado.
"Eso decía", contesta una vez inquirida esta persona consultada, "lo de la forma de vestir y que todo el mundo sabía de dónde venía, y eso era verdad, pero podría haber pasado desapercibido por la ropa perfectamente. Aquí le trataba como a uno más, eh, no creo que eso influyera en nada en su día a día".
Como los aristócratas que dibujaba Sorrentino en La gran belleza, con esa decadencia que limpia la heráldica con un pañito, el joven médico se remitía a la prensa cuando contaba alguna historia personal. "Se paraba y decía: 'Bueno, da igual, porque lo podéis leer en los medios'". Algo totalmente cierto.