Armando Marco (Zaragoza, 1976) fue un estudiante "mediocre". Llegó a la universidad, a estudiar estadística, a finales de los 80 y principios de los 90. Sin embargo, a mitad del camino lo dejó. Le aburría, no quería estar en un sitio donde el camino era menos esperanzador que otros que podía elegir. Se fue a la construcción y empezó a labrarse un futuro laboral propio. A los años tuvo dos hijos y les detectaron "altas capacidades". Era muy probable que uno de los dos progenitores también lo fuera: "Mi mujer dijo: tienes que ser tú el que las tenga".
A su pareja le hicieron sospechar distintos comportamientos rutinarios. Armando nunca había pensado que él pudiera tener altas capacidades, pero tras varios años en la asociación Sin Límites, trabajando con sus hijos, la mujer le dijo que se hiciera las pruebas. "Mi mujer lo detectó porque, tras evaluar al mayor, entró en contacto con la asociación, se empezó a implicar en serio y ha formado parte del consejo de la formación", esgrime.
El caso de Armando es curioso: se lo detectaron a los 43. En torno al 10% de la población española debe tener altas capacidades. Sin embargo, no hay un contador que establezca cuántas personas cumplen con tales características. El motivo es que sólo suman aquellas personas que han sido detectadas por su colegio. Incluso los menores que son diagnosticados externamente no entran al registro.
En España, hay 41.000 menores con altas capacidades intelectuales –anteriormente conocidos como superdotados– identificados, según los últimos datos recogidos por el Ministerio de Educación y Formación Profesional. “Pero hay más, porque el propio Ministerio dice que el 10 % de la población española tiene altas capacidades, lo que significa que hay 4,8 millones de personas que las tienen. En el caso de los menores, hay unos 820.000 niños, pues la población escolarizada es de 8,2 millones”, explicó con anterioridad a este diario Beatriz Urriés, vicepresidenta de la Asociación Sin Límites Aragón.
Armando y sus hijos
Facebook ayudó a destapar todo este embrollo en casa de Armando. "Todo viene al hilo de mis hijos. Mi mujer se preocupó en detectar en ellos algunas actitudes que no le encajaban. A raíz de un artículo que leyó en dicha red social se enteró de que podían tener altas capacidades. Se cumplió cuando le hicieron las pruebas. En ambas ocasiones, el gabinete de psicólogos nos dijo que hay un gran componente hereditario", resume Armando.
Él no lo sabía, así que ni siquiera lo sospechaba. Tenía, eso sí, algunos aspectos que podían cuadrar con los que sufren las personas con altas capacidades. "Tendencia a la ansiedad o cosas similares", refleja Armando en conversación con EL ESPAÑOL.
Le hicieron una evaluación adaptada para los adultos y el resultado fue positivo. "Salió un coeficiente intelectual por encima de los 130", asevera.
Si no se había dado cuenta antes es porque cuando era pequeño "era indetectable". Según rememora, "de pequeño a veces te decían: qué bien hablas o qué bien se expresa el niño". Pero, "como no había un desarrollo en la educación técnico ni sobresaliente", nunca lo supo.
Lo máximo que llegaron a decirle de joven era "qué listo". Resaltaban su memoria, cómo se acordaba de múltiples palabras o, incluso, cómo era capaz de interiorizar los nombres del reparto de las películas y sus caras. Pero eran "detalles que tampoco estaban muy contrastados".
En el colegio, además, cumplía el mismo perfil que cualquier otro estudiante. "Completamente normal; no sufrí acoso ni nada", dice con respecto a las relaciones sociales. Asimismo, en lo que respecta a las clases, tenía "un expediente académico normalillo, por no decir mediocre".
Esto le acabó llevando a la universidad para tratar de hacer la carrera de estadística. Sin embargo, en el segundo curso descubrió que "había estímulos más interesantes fuera del ámbito académico".
Él había pensado que la universidad cambiaría su pensamiento sobre el ámbito académico, porque el instituto para Armando era "aburrido". Sin embargo, no encotró lo que buscaba y "lo dejé con media carrera acabada". No es que fuera "por delante de los demás. Tampoco es que tuviera un expediente brillante ni nada por el estilo. Simplemente, no me gustaba cómo daban las clases".
Se pregunta si quizás antes no sabían captar el talento. Su aburrimiento era un indicativo, pero todo ha avanzado mucho más ahoras. "Es una pista que alguien se aburre, ocurre con algunos chicos en la asociación. Más mayor yo decía: si esto no sirve para nada...".
Volvió a los estudios
Tras desarrollar su carrera profesional en el sector de la construcción, Armando volvió hace cuatro años a la universidad. Lo hace a tiempo parcial en un grado de Organización Industrial.
Ha sido un cambio después de muchos años en el mismo sector. "Después de dejar la universidad me busqué un contacto en una obra y supe ir concatenando contratos hasta que en 2006 o 2007 en la que me propuso formar plantilla como técnico de prevención de riesgos laborales y como técnico de medioambiente", apunta.
Todo esto venía aprendido y desarrollado a través del trabajo de campo. "Quizás vieron el talento que no tenía cuando era adolescente obra tras obra", quiere pensar. Y ese fue su trabajo hasta 2021.
Pero sus inquietudes le impidieron quedarse ahí. Hace tres años cursó el BIM Management, "que es un máster que se hace para desrrollar proyectos en 3D y 4D y me propuse trabajar en eso. Dejé la empresa y ahora trabajo en una ingeniería, sin ser ingeniero, desarrollando modelos en 3D".
Todo esto fue antes de que le descubrieran que tenía altas capacidades. A los dos años llega el momento de saberlo. "No cambia tu vida. No es lo mismo un adulto a mi edad que a un niño. Ya tienes la vida hecha, tienes tu orientación profesional... Más que influir profesionalmente, lo hace en el hecho de entenderte a ti mismo", explica Armando.
"A veces somos excesivamente autoexigentes", apunta. "En realidad, dadas las posibilidades lo estás haciendo perfectamente, pero te exiges más. El diagnóstico no me sirvió más que para conocerme".
Recalca Armando su profesión anterior: "Yo preveía riesgos. El ser una persona con altas capacidades te da esa ansiedad permanente, te hace estar más preocupado, siempre alerta. Ese estado de ansiedad, se nota".
Al igual que con él mismo, el diagnóstico de sus dos hijos como personas con altas capacidades le sirivió para "entenderlos". "Empiezas a comprender que no tiene que ver con la travesura. Tienen una visión del mundo que hasta resulta compleja de entender. Tienen preguntas y manías con una lógica diferente".
El hecho de tener dos hijos con altas capacidades adolescentes tampoco ha influido en su vida. "Nunca les ha supuesto nada malo. El mayor cuando más pequeño tuvo algunos problemas, porque su visión del mundo es distinta y no encaja. Todas esas cosas cambian en un proceso madurativo. El hecho de que los hayan detectado no nos ha supuesto nada malo, que parece a veces que es un estigma. Nunca nos ha supuesto nada malo más allá de las peleas con el colegio. Ha supuesto el entendimiento de decir: por qué lo haces así y no de otra manera".
Armando pide que en España y, concretamente, en Aragón se pueda trabajar "como en otros países". "Estamos acostumbrados a darle ayuda al que está por debajo, pero ahora necesita ayuda todo el mundo. Tienen unas necesidades y esa gente requiere ayuda, porque estamos perdiendo talento. Pueden empezar a ayudarles, a entenderse, a entender a los demás".