Jorge Albaladejo, a quien le identificaron altas capacidades intelectuales cuando tenía 39 años.

Jorge Albaladejo, a quien le identificaron altas capacidades intelectuales cuando tenía 39 años. Cedida

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A Jorge le detectaron con 39 años altas capacidades: "Caí en una depresión por la falta de adaptación"

En su niñez, Jorge sufrió "bullying" e "incomprensión". Ahora entiende cómo es y lo que siente al saber que tiene alta capacidad. Ha revaluado su vida.

14 diciembre, 2023 02:41

No sabía qué le pasaba. Se sentía a veces “como un loco”, porque pensaba cosas y sacaba “conclusiones a un nivel que la mayoría no lo hace”. Sentía, además, que no encajaba en el mundo ni a nivel laboral, ni a nivel social… Por eso fue a terapia. Lo que le pasaba a Jorge Albaladejo (Elche, Alicante, 1981) es que tenía altas capacidades intelectuales, pero no lo supo hasta que cumplió 39 años. Conocer ese dato le generó varios sentimientos, pero entre ellos destaca el “alivio”. Era la pieza del puzle de su vida que le falta para comprenderse. “Al saberlo, fue como cuando en una película te dan la clave al final y quieres volver a verla para analizarla de nuevo sabiéndolo todo”, dice. Le pasó igual.

Ahora tiene 42 años y los tres últimos han sido diferentes al resto, porque Jorge ya conoce con certeza quién es y quién ha sido siempre. Obviamente sabía que le costaba encajar o que sus intereses eran muy distintos a los del resto, pero no sabía por qué. Eso le producía desazón. Pero así creció este ingeniero del software, con algunas dificultades en la infancia y la adolescencia como el bullying o la falta de comprensión, pero siguiendo hacia adelante. Hasta que se rompió por dentro. Hasta que su cuerpo le dijo basta.

“Con 34 años caí en una depresión por falta de adaptación a mi entorno laboral. Sentía que se aprovechaban de mí porque era capaz de hacer las tareas que hacían cada uno de mis compañeros, pero con menos tiempo. Por ello, me aumentaban la carga laboral”, explica en conversación telefónica con EL ESPAÑOL. La situación acabó en depresión; y la depresión, en terapia. Una terapia en la que pasó por varios psicólogos y psiquiatras. Pero nada cambió hasta que una psicóloga, tras un año de compartir sesiones con Jorge, le dijo: “Creo que deberías examinarte para ver si tienes altas capacidades o asperger”.

Jorge Albaladejo, durante un viaje.

Jorge Albaladejo, durante un viaje. Cedida

“En un principio no le iba a hacer caso, pero me puse a leer en internet, tanto en foros como en redes, sobre las altas capacidades intelectuales y sobre el asperger y me sentí muy identificado. Así que hice los test. Salió negativo en asperger, pero salió que tenía altas capacidades intelectuales. Era verano de 2021. Tenía 39 años y estaba a nada de cumplir los 40”, cuenta Jorge. De repente, todo empezó a encajar en su vida. “Primero tenía incredulidad; luego, alivio, porque tanto mi mujer como yo entendimos muchas cosas sobre mí. Eso me ha ayudado a encontrar la serenidad y a comprender y revaluar mi vida. Puede dar miedo examinarse por el estigma social, pero a mí me ha ayudado y animo a hacerlo si hay dudas”, añade Jorge.

Su realidad, no obstante, no es tan inusual como pudiera parecer. En torno al 10% de la población española debe tener altas capacidades intelectuales. Sin embargo, no hay un contador que establezca cuántas personas cumplen con tales características. El motivo es que sólo suman aquellas personas que han sido detectadas por su colegio. Incluso los menores que son diagnosticados externamente no entran al registro.

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En España, hay 41.000 menores con altas capacidades intelectuales –anteriormente conocidos como superdotados– identificados, según los últimos datos recogidos por el Ministerio de Educación y Formación Profesional. “Pero hay más, porque el propio Ministerio dice que el 10 % de la población española tiene altas capacidades, lo que significa que hay 4,8 millones de personas que las tienen. En el caso de los menores, hay unos 820.000 niños, pues la población escolarizada es de 8,2 millones”, explica Beatriz Urriés, vicepresidenta de la Asociación Sin Límites Aragón. Jorge era de una de estos 4,8 millones de españoles, pero no lo sabía.

Una infancia difícil

Muchos años antes de que se le identificaran las altas capacidades a Jorge ya había algunas pistas de que las podía tener. Pero entonces –como ahora, en muchos casos– el sistema educativo no estaba preparado ni para la detección de la alta capacidad, ni para responder a estas facultades. “En el colegio era un niño que sacaba todo dieces sin esfuerzo. Eso, que yo creo generaba ciertas envidias, sumado a la falta de habilidades sociales, provocó que sufriera bullying. Pero en aquel momento, todo eso quedaba en la intimidad del colegio”, recuerda Albaladejo con cierta resignación.

En casa, además, el pequeño Jorge siempre sintió en su ambiente familiar una “falta de comprensión”. “Quizá en mi casa pensaban que tenía más ganas de molestar que unas necesidades no satisfechas. Quizá mi familia no estaba preparada para lidiar con un niño con altas capacidades intelectuales”, reflexiona ahora Jorge, haciendo ese ejercicio de retrospectiva que le ha ayudado a entender su vida. Y a quererse para seguir adelante.

Jorge Albaladejo, durante un viaje.

Jorge Albaladejo, durante un viaje. Cedida

Y aunque en el instituto el bullying cesó, surgió un nuevo problema: “A raíz de mis vivencias en el colegio, yo desarrollé una capacidad de camuflarme brutal. Digamos que me anulé a mí mismo, anulé mi personalidad con tal de disfrazarme de adolescente normal y encajar en el grupo. Me forzaba a que me gustaran y me interesaban cosas que en realidad no me gustaban. Tenía pánico a que alguien descubriera que yo no era normal y, de hecho, intenté bajar el rendimiento, pero no lo conseguí. Entonces lo que pasó es que cuando una persona esconde su propia personalidad, se puede provocar una depresión y diferentes problemas emocionales”. Jorge no lo pasó bien.

A nivel académico, Jorge era brillante, pero la “baja exigencia” de su instituto público y la falta de retos provocaron que, pese a sacar todo sobresalientes, el chico salió de la secundaria “sin ningún hábito de estudio”, cosa que le pasó factura en la universidad. “En 1999 empecé Ingeniería de Telecomunicaciones, pero el primer año no me fue bien, el segundo fue peor y el tercero me hundí del todo y dejé la universidad”, recuerda Jorge.

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El trabajo y el presente

Pero Jorge, pese a haber dejado esa primera carrera, era habilidoso con los ordenadores y, particularmente, con la web e internet. Durante la primera década de este siglo fue cuando se produjo la eclosión y la democratización de internet y, posteriormente, la aparición de las aplicaciones. Jorge se había dedicado a formarse por su cuenta y trabajar como informático a pesar de no tener ningún título. “Nunca me faltó trabajo, porque las empresas demandaban perfiles que supieran manejar a la perfección la web aunque no hubiese título”, resume.

Aun así, Jorge nunca renunció a tener una carrera y, con el tiempo, se acabaría graduando en Ingeniería Técnica de Telecomunicación en la Universidad Miguel Hernández de Elche para después hacer un máster de software en Suiza, donde residió de 2007 a 2020. “Cursé los estudios porque quería seguir avanzando a nivel profesional”, explica.

Un 'selfie' de Jorge Albaladejo.

Un 'selfie' de Jorge Albaladejo. Cedida

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Estando en Suiza fue cuando empezaron a aflorar con intensidad sus problemas emocionales, por lo que Jorge empezó a acudir a terapia. “Y antes de volver a España, la psicóloga me dijo que me evaluara de altas capacidades intelectuales y de asperger”. Lo hizo y para él fue un “alivio” entender su vida gracias a saber que tenía altas capacidades intelectuales. “Al saberlo, fue como cuando en una película te dan la clave al final y quieres volver a verla para analizarla de nuevo sabiéndolo todo; es como completar el puzle de tu vida y entenderlo todo. Animo a la gente a hacerlo”, recomienda Jorge Albaladejo.