Un par de coches estacionan cuando el camino que lleva a la playa de Area Maior no da para más. “Perdone, ¿es aquí donde se está apuntando la gente para venir a trabajar?”, pregunta un joven. Otro hombre vestido con un chaleco amarillo reflectante responde que sí, pero que el cupo está cubierto y sólo puede inscribirle en la lista de espera. “Sólo aceptamos a los que vengan personalmente, ni siquiera podemos reservarle un sitio a quienes nos llaman por teléfono”, continúa el jefe de la cuadrilla. Se ha corrido la voz de que una empresa está reclutando gente para retirar ‘pellets’ en el Concello de Muros (A Coruña) con un contrato de trabajo y decenas de personas han acudido a la llamada.
Hace días la aseguradora del Toconao, el buque que vertió el pasado 8 de diciembre toneladas de ‘pellets’ frente a las costas gallegas, se puso en contacto con una empresa gallega especializada en la gestión de residuos. Esta compañía, llamada Leibar del Naval, hizo un estudio de la situación y este martes se puso en marcha con 18 trabajadores recién contratados. Un par de días después la plantilla se amplió a más de 50 personas y la demanda continúa subiendo. La mayoría de quienes se presentan a pedir empleo ya habían acudido como voluntarios a limpiar las playas sin ninguna contraprestación a cambio.
Andrea Louro lo hizo el día de Año Nuevo, cuando ni siquiera sabía que las bolitas blancas habían llegado a esta zona natural. “Ese día las encontré por casualidad, aunque no le di mucha importancia porque era muy poco lo que había. Pero empezó a llegar más y más, la gente empezó a subir vídeos en las redes sociales y el Día de Reyes ya estábamos muchos aquí con tamices”, explica. Area Maior es una playa de kilómetro y medio de longitud, paraíso de los surfistas por sus corrientes, una hilera de dunas y una laguna contigua en la que viven multidud de aves y especies protegidas.
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“Es la playa a la que vengo a pasear, es la que me da la vida y verla así me duele mucho”, reconoce. Estudió Ingeniería de Caminos, pero ahora estaba en paro, por lo que acudiría igualmente a ayudar en lo que se pueda. “Esta es una zona que depende mucho del marisco y este año la campaña fue muy mala, así que al menos la gente encuentra con esto una oportunidad de trabajo”, afirma. La compañía contratada por los armadores del buque se dirigió a las cofradías de pescadores y a las empresas marisqueras de Muros y una buena parte de los reclutados provienen de allí.
Los contratos que están firmando son hasta fin de obra, con una jornada de unas ocho horas de trabajo -desde las 9:30 de la mañana hasta que cae el sol- y un sueldo de unos 1.300 euros netos mensuales. Las primeras estimaciones calculan que sólo se ha recogido un 10% de lo que ha llegado a las playas, por lo que se espera que la campaña continúe adelante. Lo que nadie sabe es por cuánto tiempo y si los armadores del buque van a seguir pagando salarios una vez que pase la atención mediática.
Jóvenes concienciados
A media mañana llegan limpiadores que habían pasado por otras playas, porque aquí la situación es más grave. Los ‘pellets’ no dejan una marea blanca como en los primeros días, pero a nada que se pase un cepillo por la arena comienzan a aflorar. Lucía Villanova, una camarera de 20 años que también ha sido contratada, dice que “están muy dispersos, lo que hace muy difícil la tarea”. En total, una docena de personas componen la cuadrilla.
Alba Figueroa, de 31 años, ha llegado a media tarde, con la intención de sumarse como empleada, pero las plazas están cubiertas y se ha quedado limpiando por su cuenta. “El día 3 de enero sacaron de aquí cerca de 30 sacos con basura. Las administraciones no hicieron nada. Lo único esperanzador es que hay mucha gente concienciada, especialmente jóvenes, que son quienes están moviendo todo esto”, asegura.
Si hay un símbolo entre todos ellos es María Candamo, una chica de 24 años que tiene una firma con la que diseña joyas realizadas con plásticos que se encuentra en el mar. Ella fue una de esas influencers que atrajo a más voluntarios. El vídeo que subió el día de Reyes desde Area Maior llegó casi a las 800.000 visitas. Ahora colabora con la empresa que está limpiando las playas separando la arena y el resto de residuos plásticos de los ‘pellets’ que llegaron en los últimos días. Los tamices con los que trabajan los diseñó su hermano y los trajo ella misma de casa.
“Estamos trabajando con medios precarios, a veces con lo que nosotros mismos nos ingeniamos. De la Xunta y otras instituciones aquí no vino nadie. Lo único que han hecho es ocultar información y retrasar muchísimo todo, hasta que esta empresa contratada por la naviera se ha presentado aquí”, relata a pie de playa. La compañía está probando unos aspiradores, similares a los que se utilizan en la limpieza de jardines, que sirven para absorber donde encuentran mayores concentraciones de ‘pellets’, pero todavía están en periodo de pruebas.
Colaboración con el Ayuntamiento
De Liebar del Naval no hay mucha más información, más que se trata de una sociedad limitada, con sede en Vigo y que está registrada como una compañía especializada en la prevención medioambiental. “El día 3 de enero nos llamaron desde Salvamento Marítimo para decirnos que había llegado un saco de ‘pellets’ a la playa para que pasáramos a recogerlo. Se encargó nuestro grupo de emergencias, pero nosotros somos un Concello pequeñito, de unos 8.000 habitantes y no tenemos muchos recursos. El 4 de enero nos llama el responsable de la aseguradora del barco y yo le solicito medios. Contactaron con una empresa, realizaron una serie de estudios y el martes 9 ya estaban trabajando”, afirma María Lago, alcaldesa de Muros.
Desde su despacho del Ayuntamiento, la edil del BNG insiste en que la parte más delicada es esa playa de Area Maior, que “pertenece a la Red Natura 2000, es un lugar de interés comunitario, hábitat de diferentes especies protegidas” y necesita una autorización expresa del Concello para que una empresa privada acuda allí a limpiar. Desde la Alcaldía lo aprobaron inmediatamente.
La autoridad municipal aporta apoyo logístico, pero quien paga a la empresa e -indirectamente- a los empleados es la armadora del buque. “Ha sido más fácil coordinarnos con los responsables del barco que entre las administraciones”, lamenta la alcaldesa. El Toconao es un barco de bandera liberiana. Su armadora radica en Bermudas, aunque la propietaria es una naviera de un alemán con sede social en Chipre.
Hasta el momento no hay constancia de que ningún otro Ayuntamiento esté trabajando con empresas privadas pagadas por los armadores del Toconao para paliar los efectos del vertido. La Xunta de Galicia asegura que tiene desplazados a más de 200 efectivos para limpiar las playas, mientras pide al Gobierno central un monumental despliegue naval con el que interceptar los sacos antes de que lleguen a tierra.
Cursillos para voluntarios
Mientras tanto, son los voluntarios quienes siguen retirando la mayor parte de los ‘pellets’ que siguen llegando a las costas, en menor cantidad estos últimos días debido al estado de las mareas. Para coordinarlos, grupos como Adega (Asociación para la Defensa Ecológica de Galicia) están organizando cursillos para formar a quienes se desplazan de forma altruista a los litorales. “Se trata de formar grupos pequeños, que sepan cómo trabajar respetando el entorno natural en el que se encuentran”, asegura Itziar Díaz, portavoz de Adega.
Los ecologistas convocaron esta iniciativa en Noia, justo al otro extremo de la ría que separa Muros de este otro municipio coruñés. “Hay que hablar con los Ayuntamientos para pedir autorización. Y a los voluntarios, les pedimos una prescripción, les hacemos un seguro y les enseñamos cómo deben ir limpiando el suelo de forma coordinada”, afirma la portavoz del grupo.
El cupo máximo estaba en una veintena de personas y, sin contratos de trabajo ni más reclamos que el simple hecho de aportar a la causa, también sobrepasaron el número de peticiones. “Pese a todo lo que pudo ocurrir, ese espíritu de colaboración ciudadana nunca se perdió”, reivindica Itziar. En las playas, desde la distancia, más que una marea blanca se divisa el amarillo reflectante de los ciudadanos de a pie que acuden a limpiarlas.