En la cocina de cualquier familia siempre ha habido una variedad de patata para aquello que se quisiera preparar en los fogones. El tubérculo tipo noha es el más apropiado para una buena tortilla de patatas; la soprano, para los guisos, la agria, para freír unas patatas... Pero de un tiempo a esta parte, los agricultores de la Región de Murcia, de Andalucía o de Castilla y León, contemplan con preocupación que en las despensas de las familias empieza a abundar una sola variedad: la patata de Egipto.
"Hace quince años, en España contábamos con unas 200.000 hectáreas dedicadas a producir patatas, pero ahora solo quedan 80.000 hectáreas", tal y como alerta Alberto Duque, avalado por tres décadas de experiencia produciendo tubérculos made in Spain en Castilla y León. "Cada año está bajando la producción de patata en nuestro país por la competencia con Egipto y porque los costes económicos son muy altos".
De hecho, este productor agrícola que es el responsable nacional de COAG para el sector de la patata, admite que él mismo ha tenido que reducir su explotación de 20 a 9 hectáreas, frente a "la creciente competencia" de los tubérculos que se producen bañados por el agua del Nilo. "Hay grandes empresas, holdings y brokers de Holanda que han invertido en Egipto para producir patata que comercializan por toda la Unión Europea, teniendo a España como un mercado predilecto porque a nuestros consumidores les gusta mucho la patata nueva".
La ruta que siguen las patatas egipcias que están desbancando de las despensas de las familias españolas, a las patatas que se producen en Cartagena o Sevilla, se inicia en el sur de Egipto, donde la organización agraria COAG estima que esos inversores holandeses cuentan con 30.000 hectáreas dedicadas a producir tubérculos a destajo. Esa producción de patata se traslada por mar en barcos cargados de contenedores, hasta el puerto de Ámsterdam, para después colocarla en las superficies comerciales europeas, por carretera, en camiones frigoríficos.
- ¿Cuál es la clave de la creciente competencia de la patata egipcia frente a la española?
- Alberto Duque: El coste de producir una hectárea de patata en España es de 14.000 euros, mientras que en Egipto, producir una hectárea cuesta 5.000 euros. Acabaremos por no tener patatas sembradas en nuestro país. La patata egipcia va a acabar con la española.
- ¿Por qué motivo existe esa diferencia tan grande entre los costes de producción de un país y otro?
- Alberto Duque: Hay muchos motivos. Uno de ellos es el coste de los jornales, en España se pagan 80 euros diarios a cada empleado, sin contar el alta en la Seguridad Social, y en Egipto, solo pagan 4 euros por una jornada entera de trabajo. Otra causa es el agua, ya que mientras un agricultor español paga 2.000 euros, como mínimo, por regar una hectárea, los egipcios no tienen restricciones hídricas porque la cogen directamente del río Nilo.
De forma que la actual campaña de la patata que arrancó el 20 de abril y que se extenderá hasta el próximo 25 de junio, se inicia condicionada por la competencia con el tubérculo egipcio. En la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) se prevé que solo se recolecten de 2 a 3 millones de toneladas de patatas en España, debido a que se podrían importar hasta 300.000 toneladas desde Egipto y 700.000 toneladas de nuestro competidor histórico: Francia.
De entre las 14 y 20 variedades que son las más populares en los lineales de los supermercados de nuestro país, solo es posible distinguir la patata de Egipto frente a la que se produce en España, consultando el etiquetado, o por el color del tubérculo: el egipcio tiene una piel rojiza, muy limpia y brillante, mientras que el español es más blanquecino.
- ¿El sabor de una patata española es diferente al de una egipcia?
- Alberto Duque: La calidad en el sabor de una patata depende de dos factores. El primero es el suelo, si es de tipo arcilloso, eso le da consistencia. El segundo factor depende del tipo de semilla. Un consumidor debe apreciar la patata por su sabor, no por el color de su piel ni por su brillo, sino por sus propiedades organolépticas y su almidón. El consumidor tiene que mirar que en la etiqueta ponga: 'Origen España'.
Un productor de patata española tiene que rellenar a diario un cuaderno de campo donde refleja qué tipo de abono, pesticidas y herbicidas está utilizando en su producción, pero en Egipto no hay una trazabilidad y no se sabe qué productos químicos les echan a sus patatas. Además, los certificados que emiten en origen no son fiables y solo se inspecciona un 1% de la patata egipcia que se importa a nuestro país.
Los buques insignia de la papa rojigualda son los agricultores de Sevilla y Cartagena, seguidos de otras poblaciones de Castilla y León, así como de forma más testimonial en algunos puntos de la Comunidad Valenciana. La actual campaña ha empezado con una diferencia de precios entre el tubérculo patrio y el egipcio: los envasadores están pagando a los agricultores españoles, 70 céntimos por cada kilo, frente a los 50 céntimos por kilo que abonan a los productores de El Nilo.
Ese precio luego se eleva a 1,50 euros, incluso hasta los 2 euros, para el consumidor que acude al supermercado a por un kilo de patata nueva. "El consumidor final es el mayor perjudicado de toda esta situación porque le están haciendo pagar el máximo precio posible", concluye Alberto Duque, un agricultor que sigue en la brecha a sus 66 años.
- ¿Cómo se puede paliar ese incremento de precios?
- Alberto Luque: En el sector agrario, no estamos en contra de que traigan patatas de Egipto porque los mercados tienen que estar abastecidos de productos todo el año, pero a lo que nos oponemos es a esta competencia desleal. Nosotros tenemos unas normas de producción en España que son muy estrictas, pero en Egipto emiten certificados de que sus productos no tienen nada, cuando no sabemos qué productos químicos les ponen. Lo único que exigimos que las patatas egipcias sigan las mismas reglas del juego en cuanto a trazabilidad, sostenibilidad e inspecciones.
"Como traigan al puerto de Valencia un barco cargado de patatas egipcias: nos hunden la campaña", advierte Santiago Pérez, con fincas dedicadas a producir tubérculos en Los Alcázares y en la diputación cartagenera de La Puebla. "Tenemos miedo porque hemos empezado con mucha incertidumbre la campaña por culpa de las importanciones de la patata de Egipto". Este agricultor, de 52 años, se ha visto obligado a pegarle un tajo a su producción de crillas -como le llaman a las patatas en la huerta murciana- por "la competencia" que ejercen los brokers holandeses desde suelo egipcio, el incremento de los costes y la sempiterna sequía que asola a la Región de Murcia.
"He reducido progresivamente mi plantación de patatas, pasando de 29 hectáreas a 20 hectáreas, debido a que el precio de producción de una hectárea se ha encarecido en los últimos dos o tres años, desde los 8.000 euros hasta los 13.000 euros", resume Santiago, sobre el panorama con el lidia campaña tras campaña. "Además, no tenemos garantías de que dispondremos de agua de riego".
Santiago cuenta con preocupación que tienen perdida la batalla de costes con el país de las pirámides y eso les ayuda a posicionar su producto en el mercado español. "Un kilo de semillas, a nosotros nos cuesta un euro, y a ellos cuarenta céntimos, sus riegos son gratuitos porque hay filtraciones del río Nilo y sacan el agua de pozos, y como todos sus costes son más bajos en general, pueden trabajar más el producto", reflexiona este agricultor -tercera generación de su familia en el sector primario-.
- ¿A qué se refiere con trabajar más el producto?
- Santiago Pérez: En Egipto, cuando recogen las patatas, las limpian, eliminan aquellas que tienen algún defecto estético en la piel y las calibran, lo que le resulta mucho más atractivo a las grandes superficies porque en España, las patatas se arrancan de la tierra y se descargan en jumbos desde la tolva, para enviárselas directamente a los envasadores que se ven obligados a asumir las mermas.
La producción de tubérculos en suelo egipcio también está empezando a despertar el interés de inversores alemanes, debido a que producir un kilo de papas les cuesta 10 céntimos a orillas de El Nilo, frente a los 35 céntimos de la zona euro. "Todo lo que entre de Egipto en Europa supone quitarnos ventas en Sevilla, Cartagena...", alerta Santiago. "Con mis fincas de patatas, antes enviaba treinta o cuarenta camiones a Polonia, República Checa, Rumanía o Italia, pero eso ya lo he perdido".
- ¿A qué achaca la reducción de clientes que ha experimentado fuera de España?
- Santiago Pérez: Los exportadores de las grandes superficies han desestabilizado el mercado porque los envasadores apuestan por la patata nueva de Egipto. Hay mucha patata baratera.
- ¿Se plantea dejar su producción?
- Estoy trabajando en el campo desde los 12 años. Ahora no me planteo dejar la patata, pero igual que hay gente arrancando cítricos, como la patata tenga una campaña mala...