El otro Día D en un pueblo de Galicia: el homenaje al único héroe español que combatió en Normandía
Su historia estuvo oculta durante 70 años. Ahora reaparece gracias a la insistencia de su sobrina y a la ayuda de una asociación cultural gallega.
7 junio, 2024 02:24Huyó de España tras luchar contra el ejército franquista en la Guerra Civil y acabó muriendo en Normandía en búsqueda del sueño americano. Dicen los historiadores que la vida de Manuel Otero (Outes, Galicia, 1916) es de película. Sin embargo, estuvo oculta durante más de 70 años, hasta que su sobrina, Gema Martínez, quiso averiguar mucho más sobre un tío del que únicamente sabía que había muerto en la playa de Omaha sirviendo en el Ejército de los Estados Unidos.
Para hacerlo acudió a Manuel Santiago Arenas, presidente de la Asociación Histórico Cultural The Royal Green Jackets, quien en un primer momento no podía creer la historia: "Tenemos referencias de españoles en la División Azul, en la British Company o pilotos en el Ejército del Aire Soviético. Pero nunca habíamos imaginado que uno hubiera estado en Día D", explica a EL ESPAÑOL.
"Me empecé a tomar muy en serio esta historia cuando vi la inscripción del US Army y una numeración, la de la chapa identificativa de cada soldado", relata Arenas. Manuel Otero era el número 32868826. Desde entonces, el coruñés, apasionado de la historia, no pudo hacer otra cosa que no fuese investigar la vida del gallego que murió en Normandía hace 80 años.
El homenaje
El cementerio de O Freixo de Sabardes, en la parroquia del municipio de Serra de Outes, en A Coruña, ha vivido este jueves el homenaje a Manuel Otero Martínez. Sobre su tumba, en la que puede leerse que murió en Francia el 6 de junio de 1944, se han podido observar las banderas gallega, española y estadounidense.
En aquella épica batalla comenzó la liberación de Europa del yugo nazi. Conocido como el Día D, el 6 de junio de 1944 más de 150.000 soldados del bando aliado desembarcaron en las playas de Normandía en el marco de la Operación Overlord, que culminó con la liberación de los territorios de Europa Occidental occidental durante la Segunda Guerra Mundial.
La España de Franco tuvo un papel neutral en la contienda mundial, a excepción de algunos soldados que formaron parte de la División Azul o los republicanos que lucharon en el bando aliado en La Nueve, a las órdenes del general Philippe Leclerc. La historia oficial había olvidado sin embargo que entre las filas de soldados estadounidenses había un español, que por avatares del destino acabó luchando en Normandía y sacrificó su vida a favor de la libertad.
Tras su muerte, Otero fue enterrado en el cementerio francés de Colleville-sur-Mer junto a otros 6.000 soldados. Pero su padre hizo gestiones con la embajada y el consulado estadounidense en Galicia para recuperar el cuerpo de su hijo. De esa manera, en septiembre de 1948, la Cruz Roja Internacional, en un servicio especial desde Francia, acompañado por el agregado militar de EEUU y varios de sus compañeros de batallón trajeron los restos, que fueron enterrados con honores en su pueblo natal.
De una guerra a otra
La historia de Manuel Otero está marcada por el infortunio y el sacrificio. Este coruñés nació el 29 de abril de 1916 en el pequeño municipio de Outes, en A Coruña. Trabajó arreglando y pintando barcos en una especie de astillero que había en el pueblo. Pero con recién cumplidos los 20, se vio obligado a alistarse en el Ejército tras el Golpe de Estado que desembocaría en la Guerra Civil.
No le pilló en su tierra natal, donde se produjo una fuerte sublevación gallega, sino en Gijón. Siempre leal al bando republicano, combatió en la batalla de Brunete, donde recibió un disparo en un brazo y otro en un pulmón. En estado grave, fue trasladado al hospital de Valencia, donde temieron por su vida.
Después de este incidente, se pierde completamente su rastro. No es hasta que se resuelve la contienda cuando se vuelven a tener noticias suyas. Desgraciadamente, no son buenas. El soldado aparece preso en Barcelona, en una cárcel franquista. Desde allí le envía una carta a su madre, destripada por el aparato de la censura, con lo que parece una sintomática despedida: "¡Arriba Franco y Arriba España!".
Su liberación se explica gracias a las influencias de su familia en el bando vencedor y a que las autoridades del nuevo régimen determinasen que en su historial no había ningún delito de sangre más allá de las actuaciones en las trincheras. Sin embargo, la etiqueta de 'rojo' le persigue en su vuelta al pueblo. Este fue el principal motivo que le obligó a emigrar. Optó por acudir en busca del sueño americano, y su llegada a Estados Unidos con otros miles de gallegos no se hizo esperar.
Desembarcó en los suburbios de la ciudad de Nueva York, donde montó un negocio de mecánica en el que se dedicaba a arreglar coches, según le relataba a su madre en la correspondencia, a quien también enviaba dinero. Sin embargo, la única posibilidad que el gallego tenía de quedarse en tierras norteamericanas era conseguir la nacionalidad.
¿La vía más fácil? Alistarse en el Ejército. A los tres días de hacerlo, y con poca fortuna para el soldado outiense, Japón bombardeó Pearl Harbor. Lo que pasó después ya es historia. El presidente Roosevelt decretó la entrada de EEUU en la II Guerra Mundial. Sin saberlo, Manuel Otero había huido de las secuelas de una guerra para entrar de lleno en otra.
Cuando los Aliados preparaban la invasión de Europa, la Big Red One fue requerida en Gran Bretaña, pues era de las pocas divisiones veteranas del Ejército estadounidense (había participado en el campaña de África y en el desembarco de Sicilia, conocido como Operación Husky). Otero, como hombre experimentado en el manejo de las armas, fue enviado a Inglaterra como reemplazo y allí aguardó a que su compañía retornase de Italia. Durante la preparación de la Operación Overlord, su graduación alcanzó la de soldado de primera clase.
Pero el episodio del soldado gallego en la II Guerra Mundial apenas duró un puñado de minutos, suficientes, no obstante, para ser testigo de un sinfín de horrores. "Tuvo muy mala fortuna, murió con 28 años y se chupó dos guerras", explica, nuevamente, Manuel Arenas. Con su fusil envuelto en plástico, para que el salitre no lo inutilizase, saltó como pudo al agua de la playa de Omaha.
Nada más acercarse a la orilla, las ametralladoras alemanas comenzaron a disparar sin respiro contra las tropas aliadas. En escasos minutos, Omaha Beach se transformó en el epicentro de una carnicería, con militares muertos y otros que agonizaban.
A medida que avanzaba, recorriendo un centenar de metros bajo fuego enemigo, Otero se cubrió con una pequeña colina de piedras que le sirvieron como parapeto. Pero al seguir su camino, convirtiéndose de los primeros en cruzar la concertina, saltó por los aires al pisar un artefacto explosivo. Murió en el acto.
Gracias a la insistencia de su sobrina, y al trabajo de Manuel Arenas en la Asociación Histórico Cultural The Royal Green Jackets, se le homenajea en un proyecto que tiene visión de futuro: según ha podido saber EL ESPAÑOL, cada cinco años se le recordará en el pueblo que le vio nacer, la Serra de Outes, en A Coruña.