"La mala suerte en aquel momento fue que alguien me salvó la vida", dice Ángel. Todavía se pone nervioso al recordar cómo fueron aquellos momentos en los que intentó suicidarse. Trabaja como policía local en una zona de la costa mediterránea.

Entró en el 87 en el cuerpo, está casado y tiene una hija con la que, promete, se sube en todas las montañas rusas en los parques de atracciones. No le da miedo el vértigo, pero durante un tiempo, su cabeza le hizo pensar que no valía, que nada merecía la pena, y eso asusta a cualquiera.



Ángel es uno de los pocos testimonios que han sacado la fuerza y la valentía para poder hablar abiertamente de lo que es enfrentarse al suicidio policial, a la presión que supone encontrarse mal al realizar un trabajo tan necesario y peligroso como el que hacen las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (FCSE).

Ángel en su conversación con EL ESPAÑOL

Es uno de los muchos casos que acaban desarrollando algún trastorno a raíz de su trabajo. Le ha costado horas, incluso días plantearse si hablar, si sería buena opción remover esos malos momentos, contarle al mundo, a fin de cuentas, que una vez sintió que no podía más y tomó una mala decisión.

Y la familia, claro, porque Ángel habla de su hija con un orgullo que no le cabe en el pecho, y de su mujer y sus hermanos. De sus padres, a los que tanto quiere, con delicadeza y ternura. "Yo no sé tu familia cómo es, y no puedo decirte que mi familia sea la mejor del mundo porque sería decir mucho, pero no creo que las haya mejores", confiesa risueño.

Por eso, cuando incluso ese amor que ahora relata no fue suficiente y pensó en acabar con su vida, intentó hacerlo de una forma que "no dejara un trauma a mi hija, ni a mi mujer… hacer el menor daño posible", aunque un suicidio, de la manera que sea, siempre genera un dolor irreparable.

Calibre 357

Pregunta.- ¿Tu ambiente de trabajo agravó tu problema?

Respuesta.- Recuerdo que había compañeros que, cuando salía el tema de que algún agente se había intentado suicidar, decían que "si te quieres suicidar, te pegas un tiro o te tiras a las vías de un tren" o "esto la gente lo hace para llamar la atención". Y es gente que no tenía ni idea de lo que yo estaba pasando. Me hacían dudar. Yo lo pensaba, decía "yo estoy en posesión de dos armas, la reglamentaria y otra más", pero no quería usarlas.

P.- ¿Por qué no querías?

R.- Mi arma es pequeña, pero de calibre muy gordo, un 357. Esa arma destroza, arranca, no es un 9 mm, que te hace un agujero que la bala sale. Un 357 te arranca lo que te pille, están hechas para eso, y mi pensamiento era ese: ya suficiente jodido es que una persona se quite la vida como para que encima tenga que venir la familia a reconocer el cuerpo cuando te has volado la cabeza. Ya bastante jodido es que te tires por un puente y tengan que verte reventado en el suelo… Entonces, mira hasta dónde llega el punto de lo que piensa una persona antes de hacer algo, que yo lo que no quería era causarle un trauma a mi hija, ese era mi pensamiento, a mi hija y a mi familia… Por eso yo decía: limpio, pastillas.

Ángel aún no sabe a día de hoy cómo comenzó a encontrarse mal. Recuerda que empezó a sentir que no era capaz de llegar a todo lo que le decían que tenía que llegar. Cuenta cómo fue entrar en un incendio en un edificio cerca de su comisaría donde le salvó la vida a una pareja que se había quedado encerrada por las llamas. Acto seguido le llevaron a urgencias con quemaduras por todo el cuerpo. Nadie jamás le dio las gracias, ni recibió ninguna medalla. Es su trabajo, lo entiende y no espera que nadie le dé "una palmadita en la espalda por jugarse la vida". Pero él, algunas noches, sigue sintiendo el calor del fuego.

"Yo me di cuenta de que era un número para la Policía, un número para mis compañeros. A veces éramos los más queridos del mundo, y al día siguiente la gente nos escupía por la calle y eran todo quejas sobre nosotros. No sé… Eso, día tras día, te acaba quemando. Además, yo nunca contaba nada en casa, pero al final… al final las familias son las que peor lo pasan."

P.- Cuando te dicen que estás deprimido… ¿eres consciente de ello?

R.- Yo no era consciente. A mí me dieron la baja por depresión antes de intentar suicidarme. Sí que recuerdo que todo el mundo, mis compañeros, decían eso de "es que la baja por depresión es porque no te apetece trabajar" –esta frase es recurrente en distintos agentes consultados–, y se reían. Pedí el alta voluntaria. Yo quería trabajar, me daba igual si era como paisano, escolta, en la brigada móvil… pero quería hacer bien mi trabajo, así que intenté hacer borrón y cuenta nueva y volver a trabajar, pero la realidad volvió.

P.- ¿Por qué decidiste hacerlo ese día?

R.- El día no se elige. Yo no pensé "hoy a las 12 me voy a suicidar". Era mi día libre, yo ya arrastraba mucho agobio y mucho cansancio por no poder cubrirlo todo. Estaba frustrado, con mucha impotencia… Aquel día yo no discutí con nadie, no fue un arrebato. Yo llevaba meditando mucho tiempo, y analizando mucho tiempo si lo que hacía merecía la pena, si ayudaba o no ayudaba, no era por si me valoraban a mí o no... era por lo que yo podía aportar. Ahí te das cuenta de que no sirve todo lo que haces y tú quieres que sirva. Yo ya sabía que me encontraba mal, pero por no querer trasladar el problema a nadie, ni molestar, uno se calla, y no le dice nada a nadie. Yo antes de esto no había tenido nunca ningún problema.

P.- ¿Crees que tus compañeros sabían realmente por lo que estabas pasando?

R.- Pues es que resulta que uno no sabe lo que es una depresión, porque es una enfermedad muy jodida… Todavía recuerdo que, años más tarde, un hombre que había sido superior mío me vio en la calle y vino a decirme "Ángel, lo siento, ahora entiendo lo que te estaba pasando". Eso es lo frustrante. Si no enseñamos a los agentes desde el minuto uno que esta es una realidad que nos rodea, va a ser muy complicado que aprendamos a ayudarnos, y por lo tanto a decir las cosas antes… Esa es la clave, porque cuando uno quiere suicidarse, es muy difícil empezar desde ahí.

Derecho a la tristeza

Según distintos estudios, los miembros de las FCSE desempeñan una de las profesiones con mayor predisposición al suicidio. Cuenta con más factores de riesgo que otros oficios. En ellos se concentran varios de los elementos que llevan a que, cada dos horas y media, una persona se suicide en España. Esto son 11 al día, más de 4.200 al año en las estadísticas de la población general.

Ángel es un superviviente de una de las enfermedades más difíciles de reconocer: la depresión

Todos los agentes y asociaciones con los que ha hablado EL ESPAÑOL reconocen la problemática y reclaman lo mismo: que se tenga en cuenta que tienen derecho a encontrarse mal.

El trabajo policial tiene unas condiciones que van mucho más allá de las películas americanas, aunque hay ciertas partes que sí que reflejan la realidad. Turnos difíciles, situaciones de estrés continuo, altos mandos con "demasiado poder y mucha rabia". Pero ellos no pueden decirlo por el estigma que hay hacia la profesión.

123 personas entre policías nacionales y guardias civiles se han suicidado entre 2018 y 2023 en España, según datos oficiales del Ministerio del Interior. Sin embargo, estas cifras no cuadran con los recuentos que hacen las principales asociaciones y sindicatos policiales, que contabilizan 165 suicidios en el mismo periodo.

El motivo del desajuste podría deberse a que los datos oficiales no contabilizan a la Policía Local y Autonómica, y que se desconoce cuál es el criterio seguido por el Ministerio de Grande-Marlaska para deducir si ha sido un suicidio o no, pero la realidad es que los datos no cuadran y la diferencia es relevante: 43 agentes, es decir, un 35% más de lo que muestran las cifras oficiales.

Un superhéroe

"Cuánto daño pueden hacer unos estereotipos, vamos todos muy de machitos", dice Ángel mientras resopla. Él no cumple con muchos. Aunque es cierto que es un hombre fuerte, corpulento, fiel defensor de la ley, también fue el primero que no supo darse cuenta de que estaba mal. Nadie le enseñó. Nadie le avisó de las posibles secuelas psicológicas de su trabajo para poder pedir ayuda a tiempo.

Son muchos los agentes que manifiestan que los estereotipos son uno de los principales problemas dentro del ambiente policial. "Te dicen que tienes que ser un superhéroe, un machito, alguien que no llora, alguien duro y, por supuesto, sin miedo", esa es la primera definición de un policía según un agente con el que ha hablado este periódico.

En las academias nadie explica a los futuros agentes que se pueden encontrar con situaciones muy traumáticas. "En 20 años, a mí nadie me ha preguntado qué tal estoy, nadie hace un seguimiento de nuestro estado emocional", dice Vanesa Oulego, presidenta de la asociación Ángeles de Azul y Verde.

Este proyecto se dedica desde 2015 a visibilizar la importancia de la salud mental dentro de un "colectivo tan delicado" como el policial. Este gremio tiene que lidiar con, por ejemplo, atropellos, violencia sexual, suicidios, accidentes de tráfico… y un sinfín de situaciones para las que no están preparados emocionalmente.

"Si uno dice que está deprimido, los compañeros se ríen, le dicen que lo que pasa es que no le apetece trabajar", atestigua Ángel todavía indignado. "¿Cómo no me voy a encontrar mal? Los policías vemos cosas para las que no se nos prepara, y se nos exige que no seamos 'débiles', pero no es una cuestión de debilidad, es que se van sumando gotitas y al final uno lo ve todo muy negro". Pero ¿qué haces cuando las causas de tu depresión vienen a raíz de tu trabajo?

El tabú de la salud mental hace que falte una cultura psicológica en la sociedady por supuesto en el ámbito policial también. "Lo primero que hacen si ven que hay riesgo de que vayas a hacer algo es quitarte el arma y mandarte a casa", cuenta el agente afiliado a la Confederación Española de Policía (CEP) que ha pedido permanecer en el anonimato. "Yo lo entiendo, pero al final le quitas parte de su identidad al compañero, y le aíslas más, haces que se sienta peor y que expresar cómo se siente sea casi como un castigo. Por eso nadie dice nada", sostiene.



Como dice el agente del CEP "estar siempre en los 20 peores minutos de cualquier persona" provoca en los agentes un sesgo en su percepción de la realidad.

"La Policía no está cuando todo está bien, estamos cuando hay disturbios, violencia, agresiones sexuales… y con la acumulación de vivencias de este tipo, si no sabes gestionar estas situaciones tan estresantes, al final te acabas volviendo loco", explica. Podría parecer, entonces, que es una minoría de agentes los que se pueden encontrar mal, pero la realidad es muy diferente.

El suicidio policial

Haciendo una búsqueda rápida, se encuentra una cantidad muy numerosa de estudios recientes sobre el suicidio policial, como el análisis que ha hecho la Guardia Civil titulado Tipología del agente de la Guardia Civil que se suicida.

Además, todas las grandes asociaciones y sindicatos que luchan contra esto tienen investigaciones al respecto y todas concuerdan en lo mismo: en el trabajo policial existen, además de los estereotipos, una falta de preparación psicológica y muchos factores de riesgo que pueden acabar desembocando en un trastorno psicológico.

Desde el CEP explican que, uno de los principales factores de riesgo es el fácil acceso a las armas y el conocimiento de los agentes de su capacidad para matar. Desde las asociaciones y sindicatos denuncian la falta de armeros dentro de las comisarías.

Estas entidades argumentan que si sus lugares de trabajo dispusieran de estos depósitos en los que dejar las armas, y así no llevarlas a casa, se podrían evitar una cierta cantidad de episodios en los que un agente se quita la vida. Hay muchos suicidios en los que existe planificación (a veces durante años), pero otros muchos se producen de forma impulsiva. En estos casos, si los agentes no tuvieran en sus casas las armas, sería más difícil llevar a cabo la conducta autolítica.

Además, a esos factores principales, hay que añadirle el hecho de que se trata de una profesión donde continuamente tienen que estar lidiando con un ambiente de violencia, peligro y estrés.

"Yo ahora estoy tomándome un café contigo y esta noche estoy recogiendo los trozos de una persona en el suelo", explica el agente del CEP. A este ambiente se suman unas condiciones laborales con muchos turnos nocturnos, lo que imposibilita también la conciliación de la vida personal y laboral.

Otro de los elementos que confirman tanto los estudios mencionados anteriormente como los propios agentes, es la dificultad para poder compartir sentimientos de inseguridad o miedo con sus compañeros, lo que hace que un agente que se encuentre mal, se sienta más aislado.

La autoexigencia de los policías a no verse afectados por los acontecimientos traumáticos a los que se someten a diario hace que tarden mucho más en pedir ayuda y que, con el tiempo, acabe existiendo un problema psicológico mayor.

Por lo que un factor importante es la censura que hay a la hora de expresarse con compañeros y superiores. Por ello, Ángel ni siquiera se llama Ángel, pero el estigma que rodea toda esta situación ha hecho que aquí se le cambie el nombre para salvaguardar su identidad y su seguridad.

Él mismo cuenta en su conversación con EL ESPAÑOL que una de las cosas que también es muy complicada de asimilar, es la separación que hacen todos los policías de su trabajo y su vida personal. "Yo no le contaba nada a mi mujer. Al final, es mi trabajo, y cuando llegaba a casa después de haber visto algunas cosas… no tenía ganas de hablar de eso con nadie, y a lo mejor se me notaba un poco en el ánimo, pero nadie llegaba a entender qué me pasaba", afirma.

Ángel advierte también de las envidias y las presiones. El ambiente que hay en la Policía, dice, es puramente competitivo. "Todo el mundo busca ascender en una jerarquía que es muy desigual y que favorece mucho a los altos cargos frente a los puestos más bajos", asegura.

Aunque sí que hay una parte que ha cambiado, ya que han surgido muchas entidades que buscan ayudar y visibilizar este problema, creando así cierta protección, por lo menos a nivel emocional, entre los compañeros. No todas tratan los mismos temas, pero la realidad es que la prevención y la intervención del suicidio es algo que comparten casi en su totalidad.

Desde la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), la Confederación Española de Policía (CEP) y las asociaciones dedicadas a trabajar la salud mental dentro de las Fuerzas y Cuerpos como Ángeles de Azul y Verde o PREDEPOL- Zero Suicidio Policial reclaman, según han contado a este diario, la externalización de los psicólogos que atienden a los agentes.

De esta manera, lo que se busca es que los policías puedan acudir a terapia sin que sientan que lo que cuentan puede tener algún tipo de repercusión en su futuro laboral. Además, puede ser muy difícil tener que acudir a pedir ayuda a un compañero, por mucho que sea psicólogo.

Los otros datos

A pesar de que los datos de suicidios de Interior y los de las asociaciones se diferencian en un 35%, de 123 a 165, desde los sindicatos reconocen que no cuentan con las cifras totales, y que la estadística podría incrementarse todavía más. Por su parte, y basándose en la ley de Secretos Oficiales, Interior no explica las condiciones de esos suicidios.

Este es otro de los problemas que ven tanto los agentes como los psicólogos, al no tener unos datos reales que puedan estar divididos, por ejemplo, por sexo, tipo de suicidio, si tenían alguna patología previa etcétera, es más complicado saber cómo prevenir e intervenir en esta población.

Desde la plataforma PREDEPOL- Zero Suicidio Policial, se dedican a dar a conocer los casos en sus redes sociales como forma de visibilizar que se trata de un problema real. Casimiro Villegas, miembro de la asociación, es otro de los casos que sí ha visibilizado su intento de suicidio. Él mismo reclama que es necesario reflejar esta realidad.

Casimiro cuenta que, al igual que la mayoría de las entidades, Zero Suicidio Policial está a favor del Efecto Papageno. Este efecto lo que busca es un cambio de opinión en las personas que están pensando en quitarse la vida a raíz de ver noticias sobre otros suicidios. Por eso, desde esta plataforma se dedican a difundir información sobre los agentes que se quitan la vida.

El último tuit fue publicado el pasado 14 de julio de 2024, comunicando un suicidio de un compañero guardia civil en Valencia. Es el doceavo comunicado en lo que va de año.

Desde las asociaciones reclaman que se haga un recuento realista de los casos, y que se invierta en la prevención y la intervención del suicidio. La Guardia Civil, por su parte, manifiesta que la media de suicidios es de uno cada 26 días entre sus agentes.

El modelo vasco

"La ayuda psicológica hace muchísimo, te distrae la mente de lo que tú estás pensando. Además, tu psicólogo, conociéndote, puede ayudarte porque empatiza contigo y es capaz de hacerte ver cosas que tú no ves, y te quita esa sensación de culpa, de carga, de no poder cumplir con todo… que eso es lo que nos acompaña muchas veces," relata Ángel.

Él no fue a terapia antes de su intento de suicidio, pero sabe que, si lo hubiera hecho, si alguien le hubiera contado cómo era ir a terapia, hubiera acudido antes.

Por eso cada vez son más los especialistas que se preocupan por la prevención. Esa prevención hace que la persona sea capaz de identificar el problema antes de que se convierta en algo grave.

En el año 2020 en España surgió el Plan de Promoción de la Salud Mental y Prevención de la Conducta Suicida en la Policía Nacional. Este plan incluye un teléfono 24h (915821043) al que los agentes pueden llamar si lo necesitan. ¿El problema? Que a veces es muy tarde. La atención psicológica debería recibirse mucho antes de pensar en el suicidio en sí.

Y aunque este Plan de Prevención es ambicioso, parece que no resulta suficiente. "En el caso de la Policía Nacional, estamos mucho mejor que hace 5 años, pero sigue quedando mucho recorrido.", aclara Vanesa Oulego. "Esto es una empresa, parece que no nos damos cuenta, pero la Policía es una empresa, y nosotros tenemos que tirar de ella para conseguir que nos ayuden", sentencia.

Por esa misma razón han surgido a lo largo de los años diferentes modelos que buscan la prevención tanto del suicidio como del trastorno de estrés postraumático. El modelo de prevención del suicidio en la Policía Autónoma Vasca es uno de los que más herramientas está empleando para intentar obtener resultados lo antes posible.

Aunque no es mera casualidad que se trate de uno de los lugares donde más presión ha sufrido la Policía debido a la banda terrorista ETA.

Víctor, nombre ficticio a petición, es un psicólogo experto en FCSE que lleva más de 20 años trabajando para intentar desarrollar programas de prevención para mejorar la salud mental de los agentes.

Entró en el año 2001 a formar parte del cuerpo de especialistas de la salud mental y desde entonces explica que ha visto algunos cambios a mejor, "Ese año nos planteamos ver qué se estaba haciendo en otras policías y nos dimos cuenta de que nadie hablaba de la prevención, así que nos pusimos a desarrollar varios proyectos a fuerza de ensayos y errores" explica.

"En 2001, ETA empezó a atentar contra ertzainas, lo que hizo que, desde el departamento de seguridad, se buscase ampliar el área de recursos humanos, y se introdujeron psicólogos que no pertenecían al cuerpo, pero que sí trabajaban como especialistas en hospitales para que empezasen a tratar con los ertzainas", afirma Víctor.

Desde el año 2015 en País Vasco se desarrolla un proyecto para dar a conocer la salud mental y en específico los trastornos que más comúnmente se pueden dar entre los policías de la Ertzaintza.

La novedad principal es que se trata de un curso de cuatro horas que hacen todos, desde patrulleros hasta los más altos cargos. Con esto lo que intentan conseguir es que, a grandes rasgos, puedan entender desde antes de haberlo vivido, que existen situaciones que pueden experimentar que son muy duras.

Víctor cuenta que, aunque es un proceso lento que todavía no ha llegado a todos los policías, sí es cierto que existen ciertos cambios que hacen que, poco a poco, se pueda empezar a intuir que la salud mental deja de ser un estigma para estas personas.

Lo primero es que las nuevas generaciones que entran en las academias son mucho más conscientes de sus emociones, ya que hay que tener en cuenta el componente generacional, por lo que, aunque luego sientan que tienen que cumplir con unos estereotipos, sí son capaces de identificar cuando algo les hace daño o se sienten mal.

A ese factor, que es muy determinante, se une que, con las charlas sobre prevención se consigue naturalizar y explicar lo que supone un trauma, lo que hace que muchas personas, no durante la charla, pero sí después, busquen llamar a los psicólogos para contarles sus experiencias.

Y la clave de todo. Los ertzainas están empezando a acudir a terapia mucho antes de tener ideas suicidas. Esto, dice Víctor, es la clave para entender cómo se puede disminuir, ya no solo el suicidio, sino que los trastornos se conviertan en trastornos. "Además, ten en cuenta que también contamos con gente que no son policías y tratan a los policías, por lo que esa parte de externalización la tenemos", explica.

"Si un cabo o un sargento es capaz de identificar que lo que ha visto en un caso de asesinato, le deja sin dormir durante una temporada, está nervioso, no quiere hacer el papeleo ni volver a pasar por esa calle o tiene pesadillas, remordimientos", dice Víctor, "Si es capaz de ver que eso le sucede y que puede ser que necesite ayuda, igual con hablarlo durante un tiempo con un psicólogo basta, y no le imposibilita. Ahora bien, si a ese caso se le suman tres o cuatro más, y empieza a estar raro, y nadie sabe qué le pasa pero ya le dicen que algo le pasa, y empieza a sentir mucha presión, lo normal es que acabe encontrándose mucho peor".

"Por eso la clave es la prevención", sentencia. Además de estas charlas, otra de las cosas que se está haciendo es generar una red de mandos que tenga ciertos conocimientos sobre las experiencias traumáticas y cómo identificar que alguno de sus compañeros o algún mando de cualquier escalafón se está encontrando mal o se comporta acorde con esas claves que previamente han enseñado los psicólogos.

Con esto, además de cuidarse a ellos mismos, ya que son capaces de reconocer esas claves, también ayudan a los demás y desestigmatizan la terapia en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

"A veces el error está en que tú no hables y te lo calles todo, y que no haya nadie que se dé cuenta", explica Ángel. "Y cuando alguien se da cuenta el error es que se enfoque como que no quieres trabajar, como que te quieres escaquear, porque entonces tú tienes otro frente más abierto, y sientes que no vas a llegar, que vas a defraudar, y encima tienes que demostrar que lo que tú estás sintiendo es porque te encuentras mal y no porque no quieres trabajar", sentencia Ángel completamente indignado al recordar alguno de los episodios que con los que tuvo que lidiar.

Ángel ríe

Ángel no habla mal, utiliza expresiones como "irse a la 'eme'", o "no tener 'cataplines'", pero cuando piensa en su intento del suicidio dice: "me cago en todo", y es normal incluso después de tantos años.

Él, al igual que muchos compañeros ya no entra dentro de las estadísticas de suicidio del Ministerio del Interior, y agradece con una ternura casi infinita aquellos compañeros que supieron ayudarle.

"Yo reconozco que la depresión es una enfermedad muy compleja, porque te pasas el día pensando que no lo sé, 'nada' y 'bien' son las únicas palabras con las que puedes expresar algo de lo que sientes sin asustar a nadie", explica. Considera que la prevención es una cuenta pendiente que tenemos con la salud mental y él quiere formar parte de esa ayuda y acabar con los estereotipos.

"Lo que pasa es que uno cuando está ahí dentro no lo ve. Tengo una familia maravillosa y aunque pocos, cuento con algunos amigos que han hecho cosas por mí que no podré devolverles jamás, aunque lo intento porque es de buen nacido ser agradecido", ríe.

Las plantas de las que habla Ángel en conversaciones con EL ESPAÑOL

Ángel se ríe a día de hoy. Ángel se emociona, y se enfada y le entra sed, y tose. Ángel habla, da consejos, y pregunta. Ángel pregunta mucho. Le gusta saber con quién está hablando.

Ángel baja casi todas las mañanas a observar sus macetas. Cuida de sus flores para verlas a la mañana siguiente. Ángel cuida, y riega con mimo, y sube en montañas rusas con su hija, porque Ángel tiene miedo de algunas cosas, pero sigue vivo, y está dispuesto a hablar de ellas.

Este reportaje pertenece a la serie elaborada por los alumnos del Máster de Periodismo de EL ESPAÑOL y la Universidad Camilo José Cela, en su 1ª edición. Una investigación de semanas realizada para sus Trabajos de Fin de Máster.