La fe, ay, la fe. "No hay jóvenes que quieran ser monjas de clausura", expresan en el convento de las Clarisas Reparadoras de Vilar de Astrés (Ourense). Por eso, a las nuevas generaciones tienen que encontrarlas fuera. Concretamente, en Tanzania, desde donde llegaron Farida y Faustina para seguir con la tradición y evitar que se extinga la orden.  

La más mayor, Faustina Daudí tiene 29 años. "Mis padres son muy católicos y desde pequeña me inculcaron los valores y principios cristianos", explica la joven. Su presencia garantiza el relevo en el monasterio.

Y la más pequeña, Farida Ernesto, de 28 años, cuenta que desde niña sintió la inclinación de estar en un monasterio con una vida dedicada al Señor. Sus padres están muy orgullosos de la decisión que tomó para ser feliz. "Hablo con mi familia por videoconferencia y eso les da tranquilidad". 

Ambas jóvenes recibieron el pasado domingo en una ceremonia los hábitos como novicias oficialmente, después de dos años de convivencia con las monjas lideradas por la Madre Abadesa Ángeles, quien lleva en el monasterio 67 años. Ahora son 19 mujeres en total viviendo en comunidad.

La madre Ángeles refiere que actualmente en la sociedad hay muchas familias desestructuradas, con falta de fe y se han perdido los valores. Las jóvenes españolas han perdido el interés por seguir los caminos del Señor.

Momento de la ceremonia donde Faustina y Farida van a recibir los hábitos como novicias. Cedida

"Si hoy volviese a nacer, volvería a ser lo que soy, porque me siento plenamente realizada en mi vocación religiosa. Soy de Ourense de toda la vida. Aprendí a rezar el rosario en familia", manifiesta la madre Ángeles. 

Según se tiene conocimiento los primeros ingresos de personas provenientes de Tanzania fueron en 2011 con Janeth de 18 y Prisca de 25 años al monasterio de Santa Clara de Medina de Rioseco, Valladolid. En 2015, Lusina Marki al monasterio de Vico, La Rioja y en 2017, María Prisca Román al convento de Santa Clara del Convento de Zafra.

De Tanzania a Ourense

El arribo de las jóvenes al monasterio se produjo gracias a la ayuda de Sor Annamaria, de 23 años, quien es natural de Tanzania, la primera en llegar a la comunidad hace tres. Se adaptó exitosamente, ahora lee las lecturas en la homilía. Ella conocía a un sacerdote y por medio de él se produjo el primer contacto

Faustina y Farida siguieron la coordinación del sacerdote, quien las cuidó y protegió, más el apoyo de su familia. "Ya sabían a donde venían y cómo sería su vida aquí. Estamos muy felices de tenerlas entre nosotras", expresa la madre Ángeles.

Las jóvenes tanzanas se han integrado bien a pesar que al inicio el idioma podía significar una barrera. En su país se habla suajili. Con algo de inglés bastó para hacerse querer en la comunidad. Desde el inicio llevan clases de español y van aprenden rápido. 

El clima y las comidas tampoco han significado dificultad, se han adaptado y como la música no distingue idiomas, los lunes, miércoles y viernes cantan en la misa en suajili. Aparte que saben tocar instrumentos que se han traído, un tambor y dos timbales.

La vida en un monasterio

El convento de las Clarisas Reparadoras de Vilar de Astrés, en Ourense está ubicado  desde 1993 en la Ctra. Vilar a Madrosende, 50. Aunque fue fundado en 1949 y por 42 años tenían otra dirección.

Farida y Faustina al lado de la madre Ángeles afuera del monasterio. Cedida

La madre Ángeles describe el lugar como un monasterio porque es un lugar donde se decide vivir en comunidad bajo una regla de vida en común que es servir al Señor.

Llevan una vida contemplativa, que significa dedicarse a la oración, a la alabanza al Señor y al trabajo, como las demás personas porque necesitan generar dinero para mantenerse. No tienen ningún apostolado en el exterior.

Salen del monasterio solo para ir a comprar alimentos cuando es necesario y para acudir a alguna cita médica agendada. En caso de que no se pueda desplazar el paciente, se podría acercar un doctor.

Hasta hace tres años atrás las monjas se dedicaban al bordado, pero después de la pandemia vieron que ese negocio ya no era rentable, por lo que tuvieron que buscar otras alternativas. Así que decidieron incursionar en la repostería.

Mectricida de 19 años, es la aspirante más joven del monasterio rodeada de un grupo de monjas. Cedida

Para las campañas navideñas, preparan panetones y el resto del año hacen pastas artesanales, todo sobre pedido. Para ello, cuentan con el apoyo de una agencia que se encarga de la entrega al cliente que lo solicitó.

Este monasterio se caracteriza por ser multicultural, ya que entre sus miembros está una persona de Madagascar y tres monjas ecuatorianas que viven allí más de veinte años. "No importa del país que vengan, aquí no hay diferencias", dice la madre Ángeles.

Mectrida es la aspirante más joven que han recibido en el monasterio, lleva 11 meses y tiene apenas 19 años. También es de Tanzania.

La página web

Las monjas no son ajenas a la tecnología y han encontrado en internet un gran aliado para dar a conocer sus trabajos de repostería. Con ayuda de un profesional han creado una página web donde también dan visibilidad a su forma de vivir en el monasterio.

Cocina de las monjas del monasterio donde preparan las pastas para vender. Cedida

"Se sube contenidos como fotos y videos donde se aprecia nuestras labores. De esa manera, cualquier persona que sienta interés por saber un poco más nos puede contactar", explica la madre Ángeles.

Cuando alguien les escribe, ellas mismas contestan, le mandan toda información que necesiten. Por ejemplo, han recibido la comunicación de una joven extranjera que encontró la página web, ha visto el monasterio, todo el trabajo al que se dedican. La ha conmovido mucho, está interesada, señala la madre superiora.

Escasez de jóvenes monjas

La madre Ángeles invita a los jóvenes a vivir una experiencia diferente y a pasar unos días si es que sienten inquietud por la vida religiosa.  El tiempo permitido no puede ser menos de 15 ni más de 30 días para conocer lo que es la comunidad. Luego la persona retorna a su casa, a pensar, madurar y decidir si es su camino o no.

El mensaje quieren transmitir es de una vida de fraternidad como una familia. "Entre todas nos ayudamos. Se trabaja en común por un solo objetivo, todas para una y una para todas. Lo que hacemos es vivir por y para el Señor", indica la madre superiora.

Dentro de la comunidad, también se presentan diversas situaciones propias de la convivencia que tratan de resolver de la mejor manera, siempre con el diálogo y la unión. Ser monja implica una renuncia a muchas cosas, pero la recompensa es inmensa, en un 101% más, añade.