David G. Maciejewski Sara Fernández

Corren las 12:00 del mediodía y el coronel Pablo Mateo y Álvarez de Toledo se despide para seguir con sus tareas de oficina. Dos alabarderos reales caminan por el parterre que conduce al busto de Felipe VI y un 'verde', que es como aquí se conoce a los vehículos tácticos, rompe el mágico silencio a toda prisa y se pierde tras la garita coronada por el lema 'Todo por la patria' que conduce fuera del acuartelamiento 'El Rey', en El Pardo. A la derecha, desde la Sala Histórica de la Guardia Real, un edificio de 3.500 metros dedicados en exclusiva a contar la historia de España a través del cuerpo, un hombre con una boina calada se acerca, sonriente. Es el suboficial Gil, uno de los guardianes de los coches históricos de la Casa Real.

Lleva 25 años de servicio y, todas las mañanas, coge un AVE desde Valladolid para venir a trabajar a El Pardo. En estos momentos, es una de las cuatro personas que se encargan de custodiar este museo histórico que alberga 16 vehículos clásicos y un carruaje, todos pertenecientes a las Fuerzas Armadas. Aunque estén expuestos y se les rinda un devoto culto turístico, la mayoría están operativos y se siguen utilizando en eventos oficiales, principalmente en aquellos vinculados con eventos internos y oficiales de la Casa Real. 

"Cuando hay un acto militar en la explanada Reina Sofía, en El Pardo, desfilan algunos vehículos históricos. En actos fuera del acuartelamiento sale mucho el Cadillac Eldorado, que suele integrar las caravanas de vehículos que acompañan a los jefes de Estado cuando vienen a nuestro país. Otro que sale habitualmente es ese Cadillac Brougham [señala un largo vehículo negro], cuya misión es llevar al séquito o a los señores embajadores en la presentación de las cartas credenciales. Quizás es el que más se utiliza", asegura Gil Fernández.

Gil Fernández, uno de los suboficiales a cargo de la Sala Histórica de la Guardia Real, en el acuartelamiento 'El Rey' de El Pardo.

Gil Fernández, uno de los suboficiales a cargo de la Sala Histórica de la Guardia Real, en el acuartelamiento 'El Rey' de El Pardo. Sara Fernández E. E.

Vista del Rolls Royce Phantom IV descapotable, un ejemplar único en el mundo del cual sólo se produjeron 3 unidades; esta es la última que se encuentra oficialmente en activo.

Vista del Rolls Royce Phantom IV descapotable, un ejemplar único en el mundo del cual sólo se produjeron 3 unidades; esta es la última que se encuentra oficialmente en activo. Sara Fernández E. E.

Además de los mencionados, entre los coches reales se encuentran un Ford 817 T que hizo las veces de despacho dormitorio de Franco durante la Guerra Civil; un Mercedes-Benz G 4 W31 que Hitler le regaló al término de la contienda, un coloso todoterreno de seis ruedas muy limitado, ya que sólo se fabricaron 57 ejemplares en todo el mundo; un Seat 600 de 1977, presente de la Compañía Regional de Automóviles al entonces príncipe Felipe; y un curioso coche eléctrico blanco que se usó en Zarzuela, y que fue un regalo del expresidente de México, López Portillo, a la reina de Sofía, "una persona muy preocupada por el medio ambiente".

Sin embargo, la joya de la corona que recoge la Sala Histórica de la Guardia Real es el Rolls Royce Phantom IV, un negro mastodonte blindado de 2.500 kilos con un motor de seis cilindros. Fue el coche que llevó el rey Juan Carlos el 22 de noviembre de 1975 para ser proclamado Rey de España. Asimismo, fue el que llevó a Felipe la mañana del 19 de junio de 2014 a las Cortes para heredar la corona del actual Emérito. También lo utilizaron Felipe y Letizia cuando acudieron a su boda en mayo de 2004. Además, condujo a Leonor a la jura de la Constitución el pasado 31 de octubre. "Es un coche lleno de historia; los últimos 50 años de España están en este vehículo", incide el militar.

Una de las características más especiales del Phantom IV es que pertenece a una tirada muy limitada, probablemente la más exclusiva y elitista de la historia de la automoción. Entre 1950 y 1956 sólo se fabricaron 18 ejemplares, de los cuales 17 fueron vendidos a miembros de la realeza o a jefes de Estado de diferentes países. Tres de ellos acabaron en manos de la España de Franco, aunque desde que pisaron la Península Ibérica en 1952, siempre han formado parte del patrimonio de las Fuerzas Armadas, y nunca de la familia del dictador.

Uno de esos tres ejemplares es, literalmente, único, ya que de la tirada de 18 Rolls Royce Phantom IV que se produjo en los cincuenta, sólo tres fueron descapotables y este, concretamente, es el único que aún funciona. Los otros los adquirieron un príncipe del Golfo Pérsico, cuyo estado y ubicación se desconocen, y el tercero va a manos del último sah de Persia, Mohammad Reza Pahleví

Detalle de la insignia de Rolls Royce en el morro del Phantom IV.

Detalle de la insignia de Rolls Royce en el morro del Phantom IV. Sara Fernández E. E.

El guardia real Mesa abre el motor del Rolls Royce Phantom IV que la Casa Real utiliza en eventos oficiales.

El guardia real Mesa abre el motor del Rolls Royce Phantom IV que la Casa Real utiliza en eventos oficiales. Sara Fernández E. E.

"Cuando el sah cae por la revolución del 79, sus bienes son incautados y el coche acaba en el Museo de la Automoción de Irán, pero está inmóvil. Por eso decimos que nuestro Phantom IV, que funciona perfectamente y requiere de un mantenimiento exhaustivo, especialmente preventivo, es una pieza única en el mundo". Y amerita: "Todo lo que tenemos aquí funciona; está en perfecto estado gracias a nuestros compañeros de la sección de vehículos y de vehículos de alta representación". 

En el taller del Phantom IV

La Sección de Autos de la Guardia Real se enmarca dentro de la Compañía de Mantenimiento, que a su vez pertenece a una de las ramas en las que se divide el cuerpo: el Grupo Logístico. El teniente Jorge Mesa pertenece al escuadrón de hombres y mujeres que se encargan de realizar, todos los meses, las reparaciones pertinentes y puestas a punto tanto de las joyas automovilísticas de la Sala Histórica como de las ambulancias y vehículos militares o tácticos que utilizan los soldados en el día a día, como los míticos Aníbal.

El teniente Mesa es uno de los responsables de la Sección de Autos, departamento enmarcado en la Compañía de Mantenimiento del Grupo Logístico de la Guardia Real.

El teniente Mesa es uno de los responsables de la Sección de Autos, departamento enmarcado en la Compañía de Mantenimiento del Grupo Logístico de la Guardia Real. Sara Fernández

Alrededor de 45 personas forman la sección de automóviles de la Guardia Real, que da servicio a entre 300 y 400 vehículos. "La Compañía de Mantenimiento está compuesta por las secciones de Armamento, que hace mantenimiento tanto preventivo como correctivo, y la de Autos, que es la nuestra. Después, tenemos varios talleres, cada uno especializado: uno en engrase, otro para tácticos, ligeros y pesados; hay un almacén de respuestos; después está la guarnicionería, que repara desde el guarnicionamiento de los vehículos hasta el de los caballos".

"Hacemos mantenimiento de todos los equipamientos de la Guardia Real", asegura el teniente Mesa mientras abre el motor de otro Rolls Royce, este ejemplar carrozado, que actualmente se encuentra en una revisión preventiva en el taller. "Ni los ingleses tienen este modelo en descapotable", sonríe el militar. "Este tipo de vehículos llevan piezas únicas que no se fabrican. Los que trabajan aquí –algunos mecánicos son civiles– se han acostumbrado a trabajar con ellos, pero son muy difíciles de mantener. Los chasis, por ejemplo, son de madera, y cada vez que los trabajas se rompen un montón de piezas que hay que volver a fabricar, porque son modelos tan antiguos que ya no se fabrican piezas".

Los Rolls Royce y los Cadillac son la 'pesadilla' de la Sección de Autos. "Sólo por el morro y la dirección que tienen, son difíciles de manejar. Maniobrar con ellos es muy complicado. Si te sientas dentro –abre el vehículo, que epata lujo gracias a su elegante carrocería de madera con asientos de cuero color crema–, no ves el final del vehículo. Debes conducirlo con cuidado. Por eso hacemos tantos cursos de conducción. Y, después, el mantenimiento, que es exhaustivo, porque los clásicos, cada dos semanas, solemos arrancarlos y moverlos. Cuando van a salir en actos oficiales, les damos una revisión correctiva y algunas pruebas de conducción".

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Un operario arregla el motor de Phantom IV.

Un operario arregla el motor de Phantom IV. Sara Fernández E. E.

*** Este reportaje forma parte de una serie de artículos sobre la Guardia Real en los que se describe su historia, su rutina y sus funciones operativas.