Antonio Molero interpreta a un panadero en la obra de teatro 'Terapia integral'

Antonio Molero interpreta a un panadero en la obra de teatro 'Terapia integral' Sara Fernández EL ESPAÑOL

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Antonio Molero: "He pasado varias veces la ITV y he ido a terapia; soy tan estoico como mi madre"

El actor comienza la tercera temporada de Una terapia integral, la comedia que representa en el Teatro Fígaro junto a Angy Fernández, Raúl Peña y Llum Barrera. 

31 agosto, 2024 02:33

En los 90 fue Hipólito Moyano, Poli, en Médico de Familia, y se convirtió de la noche al día en el manitas más querido de este país. Tan buen corazón y tanta campechanía desprendía su personaje que alguna gente pensaba, vaya usted a saber por qué, que a Antonio podían largarle collejas cuando lo veían en la calle, y que él iba a tomárselo bien. Luego encarnó a Fiti, el amiguete al que cualquiera querría recurrir en apuros, o para tomar unos chatos. Tenía el codo entrenado a la barra de la taberna de Los Serrano, y se volvió a meter en el bolsillo de su traje de mecánico a la audiencia.

Quizá por eso siempre lo ven, unos y otros, con cara de cercano, pero Antonio Molero es mucho más que sus dos papeles televisivos más sonados. Es un actor de teatro de larguísimo recorrido, y caleidoscópico en sus registros. En Una terapia integral interpreta a Toni Roca, un gurú que se forra impartiendo talleres de panadería que poco tienen que ver, a fin de cuentas, con el pan. Y ahí Antonio es ácido como una hogaza de masa madre. Saca ironía y músculo a un tiempo: “Yo más o menos me he mantenido siempre en forma, pero cuando vi que había que marcar me tuve que poner un poquito bien”.

En esta entrevista nos contará que pinta a ratitos para traer a su memoria playas. Que hubiera sido un mal maestro, a pesar de que se matriculó en Magisterio. Y que añora no tener más recuerdos de su padre -fallecido cuando él tenía 8 años-, aunque eso no le ha dejado “una carencia enfermiza, ni mucho menos”. Antes bien, la experiencia y el tesón de su madre poniéndose al frente de la familia le ha legado un cierto estoicismo con el que afronta los días y el oficio: “He heredado de ella esa capacidad de currar y poca tontería, en el sentido de que hay que sacar adelante el trabajo y quejarse poco”. Por eso se arremanga, y no sólo para amasar pan en la función, sino para enfrentar los papeles que le pongan por delante: “Yo, por ejemplo, en teatro puedo elegir un poco más, pero en audiovisual hago lo que me manden y ya está”.

La fama es para él esa monedita de dos caras que resulta molesta cuando cae del lado de la impertinencia, pero cada vez, reconoce Molero, lo lleva mejor: “Es verdad que hay momentos que no me apetece, o no es el momento porque estoy comiendo, pero prefiero hacerme la foto rápido antes que intentar explicarle a la persona que eso no se hace”. Cuando cae bien, la moneda le reporta cariño. Ha llegado a todos los rincones de España y por eso tantos le demandan, pero sus orígenes están en un pueblito de Toledo, Ajofrín. Sus calles de tierra lo vieron crecer, y de allí conserva en el recuerdo los sabores que deben ser, los de siempre. Llano como esa estepa de la que viene, contesta lo que sabe a estas preguntas.

P.– Está arrancando la nueva temporada de Una terapia integral, una comedia que habla sobre nuestra necesidad imperiosa de creer en algo, y de que alguien nos lleve de la mano hacia nuevos caminos. Interpreta a una especie de gurú panadero-espiritual, ¿no?

R.– Es ese alguien que todos buscamos en algún curso, alguna actividad o experiencia. Y que tiene tanto peligro por otro lado, porque hay gente muy desamparada y se agarra casi a cualquier cosa.

P.– Y más después de la pandemia...

R.– Sí, nos hemos vuelto un poco más místicos, ¿no? Hemos entendido que también es bueno viajar un poco hacia dentro.

P.– ¿Se ha topado en la profesión o en la vida con alguien del perfil de Toni Roca (su personaje)?

R.– ¡Sí! Y todos los actores, todos los que hemos estudiado en escuelas, nos hemos encontrado profesores de ese tipo. Hay un perfil de profesor de teatro que tiene ese punto.

Antonio Molero posa tras su entrevista con EL ESPAÑOL.

Antonio Molero posa tras su entrevista con EL ESPAÑOL. Sara Fernández EL ESPAÑOL

P.– De animarte a encontrarte a ti mismo para llevarlo a la actuación…

R.– Claro. Hay que tener en cuenta que en la formación del actor se trabaja con las emociones, y eso es muy delicado. Según en manos de quien estés puede resultar una experiencia maravillosa, o puede ser un trauma. Porque trabajamos con material sensible.

P.– ¿Y en qué necesita creer Antonio Molero en su día a día?

R.– En seguir contando historias y entreteniendo a la gente. Y formándome como actor y como persona. Todo va unido.

P.– Estaba pensando que está muy bien traído todo en la función porque Dalí siempre usaba el pan como sinónimo del arte y decía que ambos alimentan, el pan y el arte, y por tanto dan vida. Y vosotros también jugáis con esta analogía entre el pan y la vida, ¿no?

R.– Sí, es que el pan es muy simbólico. A nivel religioso, por supuesto, y de hecho hay alguna referencia en uno de los personajes, que habla de Cristo y del pan. Y aunque no seamos religiosos o no hayamos visto esas pinturas de Dalí, tenemos impregnado en el ADN que el pan es muy importante en nuestra civilización.

P.– ¿Es aficionado Antonio Molero al arte?

R.– Sí que me gusta. Y de hecho hago mis cositas. Pinto y dibujo. En la pandemia, en vez de hacer pan, hice dibujos (risas). Tengo una colección de dibujos lista para colgar, pero me da mucho pudor. Y algo tengo por Instagram.

P.– ¿Y qué dibuja?

R.– Son una serie de dibujos que hice en playas.

P.– ¿A lo Sorolla?

R.– Sí. Sin querer imitar a Sorolla, algunos te recuerdan un poco.

P.– Pero eres luminoso, ¿no? ¿O más atormentado?

R.– No, no, en este caso me dio por luminoso. Era como cuando quieres ver las fotos de las vacaciones en la playa. Pero, en vez de fotos, dibujos.

P.– Es de Ajofrín, un pueblo de Toledo de poco más de 2.000 habitantes. Son las fiestas este fin de semana, ¿puede ser?

R.– Sí, tengo que reconocer que no estoy muy al día, pero son ahora. La Feria, que la llaman ahí. De pequeño sí participaba, tengo vagos recuerdos pero muy bonitos. Es que me fui de allí muy pequeño, con 8 añitos.

P.– ¿Qué recuerdos tiene de cuando jugaba en esas calles? Que eran calles de tierra aún, ¿no?

R.– Eran calles de tierra, sí, sí. Pueblo pueblo, pueblo duro de la meseta. Mucho calor en verano, mucho frío en invierno, mucha calle… Pasábamos todo el día en la calle, muy rodeado de naturaleza y de animales, porque mi tío tenía una carnicería… A mí me gusta mucho tener esa base porque de alguna manera luego entiendes las cosas y valoras más lo natural y lo ecológico. Y lo echo mucho de menos, los sabores… Hay gente que ha nacido en la ciudad y que cree que las gallinas salen del supermercado.

P.– ¿Tenían granja?

R.– No. Pero recuerdo que mi madre tuvo un par de años gallinas, y cada vez que íbamos donde mi tío había corderos porque, además de la carnicería, tenía también matadero.

P.– Luego se mudó a Alcalá de Henares, con 8 añitos. Perdió a su padre muy pronto, ¿no?

R.– Fallece mi padre y, claro, es un ejemplo clarísimo de buscarse la vida. De la emigración que hubo a la ciudad. Nos fuimos a Alcalá de Henares, como tanta gente que emigró y que ahora sigue emigrando también, porque se está vaciando media España.

Antonio Molero, en el patio de butacas del teatro donde se representa 'Terapia integral'

Antonio Molero, en el patio de butacas del teatro donde se representa 'Terapia integral' Sara Fernández EL ESPAÑOL

P.– ¿Su pueblo está despoblado?

R.– No tanto, no tanto. Se ha mantenido la industria de la madera, los comercios y los puestos de trabajo… No baja tanto allí la población.

P.– Su madre fue valiente. Se puso al frente de la familia para sacarla sola adelante. ¿Qué tiene de ella?

R.– Yo creo que capacidad de trabajo y poca tontería, en el sentido de que hay que sacar adelante el trabajo y quejarse poco. Lo que toca es esto y esto se hace. Lo que te toca vivir, lo vives. Un sentido muy estoico de la vida he heredado de ella.

P.– ¿De qué se puso a trabajar ella?

R.– Empezó en el pueblo, entró en la fábrica de mazapán, pero luego no sé si es que no había suficiente trabajo o no le pagaban lo suficiente y ya vinimos a Alcalá. Y ahí estuvo limpiando varios bancos, hasta que se quedó en el banco.

P.– Pasados unos años los bancos se limpiaron de otra forma. Lo digo por los casos de las preferentes, con las indeminzaciones a los afectados... 

R.– ¡Ja! Sí, sí. Guau... Madre mía, los bancos. Esa es otra película.

P.– Y de su padre, aunque falleció cuando era pequeñito, ¿qué conserva?

R.– Conservo la afición al fútbol y, en concreto, la afición al Atlhetic Club de Bilbao, que él era muy aficionado. Y siendo de Toledo, pero es que en su época, en los años 70, el Atlhetic de Bilbao ganaba también ligas y copas y había mucha gente por todo el país que era del Atlhetic. Eso lo he heredado de él, pero tengo vagos recuerdos. La verdad es que me gustaría acordarme más de mi padre, pero ahí está, es una figura que ahí está.

P.– ¿Cómo ha crecido con eso, lo piensa a veces?

R.– ¿El hecho de haber sido siempre, siempre, siempre huérfano, desde que tuve uso de razón…? Bueno, lo he llevado bien. No tengo una carencia, por lo menos diagnosticada (risas).

P.– Ni se la ha notado usted, ni se la ha diagnosticado un Toni Roca (su personaje en Una terapia integral).

R.– Yo claro que he pasado la ITV varias veces, y he hecho terapia y he estado en manos de profesionales. Y claro que he hablado de mi padre -siempre se habla de los padres y de los abuelos, ¿no?-, pero no tengo esa carencia enfermiza ni mucho menos.

P.– Empezó a estudiar Magisterio. ¿Hubiera sido buen maestro?

R.– No. No, porque no me gusta sentar cátedra. Al hilo de lo que hablábamos antes de los profesores de teatro, que te encuentras con algunos que no quieren saber nada de otro método que no sea el suyo, de otra forma de aprender las cosas, o de llegar al mismo punto que su camino. Y eso me cuesta mucho. Algunas veces he dado clase de interpretación y me cuesta por eso. Yo puedo contar cómo lo veo yo, pero me parece válido cualquier tipo de metodología o didáctica. Llevo ya muchos años en esto y me he encontrado gente de muy distinta procedencia, y me he encontrado con gente buenísima cuya formación no tiene nada que ver, por ejemplo, con lo que yo he hecho.

P.– Luego la vida le llevó a la interpretación y por eso hemos podido disfrutarlo en papeles tan populares como el de Poli. Me he puesto otra vez a ver Médico de Familia estos días, antes de la entrevista, y hay que ver: la vi con 10 años y aún la tenía bastante fresca en la memoria. Y todos nos acordamos de que se emitía los martes. Pero para los actores ese boom se tradujo en una fama desorbitada...

R.– Sí, sí. Fue muy bestia, muy bestia, muy bestia. Y a mí me costó muchos años entenderlo, no tenía ni idea de por qué pasaba aquello, por qué la gente por la calle… Me cambió la vida de un día para otro. Yo estaba encantado de hacer teatro, y la tele fue casi un accidente. A mí me salió Médico de familia porque hice una película antes… Y pensé que iba a hacer alguna peli de vez en cuando, pero nunca pensé en la tele, y fíjate lo que ha sido después.

Antonio Molero, durante su entrevista con EL ESPAÑOL.

Antonio Molero, durante su entrevista con EL ESPAÑOL. Sara Fernández EL ESPAÑOL

P.– ¡Que he leído que le llegaron a dar collejas porque se creían que era el de la serie, ese muchacho campechano que no iba a tomarlo a mal!

R.– Sí, es que… Ya te digo, era muchísima gente la que lo veía, y dentro de esa muchísima gente hay un grupo de personas que no tienen educación. Es un poco cómo es la sociedad.

P.– ¿Y cómo se contesta a eso, a que te den una colleja?

R.– Pasé por todo. Pasé por enfadarme, pasé por contestar, pasé por intentar hacer entender… Y ahora con el tiempo -hombre, si te dan una colleja tienes que decir ‘oye, esto no es así’-, llevo tanto tiempo siendo popular que lo llevo muy bien. No tengo ningún problema en hacerme dos, tres, diez, veinte fotos. No pasa nada.

P.– Pero qué pesadez a veces, ¿no?

R.– Es verdad que hay momentos que no me apetece, o no es el momento porque estoy comiendo o tal, pero prefiero hacerme la foto rápido antes que intentar explicarle a la persona que eso no se hace, me la hago y punto. Lo paso peor por la gente que está conmigo, que no tiene por qué aguantar eso.

P.– Buenafuente le dijo que tenía cara de ‘cercano’. ¿Eso cómo es? ¿Hasta qué punto el físico determina un papel?

R.– (Risas). No sé. Yo creo que tiene más que ver con lo que ya se ha visto de mí, con los papeles que he hecho.

P.– Sí, porque aquí por ejemplo sale en plan cañón y es un registro totalmente distinto.

R.– Sí, y si hubiera hecho de cabrón desde el principio tendría cara de cabrón y la gente me lo diría.

P.– Sí, aquí sale justo a medias entre cañón-cabrón.

R.– Sí. Y aquí, por lo menos, en este entorno, en España, la profesión te elige a ti. Sólo hay un cierto margen cuando ya llevas muchos años. Yo, por ejemplo, en teatro puedo elegir un poco más, pero en audiovisual hago lo que me manden y ya está.

P.– Hablaba el otro día con Amparo Larrañaga de cómo la presión estética os está llegando también a los hombres en la interpretación. Ya no vemos a un José Luis López Vázquez con un pibón al lado, nadie lo creería. ¿La has sentido tú, esta exigencia?

R.– Sí. A no ser que seas claramente un actor característico, como los llamaban antes, los característicos de toda la vida, los secundarios que no son los galanes y pueden tener el aspecto que les da la gana. Pero si quieres picotear un poco de todo, tienes que estar más o menos presentable. Porque si no es lo que dices, que no es creíble. No es creíble lo que se veía antes de esas actrices, que muchas venían del mundo de la revista, con estos (risas).

P.– Aquí además sale de tío fuerte, ¿lo demandaba el papel?

R.– Sí, sí… Yo más o menos me he mantenido siempre en forma, pero cuando vi que había que marcar me tuve que poner un poquito bien.

P.– Y después de Médico de Familia, llegó Los Serrano y su Fiti, que vino todavía a impulsar más su fama. ¿Qué es lo más agradable de la fama, en el lado bueno de la moneda? ¿Te ahorras la cola de la ITV?

R.– Sí, pues mira, concretamente eso sí. Y en algún restaurante… En general mola. Y en particular no. Hay momentos en que no te merece la pena. Pero también es verdad que uno ya está acostumbrado. Le tengo mucho cariño a la etapa de Los Serrano, hubo dos o tres temporadas en que los guionistas estaban en estado de gracia: era muy bueno lo que hacíamos. Es de lo mejor que he hecho en la tele yo a nivel de tramas, de calidad, de compañeros… Tengo muy buen recuerdo.

Antonio Molero.

Antonio Molero. Sara Fernández EL ESPAÑOL

P.– Yo también lo vi en El test. ¿Es de los de 100.000 euros ahora, o de 1 millón en 10 años?

R.– Depende de la época de tu vida. Ya te digo que hace muchos años, cuando estaba canino, los 100.000 euros. Pero ahora yo creo que podría esperar. Porque cuando tienes más edad no tienes tanta prisa. Te templas.

P.– Bueno, y que ha tenido mucho éxito, no le hará tanta falta.

R.– Bueno, sí, pero quiero decir que con los años te das cuenta de que un año no es nada. Cuando eres pequeño, un verano es toda una vida.

P.– De hecho es una prueba muy normal en niños, pero con caramelos. ¿Lo ha probado con sus hijos?

R.– Sí, ¡de ahí viene el test! Para ver si el niño tiene perfil de emprendedor o de consumidor. Pero no, yo no lo he probado con ellos.

P.– ¿Ellos quieren ser actores?

R.– No, ellos van a su rollo. El mayor, que es hijastro, digamos, tiene ya 22 años y está viviendo su vida… Y mi hija biológica tiene 14, y está picoteando de aquí para allá. Mi hija no ha visto Los Serrano, por ejemplo. A lo mejor ha visto un capítulo en casa de una amiga, pero bah…

P.– También hablábamos Amparo y yo el otro día sobre la censura y los censores. ¿Ha tenido en alguno de tus montajes un episodio de censura?

R.– No, en teatro no he tenido problemas. También es verdad que en estos últimos años he hecho un teatro más comercial. Y creo que esto va a pasar, entiendo que esta locura tiene que pasar. Hay que tener cuidado con lo que se dice, incluso en la comedia. La comedia ahora es difícil de hacer, y no sé si ahora se podría hacer una serie como Los Serrano porque hay expresiones que no se verían bien. Esto es un ciclo y a la vuelta del ciclo podremos volver a hablar de ciertas cosas sin tener que llevarte en redes una paliza.

P.– ¿Qué esperan de la nueva temporada de la obra, Antonio?

R.– Que siga viniendo la gente que no ha venido todavía. Madrid es muy grande, y los fines de semana sobre todo viene mucha gente de fuera. Esto de vender Madrid como un ocio cultural nos ha venido muy bien, y funciona. A la gente le gusta venir porque mira las páginas de reseñas y la verdad es que tenemos muy buena valoración.

P.– Yo creo que es la obra en la que más rato he visto a la gente de pie, aplaudiendo.

R.– Es una experiencia para la gente tremenda, y para nosotros también provocar eso. Es muy bonito eso.