Los 22 años sin culpables del asesinato de la gallega Déborah Fernández: salió a hacer deporte y nunca regresó
Después de 22 años de la muerte de Déborah, el caso queda archivado definitivamente, sin ningún culpable.
Han pasado 22 años y, tras varias reinvestigaciones de por medio, el Juzgado de Instrucción número 2 de Tui ha decidido archivar el homicidio de Déborah Fernández-Cervera Neira. Esta decisión ha llegado después de que ni la familia de la fallecida ni el fiscal recurriesen el primer auto de cerrar el caso. La desaparición y asesinato de Déborah no tendrá responsables.
Dentro de la investigación, el único investigado era Pablo, el exnovio de la propia Déborah pero finalmente se ha quedado libre de cargos tras salir negativos los análisis genéticos que lo vinculaban con los restos exhumados.
No es la primera vez que ocurre ya que el caso ya se había cerrado en 2010 y fue con la presión de la familia cuando se volvió a reabrir el 7 de noviembre del 2019. Sin embargo, diferentes dificultades dentro de la investigación como mensajes borrados del ordenador de Déborah, ADNs que no coincidían al 100% o testimonios contradictorios han hecho imposible encontrar un culpable.
Caso Déborah
Un 30 de abril de 2002, Déborah salió de su casa a hacer deporte en Alcabre, pero nunca volvió a casa. Su familia no tardó en avisar a las autoridades y 24 horas después se anunció oficialmente como desaparecida por la Policía.
La Policía inició su búsqueda hasta que a los diez días, se encontró su cadáver en una cuneta en una carretera de O Rosal a 40 km de su domicilio, completamente desnudo y con pistas falsas como semen de un desconocido para despistar a las autoridades y hacerlo parecer como una agresión sexual. Sin embargo, más tarde se concluyó que el semen había sido añadido después de su muerte.
Además, se llegaron a descubrir indicios de que el cuerpo se habría preservado en algún tipo de frigorífico después de su muerte, lo que descartaba que el crimen se hubiese cometido en la cuneta donde se encontró el cadáver. Por si fuera poco, no se encontraron signos de violencia en la autopsia y se tanteó la posibilidad de que la muerte fuese natural o a causa de una asfixia sin rastro.
Durante los meses posteriores la investigación se estancó al no tener ningún sospechoso, y no fue hasta 2006 cuando se buscó información por otra vía con la inspección del disco duro de la joven. Sin embargo, el juzgado de Tui cerró el caso en 2010 con la posibilidad de que no fuese una muerte violenta ni se encontrasen evidencias.
Nueve años después, ante la solicitud y presión de la familia de Déborah, se reabrió el caso, solo que ahora con otro equipo de investigación. La familia buscaba que se investigara el delito como homicidio ante las extrañas circunstancias del caso. Aunque la muerte fuese natural, alguien había movilizado el cuerpo y dejado pistas falsas por alguna razón. Una razón que ahora nunca se conocerá.
Con el caso reabierto de 2019 tampoco se pudo progresar la investigación. El disco duro del ordenador de Déborah se pudo examinar pero una vez la letrada arrancó el ordenador echó humo. Toda la información, correos y mensajes de Messenger habían sido borrados en su momento y no lanzó ninguna pista concluyente.
Dos años después, el 18 de mayo de 2021, las autoridades exhumaron el cuerpo de la joven para encontrar nuevas pistas, y en esta ocasión el Instituto Nacional de Toxicología (INT) pudo encontrar ADN masculino debajo de las uñas de Déborah. El ADN encontraba similitudes con el de un vecino de la joven y empleado de un videoclub donde Déborah había alquilado una película esa tarde. El vecino testificó que vio cómo había metido el cuerpo de Déborah en una furgoneta con los pies por fuera. El análisis no podía asegurar al 100% que coincidiese con el suyo y se le descartó como investigado.
También se comparó el ADN con Pablo, el exnovio de Déborah, el único investigado en el caso y quien se había separado de la joven en diciembre de 2001. Sin embargo, coincidentemente Pablo había estado en Vigo el día de la desaparición de Déborah y esa misma mañana la había llamado. El ADN tampoco coincidía con el suyo y se le descartó como posible culpable.
Tampoco ayudaron las declaraciones de otros posibles testigos como una prima de la joven o el peluquero al que Déborah había visitado para arreglarse el pelo. Pero para desgracia del caso, dos décadas después, no tenían recuerdo del día de la desaparición.
Cuando todo parecía indicar que el caso ya no llevaba a ningún sitio, el 9 de septiembre de 2022, se encontraron un móvil sin tarjeta SIM, cintas de vídeo, fotografías y varios documentos policiales traspapelados, que nunca se habían presentado. Todo se descubrió cuando se estaban digitalizando los documentos de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV), dentro del Complejo Policial de Canillas, en Madrid.
Todas estas nuevas pruebas tampoco esclarecieron nada en la investigación, y solo sirvieron para que la familia acuse a la Policía de negligencia, porque hubo muchas pruebas que no tuvieron la atención que merecían. Por ejemplo, el disco duro del ordenador de la joven tardó años en revisarse, lo mismo con el coche del exnovio o por qué no se había comprobado el ADN de debajo de las uñas de la autopsia inicial.
Finalmente, y tras veintidós años de investigación, el caso ha sido archivado de firme, tras decretar que no existen pruebas “contundentes e irrefutables”. El caso ya llevaba archivado provisionalmente desde julio de 2023, pero es ahora cuando la jueza ha firmado que el caso queda definitivamente sin resolver.