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“¿Que si el odio y el resentimiento contra el hombre blanco todavía se aloja en nuestros corazones?”, se pregunta Karen K. Little Thunder. “Por supuesto que sí. Y eso es lo que me asusta. Puede que yo tenga control sobre mi propia rabia, pero la veo desenfrenada a mí alrededor entre nuestra gente nativa. Faith Spotted Eagle la llama 'ira roja'. Y es verdad que sufrimos por ello, pero al mismo tiempo es nuestra rabia la que nos mantendrá vivos. Y serán nuestras canciones y nuestras danzas tradicionales las que nos sanarán y nos salvarán de nosotros mismos. Solo necesitamos recordar y recuperar la dignidad”.

La variante de la “ira roja” que menciona es la cólera de los descendientes de los indios de las llanuras del norte expropiados y diezmados por los europeos que sobrevivieron a John Wayne y el Séptimo de Caballería. Karen es la tataranieta de un jefe tribal sicangu, uno de los siete oyates o naciones del pueblo lakota, al que los occidentales solíamos referirnos como sioux. Nació en 1965 en el viejo Hospital del Servicio de Salud Indio de Dakota del Sur, creció en la reserva de Pine Ridge y pasó luego varios años yendo y viniendo de la ciudad de Rapid City a la reserva de Rosebud, donde actualmente reside en una casa rodante de dos pisos situada en un terreno que ha pertenecido a su familia durante varias generaciones.

“Mi madre vivía en la reserva y mi hija y mis nietos, en Rapid City, así que era como un estilo de vida de ida y vuelta”, afirma. “A la reserva de Rosebud me mudé de nuevo en marzo de este año porque mi madre me dejó su casa cuando falleció, en marzo de 2022. Me convertí en mamá a los 17 años y ahora tengo ya un bisnieto y otros dos bebés vienen en camino. Tengo muchos parientes consanguíneos. ¡Muchos takoja!”.

En 2013, el nombre de Karen acaparó titulares en medios como el New York Times y recientemente ha ocupado la portada de la Smithsonian Magazine. En ambos casos se trajo a colación su parentesco con Little Thunder (Pequeño Trueno), el jefe de los lakota brulé o sicangu que lideró a los suyos el 3 de septiembre de 1855 durante lo que la historiografía oficial llama maliciosamente la “batalla de Ash Hollow”. El tatarabuelo de Karen resultó herido, capturado y depuesto. Vivió sus últimos años en la reserva de Rosebud.

En realidad, lo sucedido aquella madrugada en la aldea del jefe Little Thunder no fue en rigor una batalla sino una matanza a la que Karen se refiere como la “masacre del arroyo de Blue Water”. De los 86 indios asesinados, más de la mitad eran niños, viejos y mujeres. Fue, por así decirlo, la primera de las carnicerías de las llamadas Guerras Indias que culminarían en Wounded Knee (1890). El ejército norteamericano tardó 35 años en despojar al pueblo de Nube Roja, Toro Sentado y Caballo Loco de sus dominios y confinarlos en reservas como Rosebud o Pine Ridge.

Parte de los esfuerzos de Karen y de su primo Phil se han dirigido a recuperar los objetos de su pueblo que les fueron usurpados por los carniceros del ejército estadounidense. Karen se propuso también ya hace años contribuir a divulgar esa historia paralela transmitida oralmente por su gente que clamaba desde hacía más de un siglo por confrontar a las mentiras de los vencedores. Lo cierto es que el pueblo de Pequeño Trueno fue cercado por seiscientos soldados norteamericanos de madrugada y literalmente ejecutado. Cuando terminaron lo quemaron y se llevaron a los supervivientes.

Curiosamente, Karen no recuerda haber oído hablar de lo sucedido en Blue Water hasta los veinte años y, en aquel entonces, ni siquiera entendió bien el significado profundo de la parte de la memoria de su pueblo que se le revelaba porque estaba peleando contra las drogas y el alcohol.

Un grupo de escursionistas en Nebraska, ante un cartel histórico del Blue Water.

Un grupo de escursionistas en Nebraska, ante un cartel histórico del Blue Water. Karen Little Thunder, cedidas a EL ESPAÑOL

Junto a la verdadera historia de Blue Water que Karen y su primo Phil pugnan por desenterrar y divulgar, hay otra mucho más contemporánea y es la suya propia, la de una mujer de 59 años que trató de regresar a sus raíces para conjurar a sus demonios y sus adicciones. Aunque cuajada de singularidades, la biografía de Karen es en parte también la de muchas de las mujeres de su pueblo.

“Tanto mi padre como mi madre eran alcohólicos así que comencé mi carrera como bebedora en mi propia casa a una corta edad”, afirma. “Mi madre abusaba verbal y emocionalmente de mí. Me etiquetó como la 'puta del pueblo' y pasé mi vida en esa mentalidad. Hace poco comprendí que mi madre fue probablemente agredida sexualmente por un practicante ceremonial lakota. Ella nunca habló de ello así que es como un rompecabezas para mí y voy sanando las heridas pieza por pieza”.

“Ni siquiera yo sé explicar por qué empecé a beber. Lo que pasó es que sentía que había nacido en el trauma y en el alcoholismo. También había cierta curiosidad por experimentar. He luchado con la depresión crónica durante toda mi vida. Mi condición es la depresión crónica. Tomo medicamentos a diario para seguir funcionando y soy un objetivo de los Servicios de Salud Indígena. A principios de año, me diagnosticaron Trastorno de Estrés Postraumático”.

“Es esa herencia que me conecta a Little Thunder la que hace que esté viva ahora mismo”, continúa. “Intenté suicidarme a los 32 años y algo después, a los 35, comprendí el significado de lo que había ocurrido realmente en la masacre de Blue Water. Aquello cambió mi vida porque me hizo entender que en mi familia tenemos nombres honorables".

Karen Little Thunder.

Karen Little Thunder. Cedida EL ESPAÑOL

"Lo único que sabía en ese momento es que tenía que dejar el alcohol. Luché contra él y contra las drogas y tuve que aprender a perdonarme a mí misma. Aprendí también lo que funciona para mí y lo que no me ayuda y, llegado a cierto punto, sentí el deseo de compartir lo que había aprendido para ayudar a mi gente. Mi viaje personal fue un viaje de sanación y mi hermana fue mi inspiración. No crecimos juntas pero tuvo un papel muy importante en mi vida que me trajo hasta donde estoy ahora”.

“Cuando pienso en mi vida creo que lo peor fue haber escuchado la historia oral de nuestro pueblo demasiado tarde. ¿Que en qué punto se perdió la memoria intergeneracional de nuestra historia? Mis padres tuvieron cinco hijos juntos tras sus matrimonios previos. Aquellos a los que podría llamar medio hermanos hablaban el idioma lakota correctamente".

"Pero luego llegamos nosotras, que no lo hablamos con fluidez, y nos animaron encarecidamente a vivir como el hombre blanco. Fuimos criadas en internados e iglesias católicas. El problema que veo ahora es que no hay absolutamente nada que valga la pena emular en la cultura estadounidense. Mi padre compartió la historia oral con mi hermana mayor Rosalie J. Little Thunder. Él murió en 2001. Y ella la compartió en 2005. Si es que quieres saberlo, culpo de esa quiebra de la memoria al intento de genocidio de los pueblos nativos en la Isla de la Tortuga (denominación nativa de América). Ahora trabajo para identificar y abordar el trauma histórico”.

En la reserva de Rosebud residen cerca de once mil lakotas, que vienen a ser más de un tercio de los sicangu. La mitad vive por debajo del nivel de la pobreza. Como suele suceder en casi todas las reservas que no han sido bendecidas por los dólares de un casino u otra circunstancia excepcional, los suicidios y las drogas son auténticas pandemias y la esperanza de vida es diez años menor a la media nacional.

Little Thunder.

Little Thunder. Cedida EL ESPAÑOL

Actualmente, la tataranieta de Little Thunder carece de un empleo y solo gana algunos dólares (lo que ella llama un 'dinero mínimo') limpiando refugios caninos para una “hermana vecina”. Y a pesar de todo, se siente permanentemente atraída por la reserva. Le pedimos a Karen que nos ayude a imaginar en qué clase de lugar habita y que nos la dibuje con palabras.

“No es fácil estar aquí pero al mismo tiempo amo este lugar”, aclara Karen. “La gente vive en pequeñas casas aisladas que salpican el campo. Los pueblitos pequeños son en su mayoría conglomerados de viviendas e iglesias. La principal industria es la agricultura y la ganadería. Hay tribus cercanas que obtienen ingresos importantes con los casinos, pero en la franja de Prairie Island hay una central nuclear".

"En la universidad donde obtuve una licenciatura en Gestión de Empresas, aprendí que que la soberanía tribal significa tener nuestra propia tierra, nuestra propia lengua y nuestro propio gobierno. Para mí, Rosebud es un refugio, un santuario. La noche anterior tuvimos la primera helada y las hojas han empezado a cubrir mi patio. Es hermoso contemplar esa abigarrada alfombra de hojas ocres y amarillas. Rosebud es un lugar muy bello. Es cierto que tenemos unos niveles muy elevados de suicidios y homicidios. Nos estamos muriendo. Pero también nuestra capacidad de resiliencia está por encima de la media”.

“Y luego está el problema del alcohol y de la metanfetamina, que también ha devastado Rosebud”, continúa. “En teoría, nuestra reserva está libre de alcohol desde 2000, pero honestamente, el alcoholismo sigue siendo un gran problema aquí. Se requiere de una licencia tribal para vender bebidas alcohólicas. Por un lado, hay venta de cervezas legales en la cercana Mission SD. Pero luego, hay contrabandistas por todas partes. Hay un par de lugares donde venden “cerveza de liquidación”, aunque no estoy muy segura de qué significa eso. Tengo incluso parientes cercanos que venden vodka en botellas de agua o refrescos. Son botellas de plástico y mortales. ¿Podría tratarse de algo similar a lo que en Pine Ridge llaman 'skips'?”.

El caballo de Karen Little Thunder.

El caballo de Karen Little Thunder. Cedida

“Tampoco te mentiré”, añade Karen. “Es igualmente cierto que muchas de nuestras reservas están manejadas por “Tíos Tom” (nativos asimilados y complacientes con el hombre blanco). En Rosebud hay opresión interna, nepotismo y mucho crimen y eso es terrible y triste. Pero también veo equilibrio en nuestra gente y me gusta el rumbo que están tomando las cosas, especialmente con nuestra nueva presidenta electa del consejo tribal, Kathleen Wooden Knife, o con mi hermana elegida como representante”.

La primera vez que el nombre de Karen apareció en los grandes diarios norteamericanos fue hace ahora once años, a raíz de la subasta de una casaca india perteneciente a su tatarabuelo que una empresa de Boston pretendía vender por entre 150.000 y 300.000 dólares. El New York Times se refirió entonces a Litthe Thunder como un guerrero de un metro ochenta o más, de apariencia atractiva, con un porte imponente y una inteligencia superior, que lideró un grupo de lakota sicangu que vivía a lo largo del río Platte, en lo que ahora es el centro de Nebraska. El tatarabuelo de Karen saltó a la fama en 1854 después de que soldados del ejército de los Estados Unidos dispararan a su predecesor, Conquering Bear, por una disputa relacionada con una vaca de diez dólares que había entrado en un campamento lakota desde una caravana de carros mormones.

Hay una foto tomada en torno a 1860 que reproducimos en este reportaje donde un Little Thunder anciano posa con esa misma elaborada prenda de piel que la casa de subastas de Boston Skinner comercializaba como “camisa de piel con cuentas y filigranas sioux”. En sus mangas se apreciaban mechones de pelo de su gente o, quizá, restos de cueros cabelludo tomados durante las batallas.

Recurriendo a un abogado, Karen consiguió que Skinner la retirara del catálogo. Han pasado once años desde entonces y nos interesamos por lo que sucedió con esa prenda que ella reclamaba como patrimonio de la tribu. “Sí, en efecto, la subasta se celebró en Boston en noviembre de 2013 y ellos retiraron esa pieza de la colección”, nos aclara. “Lo que ha sucedido en estos últimos 24 años es que mi hermana murió; mi familia se desmoronó; mi abogado y amigo falleció; mi madre también perdió la vida; yo pasé algunas semanas como una sintecho por Rapid City y perdí la tutela de mi nieto, arrancado de mis brazos por el estado como si yo fuera una mala persona... Así que, honestamente, no sabría decirte qué sucedió con la camisa”.

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Imagen de WhatsApp 2024-11-09 a las 10.Karen Little Thunder.42.38_dcb72e3f Cedida EL ESPAÑOL

Karen pasó cuatro años de su vida, de los 6 a los 10, en uno de esos internados católicos donde se desprogramaba a los nativos para que odiaran su cultura y donde se les despojaba de su dignidad humana. Ella encontró el camino de la sanación y de su propia redención cuando redescubrió a su pueblo. Su primo Phil también había luchado contra la adicción recurriendo a modo de terapia a costumbres y rituales espirituales de los lakota como las cabañas de sudor. Karen siguió su ejemplo y, en cierta forma, funcionó. Descubrir su ascendencia fue como recibir indicaciones del viento y requirió que se pusiera sobria.

El cristianismo vino y se fue, aquí, en Rosebud. Aun sigue omnipresente”, nos dice. “Yo no soy cristiana, ni anticristiana, pero odio lo que nos hicieron. Creo que estamos inmersos en ese proceso que algunos llaman sexta extinción masiva (la pérdida masiva de biodiversidad como consecuencia de la actividad humana) y me esfuerzo por no sentir miedo. Estoy aterrorizada, sí, pero también soy pragmática hasta un grado alarmante. Soy una idealista decepcionada y una eterna optimista. Debo mantener la mirada puesta en el futuro. La gente está empezando a acudir a mí en busca de entretenimiento e información en Facebook. Todo es muy extraño”.

El racismo sigue formando parte de la ecuación de su vida porque, después de todo, la sociedad norteamericana continúa tratando a sus nativos como a escoria. “Recientemente fui a Rapid City, que esta a tres horas de Rosebud. Odio esa ciudad tanto como ella me odia a mí, el recordatorio de sus pecados impíos me hace sentir así. Y claro que hay violencia racial allí. Hay muertes misteriosas, demasiadas, y experimentamos el racismo diariamente en nuestras vidas. A veces, de una forma velada y otras, abiertamente, en su rostro más feo. Lo experimentamos para empezar en las escuelas, donde nuestra historia ha sido borrada. Estoy todavía aprendiendo. He vivido experiencias durante el ritual del Sundance (danza del sol) que te dejarían boquiabierto. Sé que nacimos para morir por nuestro pueblo. ¿En qué momento estamos? Trabajando para marcar una diferencia positiva”.