Optimista, soñador y ambicioso. Esas son las palabras que Parsa Jafari ha elegido para describirse, un DJ de origen iraní que con tan solo 10 años se mudó a Madrid junto a su familia huyendo de la Revolución Islámica. Atrevido y rebelde, comenzó sus andaduras musicales desde la clandestinidad, pinchando debajo de un puente si hacía falta.
Estas experiencias las llegó a trasladar a Irán durante cuatro años, revolucionando la cultura underground de Teherán. Parsa ofrecía "libertad" a sus paisanos tocando sus temas en raves ilegales, en un país donde la música electrónica está prohibida. Llegó incluso a jugarse la vida. Pero él, ante todo, sabía que tenía que hacerlo: "Soy un artista".
Cuesta imaginar cómo un país pasa de las excentricidades casi occidentales a las restricciones impuestas por un gobierno islamista, pero esto es una realidad en Irán. Desde la entrada al poder de los ayatolás en 1979 con la Revolución Islámica, sustituyendo al Sah, el pueblo persa se ha visto sometido a las estrictas reglas de un régimen religioso en el que los derechos que gozaban no existen.
Con las normativas de un estricto Estado teocrático la violación de los derechos humanos es más que evidente, aun más en las mujeres. Ellas tienen prohibido el acceso universitario entre otros numerosos espacios públicos. De hecho, Mahsa Amini fue una joven golpeada hasta la muerte por no cumplir con las reglas sobre el uso del velo obligatorio. Este suceso inició una rebelión en el país bajo el grito de Woman, Life, Freedom; el mismo nombre que tiene el próximo disco de Jafari.
Cansada de esta situación, la familia de Parsa buscó una vida mejor en España, pero ocho años después de su llegada al país, el joven productor tuvo que volver a Irán para cumplir con el servicio militar obligatorio.
Como a quien le regalan un balón y se convierte en Messi, a Jafari le regalaron una mesa de mezclas y se convirtió en DJ. A sus 12 años ya estaba trasteando con las teclas, botones, beats y melodías, para que después de nueve años de sus inicios se convirtiera en residente del templo de la música electrónica madrileña: Fabrik.
"Pude demostrar mi talento", explica. Este ingenio lo ha ido desarrollando durante toda su adolescencia y lo ha podido explotar al margen de la legalidad tanto en Madrid como en Teherán. El artista considera que el techno es como una "furia que te mueve" y una "protesta que te libera".
El Irán underground
'Hecha la ley, hecha la trampa'. Una cosa es la represión del Estado y otra muy distinta las formas que tiene el pueblo para evitarla. A sus 18 años, Parsa tenía que cumplir con la 'mili iraní'. "Mi familia tiene negocios allí, yo era rebelde, desafiante, tenía y quería cumplir con mi deber", resalta, y eso hizo.
Como cualquier niño, a los 10 años Parsa no era consciente de la situación social de su país, se adaptó a cualquier cambio. Pero el "golpe de realidad" más palpable fue ver el contraste entre los dos países en los que se había criado cuando volvió ya siendo un adulto. "Me puso los pies en la tierra por primera vez en mi vida", añade.
Las libertades que tenía en España se limitaron en el momento que aterrizó de vuelta en Irán. "Me alegra haber vivido esos dos contrastes, me hizo valorar el esfuerzo que hicieron mis padres. Necesitaba verlo con mis propios ojos, la culpa no es de mi país ni de su gente, solo de quienes lo gobiernan. Fue bastante difícil", dice emocionado en una conversación con EL ESPAÑOL.
Aun así, Jafari se ha creado en la noche, en la fiesta, en la música, y no iba a permitir que las prohibiciones le quitaran una parte de él, de su esencia. "Al principio casi me encasillo, pensé en trabajar en los negocios familiares", dice. Pero la idea duró poco. "Luego empecé a hacer lo que me gusta, lo mismo que hacía en Madrid, lo hacía en Teherán", comenta el artista.
Con mucho talento, una mesa de mezclas, la casa de un colega y el boca a boca, Parsa encontró los ingredientes mágicos para formar en Irán un house party de 300 personas. Los días laborales, hacía servicio militar, pero aquello no lo disfrutaba tanto. Todos los fines de semana al caer el sol, la noche se convertía en fiestas clandestinas en las que cualquier asistente se podía jugar la vida, latigazos, y más castigados. "Cuando eres joven, no eres muy consciente de lo que te puede pasar",argumenta el DJ. "Muchas veces tuvimos que salir corriendo o escondernos para que no nos pillaran", prosigue.
En países como Georgia, los jóvenes se levantaron contra el Estado utilizando la música electrónica como un arma. Estos georgianos estaban cansados de las constantes redadas policiales en las principales discotecas, presuntamente por tráfico de drogas. Ante este escenario, miles de personas se reunieron frente al parlamento para celebrar una fiesta techno.
Las raves iraníes
¿Se imaginan una fiesta ilegal en medio del desierto? Allí se hacen, alejados de la represión y vigilancia de la policía de la moral islámica. "Hay casas que están preparadas, con una insonorización perfecta, equipos de música increíbles, luces… Son incluso mejores que muchos clubs modernos. Como está prohibido, la gente lo hace en sus casas, crean su propio disfrute", explica el DJ.
Para Parsa, su música es su ser, su vicio. Durante su estancia en Irán no podía pasar sin dejar a sus paisanos con un poco de su talento, de esas melodías sin letras que se prohíben en el país. Viniendo de fuera, el artista tenía la posibilidad de culturizar a su gente, darles sonidos, impulsos, vibraciones distintas a las que podían tener acceso. "Cuando llegué, lo que pinchaba era nuevo para ellos, se quedaban flipando", menciona. Como una droga, Jafari solo podía sentir "placer" cuando veía a sus compatriotas disfrutar, bailar y gozar con su música.
"Fueron unos años complicados, pero muy bonitos. De hecho, me quedé dos años más desatando la locura cada fin de semana", detalla Jafari. Para el artista la música es "libertad" y, cada vez que piensa en los jóvenes iraníes que nunca habían sentido el pálpito del techno que pinchaba, se le ponen los pelos de punta. "En la pista de baile da igual de dónde seas, el color o la raza", añade, se crea una sinergia que te incita al desahogo.
Al igual que una película, la carrera en la sombra de Parsa en Irán, tenía que dar un giro dramático. La fiesta, la clandestinidad, el estraperlo para conseguir alcohol, el disfrute de los persas, la libertad nocturna de su pueblo… Todo estaba bien, pero allí no iba a poder cumplir su sueño de convertirse en DJ profesional y dedicarse por completo a la música.
"No podía seguir ocultándome y salir por patas cada vez que venía la policía", declara. Fue entonces cuando decidió que quería compartir su historia y talento por todo mundo, y convertir su techno en una protesta social y una brisa de liberación. Y el sueño se cumplió.
"Los sueños se cumplen"
De pinchar debajo del puente de la M-50 en Boadilla del Monte a crear una comunidad de ravers clandestinos. De revolucionar la cultura underground iraní a tocar como miembro de la casa en el imperio del techno de Fabrik. Parsa ha escogido un camino "complejo", pero "apasionante", pues considera que la música es la única cosa que une a los humanos. Es "magia", como la resume.
Desde su regreso, la producción y ambición musical de Jafari no pararon, hasta que un día la cuna de la electrónica capitalina fichó por él con solo 21 años. "Siempre me he imaginado en Fabrik. Salía de fiesta y yo me veía un día pinchando en sus cabinas. Todavía no me lo creo, ya llevo tocando seis años allí, con los mejores artistas de todo el mundo y, para mí, es como el primer día", dice ilusionado.
En un "parque de atracciones musical" como lo es esta discoteca, el joven DJ tenía que ponerse las pilas para estar a la altura. "Tuve que adaptarme, colorear mi música, producir como un loco, buscar tendencias nuevas, pero siempre sin perder mi esencia". Poco a poco se hizo un nombre en la discoteca, demostró su talento a los jefes y al resto de artistas, y pudo mantenerse en la cima de la noche madrileña, y todavía sigue haciendo.
Si hay algo que el artista tiene claro, es que no se puede empezar por lo alto. En sus inicios se ha tenido que enfrentar a salas completamente vacías. "¿Qué quieres? ¿Tener la sala llena el primer día? Eso no funciona", se preguntaba. Y, efectivamente, las cosas de palacio van despacio. "Aquí se empieza por lo bajo, luego vas teniendo tu público poquito a poco. Si te lo propones, cualquier cosa que quieras, la puedes tener. Y yo me hice un hueco en la escena techno", destaca orgulloso.
Fuerza, energía y dureza
Muchas personas se pasan toda la vida buscando la llave maestra que abre la puerta del éxito, el problema es que no existe. Para el artista hay algunas herramientas que acercan hacia ella y que las ha ido utilizando a lo largo de su carrera: "Trabajo", "constancia", "pasión", son algunas de ellas. Aunque, quizás, lo más importante es "creer" en lo que haces, "creer en tus sueños".
Parsa vive el suyo, un sueño que tiene costes elevados pues la vida del DJ "no es fácil". "Hay mucha inestabilidad, un día puedes estar en lo más alto y al día siguiente no eres nadie. Trasnochar, la fiesta, lo poco que te pagan por sesión…, no es nada fácil empezar si no tienes un respaldo. He llegado a pinchar gratis solo para que me conozcan", menciona. Aunque si te gusta, la recompensa puede ser mucho mayor.
Otro de los problemas que se encuentra en el sector, es el artista internacional. Al parecer del joven productor, España se mueve mucho por los DJ extranjeros en vez de apostar por el género nacional. "Tenemos joyas aquí", resalta, solo que las dinámicas de consumo optan más por el producto de fuera.
Un ser nocturno
La tranquilidad, la sencillez, la serenidad…, son cualidades que no van con Parsa. A su música la define como energía pura, adrenalina y dureza. Es como un "desahogo" moverse a ritmos tan rápidos. "En el reguetón se va a ligar, pero al techno se viene a soltarse, a disfrutar. Mi música es como una furia que te hace olvidar el día a día. Es libertad", afirma.
El artista sabe muy bien a dónde quiere llegar: "Quiero ser de los mejores". Y para hacerlo, el único objetivo que tiene que seguir es el de "no ponerse metas". "Necesito hacer esto toda mi vida, hasta que el cuerpo aguante", cuenta. La música electrónica y Parsa Jafari son el mismo ser, un ser que necesita la noche para vivir. Parsa es un DJ que ama su "lado oscuro". Es un artista nocturno que ha encontrado su "luz" y la "voz de la libertad": el techno.