Los primeros rayos de la mañana calientan la cubierta del LHD 'Juan Carlos I', el buque insignia de la Armada Española, cuando su comandante, el Capitán de Navío Santiago Martínez Mata, observa en el horizonte la ciudad de Valencia. Habla con la serenidad de quien lleva años al mando de personas preparadas para cualquier contingencia. Sin embargo, la misión que hoy lidera no tiene enemigos visibles ni estrategias de combate. Su objetivo es mucho más humano: auxiliar a quienes han perdido tanto a causa de la DANA que azotó a esta región.
"En momentos como este, para nosotros ayudar no es sólo una misión. Es nuestro propósito", afirma con una voz que encierra tanto determinación como empatía. Desde su llegada al puerto de Valencia el pasado 17 de noviembre, estas palabras han guiado cada paso de la dotación, transformando un buque diseñado para la guerra en un refugio, una base logística y un símbolo de esperanza.
El LHD (buque portaaeronaves) 'Juan Carlos I' no sólo es una proeza de ingeniería naval, sino también una herramienta versátil que demuestra el compromiso de las Fuerzas Armadas en momentos críticos. En esta ocasión, su capacidad para adaptarse rápidamente a una emergencia ha sido crucial. Tras relevar al buque LPD "Galicia", que llevaba semanas en la zona, el LHD 'Juan Carlos I' trajo consigo un equipo altamente entrenado, helicópteros, lanchas de desembarco y una determinación inquebrantable para enfrentar los desafíos logísticos y emocionales que plantea una catástrofe como esta.
"Estábamos operando en maniobras en el Golfo de Cádiz y, en menos de 24 horas, nos alistamos para zarpar hacia Valencia. Este despliegue inmediato es la esencia de nuestras capacidades," explica el comandante Martínez desde el interior del buque, al que ha podido acceder EL ESPAÑOL | Porfolio cuando se cumple un mes del trágico 29 de octubre en el que se perdieron más de 220 vidas.
El engranaje de un gigante
Bajo el liderazgo del Capitán de Corbeta Manuel Beltrán, jefe de operaciones del LHD 'Juan Carlos I', las actividades diarias a bordo son un ejemplo de coordinación y eficacia. Cada jornada comienza con reuniones para evaluar las necesidades más urgentes y organizar los recursos disponibles. Helicópteros que sobrevuelan barrancos, lanchas de desembarco que patrullan el litoral y equipos terrestres que limpian colegios y residencias forman parte de un engranaje que no se detiene.
"Nuestra labor consiste en transformar las capacidades del buque en herramientas al servicio de la población. Este barco no sólo es un portaaviones, es una pequeña ciudad flotante que puede ofrecer alojamiento, combustible, comida y atención sanitaria a gran escala," señala el Capitán de Corbeta Beltrán desde el puesto de mandos del navío, en servicio en la Armada desde 2010.
El LHD 'Juan Carlos I' está diseñado para cumplir misiones militares, pero su versatilidad lo convierte en un recurso esencial en emergencias humanitarias. Con helicópteros capaces de llegar a cualquier punto de la provincia en cuestión de minutos y un hospital a bordo con equipos de última generación, el buque representa una respuesta integral y dinámica ante desastres naturales.
"La flexibilidad de este buque es clave. Podemos cambiar de un rol de combate a uno de ayuda humanitaria en cuestión de horas, como ya demostramos en Turquía tras el terremoto", explica el Teniente de Navío Luis Felipe Bausá García, oficial de la dotación. Las capacidades del buque son impresionantes: una rampa anfibia diseñada para lanchas de desembarco y aviones de despegue corto, un hospital con quirófanos y salas de recuperación, y una dotación preparada para enfrentar cualquier situación.
Desde el aire y la tierra
Pero lo que realmente marca la diferencia es la preparación constante de su personal, que entrena para adaptarse a escenarios tan diversos como operaciones militares en el extranjero o rescates tras desastres naturales. Entre las historias que emergen de esta misión, una de las más conmovedoras es la del Capitán Jorge Alejandro Castillo Vila, piloto de la 5.ª Escuadrilla de Aeronaves.
Desde el aire, el Capitán Castillo ha tenido una perspectiva única de la devastación causada por la DANA. "Todo era marrón. Las calles, los campos, los pueblos que conocí de niño… todo cubierto de barro. Es una imagen que no se olvida", dice. Para Castillo, nacido en Valencia, esta misión tiene un significado especial. "Nunca había volado sobre mi tierra, y hacerlo ahora, en estas circunstancias, me llena de orgullo y tristeza a partes iguales".
Además, el piloto destaca cómo los helicópteros del LHD 'Juan Carlos I' han sido esenciales para realizar vuelos de reconocimiento, transportar materiales y personal, y evaluar desde el aire las zonas más afectadas. En varias de sus operaciones, sobrevoló barrancos donde la riada había arrastrado vehículos, permitiendo a los equipos en tierra planificar su extracción para buscar desaparecidos.
Pero no todo es desolación. El Capitán Castillo recuerda con emoción un momento particular: la reapertura de un colegio en Massanassa, donde los infantes de marina no sólo limpiaron las instalaciones, sino que organizaron una ceremonia para devolver la alegría a los niños. "Fue un recordatorio de que nuestra misión no es solo limpiar, sino también reconstruir la esperanza", relata.
El compromiso de servir
Para la dotación del LHD 'Juan Carlos I' cada día en Valencia ha sido un recordatorio del propósito de su labor. El Teniente de Navío Luis Felipe Bausá describe cómo los marineros y soldados se enfrentan al desafío emocional de trabajar en una situación así. "Ver juguetes cubiertos de barro, coches destruidos… todo te recuerda que podría haber sido tu familia. Es imposible no involucrarte emocionalmente", reflexiona.
Mientras tanto, la vida a bordo sigue un ritmo constante. Equipos organizados en turnos de 24 horas aseguran que cada recurso sea utilizado de manera eficiente. Desde preparar alimentos para la dotación y los efectivos desplegados en tierra, hasta coordinar las misiones de búsqueda y rescate, cada miembro del equipo tiene un papel crucial. "Este buque es un hogar, un refugio y una herramienta de esperanza para quienes lo necesitan", añade el Teniente de Navío Bausá.
Hasta ahora, el LHD 'Juan Carlos I' no sólo ha cumplido con su objetivo de auxiliar a las zonas afectadas por la DANA, sino que también ha dejado una huella imborrable en quienes han sido testigos de su labor. Desde su cubierta, la vista del puerto de Valencia es un recordatorio de los desafíos que aún quedan por superar. Sin embargo, también es una promesa de lo que las Fuerzas Armadas pueden lograr cuando se movilizan con rapidez y determinación.
"Estamos aquí para servir, con todo lo que somos y todo lo que tenemos", sentencia el comandante Martínez mientras un helicóptero Sikorsky despega para hacer un nuevo reconocimiento de la zona afectada e infantes de marina del Tercio Armada se marchan a continuar las tareas de limpieza sobre el terreno.
Una vez el buque termine su misión y zarpe del puerto de Valencia, su ausencia dejará un vacío físico en el horizonte de la ciudad. Pero también un legado imborrable marcado por el lodo y el barro. Las personas que lo tripulan habrán cumplido con creces su propósito: estar allí, en primera línea, cuando su país más los necesitaba.