32 años. De Barcelona. Procedente de familia de emprendedores. Estudió Ingeniería Aeronáutica y tuvo un buen empleo en Airbus, pero lo dejó todo y fundó Glovo, la empresa con la que ha revolucionado el mercado español. Diez años después de su despegue, Oscar Pierre se ha sentado delante de una jueza, en su ciudad natal, para declarar por una posible vulneración de los derechos de los trabajadores al no atender los requerimientos que se le han realizado para que los contrate por cuenta ajena. Pierre fue al juzgado el martes; el lunes, escasas horas antes, su compañía anunció que pasará a efectuar esos contratos.
El camino hasta llegar aquí ha sido largo: sus repartidores consiguieron sentencias judiciales a su favor y el Código Penal se modificó para contemplar su derecho a ser contratados. Durante los litigios, Oscar siempre dejó clara su postura, aclarando que su pretensión no era la de crear una gran flota de asalariados: "Mucha gente necesita ingresos secundarios o ganar dinero en periodos transitorios", decía en una entrevista con la extinta revista PlayGround, en 2018. "Lo cierto es que la app para glovers se descarga cada día más, tenemos más de 10.000 de ellos y entiendo que de toda esa gente haya una minoría que no esté contenta", añadía.
Para ir apagando fuegos, Oscar promovía reuniones con los riders que protestaban. También implementó un sistema de valoración para que los glovers puntuaran a los restaurantes según el trato que les dispensaban: los que salían peor parados, dejaban de estar en la lista de Glovo. Sin embargo, desde Riders x Derechos, una asociación que vela por los derechos de los repartidores de cualquier compañía en España, se quejan de que Oscar no acudía personalmente a esos encuentros.
"Con Pierre no hemos tratado. En alguna entrevista hemos coincidido con Sacha Michaud, el cofundador de Glovo, pero normalmente no es Oscar Pierre quien se expone ante los medios. En las reuniones con repartidores igual: es Sacha quien las ha llevado. Oscar sólo se ha reunido con unas asociaciones creadas ad hoc por Glovo para hacer creer que se reunían con los repartidores", denuncia Dani Gutiérrez, uno de sus portavoces, en conversación con EL ESPAÑOL.
¿Cómo nació Glovo?
Con 16 años, el espíritu emprendedor ya le agitaba las venas a Oscar Pierre. Durante ese verano se fue a recorrer en bici Malaui, sin permiso de sus padres. Tras ese viaje iniciático, fundó la ONG Zikkomo, que significa gracias en chichewa, el idioma del país africano, y la destinó a ofrecer becas a mujeres que habían abandonado sus estudios para encerrarse en el hogar.
Ese fue el embrión, el pistoletazo de salida a su carrera como emprendedor. Antes de llegar a Glovo, Pierre estudió Ingeniería Aeronáutica y comenzó a trabajar en Airbus, el gigante indiscutible del espacio aéreo europeo. Pero no le gustaron ni los aviones ni el modelo laboral de la compañía, demasiado clásico a su parecer. Además, achacaba una gran falta de motivación entre sus compañeros.
Tras un viaje a San Francisco, cuna de otras grandes startups como AirBnb, pensó crear una empresa que, como la citada, también basara su éxito en acabar con los intermediarios, y así surgió Glovo. Buscó y encontró financiación. Se unió a Sacha Michaud y, como hiciera su padre Oscar Pierre Prats (fundador de la consultora digital Aggity, con la que nos hemos puesto en contacto sin obtener respuesta hasta el momento), se lanzó al emprendimiento fundando la firma de la icónica mochila amarilla.
Había mamado desde la cuna el esfuerzo y la puja por sacar un negocio adelante: "De madrugada, (mi padre) siempre estaba trabajando", contaba Oscar a PlayGround, "imagino que son imágenes que se te quedan de un martes a las dos de la madrugada cuando te levantas al baño. La disciplina la he visto en casa".
En la misma conversación Pierre relataba que su principal quebradero de cabeza en esos primeros años fue enfrentarse a las temidas rondas de financiación: "Es como salir cada noche a ligar, poniéndote guapo y estando en forma y no pillar. Que te digan que no todos los días", aseguraba.
"El desgaste emocional es brutal. Te vas a pedir dinero a Londres o a París, delante de auténticos tiburones, y les sigues pareciendo africano por venir de España, aunque luego vuelves a la oficina, ves a la gente entusiasmada y vuelves a cargarte de energías para ir a estrellarte contra el muro". Después han venido las sucesivas demandas judiciales y la actual investigación focalizada en su persona: plato de peor gusto.
Defensores del modelo Glovo
Con el reciente anuncio de Glovo de la contratación a los riders, se han disparado los comentarios en redes sociales. Algunos usuarios de X, antes Twitter, que aseguran ser repartidores de la compañía, han mostrado su completa oposición ante la futura contratación. Es el caso de @BraddeyRM, quien se manifestaba así contra la decisión empresarial: "Llevaba meses buscando trabajo sin éxito. Me hice autónomo y empecé en Glovo, me gano la vida (bien) como repartidor, ahora gracias a esto me quedan dos opciones: irme a la calle o tener un contrato de media jornada que no me dará ni para el alquiler. Muchas gracias".
Iba más lejos Eros Francisco, quien aseguraba esta semana en la red social que ha trabajado en Glovo y conoce a compañeros que ganan a la semana 3.000 euros (eso sí, trabajando 10 horas al día durante los siete días de la semana): "Si esa misma gente pasa a contrato, van a trabajar 3 días 6 horas por 500 euros a 800 euros. Gracias por la Ley Rider, supongo".
EL ESPAÑOL ha hablado con Javier Pérez, un rider de Glovo que lleva trabajando para la compañía desde febrero de 2018, y que se ha personado en la causa contra Pierre a través de la Confederación General del Trabajo (CGT)."Yo ahora mismo estoy en torno a los 900 euros (netos, descontando ya la tarifa de autónomos) en esta época del año, trabajando unas 40 horas semanales. Para levantarse los 3.000 euros de los que hablan algunos tienes que hacer unos 800 pedidos al mes. Son cosas de flipado que llevo escuchando toda la vida, sin entender todavía qué hacen para conseguir ese dinero. Igual el algoritmo les premia y siempre tienen pedidos, pero harán u 80 horas a la semana".
Este repartidor también denuncia la situación de las cuentas de trabajo alquiladas por migrantes sin permiso de residencia: "Es la única salida que encuentran al llegar aquí. Más o menos las condiciones es que un 30% de sus ganancias se las queda el dueño de la cuenta, y el 70 restante es para ellos. Les aprietan para hacer x cantidad de dinero, y todos los meses sale algún caso de alguien que no les paga y se queda con todo su dinero".
Pregunta.- ¿Cree que Oscar Pierre está al tanto de esta situación?
Respuesta.- Sí, claro. Y puso reconocimiento facial para evitarlo. Pero se esquiva fácilmente, salvo en casos muy evidentes a los que les ha cerrado la cuenta.
"El aviso siempre salta con una periodicidad, ahora lo hace pasadas 24 horas del último escaneo, al tercer pedido que entregas. Entonces tú escribes al dueño de la cuenta, te desconectas un momento, se conecta él, hace el escaneo y ya se vuelve a conectar la persona que está trabajando la cuenta".
Javier celebra la próxima contratación pues, dice, así pasará a cobrar el salario mínimo."No sabemos qué convenio aplicarán ni cuántas horas me contratarán, pero de entrada eso garantiza unos 8,80 euros la hora, que ya es más de lo que cobras ahora. Alguna noche cobras más, pero si sales a las 10 de la mañana, por ejemplo, ganas 4 euros la hora".
La competencia
En el pastel del reparto a domicilio muerden en España otras compañías como Just Eat España o Uber Eats. Deliveroo, que compartió tarta con ellos y con Glovo, salió de nuestro país tras la entrada en vigor de la Ley Rider.
Just Eat opera en nuestro país desde 2010 y cuenta con una plantilla de más de 2.500 personas, todos ellos asalariados. Todos sus riders están contratados, ya sea a través de la propia empresa o mediante empresas de trabajo temporal. Por ello la compañía ha demandado a Glovo, achacándoles competencia desleal, y les reclama un total de 295 millones de euros en concepto de daños y perjuicios.
"Numerosas sentencias han condenado a Glovo por contratar a repartidores como falsos autónomos y vulnerar la normativa de Derecho Laboral. Esto sitúa a Just Eat España en una clara situación de desventaja competitiva, ya que Just Eat España, tal y como exige la ley, sí contrata a los repartidores por cuenta ajena, incurriendo en elevados costes adicionales”, ha indicado en un comunicado la compañía. Calcula que Glovo ha ahorrado más de 645 millones de euros contratando a falsos autónomos en los últimos años.
EL ESPAÑOL se ha puesto en contacto con Just Eat para formularles unas preguntas sobre su demanda, y conocer su opinión sobre las declaraciones de Pierre en el juzgado. En un primer momento accedieron. Después, tras haber exigido el envío de las preguntas vía mail, han desestimado su participación en este reportaje sin explicación alguna.
Por su parte, Uber Eats, la tercera gran empresa del sector, optó por trabajar con flotas de mensajería que han contratado a miles de repartidores, cumpliendo así con la normativa laboral. También han protestado por la dificultad que encuentran a la hora de encontrar repartidores: muchos, dicen, preferían trabajar como autónomos para la empresa de la mochila amarilla.
El futuro de Pierre y Glovo
Hace ahora seis años Oscar Pierre contaba a PlayGround que trabaja más de ocho horas diarias ("Trabajando 8 horas al día no llegas a ningún lado", decía), y que en su tiempo libre le gustaba montar en bici y el kitesurf, además de escaparse fuera de la ciudad cuando es posible.
El martes pasado, ante la jueza, Oscar sostuvo que con la decisión de contratar a sus repartidores procura la paz social y el cese de la batalla con las autoridades laborales. Su declaración es un eslabón más en un proceso judicial que apenas despunta, y que podría no llegar a juicio en caso de acuerdo entre las partes, o bien alargarse durante incluso un año entero.
Por el momento se encuentra en fase de instrucción, de modo que la magistrada investiga si la denuncia de la fiscalía sobre Glovo tiene base, y si hay caso. El sindicato CGT está personado como acusación particular, y se está debatiendo si procede aceptar otra acusación, en este caso popular.