Pablo Carbonell es un hombre de existencia exagerada, hilarante, encantadora, bestial, infantil, conmovedora, descarada. Es un sonajero. Es un pequeño milagro desordenado. Es de esos que caen de pie porque son los niños mimados del mundo aunque soplen más de sesenta tacos.
No me puedo enfadar con él, no puedo, cuando llega 45 minutos tarde a esta entrevista en la cafetería del Círculo de Bellas Artes. He ensayado un poco caras de tirantez para hacerme la profesional, pero se me pasa todo al verle entrar, destartalado y genial como es, recordando las promesas que nos hizo vía móvil para comprar nuestro tiempo de espera: “Por favor, pídete lo que quieras que yo me encargo…”. Nada, nada, con un cafecito tiramos.
Carbonell no se disculpa y no siente ninguna vergüenza porque no la tiene, y menos mal. Sólo dice, sonriendo: “Sufro por vosotros”. Un poco como Jesucristo. Pero en este caso es mentira, Pablo no sufre, Pablo se lo pasa pipa. La vida mola, aun con sus amarguras, y él lo sabe. Lo sabe porque ha participado de su molar.
Niño de Cádiz con padres ultrarreligiosos que se vino a Madrid a pulsar la alegría y la farándula, hijo predilecto de la noche y La Movida, mago de lo suyo en Los Toreros Muertos, o La bola de cristal, o Caiga Quien Caiga. Qué tipo más ecléctico. Fue adolescente hasta los 50 años. No se quiere bajar del carro. Quiere jugar. Es el punk y es el pop. Tiene el histrión y la cosa vitriólica pero también una enorme mirada compasiva y tierna hacia el mundo.
El tipo es cultísimo. Un flipado del lenguaje. Suerte que usa sus poderes intelectuales para hacer el bien y no para atrincherarse en una vieja silla polvorienta donde mirarnos con superioridad. Ahora ha vuelto con un álbum nuevo de Los Toreros Muertos. 32 años más tarde. Casi nada. Rocanrol, rumba, psicodelia, surf, country. Un chico para todo. Con ustedes, el rey de la sátira cañí.
100.000 copias vendidas en una semana es el tramposo nombre de vuestro disco. Mira que os gusta…
Yo confío en que la mayoría de nuestro público no suele ir al neurólogo y no se entera de la mitad de las cosas que decimos. Aunque lo repitamos mil veces, mucha gente no se enterará de que no son nuestras copias vendidas, evidentemente.
¿Quién pensaría eso en 2024 en España, verdad? ¿Estamos todos locos?
La gente está muy despistada, incluso personas de probada solvencia. Cuando lo presentamos ayer hubo personas que aseguraron que hoy seríamos el tema de conversación de actualidad.
¿A “los otros” siempre les falta un hervor?
A todos nos faltan muchos hervores, pero tenemos que optar por una especie de demencia transitoria. Nos provocamos un estado semicomatoso para poder afrontar la realidad.
¿Cómo ha cambiado Pablo Carbonell en estos 32 años que han pasado desde que Toreros Muertos lanzó su último disco?
No he cambiado nada.
Esperaba de ti una verdad esencial.
(Ríe) He aprendido muchas cosas, pero digamos que la versión de mí mismo ya la tenía bastante desarrollada con 20 años, cuando empecé a dedicarme a la sátira musical y a intentar que todos los personajes que interpretase estuviesen mal de la cabeza. Eso es casi de serie. ¿Qué ha cambiado? Bueno, mi forma de divertirme en la cama ahora es leyendo. No, no es gracioso.
"Mi forma de divertirme en la cama ahora es leyendo"
Jamás me lo creería, por favor.
Es una de las cosas que más me gusta hacer en la cama, pero hay otras cosas que también me gustan mucho. Me gusta el contacto humano.
¿Perdiste el sexo, drogas y rock and roll o es que tampoco hubo para tanto?
La culpa de todo la tiene el que inventó los vasos de maceta. La gente se dio cuenta de que había un fraude con los vasos de tubo: los llenaban de hielo y les ponían muy poca ginebra… y cuando la gente empezó a exigir sus bebidas en vasos de maceta, los bares tuvieron que cerrar porque no podían discutir con tantos clientes insatisfechos que no se emborrachaban con un gintonic. Esto ha derivado en que el contacto humano ha menguado, la gente sale mucho menos y se emborracha en casa o lio por aplicaciones. ¿Quién se cargó La Movida, quién se cargó la vida social…? Los vasos de maceta.
¿Echas de menos aquello? Decía Sabina que él por los excesos sólo sentía nostalgia.
No echo de menos las drogas. Creo que volveré a ver amanecer en la playa. No voy a renunciar a pasar una noche de corrido, pero lo puedo hacer perfectamente sin demasiados aderezos. Yo tuve una época drogadicta a partir de la primera separación que tuve, desde el 93 al 96. Siento que repetía cada día la misma noche. Eso me hizo ver el gran potencial que tiene la droga para convertirte en un torbellino… en un torbellino de movimiento que no se desplaza.
Ah, eso de los viajes en estático.
Sí, yo tuve un viaje estático de tres años. No paré de hacer cosas absolutamente inútiles. Lamento ese tiempo, pero aprendí lo que no se debe hacer. Hay gente que sigue llevando esa vida. No sé cómo pueden, son duros.
Son duros como una piedra de Chipiona, que diría Lola Flores de Rocío Jurado.
(Ríe) Efectivamente, Rocío Jurado era una fuerza de la naturaleza. Pero bueno: a veces me apena que haya personas que no pueden salir de ahí. Dices “coño, se ha suicidado tal”. Y no se ha suicidado, le gustaba vivir, pero no podía soportar un día de resaca y empalmaba, y empalmaba… era eso o tirarse por una ventana. Hay gente que prefiere estar borracha para sobrevivir. Yo lo he pasado muy bien y lo he pasado muy mal, pero las noches buenas, buenas, las puedo contar con los dedos de una mano.
Pues cuéntamelas, ¿no?
En tres años hubo dos grandes noches: en una conocí a una chica estupenda…
"Tuve una época drogadicta de tres años donde repetí cada día la misma noche: hasta que me enamoré de una mujer que me sacó de allí"
¿Te enamoraste?
Sí. Encontré a la mujer que me sacó de ahí.
Qué bello.
Ella me hizo confiar en mí mismo. Tanto que escribimos un libro juntos.
El mundo de la tarántula.
Sí. O sea, que alguien te dé tanta confianza como para escribir un libro... y con ella... es mucho, ¿no? Y la otra noche fue una en la que acabé cantando mano a mano con Charly García en la cocina de un bar. Esa noche mereció la pena. En serio, ese tipo es el padre del rock en español, aunque sea prácticamente desconocido en España. En fin, me considero un tipo muy afortunado.
¿Y cómo ha cambiado España en estos 32 años? ¿Cómo cambió la forma de percibir el rock and roll, de percibir la sátira, de percibir la insurgencia…? ¿Somos más pacatos que antes?
Tenemos que tener mucho cuidado porque ahora hay mucha gente que nos puede noquear con su ira, como sucede en las redes: me asomo y me golpean en el hígado con una facilidad pasmosa. La gente tiene más tendencia que nunca a opinar sobre los demás. Hubo un tiempo en que la opinión nos resultaba muy divertida porque estábamos en la fiesta de la libertad de expresión, pero ya no lo es, porque se ha democratizado, y quien falte más el respeto al de al lado es quien consigue más seguidores. Se meten con la gente que baja a la arena. A mí esto me duele, me da asco, me parece gente muy triste.
"No existe nadie con tan poco cerebro o confianza en el ser humano como para pensar que el comunismo pueda funcionar"
Antes era la derecha la constrictora, quien nos decía cómo teníamos que vivir y pensar. ¿Ese patrimonio lo tiene cada vez más la izquierda?
Yo creo que la derecha y la izquierda están bastante desdibujadas. Todo es derecha. No creo tampoco que exista nadie con tan poco cerebro o con tanta confianza en el ser humano como para pensar que el comunismo pueda funcionar. Tenemos que estar de acuerdo en que es una dictadura muy fuerte.
De ahí al turbocapitalismo hay algún café.
Claro que el capitalismo es un capitalismo exacerbado y eso es muy preocupante también. Hay que procurar que haya unos derechos laborales, que a la gente se la proteja, que la gente que no tenga privilegios pueda optar a una educación y formarse, etc, etc. Tenemos que procurar una sociedad más equilibrada donde la cuna no importe tanto, y esto son ideas de izquierdas pero también de sentido común. Son elementales para la convivencia. No creo ya mucho en derechas o izquierdas, en serio, hay que enterrar esos conceptos. No hemos dado muchas leches con ellos, muchas hostias… que no me gusta la palabra hostia, pero bueno…
¿Garrotazos?
¡Eso! Mira qué bonito. Nos hemos dado muchos garrotazos goyescos.
Dices que El vals de los balseros debería haber sonado en el entierro de Fidel Castro.
Sí, y eso que le conocí y me cayó muy simpático. También leí “Antes de que anochezca” de Reinaldo Arenas, que habla de la crueldad del sistema castrista con los homosexuales, que fue una cosa brutal. También le conocí…
¿A quién no has conocido tú?
He conocido a mucha gente. Pero a Reinaldo le vi de lejos, le miré, solamente, una vez que vino a dar una conferencia a Huelva, y estuve cerca de ese gran mártir.
Eres como Nacho Vegas cuando se llama a sí mismo “el hombre que casi conoció a Michi Panero”.
(Ríe) Claro, a Michi también le vi mucho. En los bares, te puedes imaginar. Era una persona… ¿cómo decirte? Que no se mordía la lengua. A mi admirado Javier Krahe le dijo una vez “anda que si la envidia fuera tiña…”, refiriéndose al éxito de Sabina. Joder, no tenía filtros. Y su hermano Leopoldo era una bestia poética. Escribía con sangre. Luego también hacía cosas bastante repugnantes. Su biografía, Al borde del abismo, es muy recomendable. En fin, El vals de los balseros habla de un tema tan serio como es el de la gente que tiene que irse de su tierra o de su casa, la guerra por el hambre o la falda de libertad. Toreros Muertos somos eclécticos… pero este tema cae como una losa. Nos gusta tocar todos los palos. Le pedí a Estíbaliz, de la que me enamoré hace muchos años, que la cantara conmigo, y me dijo que sí.
Así que las mujeres te dicen que sí.
Si, en general, me lo dicen (ríe). También Clara Alvarado, o Susan Vuaghan, la cantante de Los Gandules, u Ondina Maldonado. Han cantado conmigo. Sí. Me apetecía. ¿Esto es un disco inclusivo? Las chicas ponen voz. Luego hay colaboraciones con Ariel Roth o con Víctor Elías.
¿A qué gran mujer te hubiera gustado rechazar?
A Margaret Thatcher. Es una pregunta curiosa.
Mucha gente me dice “a La Pasionaria”.
Debía de ser una mujer simpática. Me gusta que confesara que nunca le dio la mano a Stalin. Por lo menos agradecía el sentido del humor de Indalecio Prieto (ríe).
"¿A qué gran mujer me hubiera gustado rechazar? A Margaret Thatcher"
¿Cuál es la mejor persona… y la peor que has conocido en tu vida?
La mejor seguramente será Nelson Mandela, a quien conocí y flipé, claro, porque estuvo encantador conmigo y era un tío que consiguió perdonar a sus torturadores. ¿Y una persona mala…? Esa, esa, la misma que tú estás pensando (ríe).
¿Tú has sido la oveja negra, como dice el título de tu canción?
Yo he tenido mucha suerte. Aunque cuando me fui de mi casa, mis padres estaban convencidos de que volvería a las dos semanas muerto de hambre.
¡El hijo pródigo!
Conseguí resistir… y al año regresé convertido en la persona que yo quería ser. Me gusta que te hayas fijado en esa canción. Puede llegar a ser un himno generacional sobre la complicación que tiene la juventud para acatar sus expectativas. Es normal hundirse. Mucha gente se hunde en la decepción.
¿Qué edad tiene tu hija, que, por cierto, es maravillosa?
16.
¿Cómo miras a la juventud de hoy desde sus ojos?
Bueno, es muy difícil, porque una chavala de 16 no es la persona más transparente para un padre. Pero lo tengo totalmente asumido. Intento hablar con ella… y hablo con ella.
¿Qué tipo de padre eres?
Como padre fui un desastre. Mi primera hija la tuve con 27 años. Estaba yo en plena efervescencia. Pero como abuelo (porque ahora me puedo considera abuelo de Mafalda) creo que soy muy bueno. Tengo capacidad para escucharla. Le tengo un gran respeto. Y además, mi peterpanismo me permite ponerme en su lugar. A los adolescentes hay que comprenderlos, sobre todo las personas que no hemos terminado de pasar por esa enfermedad (ríe).
"Fui un desastre como padre: tuve a mi primera hija a los 27 años y yo estaba en plena efervescencia. Ahora me siento abuelo de mi segunda hija y eso lo hago muy bien"
¿Qué sabes tú de las mujeres que no supieras con 18 años? En ‘No se puede surfear el río Manzanar’ habla un hombre que ha recibido calabazas pero que quiere hablar de otra cosa…
Era un poco la contestación a “Aquí no hay playa”. Hace tiempo que no se le hace una canción a Madrid, ¿no? Y además, Toreros muertos no habíamos hecho nunca una canción de surf. Mira, mi concepto hacia las mujeres ha cambiado, como ha cambiado también el concepto de las mujeres hacia sí mismas. Creo que la revolución femenina ha sido muy positiva para todos. Ahora os quiero más que antes. Antes os quería…
¿Menos?
(Ríe) No, no es eso, joder, pero es que en los ochenta éramos todos un poco de usar y tirar. Hombres y mujeres. Teníamos los bares como punto de encuentro, y si te encontraba, bien, y si no te encontraba, pues me encontraba a otra o ellas se encontrarían a otro.
Barras de bar, vertederos de amor, que cantaba Manolo García.
O “es la falta de amor la que llena los bares”, que canta El Lichis.
Esa es buenísima.
Ya ves.
Se habla ahora de amor líquido, como si el de antes fuese sólido o algo. Grumoso quizá sí.
(Ríe) ¡Bueno! Es que ahora es mucho peor, en serio te lo digo. Los chavales de ahora son muchísimo más posesivos. Esto no sé cómo lo vamos a erradicar. Supongo que algún día tendremos que quitar los móviles de nuestra vida y ese control que ejercen sobre todos.
Le cantas a ‘La patriótica’, que resulta ser una mujer. ¿Tú tienes patria, Pablo? ¿Eso se come?
Mira, yo hago mía una frase que le escuche a Fernando Fernán Gómez hablando de su admirado Gila, creo que se la escuchó decir a él: “La patria es una fantasía. Es una mentira de los poderosos para mantener sus privilegios”. Yo estoy de acuerdo. Yo he encontrado mi sitio en la India o en Senegal o en Finlandia igual que en España.
"La patria es una mentira de los poderosos para mantener privilegios. Yo he encontrado mi sitio en la India o en Senegal igual que en España"
No eres… más español que otro cualquiera.
Yo quiero mucho a España, pero, ¿qué pasa? A lo mejor me flipa también Mongolia. No lo sé porque no he estado. Bueno, me gusta España, me gusta la gastronomía y la gente. Somos seres humanos, parece.
En otra canción hablas del sufrimiento de las clases altas. ¿Crees que es verdad esa cursilería que dicen algunos de que todos sufrimos igual, da igual lo que tengamos en el banco?
¿Recuerdas la imagen del nombramiento del rey Carlos de Inglaterra? Se puso histérico por un tintero. ¡Sufría! Le iba a dar un ictus con el tintero en la mesa… mira, somos gilipollas, directamente. La gente es gilipollas.
Unos más que otros.
Sí, pero esto es lo de siempre. Tú puedes tener un jardín estupendo, que como te falte una piedrecita en el mosaico de la fuente, te vuelves loca y te pasas toda la mañana buscándola… estamos insatisfechos. Necesitamos de la paranoia. Había una serie que se llamaba ‘Los ricos también lloran’. Eso es muy antiguo, tú no la conocerás, ¿no? Me suena de casi cuando se estaba haciendo La bola de cristal. De comentárselo al guionista. A los ricos que sufren por tonterías hay que mandarlos con urgencia a la India. Cuando vuelves de ahí, ya no puedes quejarte de que tu jersey tenga bolitas o de que la toalla raspe lo mínimo. Me divierte el sufrimiento de los aristócratas, por eso hemos hecho una canción sobre ello.
Oye, hablando de cositas de alta alcurnia, ¿qué te ha parecido el retrato de los reyes?
Bueno, hablamos de una fotógrafa que ha sido portada de la revista Rolling Stone. Entiendo que es neoyorquina, es decir, que es de un país donde lo de la monarquía le debe sonar a algo siniestro.
El rey sale más siniestro que la reina.
Ellos están muy dignos y tal, pero es el entorno lo que resulta siniestro. Ella está contando que la monarquía pertenece a un mundo anciano, sin restaurar, como las hilanderas (ríe). Los retratos son de cuento de terror: y lo son porque ella entiende así la monarquía.
"Yo creo que Felipe de Borbón sería un gran presidente de la República"
¿Y a ti qué te parece?
A mí me parece que la monarquía es un sistema digamos bastante caducado, bastante amortizado. Pero ciertamente la tribu nacional necesita de un eje. Somos simbólicos. Necesitamos un símbolo para oscilar a su alrededor, da igual que sea presidente la república o monarquía… pero mira, te digo una cosa: a mí me parece que Felipe de Borbón sería un gran presidente de la República. A mí este tema me la pela un poco. Mi mundo es otro, que diría María Jiménez. Los que se matan por sus ideales son personas ignorantes.
Háblame del panorama cultural, ¿no? Ayuso ha quitado dinerito de los museos de Madrid para dárselo a los toros. ¿Esto, qué?
Pues esto no lo sabía. A mí me gustaría que la gente leyera más y que conociera más la historia. El otro día cometí la temeridad de ir a ver Gladiator, y eso que yo me lo he leído todo de Santiago Posteguillo.
He visto que hay tiburones en el coliseo.
Sí, sí, hay una batalla naval. No sé, la historia no necesita maquillajes ni melodramas. Se basta por sí misma. Necesitamos que la gente apague la televisión, que se desenganche de las redes y que se ponga a imaginar. Estamos perdiendo la imaginación y eso sólo puede traer errores… y terrores. La cultura es lo contrario a la violencia.
Hace tiempo dijiste que le habías retirado el voto a Iglesias. ¿Y a Sánchez?
Yo soy progre, porque entiendo que hay muchas cosas que mejorar, y otras muchas que para conservarlas tienen que cambiar. Pero odio el enfrentamiento y no tengo ninguna cintura para aguantar nada de eso. Vivo en el campo muy feliz. Salgo a caminar y sólo veo vacas. Yo de Sánchez sé lo que me cuenta la gente porque me da igual, prefiero a las vacas. La gente me cuenta cosas de él muy dispares, pero nunca le he conocido. Si lo hiciera, que me encantaría, porque soy una persona muy curiosa, le saludaría e intentaría no hablar de política.
¿Observarías su belleza?
(Ríe). Mira, te voy a decir quién es mi líder político favorito aunque no coincida en su argumentario. Es el orador más brillante del Congreso. Es Gabriel Rufián. Me lo pondría en bucle en mi casa para escucharle. Ojalá se apartase de su partido y se presentase a las nacionales, yo creo que sería un gran presidente de todos los españoles, y te prometo que yo le votaría a ciegas.
¿A quién harías tú ministro de Cultura?
A Wyoming. A Jordi Galcerán. A Luis Landero.