Emilio Fernández de los Santos, Caracafé,  con su guitarra en la gala de navidad de la Fundación Alalá.

Emilio Fernández de los Santos, Caracafé, con su guitarra en la gala de navidad de la Fundación Alalá. Wilfredo Wolf

Reportajes

Caracafé, el guitarrista de las Tres Mil Viviendas que estuvo 20 años con Pata Negra y saca a niños en riesgo de la calle

Impulsó la Fundación Alalá, en la que cada año 400 niños del Polígono Sur y de Jerez en riesgo de exclusión aprenden guitarra, percusión o cante para crearles un hábito social y que no abandonen los estudios: tienen 30 becados cursando carreras universitarias.

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Es choquero porque nació en Huelva hace 64 años. "En las marismas me he criado, entre coquinas y chocos", ilustra. Pero sus raíces se hunden en el Polígono Sur, donde Emilio Fernández de los Santos, 'Caracafé', se mudó con la familia siendo muy chico y donde es respetadísimo por varios motivos. Por citar dos: no abandonar las Tres Mil Viviendas pese a la fama de ambos, la que tiene el barrio y la que él tiene como artista, y por ser el artífice de una labor social que ha logrado sacar de la exclusión a cientos de niños en riesgo. 

De esto último es lo que más le apetece hablar a Caracafé, un sobrenombre que le puso su hija pequeña cuando tenía cuatro años. "Me lo dijo mientras me acariciaba la carita y como lo oyeron varios amigos, ya se me quedó". Gitano, en su casa se respiraba el flamenco como expresión y como alegría. "Mi padre hacía el compás de las palmas cuando yo estaba en la barriga de mi madre". A su padre, con añoranza, aludirá el guitarrista varias veces durante la conversación que mantiene con EL ESPAÑOL. 

Con 6 o 7 años ya sabía el niño Emilio que quería ser guitarrista. "Para entonces, Paco (de Lucía) tenía 15 o 16 y ya era un genio. Me inspiraba él, en Sabicas, en Niño Ricardo... los grandes maestros, que no se deben nunca perder". Recuerda que lloraba en su casa para que le compraran una guitarra, hasta que la consiguió. Ya nunca se separó de ella. Mientras los niños jugaban al trompo o a pídola, el pequeño Emilio escuchaba vinilos y aprendía a tocar la guitarra de oído.

Con 14 años le dijo a su padre que quería dedicarse a la guitarra. Para que no se negara, a continuación le espetó que tenía un contrato por delante. "Él quería que yo estudiara". Pero Emilio se fue a los tablaos a tocar. Con 19 años empezó con sus primeras grabaciones acompañando a Manuel Molina o Paco de Lucía.

Caracafé toca la guitarra esperando a que los niños de la Fundación Alalá comiencen el ensayo .

Caracafé toca la guitarra esperando a que los niños de la Fundación Alalá comiencen el ensayo . Wilfredo Wolf

En su trayectoria se cuentan sus 20 años junto a Pata Negra, y otros artistas como Niña Pastori o Manzanita. Su guitarra suena en tres bandas sonoras y aparece en cuatro películas. muy recordada es su participación en la última Bienal de Flamenco de Sevilla, en compañía de Raimundo Amador. Tiene seis guitarras. Cuatro normalitas y dos buenas. Una de ellas "es una obra de arte y fue hecha en 1930". Cuando la coge, se arranca con un punteo más propio del blues que del flamenco.

-Emilio, vamos a ver, eres un flamenco rockero.

[Emilio responde con una carcajada]

"Al principio yo me daba cuenta de que me faltaban medios. Me faltaba técnica y formación. Luego todo lo aprendí por mí mismo. Fui totalmente autodidacta. Ahora te pones un video y lo ves a cámara lenta. Yo solo tenía un tocadiscos". 

EL artista, posando para EL ESPAÑOL.

EL artista, posando para EL ESPAÑOL. Wilfredo Wolf

-Pero ¿tú qué es lo que querías, Emilio?

-Yo lo que quería era ser reconocido. Me costó mucho, no es fácil: hay que ser bueno, hay que ser constante, te tiene que apasionar... y hay que tener suerte.

Eso mismo es lo que le impulsó, hace diez años, a fundar una oenegé. "Yo veía las necesidades del barrio de las Tres Mil. Había muchísimo absentismo escolar. Y yo es que me acuerdo cuando mi padre me decía que siguiera estudiando. Me veía reflejado. Y yo, que lo logré sin estudiar, tenía la oportunidad a mi alcance para poder hacer algo. En el fondo, es inculcarles valores, respeto y hábitos para que sigan estudiando". 

La Fundación Alalá

Caracafé se puso en marcha y dio con gente buena. "Muy buena. Maravillosa". Lo primero que le espetó a uno de los empresarios que patrocinó la iniciativa es "que no me diera una bolsa de caramelos para un año. Este proyecto, para funcionar, tenía ser de entre 15 a 20 años". Hoy cumple diez, y cuenta con el apoyo de empresas y entidades como la Fundación Konecta, Fundación La Caixa, Fundación Mapfre, Fundación José Manuel Entrecanales, Reale Seguros, la Fundación Cajasol, Universal Music o la Universidad Loyola, entre otros muchos. 

"El flamenco es en la Fundación Alalá una herramienta que sirve para ver las capacidades de los niños". Lo dice el propio Caracafé, que imparte las clases de guitarra en Las Tres Mil. La iniciativa creció tanto que se extendió hasta Jerez de la Frontera, donde ha acudido el guitarrista para participar en la sesión de clausura del trimestre. Una gala de Navidad en la que actúan los niños y niñas de Jerez y Sevilla para ofrecer todo lo aprendido: cante, baile, percusión, guitarra, teatro, artes plásticas... por haber, ya ofrecen hasta deporte.

El artista, saludando a los niños de la gala de Navidad.

El artista, saludando a los niños de la gala de Navidad. Wilfredo Wolf

A la meta están llegando ya los 30 alumnos de la escuela que disfrutan de becas para estudiar carreras universitarias en al Universidad Loyola. O el chico que empezó como alumno en la Fundación hace diez años y hoy es profesor. "O el chico que se le becó para estudiar seis meses Informática en Madrid y han descubierto que es un genio, y con 18 años ya está contratado y se lo rifan las empresas". 

Para el guitarrista, todo radica en las etiquetas. Niños que por vivir y crecer en el lugar en el que lo hacen, no se les da una oportunidad. Cuando la tienen, arrasan. Eso lo dice un gitano del Polígono Sur. "La droga en las Tres Mil Viviendas existe. Pero también hay gente humilde y honrada, que quiere vivir bien. Eso no se cuenta. Tampoco que es un barrio alegre y precioso. Tampoco que nos volcamos con los afectados por la DANA. La gente donaba hasta lo que no tenía, vaciando sus neveras. No es tan fiero el león como lo pintan". 

Los profesores de Alalá, en el escenario.

Los profesores de Alalá, en el escenario. Wilfredo Wolf

Hay nervios entre los alumnos y también entre los profesores. El primero, Caracafé, que se pasea por el escenario y se sienta en un cajón, luego se levanta y se pega un taconeo, y a continuación canturrea. Luego, observa los ensayos. "El objetivo no es que sean artistas. Es que estudien", vuelve a insistir Emilio, quien hoy entiende perfectamente a su padre. "Yo a veces echo de menos haber estudiado. pero yo he llegado a donde quería. Estos niños... pues alguno hay que lo ves artista, pero otros no. Y no se puede quedar ninguno por el camino".