La Historia "oficial" dice que holandeses y británicos cartografiaron y descubrieron Australia y Nueva Zelanda entre los siglos XVII y XVIII, pero existen pruebas de que, un siglo antes, una carabela española ya había transitado por esos territorios, la San Lesmes. Este navío era parte de una expedición que había partido desde La Coruña el 24 de julio de 1525 y dejó allí descendencia y retazos de nuestra cultura.
Los marinos españoles, en su mayoría gallegos, se establecieron y mezclaron con los nativos, lo que podría explicar que, siglos después, exploradores europeos como James Cook se encontraran una población con rasgos occidentales en Oceanía. Además, dejaron huella de la lengua gallega en algunos topónimos y palabras locales y los maoríes comenzaron a construir unos graneros en los que guardaban productos del campo con un sorprendente parecido a los hórreos gallegos y que reciben el nombre de Patakas.
Esta historia puede parecer descabellada, aunque quizá no tanto como la que afirma que, a mediados del siglo XIX, un español fue el "creador" de uno de los clanes de maoríes más numerosos de Nueva Zelanda. Lo que ocurre es que esta historia sí es 100 % real. Así fue como Manuel José de Frutos Huerta dio origen a los Paniora.
De Castilla a las Antípodas
Manuel nació en Valverde del Majano, un municipio de la provincia de Segovia, el 31 de enero de 1811. Era hijo de un comerciante de lana, José Frutos, y de la dueña de una panadería, María Huerta. Durante su infancia ayudó a su padre en el comercio de la lana, el negocio familiar, hasta que, en 1833, con 22 años, dejó atrás Castilla en busca de aventuras para viajar a América donde, en su paso por Perú, se enroló como marinero en el Elizabeth, un ballenero británico.
La demanda de grasa de ballena y sus derivados era ingente en el mundo occidental, ya que Londres, París, Washington o Nueva York necesitaban aceite de cetáceos para iluminar sus calles, así que era un negocio en alza con un futuro que parecía prometedor.
Llegando al paraíso
Durante la cacería, el Elizabeth atracó en Port Awanui, en la costa este de Nueva Zelanda, para repostar y aprovisionarse, donde Manuel, quien se consideraba un gran comerciante, vio en aquella tierra un futuro prometedor no solo para un negocio, sino quizá también para él, rodeado de bellas mujeres maoríes. Así que desembarcó y no volvió.
Su decisión fue tan repentina e inesperada que la tripulación de su barco, junto a la guarnición británica de la isla, peinaron el territorio durante horas, creyendo que podía haberle pasado algo, pero al no aparecer partieron sin él. Realmente, estaba dando inicio a su sueño.
Un nuevo clan
Manuel no tuvo en absoluto problemas de adaptación y no tardó mucho en integrarse en una de las tribus maoríes de la isla, los Ngati Porou, quienes lo bautizaron como Paniora (el español). No perdió el contacto con los europeos, ya que abrió una tienda en Port Awanui para comerciar con los barcos que llegaban en busca de víveres y pertrechos, y poco a poco fue ganándose el cariño de los locales y amasando una fortuna que los ingleses arrebataron a sus descendientes y por la que todavía siguen peleando a día de hoy.
El segoviano se casó con cinco mujeres de la tribu que lo había acogido y tuvo 9 hijos, 41 nietos y 299 bisnietos, dando origen a un clan de unos 20.000 miembros, el más numeroso del país, que son conocidos como los Paniora (los españoles), y que están muy orgullosos de sus raíces, manteniendo vivas las tradiciones tanto españolas como maoríes.
El origen perdido
Pero hasta hace poco desconocían de dónde venían. Las tradiciones maoríes se transmiten por vía oral, por lo que los orígenes de aquel navegante español, generación tras generación, se fueron olvidando, hasta que, ya en este siglo, los más más viejos contaron a Diana Burns, una historiadora local, que procedían de un español de Castilla que había llegado de un lugar llamado "Valle verde".
Maria Teresa Llorente, una historiadora española, relacionó el nombre con el de Valverde y localizó en el archivo parroquial del municipio segoviano la partida bautismal de Manuel. Habían encontrado su origen.
Desde que el descubrimiento se hizo público, muchos de los Paniora han viajado a España para conocer el lugar de donde proceden para descubrir que en Valverde del Majano tienen familiares a través de las hermanas de Manuel, estableciendo lazos de amistad y colaboración y llegando a ser recibidos por el entonces rey Juan Carlos I.
Durante una de estas visitas a España, uno de los descendientes de Manuel, George Clarke, dijo durante un pequeño discurso: "Perdonen que hayamos tardado 180 años en volver casa…".
El legado
En la actualidad, los restos de Manuel reposan en un mausoleo construido en 1980 por sus descendientes en una tumba con vistas al río Waiapu y al océano Pacífico, convertido en un lugar de peregrinaje y de ofrendas. A partir del año siguiente, cada 10 años el clan se reúne allí con banderas españolas para bailar, cantar y ensalzar la cultura de su antepasado común.
Curiosamente, Manuel sembró en 1834 una semilla de olivo que había llevado en su equipaje desde España y que todavía se conserva. De hecho, el escudo de los Paniora está compuesto por un castillo, una rama de olivo y varias franjar rojas y amarillas. Está rodeado por la inscripción "Adelante para siempre" y con el nombre de Manuel en su parte superior.
Al igual que hizo Manuel con el olivo, algo similar se les ocurrió a los gallegos que habían conquistado siglos antes Nueva Zelanda. Dentro del patio del cuartel de la Policia Local de A Coruña, en la calle Orillamar, hay un "metrosidero", un árbol originario de Nueva Zelanda que, según los especialistas, podría tener entre 400 y 500 años, por lo que algunos historiadores afirman que alguno de los supervivientes de la carabela San Lesmes plantó allí su semilla a su regreso de las Antípodas.