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La ‘conexión francesa’ de la rave ilegal de Ciudad Real: una organización secreta y hippies como Léo citados por Telegram

Ciudad Real
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"Libertad, fiesta y drogas", grita uno de los miles de raveros que han sido llamados a la macrofiesta ilegal que, desde hace casi una semana, tiene lugar en Ciudad Real. Esta suerte de 'Tomorrowland clandestino' celebra su cuarto día consecutivo al margen de la autoridad, y bajo la custodia de una organización secreta con tintes hispanofranceses que mantiene el flujo de fiesteros en incremento. "Mientras no nos echen aquí nos vamos a quedar. Esto es una locura" manifiestan algunos de los asistentes, como Léo.

Más de 5.000 fiesteros de toda España y Europa han sido convocados a través de grupos de Telegram y WhatsApp, organizados por colectivos underground internacionales, los mismos que hacen apología del desfase y del disfrute al ritmo de la música electrónica. Una pequeña 'ciudad sin ley' se ha levantado en el polígono industrial al lado del aeropuerto de la provincia manchega, y por la infraestructura que han desplegado, no tienen ninguna prisa por irse.

Los policías, que acordonan el recinto improvisado, más bien parecen agentes de tráfico pendientes de que no se formen caravanas, ya que la escasa limitación a los accesos de la fiesta no es suficiente para que cientos de raveros busquen otras vías para entrar a la locura que se desata a apenas 300 metros de los controles. "No se puede pasar por aquí" exclama un miembro de las fuerzas de seguridad a los coches que hacen cola para entrar y, por su espalda, a pie y sin disimulo, se cuela un grupo de jóvenes cargados con botellas de alcohol.

Fiesta ilegal de más de 5.000 participantes en Ciudad Real.

Fiesta ilegal de más de 5.000 participantes en Ciudad Real. Samuel Domínguez

Para quienes pensaban que esta macrofiesta eran 'cuatro gatos' con ganas de bailar, estos undergrounds han llegado para desmontarlos y hacer ruido. La Big Fucking Party tiene poco de rave, y de desorganizada, también. Entre el escándalo y el polvo que se levanta con los miles de participantes aparecen escenarios con equipos de sonido de alta calidad, cientos de puestos de comida, ropa, joyería, bebidas… y un "camping" gigantesco compuesto por millares de autocaravanas, turismos y tiendas de acampar; "el alojamiento perfecto para aquellos que empalman el día y la noche", claman unos fiesteros. 

Entre alemanes, ingleses, americanos, italianos…, todos caminando por las vías rudimentarias que se han creado, se escuchan cientos de idiomas y acentos de todas partes. "Nadie se quiere perder este evento", pero si hay un público protagonista — a parte de los españoles —, esos son los franceses. "No sé cuántos días llevo ni cuántos me voy a quedar", cuenta Léo, un parisino que se ha comprado un vuelo de última hora para venir a esta fiesta.

Dos franceses cantando encima de un camión.

Dos franceses cantando encima de un camión. Samuel Domínguez

EL ESPAÑOL se ha infiltrado entre los miles de raveros que siguen festejando la entrada del nuevo año. El libertinaje, la farándula, el abuso de las drogas y de las bebidas alcohólicas, la expresión de la sexualidad y la pluralidad, es la normalidad que se vive en esta macrorave. Los colectivos internacionales —en el anonimato— la montan, dirigen y protegen. "Aquí se puede hacer lo que quieras, ser quien quieras y vivir lo que quieras", declara Sandra, una muchacha de 22 años que viene desde Málaga para "mover el esqueleto".

"Un festival internacional"

Cuesta creer que la Big Fucking Party esté teniendo lugar en tierras manchegas, pues la cantidad de extranjeros que se han desplazado desde cualquier parte de Europa y otros países fuera de ella es abrumadora. Alexis, originario de Francia, cuenta a este diario que ha conducido más de 15 horas con su grupo de amigos —también franceses— para vivir esta experiencia. De hecho, este joven ha viajado con su camión y un equipo de altavoces de última generación para aportar su granito de arena en el montaje de la macrofiesta.

"En Francia la cultura underground, el techno y las raves son muy fuertes, hay muchos apasionados de estos eventos que viajan por todo el mundo en busca de la mejor fiesta", explica Alexis, y a la vista está. En uno de los escenarios, subidos en un camión y con un micrófono en mano, rapean una pareja de artistas franceses mientras que cientos de sus compatriotas bailan al ritmo de sus rimas.

Venta de droga ambulante.

Venta de droga ambulante. Samuel Domínguez

"Esto no podría pasar en nuestro país, la policía nos dispararía y nos desalojarían desde el primer momento", explica otro grupo de galos que ha charlado con este medio. "Hemos venido en avión y luego hemos alquilado un coche para llegar a la rave. Nos enteramos de la fiesta por varios grupos de telegram en la que organizadores franceses se ponen en contacto con los españoles para crear esta locura, pero nadie sabe quiénes son", añaden.

Una organización secreta

La organización del festival actúa al margen de la legalidad, pero dentro de la fiesta la cosa cambia. Al lado de los escenarios principales se encuentran los puestos de mando, cabinas plenamente equipadas con controles de audio y luz para garantizar que la fiesta continúe las 24 horas del día. A sus alrededores miembros de la organización secreta que con sus walkie talkie informan de cualquier tipo de incidencia. Aun así, estos coordinadores son uno más del pelotón, pues "nadie sabe nada o nadie quiere hacer nada por saberlo".

La clandestinidad es la esencia de esta macrorave y el boca a boca su motor. "Nosotros nos hemos enterado por un amigo que está en varios canales de techno en Telegram, pero igualmente aquí no se habla de quién está detrás de esta fiesta, sería romper con la magia y buscarnos problemas; simplemente se viene aquí a disfrutar y bailar", explica un grupo de españoles.

En el "estado plurinacional" que se ha juntado en Ciudad Real, los franceses tienen mucho peso. Cantantes y actuaciones con artistas autóctonos, letreros en francés, puesto de crepes y comida típica gabacha y miles de raveros bajo los colores azul blaco y rojo... Francia es parte de la rave ciudadrealeña y sus colectivos sumergidos han movilizado a 'su gente para partirla' en España.

Raveros en la Big Fucking Party.

Raveros en la Big Fucking Party. Samuel Domínguez

Franceses montados en un coche de la macrorave.

Franceses montados en un coche de la macrorave. Samuel Domínguez

Entre las numerosas casetas regentadas por franceses se encuentra la de Margot y Flo, dos jóvenes trotamundos que vienen desde Lyon con con sus furgonetas para vender sus artesanías. "Viajamos por los países vendiendo pulseras y colgantes y en este tipo de sitios solemos ganar bastante. Además nos encanta, vivimos de fiesta en fiesta ganando lo suficiente para movernos de un sitio a otro" resaltan.

La rave trasciende sus fronteras como una "fiesta ilegal". Lo que se vive realmente este año en un polígono a las afueras de Ciudad Real es un "festival clandestino", una "economía sumergida" y una "sociedad utópica". Mientras tanto, entre los raveros, EL ESPAÑOL encuentra a un policía de paisano que intenta pasar por uno más. "Nos paseamos por la fiesta para ver si pasa algo muy gordo, más allá del hecho en sí, o para ver quiénes son los que la controlan para investigarlo y anticiparnos a ellos en futuras ocasiones", detalla.

Punto limpios en la macrofiesta.

Punto limpios en la macrofiesta. Samuel Domínguez

La vida en la rave

El 'chiringuito' tiene que estar bien montado para albergar a más de 5.000 fiesteros en medio de un descampado durante cuatro días, y los que quedan. El despliegue de carpas, escenarios, bares, furgones, estantes de comidas, generadores de energía…, es digno de apreciar; al igual que la proliferación hacia cualquier tipo de estupefacientes.

Fiestero en Ciudad Real.

Fiestero en Ciudad Real. Samuel Domínguez

Al igual que puestos de bisutería, accesorios festivaleros, merchandising…, también se encuentran demasiados puntos de venta directa de droga. Hachís, marihuana, setas y cualquier tipo de canuta son los que más abundan, aunque la cocaína, la ketamina, el popper y el LSD no se quedan atrás.

Al igual que te puedes encontrar a una persona con una cerveza en mano, te encuentras a otra a su lado metiéndose un par de rayas, y es lo 'más normal del mundo', por lo menos en la Big Fucking Party.

Excesos, drogas y sexo

Las drogas no solo se venden, se consumen en público sin ningún tipo de disimulo, se comparten o se regalan. Iván, un joven canadiense, afirma que lleva dos años viviendo en Valencia de las joyas artesanales que produce, y ahora ha venido "a buscarse la vida" a esta rave clandestina; o eso cuenta cuando EL ESPAÑOL le pregunta. En el momento que se da la vuelta grita:"¡Cocaína, Ketamina, todo lo que queráis y muy buen precio!".

Puntos de venta de drogas.

Puntos de venta de drogas. Samuel Domínguez

No todo iba a ser drogas, el entretenimiento también está garantizado en la macrofiesta. Futbolines, tableros de ajedrez, espectáculos circenses, DJ's sets caseros, estaciones de tatuajes, juegos medievales, cualquier cosa con tal de amenizar la estancia de los raveros. "Llevamos aquí desde el 31, nos tomamos las uvas aquí y cada día hemos hecho algo destino. Esto es como una ciudad, vamos al 'supermercado' y luego de fiesta. Dormir es lo único que no se hace", menciona Alex y Carol, de Granada y Mallorca respectivamente.

Un ravero y su perro.

Un ravero y su perro. Samuel Domínguez

La Big Fucking Party no es solo un festival de música, también es una reivindicación a la libertad. Las excentricidades y las decoraciones maquiavélicas armonizan la realidad distópica que se vive allí. Cuerpos semidesnudos al rugido de 'free the nipple', disfraces estrafalarios y un apogeo de movimientos corporales al ritmo de la electrónica se apoderan de la macrofiesta. "¡Esto es lo que somos, somos un símbolo de liberación!", exclaman.

Esta rave al margen de la autoridad no es ninguna novedad en España. Cada año los organizadores secretos buscan nuevos escenarios para celebrar este evento. El año pasado tuvo lugar en Fuente Álamo, en Murcia, y el año posterior en Granada. Hasta el momento, los raveros amenazan con quedarse hasta el día seis de enero, si los cuerpos policiales no desmantelan la fiesta antes, aunque por ahora, el colectivo techo va a seguir con su locura.