Norberto Juan Ortiz Osborne, Bertín Osborne, (Madrid, 1954) ha sido y es un poco de todo. Criado en una familia de rancio abolengo, educado en los jesuitas, prófugo del hogar a los 16 años porque le dio la gana, es verdad que ha cantado mucho –acaba de sacar con Sony un nuevo disco que Va por ellas, todo temas con nombre de mujer-, pero también ha hecho muchas cosas más. Todas con un aire transgresoramente rancio que le hace, no sé cómo decirlo, inimitable. Si te gustan chapados a la antigua pero de carcajada fácil, mirada transalpina y campechanía de altura (recuerda un poco al rey emérito...), atención: no es cachondeo ni vida fácil todo lo que reluce...
¿Cómo dice, señorita? ¿Que viniendo usted hacia aquí, se le ha ocurrido comentar a alguien que venía pues a eso, a entrevistarme a mí, y ese alguien va y le dice, anda, pues Bertín Osborne es... un facha que cae simpático? ¿Así, tal cual? Qué horror. Qué cruz. Pues es una cruz, sí. Yo no he sido facha en mi vida. Vamos a ver. Yo me voy a definir, ¿vale? Yo lo que soy es una persona de orden.
Y de familia aristocrática, añade usted. Pues más a mi favor. ¿Qué tendrá eso que ver con ser facha? No me gustan las prohibiciones. Me gustan los toros pero no voy a verlos. ¿Que por qué no? Pues porque no soy un aficionado loco, porque me gusta más el fútbol. Eso sí, me siento muy español y muy apegado a todas las tradiciones de España. El toro de Osborne es que es algo que he mamado desde pequeño en mi familia, mi madre era la ganadera. Pues eso, que aunque no vaya mucho, me gustan los toros y los defiendo, como me gusta defender todo lo que es muy español. ¿Es eso ser facha? Pues habrá gente que piense que sí. Pero yo no voy contra nada ni soy amigo de prohibiciones y mucho menos de que quien tiene poder abuse de él. Yo he sido toda mi vida muy liberal y muy anárquico.
Sí, es verdad que a los 16 años me fui de casa, porque quería hacer mi vida a mi aire, porque siempre la he hecho así. Probablemente sea todo lo contrario a un facha. Y me sorprende muchísimo que haya gente que me siga considerando así. Es que ya aburre el tema, de verdad. Seguir poniendo etiquetas políticas y hablando de izquierdas y derechas en pleno siglo XXI, cuando todo el mundo lo único que quiere es seguir mejor... No deberían existir ya ni los partidos tradicionales. Aquí sólo funciona aquel que te solucione el problema, que gestione bien, los que sean capaces de entender lo que se necesita en la calle. Si el PSOE llega mañana con una propuesta importante que saque al país adelante, pues yo votaré al PSOE, es que a mí me da igual.
Yo no soy un facha ni lo he sido en la vida, soy una persona de orden y muy orgulloso de ser español
Insiste usted en que, sobre todo en este ambiente enrarecido que vivimos, la expresión “un facha que cae bien” tiene algo de carga de profundidad en su oxímoron. Es algo así como si el mismo autor de la frase, que usted me jura que es real, que no se la saca de la chistera para ver qué cara pongo, fuera consciente en el mismo momento de decir eso de su contradicción. Porque, ¿cómo va a caerte bien un facha? ¿No será que lo que llaman facha es otra cosa? ¿Unos valores aparentemente en declive, pero que en la práctica se añoran como se añora a la gente de orden? Admite usted que a las chicas les gusta que los hombres sean apuestos, caballerosos y elegantes y les canten canciones bonitas, aunque a veces les dé algo de vergüenza reconocerlo.
Claro, si es que la gente es mucho más normal que todo eso que normalmente se dice que se piensa. Yo soy lo que ves que soy. A lo mejor por eso conecto con la gente, porque no tengo doble cara, y procuro ser un cachondo en casi todo, y tomarme las cosas siempre con sentido del humor, que es algo que se ha perdido en este país. Nosotros éramos un país con un sentido del humor acojonante y los políticos se han cargado eso, los políticos han crispado a los ciudadanos, ya no hay el sentido del humor de antes. Ahora no se puede hablar de nada porque enseguida se te echan encima no sé cuántas asociaciones. Mi gemelo Paco Arévalo ya no puede contar chistes de gangosos, ni de tartamudos ni de mariquitas. Vamos, es que te llaman y se querellan los de la Asociación de Tartamudos de España, que seguro que existe, acusándote de reírte de ellos. No, coño, que contar un chiste no es faltarle a nadie, lo grave es que estamos perdiendo el sentido del humor. Ahora hay que pedir perdón para hablar, tienes que pensar todo lo que dices de manera extra porque si no seguro que alguien se va a sentir ofendido y te va a poner a parir en toda la red.
Estamos de acuerdo en que hoy en día ya no se podrían rodar muchos grandes clásicos del cine ni componer muchas grandes canciones de amor ni nada. Imagínate tú para hacer ahora las películas de Andrés Pajares y Fernando Esteso. O la bofetada de John Ford a Gilda. Nada, nada, que les pondrían a todos a caer de un burro por machistas.
¿Que si me reafirmo en mi contundente afirmación de que los grandes culpables de todo esto son los políticos? Sí, sí, a mí no me cabe ninguna duda, vamos. Toda esta gilipollez viene de la política. ¿Que hasta qué punto la he sufrido en mis carnes? Mire, a mí me afectan muchas cosas porque yo siempre digo lo que pienso sin pararme a calcular delante de quién lo estoy diciendo. Es decir, que cada día, cada hora, basta con que salga publicada una entrevista como esta para que salgan 4 millones de gentes en las redes a ponerme verde porque he dicho esto o porque he dicho lo otro. Pero a mí me da igual.
¿Como cuando alguien al principio criticaba el formato de mis entrevistas a domicilio del entrevistado, entrevistas que siempre han arrasado, pero había quien consideraba que eran entrevistas muy frívolas para TVE? Pues qué le puedo decir yo ante esto, señorita: que hay mucho imbécil. Mucho gilipollas opinando. Opinan muchos tontos. Tiene razón Carlos Herrera, que aquí ya no cabe un tonto más.
Pero sí, es verdad que yo no permito que todos estos me agríen el carácter. A mí me da exactamente igual lo que diga de mí cualquiera de estos bobos. Nosotros hacemos un programa en el que yo pretendo enseñar cómo es la persona que está detrás del personaje público. Enseñar cómo es de verdad. Para conseguirlo le echamos muchas horas de conversación, con lo cual, al final logras hacer emerger unos procesos vitales de los famosos que a menudo la gente no conoce. Empecé en La Uno, me cambié a Telecinco, donde ahora empezamos la temporada en serio a partir de Navidades, y estamos encantados. Hemos grabado ya algunos programas espectaculares. ¿Que le adelante algo? Me han pedido que no lo haga, mi vida. ¡Ay, perdón por llamarla mi vida, de verdad que no es machismo! (risas).
A la gente le da miedo hablar. Sobre todo a los políticos. Cuando hablan en público, se la cogen continuamente con papel de fumar. No dicen nada de lo que de verdad piensan, sobre ningún asunto, porque les da miedo que cualquier chorrada les destroce la imagen.
¿Por eso ha ganado las elecciones Donald Trump?, dispara usted. Por supuesto que sí. Pero sobre todo, Trump ha ganado porque los americanos no tienen nada que ver con nosotros. Si nosotros pretendemos entender cómo piensa y cómo vota un americano estamos muy confundidos. Estamos criticando algo que no conocemos. El americano es radicalmente distinto a nosotros. Yo sí les entiendo porque yo soy casi medio americano, y por eso tenía clarísimo y avisé desde el primer minuto que Trump iba a ganar. Primero porque a Clinton no la pueden ni ver. La familia Clinton ya directamente cae mal. Y luego porque todos los americanos quisieran ser Donald Trump. Todos. Todos admiran al personaje de éxito, hecho a sí mismo, multimillonario y empresario.
Nosotros éramos un país con un sentido del humor acojonante y los políticos se han cargado eso. Ahora ya no se puede hablar de nada. Mi gemelo Paco Arévalo ya no puede contar chistes de gangosos, ni de tartamudos ni de mariquitas…
¿Aunque no pague impuestos y casi todos los negocios que ha emprendido los haya quebrado?, me pregunta usted, afilada. Para usted, empresarialmente este hombre es un bluff. Vamos a ver. Yo no tengo ni idea de si Trump paga o no paga impuestos. ¿Que él mismo presume de que no, dice usted? Bueno, seguro que diga lo que diga, en la práctica paga un huevo de impuestos. Y en cuanto a los fracasos empresariales... Bueno, si te metes en mil cosas, unas te saldrán mejor y otras peor. Pero algo le habrá salido bien porque si no, no sería quien es y no tendría el dinero que tiene.
Mire, además estamos hablando de un tío que, nos guste o no, va a ser el próximo presidente de los Estados Unidos. Vamos a dejar de pontificar y de criticarle y vamos a tratar de llevarnos bien con él. No vamos a darle por sistema palos al burro, porque ese burro, precisamente, el día que arree dos coces nos vamos todos a tomar por culo. Vamos a ser listos, joder. Ya metimos bastante la pata cuando Zapatero no se quiso levantar al paso de la bandera americana en aquel desfile, ¿no? Mira lo que tuvimos que pagar por aquella gracieta, joder, es que parecemos tontos.
Dejemos a Trump y volvamos a mí, sugiere usted. Bien. ¿Por dónde quiere empezar o continuar? Ahora usted me dice, señorita, que siempre ha apreciado cierto desfase entre mi imagen de niño rico y hasta mimado por la fortuna, con el sustrato real de alguien que las ha llegado a pasar muy canutas. He afrontado la muerte de un hijo, la enfermedad gravísima de otro... Y sí, es verdad que ante todas esas desgracias, yo he estado siempre firme y donde tenía que estar. Parece usted hasta sorprendida. Pero si ya se lo dije, mujer: que yo soy una persona de orden, con unos principios y con una moral muy sólida, que me enseñaron en mi casa, creo que estoy bastante bien educado y que tengo un cierto grado de cultura. Hablo varios idiomas. Soy una persona... ¡pues eso, de orden!
Y ahora se le ocurre a usted preguntarme si me considero un golfo. Lo fui. Lo he sido durante muchos años, los años en que todos los tíos deben ser unos golfos. ¿Qué años son esos?, indaga usted interesadísima. Pues los años golfos de un tío van desde que uno descubre que es persona, con 24 o 25, hasta que uno decide que tiene que empezar a ser otra cosa además de un golfo, más o menos a partir de los 40... ¿Más tranquila? ¿Le parece que ya se ha librado? Yo ya le digo, los quince años de los tíos para ser golferas son esos. En esa época que los hombres perdemos haciendo el golfo, las mujeres maduran mucho antes. Por eso las mujeres son, a mi juicio, mucho más fiar que los hombres. Porque se distraen menos.
Nos guste o no, Trump va a ser el próximo presidente de EEUU. Vamos a dejar de criticarle y vamos a tratar de llevarnos bien con él
Me reconoce usted que siempre he sabido llevarme bien con las mujeres. Es verdad. A mí me encantaría ver una mujer de presidenta del Gobierno en España. Estoy seguro de que nos iba a ir mejor. Las mujeres son más responsables, tienen más capacidad de decisión, son mucho más duras que los hombres y mucho menos dispersas.
Apunta usted, señorita, que en este país se habla mucho de machismo, pero en realidad esta sociedad lo que es, es un matriarcado puro. A la gente le cuesta a veces distinguir entre una cosa y la otra. El matriarcado infantiliza a los hombres y pone las cosas muy difíciles a las mismas mujeres que quieren hacer las cosas de otra manera. Las mujeres valientes, distintas, son las primeras víctimas a veces de ese matriarcado que se confunde con machismo.
Yo creo que todo lo que se haga para reconocer las cualidades de las mujeres es poco. La verdad es que lo de hacer un disco todo de grandes temas femeninos no se me ocurrió a mí, fue una idea de mi casa discográfica, Sony, pero enseguida me di cuenta de que era una idea buenísima. Muy simpática, además. ¿Cuál es mi favorita? Es que han salido tantas tan bien. Quizá si me tuviera que decantar por una, sería, Agárrate a mí, María.
¿Definitivamente ya no me considero un golfo?, intenta zanjar usted. Vamos a ver: no ejerzo de golfo. Pero sigo teniendo espíritu de golfo, porque todos los tíos lo tenemos, porque el espíritu de golfo no se pierde nunca. Ni debe perderse, porque además tiene su encanto. Pero a la vez tienes que saber darte cuenta de cuándo ya no tienes edad para seguir ejerciendo de golfo; yo sin duda ya no la tengo. Me pregunta usted cuál es la recompensa, la gratificación, el premio de dejar de ejercer de golfo. Qué se gana con ello. Pues ganas una cierta respetabilidad, una cierta seriedad, hasta credibilidad. Hay muchos motivos para dejar la golfería; yo en concreto lo hice cuando me di cuenta de que en la vida hay cosas más importantes. Mi hijo me cambió toda mi manera de ser y de pensar, toda mi escala de valores. Todo me lo cambió. Una mujer también te puede cambiar, y con suerte para toda la vida. Cada uno tiene una forma de darse cuenta de que hay que hacer algo más en la vida que golfear. Yo ya pasé por ello. Soy un exgolfo feliz...
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