Decir que de alguien se aprovecha todo se acerca peligrosamente a llamarle cerdo. Pero nada más lejos de mi intención al afirmar esto de David Trueba (Madrid, 1969). Se le asocia mayormente con el cine por su oscarizado (y ahora mismo no poco apedreado) hermano Fernando Trueba, por su exmujer y sin embargo amiga y musa, Ariadna Gil, y porque es verdad que ha realizado cosas soberbias. Es capaz, además de componer canciones, de presentar programas de televisión, pensar en voz alta y en voz baja, pero siempre a fondo, y, sobre todo, escribir, escribir, escribir... Las cosas que este hombre escribe. Mirándole a la montura de las gafas dan ganas de sudar mucha tinta con él.
De algún modo hay que empezar las entrevistas, por algún lado hay que empezar a tirar del hilo, ya me hago cargo. Usted ha elegido tirar del hilo de Saber perder, título de una de mis últimas novelas, que al parecer le ha gustado mucho. ¿Tanto? Me alegro. Vamos, que se empeña usted en empezar preguntándome si de verdad soy tan buen perdedor como ese título presupone. Pues yo soy de la opinión de que nadie sabe perder. Nadie. Se trata tan sólo de aceptarlo con mejor ánimo, de entender que quizá eso pueda convertirse en un modo de enriquecerte, como si la derrota o las malas experiencias también pudieran traer algo que te complete. En la novela, los personajes terminan por comprender que viven en la mentira y que la mentira termina por conducirte siempre a un agujero sin salida. En todas mis novelas los personajes buscan, a caballo de sus imperfecciones, un rasgo de plenitud o de equilibrio.
Anda, pues es verdad que viene usted a la entrevista con los deberes hechos, que de verdad se ha leído la novela. Se sabe el dramatis personae de memoria... Un futbolista brillante que no da pie con bola pero en cambio encuentra el amor, un amor que una vez encontrado parece que no hay manera de hacerlo llegar a puerta, un marido abandonado y laboralmente fracasado que mata al presunto causante de su desgracia y no le pasa nada, otro marido buenísimo con su mujer, que se muere de cáncer, lo cual no le impide gastarse 60.000 euros que no tiene en putas y despeñarse al abismo de la abyección más brutal... Todo acaba como el rosario de la aurora, pero es intensamente conmovedor, concluye usted. Y me atiza: ¿el final feliz era lo de menos?
¿Por qué me pregunta si me han hecho jamás una paja con el miembro envuelto en papel de regalo, sólo porque eso sale en una novela mía, y no me pregunta si he asesinado a alguien, que también sale en la novela?
Yo no creo en los finales felices ni infelices, sino en el final adecuado para cada historia. Cuando planteas una trama, lo que buscas es que los personajes no sean sepultados por ella, sino que estén vivos, sean complejos, fascinantes en su normalidad, por eso el final lo que tendría que ser es acorde con el viaje que les has hecho tomar. En el caso de Saber perder es un final feliz en cierta medida, pero de una amargura evidente, porque sobre todo la protagonista, Sylvia, entiende que para crecer tiene que renunciar a ciertas cosas. Para el resto, no te sabría decir, no creo que las novelas terminen, sino que el narrador interrumpe el seguimiento de los personajes, que es algo distinto.
Y ahora va usted y me pregunta si de verdad alguien me ha hecho a mí nunca una paja con el miembro envuelto en papel de regalo, cosa que efectivamente sucede en la novela. Me sorprende que me pregunte si eso me ha sucedido a mí y no me pregunte, ya que en la novela hay un asesinato, si he asesinado a alguien. Pero, en fin, si con eso calmo su curiosidad, le confieso que en los asuntos sexuales los seres humanos han probado con casi todo y seguimos en ello...
En asuntos sexuales los seres humanos lo hemos probado casi todo y seguimos probando
Cambiando de tercio y de historia, se interesa usted ahora por mi novela, y después también película, Vivir es fácil con los ojos cerrados. Usted ha visto ahí una lección de años 60 como ventana retroactivamente abierta a la esperanza y la dignidad. Y me pregunta si soy de los pocos que aún sienten fascinación, y no conmiseración, por esa España en la que todavía no habíamos nacido.
Yo puedo decirle que a través de mis padres, en particular de mi madre, pude entender que todo lo que podíamos disfrutar de la vida, de una infancia feliz, era un regalo de la generación anterior, de cierta gente que, aún partida por la guerra, la dictadura y el dolor, en lugar de ofrecer rencor y miseria moral, emprendió el camino del sueño. De la mejora. De la ilusión. Y sostuvo que sus hijos podrían tener una vida mejor con tan solo inculcarles ciertos valores en la intimidad que fueran irrenunciables en cualquier situación por terrible que fuera. Es una película que habla de mi agradecimiento hacia la generación anterior a la mía y yo tan sólo busqué una metáfora para contarlo en cine.
Como toda la historia gira en torno al paso de John Lennon por Almería, bromea usted con que la película podría haberse titulado Bienvenido Mr. Lennon de no ser que, como todo lo mío -siempre según usted-, “acabando mal en realidad deja buen sabor de boca, como de humanidad recién lavada”. Vaya, pues me gusta mucho esa expresión de humanidad recién lavada, se la voy a robar.
Nuestra infancia feliz era un regalo de la generación anterior, de cierta gente que, aún partida por la guerra, la dictadura y el dolor, en lugar de ofrecer rencor y miseria moral, emprendió el camino del sueño. De la mejora. De la ilusión
Lo cierto es que yo soy una persona bastante vitriólica, pesimista incluso, pero que a la vez mantiene intacta la certeza de que la gente puede ser capaz de grandes cosas, como por ejemplo cambiar el destino del que tiene más cerca. Para mí Lennon ni era el protagonista ni tenía que aparecer ni ir en el título, precisamente detesto las películas biográficas, me parecen un engaño para espectadores reducidos, que disfrutan con que el actor se parezca al personaje famoso y creen que una historia es buena porque antes ponga un letrero que dice que sucedió en realidad. Todas las historias han sucedido antes, lo bonito está en cómo se cuentan.
Se ha quedado usted con una frase que en la película le hago pronunciar al personaje de Javier Cámara, cuando dice que a ver quién entiende a las mujeres, cuando teniendo él un corazón que no le cabe dentro de la camisa, está más solo que la una. Me pregunta si estaba pensando en alguien concreto cuando escribí esa frase. Pues pensaba seguramente en tantos hombres y mujeres que no acaban de encontrar la adecuación para vivir en pareja, para volcar en otro lo que llevan dentro. Es una frustración muy habitual. Todos creemos que somos estupendos y aún buscamos la media naranja platónica que se dé cuenta de nuestras virtudes. La realidad es otra, que ese ideal romántico nos justifica para ser egoístas, incapaces de establecer relaciones plenas, enriquecedoras, pero al mismo tiempo abiertas y libres.
Pero usted no ceja, se empeña en querer saber si yo me siento o me he sentido alguna vez así, como Javier Cámara dice, incomprendido por las mujeres. Yo creo que a mí me han comprendido bastante bien, la verdad. No me quejo.
Dice usted que le encantaron unas declaraciones mías a un periodista que, cuando me preguntó por qué no había funcionado mi relación con Ariadna Gil, rota hace más de cinco años, yo le contesté que qué va, que aquello funcionó de maravilla. Pues sí, estamos de acuerdo en que el final de una relación no la invalida ni la convierte en un fracaso.
En general me encuentro con mucha gente que no tiene capacidad para entender una historia de amor. Opinan, ya sea de la mía o de la de otros, y lo único que hacen es poner en evidencia sus complejos personales, sus visiones ramplonas. El cotilleo profesionalizado en los medios es eso, opinar de lo que no se puede opinar porque jamás conocerás a una pareja si no formas parte de ella. Efectivamente, vivir 17 años de felicidad plena con una persona está al alcance de muy pocas parejas. Eso no puede ser un fracaso por más que un día dejes de convivir a diario. Quedan otras muchas cosas, la amistad, la cercanía, el cariño, la complicidad, lo creado juntos, cosas que no tienen por qué esfumarse cuando se esfuma la convivencia amorosa de pareja.
Vivir diecisiete años de felicidad plena está al alcance de muy pocas parejas, y eso no puede ser nunca un fracaso aunque un día dejes de convivir
Parece ser que el mismo día que dije eso dije también que por aquel entonces, hablamos del año 2015, no estaba enamorado y eso me fastidiaba, que me fastidiaba carecer del impulso que el enamoramiento da. Y ahora usted quiere enterarse de si sigo así, sin enamorar, y de seguir así, si sigo echándolo de menos.
Vamos a ver. Yo soy muy reservado con la vida íntima, creo que es bueno serlo para preservar algo que se oxida en la exposición pública, pero si me pregunta le diré que sí creo que la vida es más intensa cuando estás enamorado. Lo que pasa es que enamorarse no está al alcance de tu deseo, no se puede hacer por encargo, sino que es esa hermosa catástrofe que te cae encima sin buscarlo.
En el decálogo de Ernest Hemingway figura efectivamente la recomendación de que los escritores permanezcan enamorados para crear mejor. Sin renunciar a las ventajas del enamoramiento, que ya he mencionado, yo creo que a estas alturas mi obra se sostiene más sobre el empeño y el trabajo diario que sobre el estado de ánimo. Mis novelas parten de un despojamiento en la mirada, de una limpieza si se puede llamar así... Aprendí de los escritores a los que admiro que saben que al final se les transparenta el alma en lo que escriben, sin empeñarse demasiado en ello. Es como el estilo; si se nota, es que es malo.
La vida es más intensa cuando estás enamorado, pero no te puedes enamorar por encargo
Me hace gracia que le hagan gracia los fuertes contrastes entre lo seráfico y lo vitriólico en mi escritura. Es verdad que hace poco escribí una columna de periódico muy dura contra los supuestos expertos financieros que desgobiernan el mundo. Pues sí: los expertos llevaron a España a la quiebra. Y no lo han reconocido jamás en público. Desde el gobernador del Banco de España al ministro de Economía hasta algún suplemento de negocios de los principales periódicos. Engañaron a la gente, le mintieron, la metieron en líos y luego les tildaron de idiotas. La burbuja inmobiliaria y las preferentes y demás rotundos éxitos de la economía española de los 90 son un perfecto ejemplo de esto.
Inevitablemente esto nos lleva a lo de siempre, al axioma de que toda la gente del cine de este país es “de izquierdas”, y “de izquierdas” en plan bruto, y que cómo te salgas de la ortodoxia te puede costar la torta un pan. Si ya la veo venir, ya... Demasiado ha tardado en preguntarme sobre lo que le ha pasado a mi hermano Fernando y su película La reina de España...
Mire, es muy sencillo. Lo que sucede en España es que no se acepta que las personas opinen de política y sociedad, piensen lo que piensen. Se les castiga y se les margina, se les boicotea y humilla por expresar sus ideas, porque lo que se busca es que todos sean sumisos y callados. El mensaje es cállate o lo pagarás caro. Si no te callas te hundimos el negocio. Ha habido gente en España que ha matado, que ha corrompido y robado del erario público, que ha causado la desgracia a familias enteras, y jamás les han montado una campaña de boicot generalizado. Con eso está todo dicho. Mi hermano es un tipo decente, no tiene que preocuparse, al largo plazo vencerá esa batalla mezquina y los que no entendieron lo que quiso decir ya lo entenderán y sabrán que no faltaba al respeto de nadie, sino más bien lo contrario.
Estamos de acuerdo otra vez en que en este país se despilfarra mucha inquina y muy poca preocupación sincera por los demás. Sigo desde hace años, como protección contra los farsantes, la frase de Pío Baroja, cuando decía que todos esos que dicen Amar a la Humanidad en realidad detestan a las personas individualmente. En cuanto a la inquina nacional, ese odio, ese deseo de pisotear al de enfrente suele delatar una mediocridad tremenda que te ha incapacitado para ser alguien por ti mismo. El odio te gana amigos: los que odian como tú. Triste compañía.
Me dice que le gusta la visión caleidoscópica de la culpa y de lo humano que emerge en todas mis novelas, en todas mis historias. Bueno, es que ser novelista consiste precisamente en tratar de ver más allá de los prejuicios, de las ideas adquiridas, preguntártelo todo, destruirlo todo dentro de ti para ver cómo se han formado las piezas, cómo la gente llega a ser lo que es. Somos lo contrario a un juez, a un policía, a un ministro, a un pedagogo. No vigilamos ni condenamos, no damos lecciones ni consejos. Somos el último aliado incondicional de la raza humana. Un mundo sin poesía, sin ficción, es un mundo sin humanidad.
Los expertos llevaron a España a la quiebra. Y no lo han reconocido jamás en público. Desde el gobernador del Banco de España al ministro de Economía hasta algún suplemento de negocios de los principales periódicos… Engañaron a la gente, le mintieron, la metieron en líos y luego les tildaron de idiotas
Me cuenta usted que mientras preparaba esta entrevista le llegó la noticia de la exhumación de una correspondencia de Martin Heidegger con su hermano que elimina toda esperanza de que su sesgo nazi fuera una ofuscación intelectual, que ennegrece y ennegrece y ennegrece todavía más moralmente su figura, que sin embargo a usted le sigue fascinando, según me cuenta a través de los ojos de Hannah Arendt. ¿Qué hacer, entonces va usted y me pregunta, qué hacer cuando la inteligencia, no digamos la inteligencia en su grado más alto, nos deja tirados, nos traiciona, pacta con el mal?
Déjeme decirle que yo tengo mis dudas de que incluso Hannah Arendt llegara a entender el grado de contaminación mental de su maestro. Es fascinante porque es gente de una inteligencia asombrosa, pero gracias a ellos sabemos que el talento no provoca bondad de manera automática. El caso de Heidegger es inacabable, su ideal era una fermentación de su pensamiento, y ahí comienza el problema. Las personas siempre tienen que quedar por encima de las ideas. Ser compasivos y tratar de entender, que no justificar, nos hará más sabios y más libres. La inteligencia a veces conduce a la soberbia, por eso toda persona inteligente tiene que practicar la gimnasia de burlarse de sí mismo varias veces al día, si no, mejor alejarse de esa persona.
Me interesa la mirada femenina sobre la guerra, la de las madres que envían a sus hijos, que reciben los cadáveres. Quienes alumbran a los chicos están biológicamente enfrentados a quienes los exterminan
Usted lo que no se quiere es alejar de mí sin pegarle un viaje a mi película Soldados de Salamina. Me pregunta usted por la arriesgada decisión de feminizar al protagonista, nada menos que el alter ego de Javier Cercas, para que pudiera interpretarlo Ariadna Gil... Es verdad que pasar del protagonista masculino al femenino fue una decisión muy compleja, que tomé al comenzar la adaptación.
En la novela, Javier Cercas se puso a sí mismo de protagonista y ese efecto estaba consumido ya con el éxito de la novela, la relevancia adquirida y el hecho de que se descubriera que el Javier real no era el Javier ficticio... Pero mi duda iba más lejos. Me molesta esa mirada viril sobre la guerra civil, que cuenta batallas, posiciones militares, armamento, estrategia. Me interesa la mirada femenina sobre la guerra, la de las madres que envían a sus hijos, que reciben los cadáveres. Quienes alumbran a los chicos están biológicamente enfrentados a quienes los exterminan. Incluso Vassili Grossman, en la mejor novela bélica jamás escrita, Vida y destino, llega a la sublimación literaria más absoluta a través de la carta de una madre.
Para que la memoria histórica sea humana y amable, y no una máquina de picar carne… lo primero que hay que hacer es no negociar con ella, no tratar de ganar votos a costa de algo que sucedió tiempo atrás
De ahí que quisiera a una mujer dentro de la adaptación, en el centro mismo. Ariadna llegó de manera natural, casi anecdótica, y solo yo puedo saber cuánto le debo, cuánto le debe la película. Hace unos meses, en Estonia, la vi sentado junto a Arvo Pärt, el compositor de la música que acompaña la película, y su reacción, su emoción final fue otro de los regalos maravillosos que me trajo esa película.
¿Entonces a usted también le encanta Arvo Pärt? Interesante. Me pregunta ahora qué creo yo que hay que hacer para que la memoria histórica sea humana y amable, y no una máquina de picar carne. Pues lo primero que hay que hacer es no negociar con ella, no tratar de ganar votos a costa de algo que sucedió tiempo atrás. Hoy sólo toca cumplir con la honesta obligación de restituir los restos a los familiares que aún buscan en las cunetas a sus seres queridos, ser consecuentes con la idea de lo que fue la guerra civil sin autoengaños y no tolerar que se siga encumbrando y homenajeando a los culpables del golpe militar que la desencadenó y propició una situación de enfrentamiento que permitió que el salvajismo y la crueldad tomaran el mando.
Cuando eres un político relevante no te puedes ir a tu casa, no hay vuelta atrás
Me suplica usted que bajemos un poco a lo más concreto, que si no la regañan por falta de titulares... ¿Que si yo me creo que Rajoy puede durar doce años? Yo de Rajoy me lo creo todo. Es un pura sangre. Un político de vieja escuela. Así que con él es posible una legislatura larga o que dimita mañana si siguen aflorando nuevos casos de corrupción que le afecten de manera directa.
A quien sí le auguro una duración larga es a Pablo Iglesias. Cruzó el Rubicón. Felipe González se lo explicó una vez en la tele a Artur Mas, en una de las más inteligentes descripciones de su oficio que nunca oí. Creo que fue en el programa de Jordi Évole. Artur Mas presumía de que quería dejarlo y volver a su vida tranquila en casa. Felipe le negó esa posibilidad tan coqueta. Cuando eres un político relevante, ya no hay vuelta atrás, ya no hay vuelta a la vida normal. Y siempre quieres estar en la primera línea, aunque ya no te toque. ¿Que si esto también va por Aznar? Bueno, va por todos, insisto…
Y ahora, cuarto y mitad de Cataluña: ¿nos creemos que este puede ser el año del referéndum? Estoy de acuerdo con Carles Puigdemont en que no se debe hacer otro referéndum si no está autorizado y se ofrecen garantías y legalidad. Los que hemos sido testigos de cómo se ha alcanzado esta situación creo que tenemos que ser críticos con el papel jugado por unos y por otros. Y no dejarnos vencer por la estrategia del enfrentamiento, hay razones de una parte y de la otra y por lo tanto solo cabe intentar llegar a un acuerdo saludable, que permita a la gente vivir en paz y a los políticos dedicarse a mejorar la vida de las personas de manera directa.
Ya de salida, inquiere usted si me gustan tanto el fútbol y la música como parece. El fútbol no tanto, no lo sigo mucho. Sólo a los equipos de mis amigos, algunos futbolistas, otros entrenadores. Me deprime leer algunas crónicas, ver que sólo el resultado importa, que sólo es relevante el ganador, cuando detrás podría descubrirse algo mucho más grande y valioso. El desafío absoluto por el juego, el riesgo, la modestia, la lucha. Todo eso está sepultado por el dinero y el resultado del partido. Escribir de fútbol para mí siempre ha sido hacer florecer lo que queda oculto. El resultado no hace falta volver a contarlo. La música en cambio me encanta, es parte de mi vida, algo irrenunciable.
De verdad me acaba de preguntar... ¿que dónde me compro las gafas? Pues mire usted, voy variando. Pero le diré que las viejas marcas judías de Nueva York son las que mejor se amoldan a mi forma de ser, que es finalmente lo que te guía al comprar unas gafas. Las personas con gafas le decimos al mundo lo que queremos ser cuando elegimos la montura. Es la salida del armario más total, más incluso que la ropa o el peinado o los zapatos. Por eso la gente que se opera la miopía, en general es gente temerosa de seguir mostrando al mundo lo que quieren ser. Eso y que quieren saber dónde está su toalla cuando salen del mar…