"Cualquiera es bienvenido". Son las primeras palabras que se pueden escuchar al pasar estos días por Mansilla de la Sierra, el término municipal riojano que en cuestión de días se ha convertido en la comuna hippie más grande de España. De momento son cerca de 200 personas de distintas edades, menores incluidos, y han acabado ahí movidas por las fases lunares. Según relatan los medios locales: campan desnudos entre los árboles, practican sexo durante toda la jornada y rezan al amor libre desenfrenado.
Se hacen llamar la Familia Arcoíris, un colectivo que se autodefine como "sanador y pacificador en respuesta a la llamada de la Tierra Madre". Han llegado a España guiados por el mismo mapa, uno de esos dibujados con rotuladores y que sólo tiene una dirección: la que manden las estrellas. Así, de un día para otro, han acabado en La Rioja, cargados de mochilas y cajas de viagra, como zombis astrológicos en busca del hedonismo libertario y la armonía espiritual. No se irán hasta el 15 de junio, cuando termine el ciclo lunar. Si no fuera porque tienen Facebook, parecería una vuelta a los años 70.
De hecho, hasta ahí se remonta la creación de este grupo, heredero de las tradiciones contraculturales de Estados Unidos en esa década. En plena ola del existencialismo, el cinismo y la Generación Beat, se creó el caldo de cultivo para un tejido social distinto, descentralizado, que confrontaba con las formas de autoridad tradicionales y mostraba una perspectiva mucho más envilecida del llamado sueño americano. Luego aparecieron los chamanes, los místicos y las drogas psicoactivas. Y todo se vino abajo.
Perdieron las perspectivas globalistas y se centraron en la utopía de sus cabezas, una especie de anarquismo new age con tintes de Mr. Wonderful en el que los principales protagonistas eran la libertad, el amor y la armonía. Así nació la Familia Arcoíris, sin papeles, registros ni formalidades. Sólo una familia feliz practicando sexo sin descanso.
El nacimiento del Arcoíris
Julio de 1972, Colorado. Más de 20.000 personas herederas de Woodstock se reúnen en el Bosque Nacional de Colorado, Estados Unidos, en contra de los bloqueos policiales y las autoridades regionales. Su intención es realizar un acontecimiento único: un encuentro de cuatro días para rezar por la paz en el mundo con la sola compañía de una hoguera, la naturaleza y los lazos fraternales que crean las drogas de diseño.
La cuestión es que lo consiguieron -lo de quedarse ahí, no la paz-. La policía no cargó contra ellos y les dejó disolver la reunión sin mayor problema. Al año siguiente, sin ningún tipo de planificación previa, volvieron a encontrarse en Wyoming, y continuaron la tradición. Hoy siguen, casi 50 años después, sustituyendo el LSD por la viagra. Poco a poco.
Entre los miembros del movimiento, que abarcan edades desde la adolescencia hasta la vejez, corre el rumor de que las concentraciones cuentan con el reconocimiento de los ancianos de la tribu de los hopis, indígenas norteamericanos de los que se decía que habían acudido al encuentro de Wyoming en busca de una profecía:
"Cuando la tierra sea devastada y los animales agonicen, llegará una nueva tribu de muchos colores, clases y credos, y con sus actos lograrán que la tierra vuelva a ser verde. Se les conocerá como los guerreros del arcoíris", relata la leyenda. Se dejarán el pelo largo, lucirán plumas y caras pintadas, caminarán por la Tierra restaurando el equilibrio y hablarán del amor como la fuerza sanadora del mundo. Desde entonces, todos los años se encuentran en distintos lugares para, según creen, continuar con su legado.
Al menos, eso dicen, ya que a mediados de los años 90 se descubrió que la profecía había sido escrita por personas no nativas americanas como parte de un programa evangélico cristiano. Todo había sido orquestado como una maniobra para combatir la espiritualidad de los nativos, pero daba igual. Los mitos y los hitos no siempre tienen que coincidir.
Los encuentros
Generalmente, las reuniones de los Arcoíris se celebran en zonas remotas, alejadas de la civilización y rodeadas por parajes naturales. La ciudad más cercana suele estar a entre diez y treinta kilómetros del lugar, y una de las pocas reglas es que debe de haber una fuente de agua cerca. Para todo lo demás: prohibido prohibir.
Una vez en la zona, como es el caso de La Rioja, toca aparcar el coche y caminar por senderos en busca de señales que indiquen el camino, desde cintas de colores en los árboles hasta pilas de piedras amontonadas. Son 4 km desde la carretera y 73 desde Logroño, todos ellos en medio del monte con pendientes de hasta el 70%. Tras varias horas de travesía, al salir de la espesura, se llega a la comuna: "Bienvenido a casa".
La mayoría de los integrantes suelen llevar una vida al margen de las normas establecidas por la sociedad, pero no son los únicos. Siempre hay algún curioso que se acerca al movimiento nada más colgar el mono de trabajo, sólo por ver lo que se cuece, y se acaba quedando un par de días. Así, nunca hay dos reuniones iguales.
Coinciden alrededor de la hoguera el nómada tradicional con el hippie estacionario, bailan juntos el espiritualista y el seguidor de Krishna, y al fondo un profeta autoproclamado parece dar con la clave del fin del mundo tal y como lo conocemos. No hay eventos, líderes, agendas ni planes. Sólo hedonismo hasta el siguiente ciclo lunar. Todos son responsables de sus actos.
Claro que las concentraciones toman un tono distinto en estos días, con una pandemia mundial arreciando en cada esquina. Los encuentros del Arcoíris, por su propia naturaleza, no respetan ninguna norma convencional, mucho menos van a respetar las indicaciones del Ministerio de Sanidad. De momento ya han recibido más de 100 multas, principalmente por hacer fuego en lugares que no están permitidos y ocupar espacios prohibidos, además de atentar contra las medidas anti-Covid.
El mayor problema, asegura la Guardia Civil, radica en la presencia de niños en medio de la concentración, por lo que han avisado a los servicios sociales. La orden de desalojo se llevará a cabo en cuanto exista una orden judicial al respecto, aunque quizás tarde demasiado, ya que no entra en los planes del Arcoíris quedarse mucho tiempo. Si la Tierra sigue girando, abandonarán La Rioja entre el 14 y el 15 de junio, cuando termine el ciclo lunar.
Los encuentros del Arcoíris se celebran en todo el mundo y, tan pronto como uno toca a su fin, se celebra un consejo en el que los mayores deciden la celebración del año siguiente, siempre coincidiendo con la luna nueva. El número dependiendo de la accesibilidad del paraje, puede oscilar entre los cincuenta y los 5.000, en Europa, o los 30.000, en Estados Unidos.
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