Hay tres mantras que funcionan en Ibiza para atraer a los turistas, deseosos de fecundar una isla que abre sus piernas veinticuatro horas al día: la fiesta, la playa —por separado—, y la fiesta en la playa. Cada verano, la isla, ebria y sudada, se rinde exhausta ante el vacío que trae el otoño, como las hordas de visitantes reptando por las aceras cuando se abre el día y se cierra Ushuaïa. En 2014, las cifras de turismo se elevaron a las que había antes de la crisis: 2,7 millones de viajeros entre junio y septiembre. La tendencia parece mantenerse. Gestionar la saturación del espacio pasa por aceptar la máxima de que en Ibiza, donde caben dos, caben mil.
"No hay sitio para los que somos de aquí. A esta playa [Cala Bassa] cada vez vengo menos. Entre que tengo que pagar por el parking y que cada vez es más difícil encontrar un hueco para poner las toallas... Parece que solo pueden disfrutar de la isla los de fuera, todo está preparado para ellos", dice Neus Prats mientras se atusa el pelo, alborotado por la humedad como un alga del fondo del mar.
Esta ibicenca de 56 años es una de las que aplaudió la medida del ayuntamiento del San José —el mayor municipio en extensión de la isla— de reducir en un 10% los lotes de hamacas de las playas. Pero ahora se lamenta. Considera que "no es suficiente" y que, como usuaria, no nota "el cambio". "Me parece que hay las mismas hamacas que siempre", comenta. Neus da en la que podría ser la clave de este asunto: "El ayuntamiento presume de ello, ¿pero de verdad vigila que se cumpla? Yo creo que los bares y restaurantes siguen poniendo las hamacas que les da la gana". Los fuegos artificiales de la política.
La medida
En enero de 2016, el nuevo gobierno de San José anunció su decisión de reducir en un 10% las hamacas y sombrillas de las playas de la localidad ibicenca. Ésta fue una propuesta de la formación política Guanyem, que apoyó al Partido Socialista en la investidura tras las elecciones de mayo de 2015 con la intención de evitar una nueva legislatura del Partido Popular en el municipio. "Facilitamos la investidura en su momento votando a favor, sin entrar a gobernar, con unos compromisos que no están cumpliendo como deberían", matiza Fran Ramírez, portavoz de Guanyem San José.
A pesar de ser una propuesta de Guanyem, el PSOE acabó por aprobar en solitario el nuevo pliego de concesiones de hamacas y sombrillas. "Ellos han decidido reducir un 10% del total, lo mismo en todas las playas. Nosotros proponíamos un cambio radical de modelo. No hay dos playas iguales aquí, cada una es única. Quizá no sería necesario reducir hamacas y sombrillas en playas urbanas, pero sí hacer una reducción total en playas vírgenes. O también limitar el número de lotes: que una misma empresa no tenga más de dos lotes en una misma playa para que no pueda acapararla. La reducción, por tanto, ha sido totalmente simbólica", señala Ramírez, de Guanyem.
Un ejemplo podría ser Cala des Jondal. Este híbrido entre un animal salvaje y domesticado comienza a ser uno de los rincones más visitados por los turistas de alto poder adquisitivo. Gran parte de la playa está repleta de cantos rodados —conocidos como còdols en la isla—, los huecos con arena escasean y la mayoría pertenecen a clubes a pie de playa que pagan al ayuntamiento por su concesión. Junto al restaurante Es Savina hay un espacio de uso libre de aproximadamente 30 metros de ancho por 20 de largo. Al lado, el lote de hamacas y sombrillas comprado por Soliali SL ocupa, según el tótem instalado por el ayuntamiento, 40 de ancho y 10 de largo. Sin embargo, contando uno a uno los metros, se puede comprobar que el espacio que en realidad ocupan las hamacas y sombrillas instaladas es de 50 de ancho y 20 de largo.
Cala des Jondal se vende como un lugar indómito, pero hace tiempo que le han puesto el collar para amansarlo: es difícil disfrutar del enclave si no está dispuesto a pagar 45 euros por un pack de dos hamacas y sombrilla, como ocurre en Es Savina. O 18 euros por cada hamaca y una consumición mínima de 50 euros por persona en el Blue Marlin. Desde la arena y en posición horizontal, a algo más de 6 metros, las piedras solo se clavan en el único lugar inconquistable: la orilla.
Presuntas ilegalidades
Pero, ¿qué ilegalidades cometen presuntamente clubes como los de Des Jondal? En el pliego aprobado por los socialistas de San José se establecen una serie de condiciones para la concesión de lotes. Las relevantes, en tanto que son de interés ciudadano, son tres. En primer lugar, el espacio a explotar debe estar señalizado por el consistorio con una cinta de color naranja acotando el rectángulo donde se pueden instalar las hamacas y sombrillas. En una esquina, el ayuntamiento debe instalar también un tótem de madera con una serie de placas informativas. Una de ellas indica los metros correspondientes al rectángulo de cinta naranja. Otra incluye el número máximo de hamacas y sombrillas que la empresa ha pagado al comprar el lote en subasta. La última informa del precio máximo autorizado para cada elemento: 10 euros por cada hamaca y por cada sombrilla. A partir de las 15:30 solo podrán cobrar 5.
En el caso de la concesión de Soliali SL, situada frente al restaurante Es Savina, solo hay cinta naranja en uno de los extremos; exceden el espacio que les corresponde y también alquilan más hamacas y sombrillas de las permitidas. 54 hamacas y 27 parasoles son los incluidos en el lote. El pasado domingo había instaladas 105 hamacas y 53 sombrillas. Además, para alquilar exigen que sea mínimo dos hamacas y una sombrilla. 45 euros por todo. Por este lote, Soliali SL ha pagado al ayuntamiento 37.400 euros. Alquilar más hamacas de las permitidas usando espacio que no les corresponde supone sobreexplotar un terreno considerado paraje natural.
—¿45 euros por todo?—, pregunto a las 17 horas.
—Sí, tiene que ser así.
—Pero según el pliego del ayuntamiento, no puedes cobrarme más de 10 por la hamaca. Y tengo derecho a poder alquilar solo una hamaca, sin sombrilla. Además, por ser más de las 15:30 serían 5 euros.
—A ver, si quieres te quito la sábana y la almohada y coges solo la hamaca. Cada una de esas cosas son 5 euros de suplemento.
—Ya, pero no me lo habías especificado así.
—¿Eres de la policía?
La conversación es similar en el club Blue Marlin.
—¿Cuánto cuesta alquilar una hamaca?
—Se alquilan de dos en dos. Son 18 euros cada una y una consumición mínima de 50 euros por persona.
—¿La consumición es obligatoria?
—Sí.
—Pero según el pliego del ayuntamiento, no puedes cobrarme más de 10 por la hamaca. Y tengo derecho a poder alquilar solo una hamaca, sin sombrilla. Además, por ser más de las 15:30 serían 5 euros. Ni qué decir de la consumición mínima, que por supuesto no debería ser obligatoria.
—Pues te lo quito. Si te vas a poner así qué quieres que te diga.
El siguiente cliente, un inglés de mediana edad, pregunta por el precio de las hamacas. Le repiten: "18 euros por hamaca y una consumición mínima de 50 euros por persona". Tanto si el visitante es extranjero como español, lo habitual es que desconozca una ley municipal donde se evidencia cuáles son los abusos e ilegalidades. En el primer caso, además, hay que contar con la barrera idiomática. En el caso del club Blue Marlin es imposible saber qué espacio les corresponde y cuántas hamacas y sombrillas pueden poner en la arena. Tan solo hay una de las cuatro cintas naranjas y el tótem ni siquiera está instalado.
"No sabía que se podía exigir el alquiler de la hamaca por 10 euros y sin consumición mínima. Cuando vienes a Ibiza es para disfrutar sin preocuparte del dinero, ¿no?", me reconoce un turista alemán.
—¿Y poner hamacas de más qué le parece? Es ilegal.
—Pero es que todos queremos nuestra hamaca—, ríe.
El socialista Pep Cardona, banquero jubilado hasta que llegó al ayuntamiento de San José, es el concejal de Playas del municipio. Criado en una zona cercana a Cala des Jondal, según cuenta, considera que los empresarios de esta playa "son los que cuidan la arena". "La hay debajo de las piedras. Yo entiendo que lo que han hecho es retirar las piedras. También es verdad que hace unos años un barco descargó arena allí y aún queda".
—Cada vez hay más afluencia en esta playa, pero el espacio para los bañistas que no quieren pagar hamacas es muy reducido. Con concesiones como estas estáis abocando a que quienes quieren ir a esa playa se pongan en las hamacas o en las piedras.
—Claro, es que Des Jondal siempre ha sido de piedras.
—Pero se convierte en una playa de lujo, porque la arena es para quien se la puede permitir.
—Sí, sí, sí. Es así.
—Quizá habría que acondicionar la zona de alguna manera o reducir aún más las concesiones para que haya más zona de arena libre. Si cada vez hay más afluencia, se entiende que es de interés público.
—Bueno, el ayuntamiento gana dinero [por el total de concesiones ingresa 4,6 millones de euros]. ¿Qué es interés público? ¿Que los usuarios puedan usar la playa o que el ayuntamiento gane dinero con las hamacas? Todo es interés público.
—Hablamos de privatizar trozos de playas...
Sí, claro. Pero queda espacio.
A pesar de utilizar más metros de los permitidos, los hamaqueros no aceptan que ningún bañista deje su toalla en la arena libre que queda entre las hamacas. A veces, este espacio sin uso es de hasta 5 metros de ancho y 50 de largo. "La única opción que queda es que el ciudadano tenga ganas de pelear y se tumbe ahí a pesar de lo que diga el hamaquero. O que denuncie", apunta Fran Ramírez de Guanyem.
En agosto la situación empeora. En 2015, la zona de arena sin concesión para ser explotada había sido invadida por las hamacas de Es Savina. "El año pasado vinimos a pasar el día y nos tuvimos que ir a otra playa. Puedes llamar a la policía, pero como vas con la familia no quieres follones. Tenían ocupada absolutamente toda la arena, sólo había sitio en las piedras. Esperemos que este agosto no hagan lo mismo", ruega José María Moreno.
Regulación inexistente de momento
Según el concejal socialista Pep Cardona, las cuatro cintas naranjas instaladas por el ayuntamiento están, precisamente, para que el ciudadano pueda comprobar visualmente si se cumple la normativa. Sin embargo, en muchos casos las cintas han sido retiradas. "Tienen que estar las cuatro, si no están pondremos multa y abriremos un expediente". "¿Y cómo se regula eso?", pregunto. "Va un técnico a revisarlo", responde Cardona. A pesar de ello, el ayuntamiento tan solo cuenta con un técnico y un celador para vigilar que la normativa se cumple en todas las playas de San José —el municipio donde, de lejos, se concentra el mayor número de ellas: hasta 25—.
La multa por incumplimiento, asegura Cardona, es de entre 500 y 3.000 euros. Sin embargo, a mediados de julio, reconoce el concejal, todavía no se ha hecho ninguna inspección y, por tanto, no se ha puesto ninguna multa. "Nuestra misión es que la cosa funcione, no poner multas. Mientras haya más o menos paz...", añade Cardona.
Situación generalizada en las playas
Lo que sucede en Cala des Jondal es solo un ejemplo de una situación generalizada en las playas de la isla. Ses Salines es conocida como "la playa de los famosos", pero su relevancia viene dada por estar situada en un parque natural. Según el gobierno balear, "este espacio engloba un conjunto de hábitats terrestres y marinos, con valores ecológicos, paisajísticos, históricos y culturales de primer orden".
En una de las concesiones de Ses Salines, la perteneciente al Malibú Beach Club, ni siquiera es posible comprobar si se cumple la normativa. Las cintas naranjas que delimitan el espacio a explotar han sido retiradas y permanecen arrugadas en un esquina. El tótem informa de que la concesión es de 11 metros de ancho y 65 de largo. Sin embargo, las hamacas ocupan 90 metros de largo. El tótem, además, carece de la placa que informa del número de hamacas y sombrillas que se pueden instalar. A la pregunta de si es posible que el club la haya arrancado o si les consta que el ayuntamiento la haya retirado para modificar algún dato, prensa del ayuntamiento solo responde lo siguiente: "El tótem está clavado en el sitio de dónde empiezan a contar los metros autorizados de largo y ancho, y se ubica en el sitio autorizado por Costas".
Le pregunto a uno de los hamaqueros que trabaja en dicho club por qué no está la placa que informa del número de elementos del lote. "Sí está", responde. "No, no está", continúo. "Que sí, está ahí", prosigue él. "Vamos y te lo enseño si quieres", insisto. "No, no...". Aquí, las hamacas pequeñas cuestan 25 euros y las grandes, 70.
"Aquí da igual a quién votes, los políticos son los que permiten que media isla esté privatizada. Voy a Cala des Jondal, voy a Cala d'Hort, voy a Cala Tarida y está todo igual. La mayoría de ibicencos que conozco ni siquiera van ya a la playa. ¿Para qué? ¿Para estar media hora buscando aparcamiento y otra media peleándote con los hamaqueros porque quieres un trozo de arena?", se queja Antonio José Tur mientras le pone crema a su hija en Cala Bassa. El amor de verano es corto, pero en Ibiza ni siquiera hay cabida para el olvido. Fran Ramírez, de Guanyem, lo resume así: "La sobreexplotación arrasa nuestro territorio. En el futuro nuestros hijos no podrán disfrutar de las playas que nosotros o nuestros padres conocieron".