Suena el teléfono de la calle Francisco Escudero, de Sevilla. Tras el segundo tono de llamada descuelga Ana. La conversación con el periodista que está al otro lado dura apenas 15 segundos. La señora, aunque no quiere hablar con la prensa, reconoce que en su casa viven “apenados” desde que la Policía detuvo en Pamplona a su hijo José Ángel. Fue el pasado 7 de julio, tras el primer encierro de los Sanfermines. “¿Cómo quiere usted que estemos?”, se pregunta con tono amargo instantes antes de colgar.
Ana, con problemas físicos, es la madre de José Ángel Prenda Martínez, el ultra del Sevilla FC cuyos tatuajes en el cuerpo sirvieron a los agentes policiales para detenerle junto a los otros cuatro sevillanos acusados de violar a una chica de 18 años en el interior de un portal de la ciudad pamplonesa. Sucedió durante la madrugada del 7 de julio. Los acusados, además del ya citado, son el militar Alfonso Jesús Cabezuelo Entrena, el guardia civil Antonio Manuel Guerrero Escudero, José Ángel Boza Florido y Jesús Escudero Domínguez. Todos tienen entre y 25 y 28 años.
El hijo de Ana, de 26, lleva tatuado a la altura del corazón el escudo de su equipo, con sus once barras rojiblancas, la insignia en la esquina superior derecha SFC y San Fernando, San Isidoro y San Leandro de Sevilla en la izquierda. Sólo unos centímetros más abajo, en el vientre, también se grabó las seis letras del primero de sus apellidos, ‘Prenda’. La víctima, que había llegado desde Madrid a los sanfermines la tarde del 6 de julio, vio aquellas imágenes durante la agresión y lo contó a la Policía en su denuncia. Luego, fue relativamente sencillo detener a sus supuestos agresores, apresados pocas horas después por las calles de Pamplona, tras el primer encierro de toros.
La militancia extrema, mal entendida, en el Sevilla, le ha traído problemas a José Ángel Prenda Martínez. El domingo 13 de diciembre de 2009, horas antes del encuentro en el que el Sevilla le ganó 0-1 al Sporting de Gijón en El Molinón, Prenda fue arrestado por pelearse en mitad de la calle con miembros de los Ultra Boys, una peña radical enfrentada con Biris Norte, de la que es un miembro reconocido.
Los hooligans de ambos equipos habían quedado por internet para pegarse. Por aquel entonces, Prenda era un chaval casi imberbe, de 19 años, pero capaz de defender con puño y sangre los colores de su Sevilla.
Los radicales de ambos conjuntos, en torno a un centenar, se enfrentaron a golpes por las calles gijonesas Manso y Doctor Aquilino Hurlé. La pelea empezó sobre las seis y media de la tarde. Fueron diez minutos de auténtica batalla campal. Los sevillistas, según las crónicas de aquel tiempo, llevaban palos, botellas de cristal, barras de hierro, bengalas… Se dijo que incluso estuvieron apoyados por aficionados radicales del Deportivo de la Coruña, hermanados con los sevillistas.
Hubo 13 heridos, en su mayoría biris. Entre ellos estaba Prenda, quien fue trasladado en ambulancia hasta un hospital por una fractura de clavícula. Algunos de sus 'hermanos' Biris perdieron varios dientes. Desde entonces, en el expediente policial de José Ángel se lee que participó en una riña tumultuaria. A este tachón suma otro mucho más grave desde hace dos semanas: está acusado de violación.
Amigos desde la adolescencia
Los cinco detenidos en Pamplona (entre ellos, un militar de la Unidad de Emergencias -también biri- y un guardia civil con pasado en el Ejército) se conocieron en las calles de los barrios sevillanos Amate, Los Pajaritos y Santa Aurelia, colindantes entre sí. Las casas de los padres de todos ellos no distan más de un kilómetro una de otra.
En una vivienda de planta baja en la calle Francisco Escudero creció y vivió Prenda hasta el día que fue detenido junto a sus cuatro amigos. La casa se encuentra en Amate, un barrio humilde ubicado al este de Sevilla donde el paro y la pobreza azotan con fuerza.
Cuando EL ESPAÑOL recorre las calles de esta popular barriada hispalense hay gente bebiendo tetrabricks de vino en mitad de una plaza y se observa un coche sin ruedas que se sostiene sobre ladrillos y cuyo dueño, sin camiseta, revisa su motor mientras se mancha la piel de grasa.
Cuentan los vecinos de Amate que en la casa de Prenda, al que le apodan desde siempre 'Joselito el gordo', se respira desolación durante estos días. A su madre, Ana, ya no se la ve sonreír como antes. El padre, José, en silla de ruedas desde hace unos meses, siempre está cabizbajo desde la detención del único varón de sus tres hijos. El hombre, panadero jubilado, nunca pensó que a su Joselito se le podría acusar de violar a una mujer. Sabía que su hijo no llevaba una vida estructurada, que apenas tenía trabajo y que poco o nada le duraban las novias, pero el hombre nunca imaginó esto.
Justo en el portal siguiente a la casa de los Prenda Martínez se encuentra la peña sevillista Serva La Bari, fundada en 1966. Allí, desde pequeño, José Ángel mamó el sevillismo que le corre por las venas. Su padre lo llevaba hasta ese local para ver algunos de los partidos en los que el Sevilla FC jugaba fuera de su estadio.
"Si lo han hecho, que lo paguen"
Este miércoles, a mitad de mañana, en algunos bares y tascas de las calles aledañas a la casa de José Ángel Prenda se reúnen en torno a botellines de cerveza y chatos de vino jóvenes veinteañeros que reconocen no haber trabajado nunca, cuarentones parados de larga duración y jubilados que pasan la mañana leyendo el AS o el Diario de Sevilla.
Ramón -de unos 40 años, gafas y entrado en carnes- es el dueño de La Bodeguita, un bar a la espalda de la calle Francisco Escudero, a sólo 50 metros de la casa de Prenda. El hombre, que atiende con suma amabilidad al reportero, dice que conoce a los cinco detenidos y que todos son amigos “desde chavalitos, cuando jugaban a fútbol en las plazas y se sentaban a charlar en los bancos del barrio”.
“No me creo que hayan violado a una niña, porque una chavala de 18 años es eso, una niña. De esta gente no me lo creo. Eso sí, si se demuestra que lo hicieron, que lo paguen”, afirma Ramón.
El hombre cuenta que a los que más conoce son a "Prenda" y al otro biri detenido, el militar Antonio Jesús Cabezuelo Entrena, quien lleva tatuado en la espalda el escudo del Sevilla. “Son buenos chavales. Yo no pongo la mano en el fuego por nadie, pero me resulta extraño que violaran a alguien”, insiste.
Durante el encuentro con Ramón en La Bodeguita, el hombre cuenta que Prenda vio en su local la última final de la Europa League disputada en mayo, en la que el Sevilla ganó el trofeo ante el Liverpool imponiéndose por un tanto a tres. ¿Y qué sabe de los otros detenidos?, se le pregunta. “Del guardia civil sé que se llama Antonio Manuel [Guerrero Escudero]. Es verdad que acaba de entrar al cuerpo, pero antes había pasado por el Ejército”, explica. Y es cierto. Según su ficha de servicio, el chico, de 27 años, perteneció al Regimiento de Artillería Antiaérea que Defensa tiene en Dos Hermanas (Sevilla). En 2014 accedió a la Benemérita.
"¿Y sabe a qué habían ido a los Sanfermines?", se le insiste. “Claro. No fue a una despedida de soltero, como se había dicho [en La Razón]. Volvían a Sevilla tras ver a un amigo del barrio que vive en Barcelona. Pararon allí para pasar unos días, nada más”, asegura Ramón.
Nadie responde en casa de la agredida
Era la primera noche de fiesta en Pamplona. Tras el chupinazo de ese 6 de julio miles de personas disfrutaban en las calles del centro de la ciudad. También la chica, quien había ido en coche desde Madrid junto a un amigo. Éste, tras ver juntos un concierto, decidió irse a dormir a la una de la madrugada al vehículo que usaron para desplazarse hasta allí. Ya era día 7.
Fue entonces cuando la joven se quedó con unos amigos de la universidad que se había encontrado poco antes. Pero en torno a las tres de la mañana los perdió de vista y se sentó en un banco a descansar. Cuatro sevillanos se acercaron a hablar con ella. Prenda se sentó a su lado.
Cuando la chica decidió marcharse, ellos insistieron en acompañarla. Durante el trayecto, uno de ellos, al que identificó por llevar en su muñeca izquierda un reloj con una gran esfera -es el guardia civil, Antonio Manuel Guerrero- la agarró del brazo y la introdujo en el portal del número cinco de la calle Paulino Caballero (no en la calle Tafalla, como la chica denunció en un principio por su desconocimiento de la ciudad). Allí, según muestra el vídeo que el propio agente de la Benemérita ha reconocido que grabó, se ve a los cinco supuestos agresores.
Como si se tratara de un maleficio, la vida de la víctima de San Fermín también guarda estrecha relación con un estadio de fútbol, en este caso el Vicente Calderón. El piso de Madrid en el que vive la joven con sus padres y otros dos familiares está a pocos minutos andando del feudo rojiblanco. Alguno de los bares de la calle en la que vive esta familia sirven de refugio cada quince días para los aficionados colchoneros que apuran los minutos antes de entrar al campo. Ella misma es seguidora del Atlético de Madrid, según se observa en las fotos de sus redes sociales.
Se da la circunstancia de que los seguidores radicales del Atlético de Madrid, de extrema derecha, tienen a los Biris, de extrema izquierda, entre sus principales rivales, una enemistad acrecentada en los últimos años por razones deportivas, pero también por cuestiones políticas.
Son varios los cánticos procedentes del Fondo Sur del Calderón que tienen como destinatarios al Sevilla y a sus ultras. Un encuentro entre ambos equipos siempre se considera de alto riesgo. Como lo será el que ambos clubes disputarán a orillas del Manzanares en marzo de 2017, cuando el conjunto hispalense visitará al Atleti en la jornada 28 de Liga. Decenas de Biris estarán en las gradas. A sólo unos minutos de allí podría estar en casa de sus padres la víctima de esta terrible historia.
Pero estos días los aledaños del Manzanares presentan un estado muy diferente al de los días de partido. Las vacaciones y el calor del verano descongestionan las calles del barrio. Una vecina entra en el portal acompañada de una niña pequeña. Conoce a la familia, pero desconoce si están en su vivienda.
Tras varias horas de espera, nadie contesta al telefonillo del portal, tampoco al de la casa situada en el último piso del bloque. Al otro lado de la puerta sólo hay silencio y, desde luego, mucho dolor. EL ESPAÑOL ha tratado de ponerse en contacto con la familia. La oferta queda depositada en el buzón en el que aparecen reflejados los nombres y apellidos de los ocupantes de la vivienda.
Quien sí responde al teléfono es el abogado de la joven, Carlos Bacaicoa. El letrado, que asumió el caso estando de guardia en el Servicio de Atención a la Mujer Maltratada de Navarra, explica que la agredida se encuentra en tratamiento psicológico tras lo sucedido.
Con respecto al recurso presentado por los abogados de los cinco detenidos, en el que se solicita la puesta en libertad de todos ellos aduciendo que la chica consintió los hechos que quedaron registrados en el móvil del guardia civil, Carlos Bacaicoa entiende que este “no tiene la más mínima posibilidad de prosperar” porque, a su juicio, “las imágenes son tan explícitas que no dejan lugar a la duda de que se forzó” a la chica, quien en octubre cumplirá 19 años.
Silencio en el Sevilla CF
Mientras tanto, en el Sevilla CF prefieren mantenerse al margen en un asunto que, aunque no es responsabilidad suya, afecta indirectamente al club. Según fuentes del entorno de José Ángel Prenda Martínez, es abonado del conjunto hispalense con asiento en la grada de Gol Norte. Es por ello por lo que EL ESPAÑOL se ha puesto en contacto en reiteradas ocasiones con el gabinete de prensa de la entidad para conocer su postura ante los hechos.
Desde el club, en su derecho de mantenerse en silencio, se arguyó en todo momento que se trata de un asunto ajeno a la entidad presidida por José Castro. Sostienen que ningún miembro de Biris Norte ni ningún supuesto violador representa a la entidad del barrio de Nervión. Argumentan que sólo se puede actuar contra sus abonados si éstos incumplen la Ley del Deporte, circunstancia que a su juicio no ha concurrido.
—¿También si un abonado es condenado por violación en un juicio?—, preguntamos al portavoz del club.
—Sí, nosotros no podemos entrar en una cuestión de su vida personal. Otra cosa es si fuese de un miembro del club directivo o jugador de fútbol.
Por el momento, los cinco sevillanos detenidos siguen en prisión. El caso se encuentra en fase de instrucción. El Código Penal indica que la pena tipo por agresión sexual oscila entre los seis y los 12 años de cárcel. Sin embargo, la condena puede ser mayor -de entre 12 y 15 años- en caso de que concurran dos o más personas durante el acto de violación.
Aunque los cinco detenidos aseguran que la relación con la chica fue consentida, el juez instructor y la Fiscalía consideran lo contrario, de ahí que se encuentre en prisión sin fianza. Habrá que esperar para saber si los tatuajes de uno de ellos los llevan a prisión definitivamente durante los próximos años.