Martes 9 de agosto, 20.45 horas. Centro Penitenciario Pamplona I (Navarra). Las luces del pasillo central del módulo tres acaban de apagarse y apenas se escucha un alma. Los únicos destellos proceden de las televisiones que hay instaladas dentro de algunas de las 78 celdas de este sector de la prisión. Sólo disfrutan de ellas los presos que las han comprado en el economato de la cárcel, una de las más modernas del país y que iba servir para el acercamiento de presos etarras al País Vasco. En junio de 2012 fue inaugurada entre críticas por sus magníficas instalaciones. Dispone de piscina olímpica, gimnasio, frontón, biblioteca…

Los 104 reos que conviven en este módulo han cenado 45 minutos antes y desde hace un cuarto de hora descansan en sus literas. Aunque la mayoría reposan recostados sobre sus camas y sin apenas levantar ruido, en una de esas celdas dos jóvenes miran atentos a una pantalla plana de 19 pulgadas de la marca Sunstech. La tienen puesta sobre el escritorio de uno de ellos. Les ha costado poco más de 200 euros.

Sus rostros se muestran tensos cuando el árbitro da el pitido inicial de la Supercopa de Europa que van a disputar el Real Madrid y el Sevilla en la ciudad noruega de Trondheim, a 2.422 kilómetros de allí. Los reos son José Ángel Prenda Martínez y Ángel Boza Florido, dos de los cinco sevillanos detenidos en los Sanfermines de este año por violar, presuntamente, a una madrileña que en octubre cumplirá 19 años.

En una celda próxima también ve el partido Jesús Escudero Domínguez, otro de los involucrados en la agresión sexual. Él, como sus dos compañeros de juerga que pasan sus días en Pamplona, se compró una tele para sobrellevar los ratos muertos dentro de prisión.

Prenda y Boza conviven en una celda con literas, escritorios y una televisión que han comprado en el economato.

Lejos de allí, también entre rejas, están los otros dos implicados en la violación. Son el guardia civil Antonio Manuel Escudero Domínguez y el militar Alfonso Jesús Cabezuelo Entrena. El primero pasa sus días en la prisión de Logroño, donde hay un módulo especial para Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. El segundo, en Alcalá Meco, en un sector destinado a personal del Ejército. Ambos pidieron su traslado desde la cárcel de Pamplona al poco de su ingreso. Se sentían más seguros entre colegas que entre delincuentes comunes.

Durante los próximos 120 minutos, entre brincos y ¡uuys!, Prenda y sus dos compañeros de prisión verán cómo su Sevilla pierde el trofeo en el último minuto de la prórroga. “¡Los mueeertos ya!”, soltó Prenda, ultra de la peña radical sevillista Biris, cuando terminó el encuentro y, enfadado, apagó el televisor.

En aquellos ocho metros cuadrados que comparten desde el 9 de julio, cuando el juez de Instrucción número cuatro de Pamplona decretó su ingreso en prisión, pasaron su trigésima noche, quizás la más amarga hasta el momento por la derrota del equipo de sus amores.

“QUE NOS DEJES, GORDA DE MIERDA”

Prenda y los otros dos encarcelados en Pamplona se han habituado bien a la soledad de prisión. Pese a que durante los primeros cuatro días la dirección del penal los mantuvo separados del resto de presos por seguridad, los tres amigos que aún permanecen en Navarra llevan un mes viviendo en el módulo tres. Aunque en el talego los violadores no gozan de buena fama, por el momento no han tenido ningún roce ni altercado. 

José Ángel Prenda, al que en su barrio de Sevilla apodan Joselito El Gordo, comparte celda con su tocayo Ángel Boza. En ella disponen de un aseo, una ducha, dos literas y un par de escritorios. Lo mismo que Jesús Escudero, a quien lo han ubicado junto a un delincuente común. Cada fin de semana reciben visitas de sus familiares, quienes les llevan ropa y los llenan de besos.

Los tres son reos que “no dan problemas”, cuentan a este reportero fuentes internas del penal. Durante los días previos al partido del martes comentaban con los funcionarios que deseaban que llegara la fecha del partido para ver el encuentro entre el Madrid y el Sevilla.

Pese a que esta semana el juez ha emitido el auto de procesamiento por violación de todos ellos, los chicos se muestran tranquilos y en todo momento van conociendo su situación jurídica. También se han lanzado a comentar entre el resto de presos y el personal de la cárcel que la chica agredida sexualmente en un portal de Pamplona “consintió” los hechos, así como que permitió que uno de ellos, el guardia civil, grabase la escena con el móvil.

De izquierda a derecha: Ángel Boza Florido, Jesús Escudero Domínguez, José Ángel Prenda Martínez, el militar Alfonso Jesús Cabezuelo Entrena y el guardia civil Antonio Manuel Escudero Domínguez.

Los imputados han contado en prisión que la chica incluso les propuso ir a desayunar con todos ellos tras el supuesto encuentro sexual que habría mantenido voluntariamente. Sin embargo, varios de ellos le espetaron con desprecio al despedirse de ella: “¡Que nos dejes en paz, gorda de mierda!”.

Pese a la versión que están dando dentro de la prisión de Pamplona, el juez que instruye el caso piensa diferente. En el auto emitido a principios de esta semana se dice que los cinco amigos que acudieron a San Fermín y acabaron violando a una joven de 18 años "se animaban y jaleaban entre sí" y "se reían de la víctima".

También queda reflejado que los imputados grabaron la agresión sin tener reparos de mirar a la cámara o reclamar su turno para continuar la violación. El magistrado se refiere a "unos hechos de extrema gravedad, ejecutados en grupo y de manera reiterada, con múltiples penetraciones".

Los cinco encarcelados se habían desplazado desde la ciudad hispalense con motivo de las fiestas pamplonesas, al igual que su víctima, llegada desde Madrid en coche con un amigo que se encontraba durmiendo en su vehículo cuando se produjeron los hechos. Los cinco procesados prestarán declaración por videoconferencia desde prisión el próximo 2 de septiembre. El juez ha desestimado la petición de sus defensas, que solicitaban la retirada como acusación particular del Ayuntamiento de Pamplona y del Gobierno de Navarra, personados en la causa.

En dicho auto el juez deja constancia también de que se han encontrado “restos biológicos” de los detenidos en paredes y llaves de luz del portal, así como en una colilla tirada por el suelo.

El abogado de la agredida, Carlos Bacaicoa, asegura que baraja pedir entre 12 y 15 años -la pena máxima por una agresión sexual- para los supuestos violadores. A juicio del letrado, además de haberla forzado, concurren los agravantes a los que hace referencia el instructor, como que la inferioridad física de la chica le impidió oponer resistencia. 

GIMNASIO, FÚTBOL SALA Y BOXEO

En Pamplona I, el Prenda y sus dos compañeros de tropelías que aún siguen allí se levantan a las ocho de la mañana. Media hora más tarde, tras el aseo diario y la limpieza de su celda, desayunan juntos en el comedor de la cárcel.

Luego, hasta que llega la hora de la comida, en torno a las 13.30, los tres amigos de juventud que se conocieron por las calles del barrio hispalense de Amate hacen algo de ejercicio. Pasan la mañana juntos levantando pesas en el gimnasio, paseando por el patio o pegando unos chutes en el campo de fútbol sala que hay en el penal.

Después del almuerzo, Prenda, Boza y Escudero vuelven a sus celdas para descansar y dormir la siesta que no perdonan ni un sólo día. A las 16.45 tienen la posibilidad de retornar al patio. Cenan temprano. Y más ahora en verano -las ocho de la tarde-. Sólo media hora después cada preso vuelve a su jaula, la misma que llevan viendo durante las últimas 35 noches.

Los tatuajes de Prenda ayudaron a la víctima a reconocer a sus agresores.

A sólo 87 kilómetros de allí, en la prisión de Logroño, está preso el guardia civil Antonio Manuel Guerrero Escudero, apartado del cuerpo de forma provisional. Decidió pedir su traslado hasta el penal riojano por seguridad. Sin contacto con presos comunes, Antonio Manuel convive con otros 16 internos en el módulo 10, donde hay 14 celdas y en el que sólo convive con policías nacionales y agentes de la Benemérita. En su mayoría, condenados por violencia de género o por traficar con drogas.

En Logroño, el guardia civil detenido, que accedió al cuerpo tras pasar por el Ejército, también comparte celda con otro reo. Como Prenda y los otros, su vida se rige por los horarios que le impone la dirección del presidio. Dispone de patio, de gimnasio y de un saco de boxeo para probar los puños... “Es un tipo que trata de mantenerse en forma”, cuentan desde el interior del penal.

A mayor distancia, en la prisión madrileña de Alcalá Meco, se encuentra el militar Alfonso Jesús Cabezuelo Entrena. Poco se sabe de la vida de este joven allí, salvo que vive recluido en un pequeño módulo para miembros del Ejército con problemas con la Justicia.

Como sus amigos -ninguno supera los 28 años- este chico que trabajaba en la Unidad de Emergencias salvando vidas acabó violando a una chica de 18 años a la que habían conocido durante la primera noche de San Fermín.

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