Nadie había prestado tanta atención a las manchas negras de neumáticos que, con una simple búsqueda en Google Maps, aparecen en la geografía de España hasta que el pasado mayo ardió el vertedero de neumáticos de Seseña, en Toledo. Casi 5 millones de ruedas almacenadas desde finales de los 90 que han acabado en cenizas en el peor de los casos, o reconvertidas en vigas de acero, combustible sintético o caucho para campos de fútbol y parques infantiles, en el mejor, tras su proceso de recuperación.
(VÍDEO: Jorge Barrena)
Todas las empresas que tratan neumáticos en España (talleres, almacenes industriales, recuperadoras…) deberían estar adscritas a SIGNUS o Tratamiento de Neumáticos Usados (TNU), las dos únicas empresas que homologan las ruedas y se aseguran de que toda la cadena del mercado es legal y responsable con el Medio Ambiente. Ellos deberían controlar todas las ruedas que hay en España, pero en realidad no es así.
Un 20% de todos los neumáticos reciclables se queda en la economía sumergida. La falta de legislación al respecto lo posibilita. Ni el Ministerio de Agricultura ni las consejerías de Medio Ambiente de las comunidades autónomas han tomado medidas desde 2011, cuando se debería haber redactado un Decreto Ley para la gestión de los neumáticos. A finales de 2015 acabó la fecha límite para hacerlo, pero la vorágine electoral lo impidió una vez más.
Los piratas de las ruedas
La clave para entender la mafia que hay alrededor de los neumáticos está en el tamaño. Todas las ruedas con un diámetro menor a 1,4 metros tienen una ecotasa de 1,33 euros que se cobra directamente al consumidor. Ese dinero permite pagar a SIGNUS y TNU para que coordinen a los transportistas que recogen los neumáticos en los talleres, vertederos y fincas y los entreguen a las empresas de reciclaje.
Sin embargo, no hay ninguna normativa que exija una ecotasa para las ruedas con más de 1,4 metros de diámetro (las industriales y agrícolas), por lo que hay un vacío legal que permite que acaben en vertederos. Para recogerlas tan solo hace falta comunicar a la comunidad autónoma correspondiente que se dispone de un camión adecuado. Después, alguien que ni siquiera esté constituido como empresa (que es lo que suele ocurrir) recoge las ruedas con ayuda de operarios, las cobra y en lugar de llevarlas a reciclar las tira en el campo, un vertedero o las esconde en una nave industrial.
“El proceso de retirada y reciclaje de una tonelada de este tipo de ruedas (que se completaría con 4 o 5 piezas) está valorada entre 220 y 240 euros. Quienes las retiran ilegalmente suelen cobrar algo menos al taller, unos 160 ó 180 euros, y así se embolsan toda la cantidad con cada viaje”, explica Javier de Jesús, director general de TNU.
Por eso, tanto TNU como SIGNUS han pedido en multitud de ocasiones al Ministerio de Agricultura que el Decreto Ley de neumáticos pendiente de redactar refleje una ecotasa para las ruedas de grandes dimensiones.
Lo cierto es que la picaresca en torno al negocio de las ruedas viene de lejos. Desde el SEPRONA de la provincia de Toledo recuerdan que hubo bandas organizadas que extraían el acero de las ruedas y lo revendían, arrojando después los neumáticos a vertederos como el de Seseña. Un negocio que dejó de ser rentable hace siete u ocho años, cuando estalló la burbuja inmobiliaria.
Neumáticos de importación, un fraude milimétrico
Nuevamente, el tamaño es la clave. Cada año llegan a España desde Alemania y Europa del Este entre 3 y 4 millones de ruedas que los talleres no declaran. En esos países las ruedas se retiran del mercado cuando tienen una profundidad de dibujo de 3 milímetros, pero en España se permite que circulen hasta que el dibujo llegue a los 1,6 milímetros.
Se trata de ruedas que se compran y venden de manera ilegal y que, por lo tanto, escapan de la homologación y no pueden reciclarse; también éstas suelen acabar hacinadas en vertederos o naves industriales.
La Guardia Civil hace revisiones periódicas en los talleres para asegurarse de que todas las ruedas están tramitadas mediante el sistema de gestión SIGNUS, pero como en cualquier negocio ilegal, es muy difícil controlarlo todo.
¿A dónde van a parar las ruedas de Seseña?
En el vertedero de Seseña, como en las trincheras de guerra, el suelo está partido a retales para evitar la contaminación. Los restos de los neumáticos desprenden un calor insoportable por la exposición al sol y máquinas de grandes dimensiones levantan polvo mientras recogen ruedas de todos los tamaños. Los trabajadores parecen liliputienses en mitad de un mar de neumáticos y amasijos de acero.
Un cableado eléctrico sirve de división a las dos partes del vertedero. En la que pertenece a Valdemoro, donde se inició el fuego, tan solo queda acero. Las ruedas ardieron por completo. “Fue un trabajo muy difícil porque cuando comenzamos a trabajar todavía había zonas que estaban muy calientes. Hemos tenido que extremar las precauciones y los días que se levanta viento ni siquiera podemos trabajar”, explica Daniel Barettino, subdirector general de Inspección Ambiental de la Comunidad de Madrid. El técnico explica también que Madrid está pendiente de los últimos análisis de caracterización de las cenizas para ver “si son peligrosas o no” y llevarlas a reciclar.
Las máquinas levantan a diario toneladas del metal que es lavado con grandes cañones de agua a presión para retirar impurezas y cenizas. Cargan unas 7 toneladas y media en cada camión y así lo trasladan a la empresa de reciclaje de metales Félix Martín Suñer, en Arganda del Rey (Madrid).
La empresa “ha incrementado un 25% su actividad desde el incendio de Seseña”, según explica Félix Martín, encargado de la planta e hijo y nieto de los antiguos propietarios de una empresa familiar con 65 años de historia. Ya se han retirado 638 de las 2.000 toneladas de fracción metálica que hay en el vertedero. TRAGSA, la empresa pública que está trasladando los residuos, hace cada día unos 15 viajes entre Seseña y Arganda del Rey.
Una vez en la planta, el metal se comprime en cubos de unos 700 kilos que se asemejan al compost de una maceta y los llevan a empresas de fundición para fabricar vigas o placas para distintos usos industriales.
Las ruedas son cosa de Castilla-La Mancha. El fuego no llegó con tanta virulencia al terreno de Seseña, por lo que, de las cerca de 90.000 toneladas de ruedas que había allí dentro, se podrán reciclar 30.000.
El día 20 de junio comenzó la retirada de los neumáticos, de los que, de momento, solo se han podido extraer un 6%. La Consejería de Medio Ambiente estima que los trabajos continuarán al menos otros 6 meses.
En este caso, las enormes pinzas de las excavadoras extraen las ruedas de distintos tamaños y cargan hasta 10 toneladas en cada camión. Desde Seseña se dirigen a Reciclajes La Mancha, del grupo Recuperaciones Pérez, en Campo de Criptana (Ciudad Real) y a Valoriza, en Chiloeches (Guadalajara) las dos empresas que se están ocupando de la recuperación y reciclaje de las ruedas.
Allí las ruedas pasan por dos procesos distintos de trituración. En el primero se despedaza la rueda en fragmentos de unos 10 centímetros para enviarlo a las cementeras como combustible sintético.
En el segundo proceso una máquina de grandes dimensiones separa con imanes el textil, el acero y el caucho de la rueda. Con tres trituradoras distintas, el caucho queda granulado y es utilizado para cubrir campos de fútbol o fabricar el suelo de parques infantiles.
26 cementerios de neumáticos en España
El pasado 20 de junio fue la última vez que TNU envió al Ministerio de Medio Ambiente un listado de hasta 26 cementerios de ruedas como el de Seseña, aunque de menores dimensiones. En total, más de 120.000 toneladas de ruedas fuera de uso en toda España a las que no se les está dando una segunda vida gracias al reciclaje.
El mayor se encuentra en la localidad coruñesa de A Laracha, y acumula casi 35.000 toneladas. Es propiedad de la empresa de residuos industriales Sogarisa, que todavía no ha sido sancionada a pesar de que el SEPRONA de la Guardia Civil vigila de cerca el recinto. Tras el incendio de Seseña, la Xunta de Galicia aseguró que retiraría las ruedas a partir de septiembre y este verano se ha regado la zona en varias ocasiones por precaución.
A la altura de Bailén, en Jaén, el taller La Gomera Andaluza acumula también casi 30.000 toneladas de neumáticos. En su página web se anuncia como especialista en todo tipo de ruedas: recauchutados, importados o de ocasión. Durante varios días, El Español intenta ponerse en contacto con el propietario, que no está en la fábrica según los empleados.
Como estos dos casos, existen otros 24 almacenamientos cercanos a pueblos como el de Argamasilla de Alba (Ciudad Real) con 20.000 toneladas de ruedas, o Arico (Tenerife) con 7.500. Vertederos que, en algunos casos, como el de Cervera del Llano, en Cuenca, llevan ahí desde hace 20 años sin que nadie repare en el peligro que suponen para el Medio Ambiente.
¿Qué efectos tendrá el incendio sobre la población?
El suelo del vertedero de Seseña y el de los pueblos que quedan a 20 kilómetros a la redonda quedó 10 veces más contaminado que el del polígono petroquímico de Tarragona (el mayor del Sur de Europa) tras el incendio, según un estudio realizado por la Universidad pública de Tarragona Rovira i Virgili.
Técnicos del departamento de Toxicología Ambiental se trasladaron hasta Seseña e hicieron muestras de suelo y cultivos en la zona. Durante el incendio se alcanzaron niveles de contaminación atmosférica 20 veces superiores a lo legalmente establecido, con compuestos cancerígenos. Unos efectos que pueden mantenerse en el suelo hasta 6 meses después de la extinción, según el estudio difundido por Ecologistas en Acción.