A Sharon Tate la acuchillaron 16 veces. Estaba embarazada de ocho meses y medio y su bebé aguantó 20 minutos vivo dentro del vientre muerto de su madre. Mientras la mataban, Tate suplicó que salvaran al feto. "No, no hubo piedad. Ninguna piedad", admite Patricia Krenwinkel, una de sus asesinas, en el documental Charles Manson: un viaje por el mal.
El filme en el que aparecen estos testimonios es uno de los mejores modos que existen para adentrarse en el sórdido mundo de la secta La Familia Manson, la que en el verano de 1969 rompió la paz hippy del sur de California y aterrorizó Los Ángeles con una serie de salvajes asesinatos. Este capítulo de una serie del canal FYI sobre crímenes contiene buena parte de las entrevistas que Diane Sawyer, de la cadena ABC, realizó en 1982, además de declaraciones del propio Charles Manson (81).
Con la mirada en un punto lejano, triste y cansada, Krenwinkel cuenta a cámara lo que ella y sus compañeros de secta hicieron durante varias noches de aquel verano. Uno la oye hablar como si contara la vida de otro y las preguntas siguen llegando. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Quién eres? ¿Quiénes eráis? Han pasado 47 años de los asesinatos cometidos por La Familia y son todavía muchos quienes siguen fascinados con su historia.
Este verano se han publicado en Estados Unidos dos novelas sobre el suceso, American Girls, de Alison Umminger (la historia de Anna, una quinceañera obsesionada con los asesinatos de Manson, todavía no ha llegado a España), y Las chicas (Anagrama, 2016), de Emma Cline, una inteligente historia sobre mujeres con la secta de Manson como escenario.
Los editores de Cline no se equivocaron cuando leyeron la historia de Evie, una adolescente insegura -¿qué adolescente no lo es?-, y pagaron 1,7 millones de euros como adelanto. Las chicas está en la lista de más vendidos en medio mundo y Cline es la autora del momento. En España, de la tirada inicial de 12.000, se han vendido 8.215 en tan solo un mes.
The New York Times ha dicho que la historia está "contada con frases a veces tan finamente escritas que podrían ser usadas como joyas". Es verdad y encima su éxito puede apoyarse en otros formatos.
Este verano la NBC ha estrenado en EEUU la segunda temporada de Aquarius, una serie en la que el protagonista -David Duchovny- es un detective que busca a una joven relacionada con Manson. En su segundo verano la audiencia se ha incrementado. Internet también ha sucumbido al embrujo del psicópata. De los populares podcasts de Karina Longwortg You must remember this sobre el lado oscuro de Hollywood ha arrasado el de Manson: el doble de oyentes que el resto.
El asesino más famosos del siglo XX vuelve a estar de moda.
Manson, encarcelado desde aquella época, sigue recibiendo cartas de admiradores, lo mismo que sus seguidoras. "Al principio eran cartas de madres y abuelas que me daban su cariño, pero después ya sólo llegaban cartas de fans, adolescentes metidos en drogas que me admiraban por lo que había hecho, por matar sin control", cuenta Susan Atkins (murió con 61 años en prisión), otras de las chicas, en una entrevista en 1978. Atkins es acaso la más popular de todas.
Quienes hayan leído Las chicas habrán intentado buscar las similitudes entre alguna de las asesinas reales y las protagonistas del libro. ¿Susan Atkins es la Suzane de la novela? Suzane es una chica de 19 años fría y distante, una mujer que fascina a la protagonista. Podría ser Susan Atkins, claro, pero también podría ser Patricia Krenwinkel. ¿Quiénes eran las chicas? ¿Qué pasó con ellas? ¿De dónde sale Charles Manson? ¿Había hombres en la secta? Ruedan las preguntas cuesta abajo. Ahí van algunas respuestas.
Charles Manson
"¡Yo soy un niño de la calle!", dice a gritos a Diane Sawyer, la entrevistadora, a la que llama "¡tú, mujer!" en tono despectivo. Manson nació en Cincinnati, Ohio, hijo de una madre soltera, alcohólica y delincuente que terminó en prisión. El pequeño creció medio abandonado y se lanzó al crimen en cuanto pudo. Cuando se cometieron los asesinatos había pasado más tiempo encarcelado que en libertad.
Es precisamente ese pasado criminal el que fascinaba a los famosos con los que se llegó a codear. Manson estaba obsesionado con la fama y quería ser músico. Componía -los Beach Boys grabaron un tema suyo, era amigo de Dennis Wilson- y tocaba la guitarra con fervor. Pero no lograba tener su propio disco, lo que le provocó el enfado que desembocó en aquel sanguinario verano.
De brillante y profunda mirada y gesto psicópata, Manson retuerce las palabras y trata de llevar al interlocutor a su terreno. Lo hace en todas las entrevistas que ha dado, que son muchas.
Se ha escrito todo del personaje: leyó a Dale Carnegie para tener don de gentes, es seguidor de la cienciología, se casó y tuvo varios hijos, creía que Los Beatles le hablaban desde sus canciones -en especial desde el Álbum blanco-, pensaba que se iba a desatar una guerra racial en Estados Unidos en la que los negros iban a tomar el control sobre los blancos… Todo, sí, pero nada de lo que se sabe explica lo que sucedió.
A finales de los 60 creó un grupo de seguidores, sobre todo de chicas, con los que se instaló en un rancho a las afueras de Los Ángeles. Sin pasado, sin tiempo, sin cumpleaños, sin relojes, sin ayer ni mañana. Se movían con un autocar negro y se drogaban sin freno. Cuando Manson se cansó de la paz, buscó la guerra, y armó a sus chicos con pistolas y cuchillos. Los preparó para matar.
La primera refriega fue confusa y mezcló drogas con venganzas. El 25 de julio 1969 ordenó la muerte de Gary Hinman, un músico metido a camello -les había vendido mala mercancía- al que torturaron durante dos días antes de quitarle la vida. Bob Beausoleil (68), miembro de la secta, fue condenado por el crimen. Luego se supo que le acompañaban Susan Atkins y Mary Brunner, otra chica de la Familia. Atkins participó en todos los crímenes.
El 9 de agosto de 1969 Manson ordenó a sus seguidores, con Susan Atkins y Tex Watson (70) a la cabeza, que entraran en la casa en la que había vivido un ex amigo de Manson y mataran a todos los que estaban allí. Y allí vivía entonces Sharon Tate con su marido, Roman Polanski (83), que estaba de viaje.
Al día siguiente, 10 de agosto, entraban en casa del empresario Leno LaBianca, al que apuñalaron junto a su mujer Rosemary. Conocían la casa porque habían estado en una fiesta en la casa de al lado. Por nada más.
El juicio se celebró entre 1970 y 1971 y acaparó las miradas de medio mundo. Las tropas americanas se retiraban de Vietnam y Camboya pero el público prefería ver lo que Manson y sus chicas tenían que decir.
En 1971 Manson era condenado por la muerte de siete personas: la actriz Sharon Tate y sus tres amigos, el peluquero Jay Sebring, la millonaria heredera Abigail Folger, el escritor Wojcjech Frykowksi. El joven Steven Parent que esa noche pasaba por la calle. Y los LaBianca, asesinados al día siguiente.
Fueron siete disparos del calibre 22 y 169 puñaladas.
Manson se convirtió en un fenómeno mediático, ha dado cientos de entrevistas, hay decenas de libros publicados, en internet se pueden ver hasta las horripilantes fotos de los sucesos, tiene su propia web y en 1997 logró publicar su primer y único disco. En 2015 le concedieron el permiso para casarse pero el matrimonio nunca tuvo lugar.
La novia es Afton Elaine Burton, quien creó la página de Facebook de Manson hace un año y ya tiene 90.000 likes. Además, desde su web vende merchandising con la bandera de los estados confederados, la que usan los supremacistas blancos. Manson lleva tatuada una esvástica en la frente.
Encerrado de por vida (como al resto, la pena de muerte fue conmutada por cadena perpetua), Charles Manson disfruta sabiéndose un icono pop.
Susan Atkins
Atkins murió con 61 años en la cárcel. Fue la mujer más importante de La Familia Manson. Cuando conoció a Charlie se arrodilló y le besó los pies. Tenia 15 años, su madre murió de cáncer y ella empezó a buscar respuestas. Las encontró en La Familia.
A finales de 1969, Atkins era detenida por robar coches y en la cárcel empezó a contar que era responsable de crímenes más atroces, de los asesinatos de aquel verano. Así los detuvieron a todos.
Fue condenada por ocho crímenes, entre ellos el de Tate, y pese a que pidió la libertad condicional en numerosas ocasiones jamás la logró. La madre de Sharon Tate luchó hasta el final para que ninguno de los asesinos abandonara la cárcel.
"Recuerdo que mi conciencia sabía que había ido tan lejos que no podía volver atrás", dijo del momento de los asesinatos, "estaba en manos del diablo y no había nada que hacer".
Así justificó el asesinato de Tate en el juicio: "Ella allí rogándome y rogándome, pidiéndome y pidiéndome que no la matara, me harté de escucharla... por eso la acuchillé".
De piel blanca, pelo negro, bigotillo y ojos desbocados, Atkins se reía cuando hablaba del crimen. Ella y sus compañeros cantaban canciones que Manson había compuesto y sus voces, aniñadas y sarcásticas, sonaban de lo más siniestro.
Como el resto, se afeitó la cabeza cuando Manson se rapó y se grabó una cruz en la frente cuando Manson se tatuó la esvástica.
Atkins se convirtió con los años en una devota cristiana y terminó sus días asesorando a jóvenes para que no cometieran los mismos errores que ella. Tuvo un hijo durante su estancia en el rancho que los servicios sociales dieron en adopción. "No sé si sabe algo de mí, no sé si quiero que lo sepa", admitió antes de morir víctima de un tumor cerebral.
Patricia Krenwinkel
A sus 68 años sigue encarcelada por los asesinatos de Sharon Tate y sus amigos. Hija de una vendedor de seguros y una ama de casa, sus padres se separaron cuando tenía 17 años. En 1968 descartó la idea que le había rondado un tiempo de ser monja, se independizó y se convirtió en una tranquila secretaria que vivía con su hermana en el sur de California. "No era una chica mala", puntualiza en alguna de las entrevistas concedidas.
Conoció a Manson en casa de una amiga y esa primera noche se acostaron. Krenwinkel no era una joven guapa, tampoco delgada, ni siquiera graciosa, lo que la había convertido en objeto de burlas durante años. "Charlie fue la primera persona que me dijo que era guapa, no podía parar de llorar cuando él me hablaba, me emocionaba". A los dos días de conocerle abandonó el trabajo y se marchó con él.
Al principio de su estancia en prisión se mantuvo fiel a Manson pero poco a poco se fue separando de su líder hasta que finalmente admitió su culpabilidad y mostró arrepentimiento. "No nos merecemos que nos perdonen", sentencia en una entrevista.
Licenciada en Servicios Sociales, pertenece a algunos programas penitenciarios como Alcohólicos Anónimos y ofrece su ayuda a otras presas, a quienes ha enseñado a leer y escribir. Escribe, compone, toca la guitarra y hasta da clases de baile.
Leslie van Houten
Fue condenada de por vida por los crímenes contra el matrimonio LaBianca. A sus 67 años, Van Houten todavía mantiene cierta belleza de antaño. Criada en una familia educada y rica, supo de La Familia cuando estudiaba en la universidad. "Quería vivir más de lo que me ofrecía la vida normal", ha contado, "y en la universidad oí hablar de Manson, decían que era como Cristo, que tenía las respuestas. Necesitaba conocerle. Al principio, pensé que había encontrado a alguien que me convertía en algo positivo solo por estar con él".
Van Houten da algunas pistas de por qué le tocó asesinar a ella y no a otros miembros de la secta. "Un día me pidió que cogiera un cuchillo y que lo lanzara... lo hice sin pensar", recuerda. "Estaba claro que podía matar, otros dudaron antes de coger las armas".
De voz grave y profunda, Van Houten impostaba un tono infantil durante el juicio, sesiones a las que a veces se presentó con coletas. Siempre, eso sí, llevaba la sonrisa puesta. Una sonrisa que ahora es incapaz de recordar.
Linda Kasabian
Los padres de Linda Darlene Drouin (67), conocida como Linda Kasabian, se divorciaron cuando ella era pequeña y abandonó su casa a los 17 por desavenencias con su padrastro. Estuvo un tiempo dando vueltas por el país, tuvo dos parejas y dos hijos, hasta que conoció a La Familia. Primero tuvo relaciones con Tex Watson, el macho Alfa de la secta (con permiso de Manson) y después con el propio Manson.
Aquella fatal noche de verano acompañó a los asesinos hasta la puerta pero no entró. Lo oyó todo y vio incluso a alguna víctima intentar escapar. No hizo nada. A los dos días huyó del rancho y volvió a vivir con su madre.
Se le ofreció inmunidad judicial si testificaba en contra de sus ex compañeros y así lo hizo. Durante el juicio, sus compañeros la insultaron y llegaron a culparla de organizar los asesinatos. El jurado no lo tuvo en cuenta y salió indemne del proceso judicial. Tiene 67 años y vive una vida tranquila alejada del foco mediático.
Tex Watson
Charles Denton ‘Tex’ Watson (70), conocido como Mad Charlie (El loco Charlie), era el macho de la secta, el que tenía relaciones sexuales con todas las chicas, el sanguinario asesino que no dudó en matar a quien Manson ordenaba.
Trabajó durante un tiempo como mozo de equipajes de una aerolínea pero se cansó y buscó en la vida psicodélica una salida. Encontró a Manson y sus drogas, lo que le sedujo.
La noche de los crímenes en casa de Sharon Tate, Watson se subió a un poste para cortar las comunicaciones de la casa y fue descubierto por un joven que pasaba por allí en coche. Watson le disparó en el pecho. Fue su primera víctima.
Sigue encarcelado y es un ferviente cristiano pendiente de todo lo que se dice de él. Escribió una autobiografía, ¿Morirías por mí?, con un titulo que hace referencia a la preguntaba que con insistencia formulaba Manson a sus seguidores.
En abril de este año mandó una carta a Wikipedia en la que pedía que corrigieran algunos detalles de su biografía. Detalles que sorprenderían por su banalidad si no fuera porque este noviembre Watson debe presentarse ante el jurado que decidirá si le concede la libertad condicional.
El dolor llega por oleadas. Cuando alguien pierde a un ser querido sufre golpes de dolor que le impiden llevar una vida normal. Es algo que puede durar toda la vida. Sobre todo, si la muerte ha sido traumática: el asesinato de un familiar, dicen los psicólogos, es más difícil de sobrellevar que una muerte por enfermedad. Imaginen que además el responsable de esa muerte sea un tipo famoso, alguien que se pone de moda cada dos por tres.
Sucede con Charles Manson, un psicópata que hizo matar a un número indeterminado de personas. Todavía no se sabe cuántos, aunque fueron más de 10. Tampoco se sabe si él mismo cometió alguno de los asesinatos o si sólo los monitorizó. En 2015 se abrió una nueva investigación para esclarecer una muerte sucedida en los mismos días y en la misma zona en la que vivían las chicas de Charlie.
Sí, lo llamaban Charlie. A ese Charles Manson que inspiró a Marilyn Manson para escoger su nombre artístico, el mismo que aparecía en las camisetas que Axl Rose lució durante la última etapa de Guns N' Roses. El Manson que lideraba una secta compuesta esencialmente por mujeres jóvenes y perdidas que asesinaron a cuchilladas a las órdenes de 'su mesías'. Ese siniestro Manson vuelve a ser tendencia. A pesar de sus víctimas, del dolor de sus familias y de su auténtica chaladura. La moda de la sanguinaria secta La Familia Manson llega, como el dolor que causaron, por oleadas.