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Ha sido un año larguísimo para Jorge Fernández Díaz. Largo y complejo. Cuando hubo traspaso de ministerios, a principios del pasado mes de noviembre, muchos apuntaban al ex titular de Interior como futuro embajador en el Vaticano. El puesto le venía como anillo al dedo, dada la religiosidad del político. Pero pocos sabían que, por ahora, el popular prefiere no pensar en el futuro. Hace justo un año le diagnosticaron un cáncer. En concreto, de hígado.
La noticia fue guardada como si se tratara de uno de los grandes secretos de su ministerio. Nada trascendió hasta que hace unos días se conocía que se había sometido a una intervención quirúrgica. Según ha sabido EL ESPAÑOL, en realidad fueron dos duras y largas operaciones consecutivas en dos días seguidos. Ahora está a la espera de los resultados y de ver cómo responde su organismo.
Suele suceder así: una visita al médico, una pregunta que parece fuera de lugar, más análisis de los previstos… Fue en una revisión rutinaria como Fernández Díaz supo de su dolencia. El diagnóstico -"tiene un cáncer de hígado"- le dejó bloqueado por unos segundos al serle comunicado. Inmediatamente, decidió seguir adelante, sin abandonar sus tareas políticas.
El médico y algunos allegados le aconsejaron que dejara el puesto de ministro y mantener, como mucho, el acta de diputado, en una posición política de segundo nivel. Tenía que enfrentarse a un tratamiento de quimioterapia y radioterapia que le dejarían tocado. "No quiso parar. Se había comprometido y no quería fallar a nadie”, explica a EL ESPAÑOL un allegado.
Quienes le conocen cuentan que no se entendería la actitud de Jorge Fernández frente al cáncer si no fuera por su religiosidad. Desde que en 1991 encontrara a Dios en Las Vegas, según él mismo ha contado varias veces, su devoción se mantiene firme e incólume, a prueba de todo tipo de contratiempos.
Es supernumerario del Opus Dei desde 1997. Una enfermedad tan grave como la que padece es, para él, algo más parecido a un martirio que a un castigo. "En último caso, si todo terminara mal, me encontraría con Dios", ha dicho a sus amigos íntimos.
Según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) el cáncer de hígado es el décimo más frecuente diagnosticado en varones en España. En 2012 (últimos datos disponibles) se localizaron en España 5522 casos de este tipo de cáncer que, en más del 50% de los casos, está asociado a cirrosis que, a su vez, puede estar causada por el consumo excesivo de alcohol y/o por la infección por los virus de la hepatitis B y C.
Como en la mayoría de los tumores malignos, la detección precoz del cáncer está asociada a una mayor supervivencia que en ningún caso es muy elevada en el cáncer de hígado. Según la American Cancer Society, la tasa relativa de supervivencia a 5 años para las personas con cáncer de hígado localizado es aproximadamente del 30.5% y se reduce al 10.7%.en el cáncer en etapa regional, es decir, cuando el cáncer ha crecido hacia los órganos adyacentes o se ha propagado a los ganglios linfáticos cercanos.
Cuando Fernández supo que estaba enfermo, se lo comunicó a su familia, a algunos amigos y al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Todos pensaban que tras las elecciones del 20 de diciembre de 2015, hace ahora casi un año, podría dejar su cargo. Pero, como se sabe, el líder del PP, con su exigua minoría, no consiguió formar gobierno y fueron necesarias nuevas elecciones el 26 de junio. En total, 315 días de Gobierno en funciones, durante los cuales el titular de Interior aguantó el tipo.
"Como un santo", se atreve a decir una persona próxima a él, en un juego de palabras entre la devoción política y religiosa del enfermo de cáncer. “El presidente del Gobierno, consciente de la situación del ministro, le animaba y le pedía que, si podía, aguantara, que lo necesitaba”, cuentan fuentes de su círculo más cercano. "Él siempre se mostró dispuesto a esperar al cambio de Gobierno, ni se planteó dejarlo”.
Como se sabe, no fue un final de legislatura fácil para el titular de Interior. Jorge Fernández fue centro de críticas cuando se hicieron públicas unas grabaciones en las que, tiempo atrás, hablaba con el director de la Oficina Antifraude de Cataluña, Daniel de Alfonso, sobre cómo combatir el independentismo catalán, buscando los puntos personales más débiles de sus líderes, así como los partidos que lideran el proceso separatista (CDC y ERC). La antigua Convergència, ahora Partit Demòcrata Català (PDC), presentó una propuesta de reprobación contra el ministro por las escuchas.
La oposición se llevó las manos a la cabeza cuando se publicaron las escuchas, lo que sucedió a pocos días de las elecciones generales de junio. Los líderes de la oposición pidieron la dimisión del ministro tras darse a conocer las conversaciones en las que junto al director de la Oficina Antifraude buscaban incriminar a líderes nacionalistas catalanes como Felip Puig (CiU) y Oriol Junqueras (ERC) en casos de corrupción.
En el momento en el que salieron a la luz las grabaciones, el exministro, que estaba siendo sometido a quimioterapia y radioterapia para luchar contra el cáncer, se autodenominó “víctima” de una conspiración (después se supo que las filtraciones procedían de Interior). Mientras, la proposición no de ley presentada por la ex Convergència criticaba a Fernández Díaz “por sus actitudes antidemocráticas y faltas de ética política”. En septiembre se abrió una comisión de investigación parlamentaria a petición del PSOE y los partidos nacionalistas.
El PP no apoyó ni la comisión ni la reprobación al considerarlo “irresponsable”, un gesto en el que se quedaron solos. Los demás partidos no lo vieron de la misma forma y Fernández Díaz fue reprobado en el Congreso en octubre. Los líderes de la oposición, además, cargaron las tintas contra el ministro, al que le tenían ganas desde hacía tiempo. Un año antes habían pedido su dimisión por reunirse con Rodrigo Rato, encausado por Bankia, en su despacho del ministerio. El encuentro se dio el 29 de julio de 2015.
El por entonces secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, declaraba tras las escuchas: “Lo digo sin aspavientos, de manera moderada. Tiene que abandonar la vida política de este país”. Pablo Iglesias (Podemos), que tachó las conversaciones entre Fernández y De Alfonso como “de las cosas más graves que han ocurrido en este país”, reclamó también “dimisiones inmediatas”. De igual modo se expresó Albert Rivera (Ciudadanos), aunque usó el caso para apuntar más alto y cargar contra Rajoy. No fueron días fáciles para el ministro, que ordenó una investigación interna en su departamento.
CONVALECIENTE JUNTO A SU FAMILIA
Nacido en Valladolid hace 66 años, donde estaba destinado su padre, militar, Fernández Díaz se crió en Barcelona desde los tres años, lo que le ha llevado a tomarse la afrenta secesionista de manera más pasional que otras cuestiones. Hay quien asegura que para él el nacionalismo podría ser catalogado como pecado.
El ministro que condecoró a dos vírgenes del santoral, el mismo que pasó de ser un “cristiano no practicante” a no saltarse la misa diaria, también ha sido un devoto de su profesión, en este caso del Partido Popular y de su cargo. Tanto es así que, si era necesario, primaba las reuniones políticas a la quimio o la radio. “Si tenía una cumbre internacional, lo organizaba todo con el médico para que no coincidiera con el tratamiento. Lo ha llevado todo en secreto absoluto y no quería que la enfermedad interfiriera en su trabajo”, dice un colaborador.
Sorprende seguir su historial político en los últimos meses. Tras ser relevado como ministro del Interior, mientras se sometía al duro tratamiento, Fernández Díaz fue propuesto por el Grupo Parlamentario Popular como presidente de la Comisión de Exteriores. La oposición se movilizó y el político catalán se quedó sin este puesto que compensaba, en parte, la pérdida del ministerio.
Nadie, salvo los más íntimos, podían imaginar que la preocupación de Fernández Díaz era personal, al enfrentarse al peor enemigo: el cáncer de hígado. También se frustró que presidiera la Comisión Mixta del Tribunal de Cuentas. Finalmente, le destinaron a la Comisión de Peticiones del Congreso. “En esos momentos le decíamos que lo dejara ya, que no valía la pena seguir, que se la jugaba, pero él se siente comprometido y no quería fallar”, señala una persona próxima.
Si se ha conocido su dolencia se ha debido al ingreso hospitalario para operarse. En ese momento, el gran secreto quedó medio revelado. Las preguntas comenzaron a aflorar. ¿Qué le pasa al exministro? Ahora, con esta información, se conoce al detalle. “Ha demorado las intervenciones quirúrgicas todo lo que ha podido, y se ha arriesgado mucho”, manifiesta una fuente directa.
Finalmente, hace dos semanas, el jueves 24 de noviembre, el exministro se sometía a una operación de 10 horas en la Clínica Universitaria de Navarra. Y al día siguiente, se sometía a otra operación de tres horas. Este centro hospitalario, vinculado al Opus Dei, es uno de los mejores de España. Fue creado en 1962 y cuenta con más de 2.000 profesionales. “Jorge está muy tocado”, admiten desde su entorno, “ha luchado y sigue luchando”.
El último año de su carrera política ha sido complicado, pero más lo ha sido en lo personal. Pocas semanas antes de conocer su dolencia, Fernández Díaz tuvo que asistir al funeral de Juan Antonio, uno de sus 10 hermanos (él es el segundo; 15 años atrás murió el menor, Santiago). Hace un mes y medio, además, fallecía la madre de Fernández Díaz, alma máter de la familia. “Ha sido muy duro, un año terrible”.
Tras pasar 10 días ingresado en Pamplona, el exministro descansa ahora en su casa de Barcelona, en un piso de 200 metros cuadrados del barrio de San Gervasio. Allí, en su hogar de toda la vida, tiene a casi todos los suyos. Casado con María Asunción Cárcoba (64 años), tienen dos hijos: Carlos (36) y María (34), y dos nietos, Alejandro y Hugo. Sin olvidar a Lolita, la perra de la familia. Toca disfrutar de estas alegrías. Y del Espanyol, el club de su alma: "Qué buena racha llevan los pericos", exclama a veces el convaleciente.
Parece que ese ángel de la guarda que dice que se llama Marcelo y que cuida de él -“me ayuda en las pequeñas cosas”-, tiene estos días más trabajo de lo habitual. Jorge Fernández Díaz ha pasado un año de martirio, dicen sus próximos, y por fin, tras dejar el ministerio y otras obligaciones políticas, ha hecho caso a quienes le quieren y dará reposo a su cuerpo. El alma del devoto supernumerario del Opus Dei seguirá rezando.