El perro aullaba de dolor y pena cuando David García, de la asociación SOS Rescue, le encontró hace dos fines de semana atado a una pared con una cuerda de menos de un metro de longitud en el municipio de El Palmar (Murcia). Aquel domingo 27 de noviembre David no tenía previsto hacer ningún rescate. Salió a hacer un poco de ejercicio con sus dos perros, que fueron quienes descubrieron al pitbull, sediento y asustado, en una nave llena de escombros. Allí, entre trozos punzantes de vidrio y piedras, Bebé movía la cabeza de un lado a otro desconcertado, buscando una voz humana de cariño en lugar de los gritos violentos a los que se había acostumbrado cada noche.
Por la cercanía a la barriada marginal de Los Rosales, David no tiene dudas de que fue utilizado de sparring. Su ceguera, debida a la enfermedad parasitaria de la leishmaniasis, le habría hecho jugar un papel aún más penoso en el ring: el de perro bufón entre un corro de perros violentos, desorientado y perdido.
En mitad del campo, entre las huertas murcianas, cuando llega la madrugada las furgonetas se acercan a las naves donde se celebran estas peleas. Suelen ser recintos donde se guarda el material de labranza y transporte o casas de campo medio abandonadas. Allí, los dueños sacan del maletero a sus perros con correa. Perros entrenados para matar. Tienen nombre y, como si de boxeadores se tratara, comentan cuál fue su mejor golpe en la anterior pelea, si tiene las patas más fuertes o la mordida más dañina.
Quienes vienen a observar el espectáculo van dejando su dinero en una mesa y se asoman al ring, una especie de ruedo improvisado con maderas y metales. Y allí, entre gritos y gente consumiendo alcohol y otras drogas, alguien coloca a un perro débil, como bufón y como entrenamiento previo a la pelea, frente al resto de perros violentos, que babean y enseñan los dientes.
En ese entorno, Bebé estaría asustado, sin ver a las bestias que tenía enfrente, pero oliéndolas y escuchándolas. Los dueños sueltan unos centímetros las cuerdas para que los perros se exciten con él, pero no dejan que le enganchen. Bebé, por su ceguera, debió de dar vueltas como un pobre bufón entre gritos y risas, oyendo las mandíbulas del resto de perros abrirse y cerrarse a pocos milímetros. Algunas mordidas llegan a alcanzarle, pero finalmente, como es una presa demasiado débil por su ceguera, acaban cambiándole por un perro que al menos pueda defenderse, y que dé más juego para que los perros se calienten antes de que comience la pelea a muerte entre los entrenados. Quizá por eso le abandonaron y ha conseguido salvarse, por su debilidad.
Fueron su nerviosismo y sus ojos rojos, cubiertos por una gruesa capa de piel como una enorme catarata, los que asustaron a los propios perros de David cuando le encontraron abandonado, dos semanas después: “Se volvieron corriendo hacia mí cuando vieron lo mal que estaba, -recuerda David-, tenía heridas en las patas y el costado y solo buscaba un poco de cariño”.
Ya en el centro de la asociación Salvando Ángeles sin Alas (SASA) del sur de Madrid donde será cuidado hasta que esté en condiciones de ir con una familia, no deja de buscar calor humano. Escucha las voces de quienes están a su alrededor y restriega la cabeza entre sus piernas, perdiendo pelo y piel muerta con cada caricia. Mientras David y Belén Cano, de SOS Rescue, le traían de Murcia a Madrid en un trasportín en el coche, “no dejaba de asomar el hocico por los agujeros y chuparnos los dedos”, cuenta la joven. Hubo un ruido en el camino, no saben exactamente cuál, que le hizo encogerse, temblar y aullar. Quizá el recuerdos de los otros perros al acecho, buscando sus patas para ensañarse.
Peleas de perros “noche sí y noche también”
El caso de Bebé destapa una realidad que existe en España, sobre todo en comunidades del sur como Murcia: las peleas de perros, en las que se apuestan grandes cantidades de dinero. El responsable de la asociación canina Murcia Dog, Fran Velasco, asegura que en localidades cercanas a la Sierra de Carrascoy como El Palmar, Sangonera, Patiños, Santiago el Mayor o Los Ramos, “hay peleas de perros y de gallos noche sí, y noche también”. “Las suelen hacer en naves situadas entre las huertas. Ponen cuatro puertas de madera y de metal y así construyen un ring rápidamente. Todos sabemos que las organiza gente de mal vivir, relacionada con la droga y con alto poder adquisitivo, que apuestan miles de euros en cada pelea”, cuenta. Aunque es muy difícil pillarles con las manos en la masa.
El pasado mes de abril, gracias a una llamada anónima al 091, la Policía Nacional de Cartagena consiguió pillar in fraganti a los cuatro organizadores de una pelea de gallos en Lo Campano, con los trofeos y apuestas sobre la mesa. Pero no es lo habitual. Lo que suele pasar es que los autores del maltrato ni siquiera salen a la luz. Matan a los perros que no les sirven para la pelea o los dejan abandonados, como a Bebé. De hecho, de los perros rescatados cada año por SOS Rescue (220 entre enero y noviembre de 2016) el 60% son perros de caza, que son abandonados en octubre, antes de que comience la temporada de caza, o en febrero, cuando acaba. Otro 15% son perros potencialmente peligrosos (ppp), casi siempre robados y abandonados porque no sirven para las peleas y el resto son perros de distintas razas abandonados por familias.
España encabeza el ranking europeo de abandono y maltrato animal. Según datos recogidos por el Consejo General de la Abogacía Española, 200.000 perros y gatos son abandonados cada año en nuestro país por sus familias. De ahí que en 2015 se endurecieran las penas para los maltratadores animales en el Código Penal. Con la reforma, el abandono animal pasa a ser delito. Quienes maltraten a los animales, sean suyos o no, pueden ser castigados con una pena de prisión de entre tres meses y un año de cárcel y no podrán ejercer su profesión (relacionada con los animales) durante tres años. La prisión se eleva a entre seis y dieciocho meses de prisión para quien mate a un animal.
Marian, la madrina de Bebé
En las últimas dos semanas Bebé se ha ido recuperando de las heridas externas, aunque orina sangre y tiene dificultades para sentarse. Le han hecho pruebas para ver si tiene los órganos dañados. Lo más curioso es que no se muestra asustado ni violento con otros perros. Parece como si hubiera afinado el oído para distinguir el odio y el cariño en los ladridos. Eso es un punto a favor para que cuando se recupere pueda ir a vivir con una mujer que ya se ha interesado por él y lo ha apadrinado.
Es Marian, una mujer de Torrelodones que tiene otros tres perros y que ha cogido cariño al pitbull ‘bufón’ casi sin conocerle. Tendrán que valorar si se relaciona bien con los otros perros y si sería el mejor entorno para él, porque si no “todo el proceso habría sido un fracaso”, confiesa Lara Mena, miembro de SASA. Si todo sale como esperan, es posible que Bebé empiece una nueva vida en 2017, alejado de la violencia y de los abusos. Mientras tanto, ya tiene un camastro mullido y caliente bajo techo en la protectora. Ha probado las golosinas caninas (un lujazo navideño para un perro callejero) y recibirá las visitas diarias de Lara, Bárbara e Itziar, las chicas de SASA.
Policía sensibilizada
La relación entre los cuerpos de seguridad y las asociaciones de rescate y protección animal se va estrechando en los últimos años. Ya existe una Asociación de Policías por la Defensa Animal (APDA), que trabaja codo con codo con asociaciones como SASA (que se ocupará de Bebé) para rescatar a animales en zonas marginales, como la Cañada Real de Madrid. José A.C., policía municipal de Madrid, explica que la formación, que imparte a través de cursos organizados en Madrid por la International Police Association (IPA), es muy importante en este sentido. Incide en que lo primero que debe hacer un policía al encontrarse con un caso de maltrato animal, “es apartar al animal de su agresor. Si después se demuestra que no le maltrató, le será devuelto”.
Las unidades de policía municipal como la suya necesitan el apoyo de asociaciones como SASA para hacer rescates masivos. Una vez, por ejemplo, rescataron de una tacada a 53 animales en la barriada chabolista de El Gallinero, algo que los policías no podrían haber hecho solos.
La colaboración que se da entre todos permite que animales como Bebé vivan con una familia en un entorno sin violencia. Estas asociaciones se nutren de “donativos y las aportaciones que dan quienes recogen a los perros, que suelen pagar lo que les haya costado la alimentación y cuidados hasta el momento”, explica Lara Mena, de SASA. Ella y sus compañeras hacen lo que sea por sus perros. Esta Navidad se han quedado en pelotas, como sus mascotas, para recaudar algo más de fondos con un calendario con el que además de impactar, pretenden concienciar contra el maltrato animal.