El día en que Marga Garau Ramis y Fernando Blanco Botana se conocieron ella trabajaba como azafata en cruceros de Trasmediterranea, una empresa dedicada al transporte por mar entre distintas ciudades españolas. Allí fue donde surgió la chispa. Marga sabía que él iba detrás de ella. “Se hizo la dura”, cuentan desde la familia de la mujer a EL ESPAÑOL. Pero al final cayó rendida a los pies de Fernando Blanco. En aquel entonces, durante el primer encuentro en el crucero, no imaginaron que sus destinos iban a correr tan paralelos. Tampoco que años después, en 2005, tendrían una niña, Nadia, que nacería con la enfermedad de la tricotiodistrofia. Mucho menos imaginaban que once años después de su nacimiento ambos serían detenidos por los Mossos de Esquadra en Cataluña por un supuesto delito de estafa. Tampoco imaginaban que el eje sobre el que iba a girar todo el engaño sería su propia hija.
El caso Nadia, la niña cuyo padre engañó a toda España durante años para que colaborasen en su tratamiento, arrojó ayer algunas novedades, todas centradas en torno a la figura paterna de Fernando Drake Blanco Botana. Desde el año 2008 los padres de Nadia emprendieron una campaña tras otra de recaudación de fondos para la menor, con el fin de costear sus operaciones. 918.000 euros han sido recaudados desde entonces: ferias, mercadillos, obras de teatro, subasta de cuadros, tapones, venta de lotería, aportaciones anónimas a la cuenta bancaria, torneos deportivos… Todo, supuestamente, para su hija; nada más lejos de la realidad. La mayor parte del dinero, unos 600.000 euros, ya se lo han gastado, y no precisamente en los tratamientos médicos que la niña necesitaba. Fernando, padre y hasta ahora quien llevaba la voz cantante de de la familia con los medios, era el que siempre comparecía, el que siempre derramaba la lágrima. Su mujer permanecía siempre en un discreto segundo plano.
La madre de Nadia
Como Joan Garau Ramis, toda la familia materna de Nadia continúa viviendo en Binisalem, un pequeño municipio en el centro de Palma de Mallorca. La familia de ella lo ve todo negro. Este verano falleció el padre de Marga y la madre no está en su mejor momento tras conocer la implicación de su hija en un delito de estafa. Están destrozados, pero creen que su hermana no conocía lo que realmente estaba sucediendo. “Como yo conozco a mi hermana, ella no sabía ni la mitad de la mitad. Estoy seguro que no tiene culpa de nada, pero ella no es el cerebro de todo esto”.
Era Fernando el que lo llevaba todo en la casa de Nadia: los viajes, los tratamientos, la búsqueda de los médicos, la relación con los medios. “Él lo llevaba todo. Yo a veces le preguntaba a Marga: ‘Oye Marga, esto’. Y ella siempre decía: ‘No, eso lo lleva Fernando, yo no sé”. Hace dos días, todos los hermanos vieron cómo Marga defendía al padre de su hija en la televisión. Rotando de cadena en cadena, Marga buscó excusas y justificaciones, pero no fue capaz de responder si a su hija la atendieron en Houston (como su padre dijo) o dónde era que la operaban. Tras ocho años pasando por todos los platós de televisión posibles, esta era la primera en la que la madre de Nadia llevaba la iniciativa. Estaba visiblemente incómoda.
En su vida en las Islas Baleares, Fernando viajaba mucho. Primero trabajó como delegado de Cobega, empresa distribuidora de refrescos, a la que estafó. Fue condenado a cuatro años de cárcel en el año 2000 por defraudar 120.000 euros a su empresa. El procedimiento era sencillo: de todo el producto que distribuía se quedaba con un porcentaje y luego lo revendía por su cuenta. “Fue suministrando productos de la empresa a espaldas y sin conocimiento de ésta, quedándose para sí lo que cobraba”.
Un secreto ocultado a la familia
En cuanto Marga (44 años) y Fernando (52 años) se conocieron, quedaron prendados el uno del otro. Pronto se mudarían a vivir juntos. Primero, con la familia en el centro del municipio de Binisalem. “Estuvieron viviendo en casa de mi hermana. Luego ya se marcharon”, explica Joan Garau, el hermano de Marga. De ese modo, no pagaban el alquiler. Al poco tiempo se mudaron a Biniali, muy cerca de la casa familiar de Marga, a apenas 7 kilómetros de distancia. En ese pequeño pueblo, un llogaret de viñedos de población muy reducida, permanecieron durante los siguientes años, hasta mucho después del nacimiento de Nadia.
Los dos contaban con orígenes muy distintos. Marga pertenecía a una familia de clase media, trabajadora de toda la vida. “Los hermanos tienen hijos, hipotecas que pagar… Y aun se han rascado los bolsillos para ayudarles a sacar la nena adelante”, explica una persona cercana a la familia. Y Fernando… Fernando, aunque nadie lo sabía en aquel entonces, había ido encadenando problema tras problema con la justicia: primero en Valladolid, luego en Menorca, más tarde en Mallorca… Su alargada sombra de desdichas y de delitos se alargó allí por donde pasaba.
Ya por aquel entonces, como en los últimos tiempos en su domicilio al norte de Lleida, Fernando manejaba coches de alta gama. Su mujer nunca le reprochó nada. Y la familia no sospechaba. “Los dos coches que tenía eran de la empresa de vinos para la que él trabajaba. Yo sabía que la empresa se los dejaba. Otra cosa es que él, para fanfarronear...”. Otro de sus vicios eran los restaurantes de lujo. También la familia lo conocía. “Sé que por trabajo él llevaba a clientes a restaurantes mínimamente buenos. Que yo sepa, era por trabajo”. Ahora Fernando manejaba automóviles más exclusivos. En algunas ocasiones, los vecinos del pueblo leridano le han visto conduciendo un Porsche y en otras un Jeep.
En la envenenada historia de la familia, nadie parece conocer con absoluta certeza qué es lo que hacía Fernando cuando se marchaba con Nadia a las operaciones que, en teoría, le realizaban en Houston. Una de las pocas certezas es la absoluta veneración que la mujer tenía por su marido, ante el cual siempre ha estado completamente obnubilada. “Es que ella es tonta. Ese hombre la tenía absorbida. El otro día salió por la tele defendiéndolo a muerte. ¿No estás viendo que está encerrado? ¡¡Por algo será!!”, explica Joan, hermano de la mujer.
Cuando Marga cogió confianza con Fernando, al que algunos de los que le conocían en las Islas Baleares le describen como un hombre resuelto y con labia, comenzó a saber algunas cosas de él a las que en el momento no le dio importancia y que prefirió ocultarle a su familia. Marga supo que Fernando había estado en la cárcel por estafa, pero le aceptó tal y como era. Sin embargo, se lo ocultó a su familia. “Yo lo supe cinco años después de que él empezase con mi hermana. No lo supe por él, sino por una tercera persona. Y entonces mi hermana me lo dijo: ‘No os dije nada porque tenía miedo de que no le aceptarais. Todo el mundo tiene derecho a una segunda oportunidad’. Y yo le entendí. Como con nosotros no se había portado mal nunca...”. Luego llegó la mudanza a Cataluña en el año 2013. En teoría, tal y como explica la familia de la madre, la mudanza vino condicionada por las condiciones climáticas. “Se mudaron por el clima, porque el de allí era bueno para la niña”.
Los fraudes de los padres de Nadia
La etapa en las Islas Baleares fue, sin duda, prolífica para las arcas de la familia. El RCD Mallorca, escuelas, asociaciones… Se hizo un calendario solidario en el que participaron toda clase de personalidades: Rafa Nadal, Joaquín Caparrós, Lorenzo Serra Ferrer… Todos se volcaron con la pequeña y sus padres. No fueron pocas las personas que se movilizaron para echar un cable. Un club de ciclistas de la zona de Sencelles, la zona en la que residían Nadia, Fernando y Marga en su etapa balear, se movilizaron para recaudar todo el dinero que pudieron. “Desde hace cinco años hacemos una marcha cicloturista solidaria por una persona que necesita apoyo. La de Nadia fue en diciembre del 2013”, explica uno de los ciclistas de la organización. Era una de las cientos de vías por las que el dinero entraba en la casa de Fernando Blanco Botana. Nadia recibió de aquella carrera unos 1.200 euros para su tratamiento. Ahora el club espera que le sean devueltos.
En aquel momento a nadie le sorprendía el tren de vida de la familia. No les resultaba llamativo ni extraño, pero ahora algunas piezas comienzan a encajar. En Organya (Lleida), una mujer del pueblo vecino afirma que ellos iban cada día de restaurante en restaurante. “Tiraban de vinos caros cuando comían. Pero me ha afectado más por lo que le han hecho a la niña”. Cada Navidad, desde hace tres años, esta mujer donaba dinero a la familia. No obstante, y pese a que Fernando no dejaba de propagar las penurias por las que tenían que pasar para cuidar de su hija Nadia, en el pueblo le veían siempre con vehículos de alta gama. “Llevaban unos cochazos que cágate, pero decían que se los habían dado. Siempre me ha chocado. no quería pensar mal, pero siempre tenía la duda”.
El tentáculo del fraude se extendió no solo hasta sus más cercanos, sino también a otras comunidades. En Zaragoza, se montó una exposición de fotografías en el año 2011, cuando Nadia contaba con nada menos que seis años. Vanessa, la encargada de organizarla, donó una gran cantidad de dinero. “Ahora lo doy por perdido, pero me da muchísima vergüenza por la gente a la que yo convencí para donar, incluida mi empresa. Di 400 euros de mi dinero particular”. Ya por aquel entonces las contradicciones asomaban en el discurso de Fernando acerca de su hija Nadia Nerea, su principal arma y a la vez escudo. “Decía que le hacían una terapia con hormona de crecimiento porque sus órganos estaban poco desarrollados. Ahora oigo que lo que le pasa es que su cuerpo está envejecido”, explica Vanessa.
Qué va a ser de ti, Nadia
Cuando fue detenido esta semana, Fernando Drake Blanco Botana llevaba encima 1.450 euros en efectivo, una pistola de fogueo, cartuchos de rifle y dos relojes. Más tarde, en el registro de la casa de la familia en Figols i Alinya (Lleida), fueron hallados 32 relojes de alta gama valorados en 50.000 euros, 1.845 euros en efectivo, tres tablets, tres móviles caros y algo de marihuana. Según los Mossos, tan solo entre el 28 de noviembre y el 5 de diciembre de este mismo año, los días anteriores a que estallara el caso y se descubriera el fraude, unos 300.000 euros. En las cuentas bloqueadas había 319.676 euros. En ocho años reunieron casi un millón de euros.
Casi al mismo tiempo que se destapó el caso, en la isla de Mallorca la noticia cayó como un jarro de agua fría en la familia de Marga. “Aquí todos están decepcionados, sobre todo la abuela. Los tíos están destrozados. Hace poco que enterraron al abuelo y ahora esto”, explica esta persona cercana, que prefiere mantener el anonimato.
Como contaba esta semana este periódico, las familias de otros pequeños con tricotiodistrofia localizados en España no han tenido la necesidad de organizar acciones como las que llevaba a cabo el padre de Nadia supuestamente para conseguir fondos para tratar a sus hijas. "La seguridad social nos lo ha cubierto al 100%", destacaban.
“Con esto, pueden meter a mi hermana en la cárcel. Estamos destrozados”, explica Joan Garau a EL ESPAÑOL. Ahora, tan solo les preocupan dos cosas. Qué va a ser de Marga y qué va a ser de Nadia. La madrina de la pequeña se ha marchado ya hacia Lleida para cuidar de ella, tal y como le pidieron los Mossos. “A mi lo que me preocupa es la niña. Solo se que está enferma. Para mi la mayor alegría que me podrían dar como tío es que el forense me llamara y me dijera que la niña no se va a morir”. La familia solo quiere recuperar a la niña.
Este verano a la familia Garau Ramis se le fue el padre de Marga. Desde que le enterraron, la abuela no pasa por su mejor momento. Y ahora menos. “Si le quitan a esta nieta, la Nadia, la niña de sus ojos, la matan”. Cuando la mujer se enteró de la estafa orquestada por su hija y por el marido de su hija, tuvo una crisis. La familia no tuvo más remedio que llevarla al hospital.
El juez ya ha tomado las primeras medidas sobre el caso. Fernando Blanco, el padre y supuesto armador del engaño, ha sido enviado a prisión por el juez. La madre sigue en libertad con cargos. La patria potestad sobre la niña les ha sido retirada. El futuro de Nadia continúa en el aire.
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