Si Cervantes no hubiera reparado en La Venta del Molinillo, como la mencionó en Rinconete y Cortadillo, “que está puesta en los fines de los famosos campos de Alcudia, como vamos de Castilla a la Andalucía”, probablemente nadie conocería hoy la historia, también de libro, de Felipe y Carmen Ferreiro. Ellos viven en La Venta de la Inés, como desde hace años se llama la venta mencionada en una de las novelas ejemplares.
Hace 29 años que El Poderoso, como lo llama Felipe Ferreiro, les cortó el acceso al agua de uso doméstico y desde entonces las garrafas y botellas de plástico no faltan en la casa. El Poderoso es Gervasio de Vicente, dueño de la finca La Cotofía, propietaria de todos los terrenos que rodean La Venta de la Inés y también el único vecino de los Ferreiro en mitad del Valle de Alcudia y alejados de todo. Cada día el sol sale y se pone sobre las dos viviendas, separadas por menos de 100 metros, sin que los ancianos propietarios de cada una de ellas se dirijan la palabra, ni siquiera se miren a la cara si se cruzan en el camino.
En 1986, el dueño de la finca ofreció a Felipe Ferreiro “un millón y medio de las antiguas pesetas” por La Venta de la Inés, pero éste no la vendió. Poco después, la tubería de cerámica que pasaba por su finca y que permitía que el agua llegara desde el río Tablillas a La Venta, apareció rota en mil pedazos. “Fueron las ramas de los árboles” las que provocaron la rotura, según el terrateniente. Un tramo de tubería de 200 metros que nunca se ha repuesto a pesar de que hay una resolución de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir que otorga a Felipe el derecho a recibir el agua, y que ha sido confirmado por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía en 2012 y por el Tribunal Supremo en 2013.
Un enfrentamiento bañado por la tragedia
Este lunes Felipe Ferreiro cumple 87 años y teme morir antes de que llegue la solución por la que lleva luchando casi tres décadas. “Cuántos se han calentado en este fuego. Qué lástima lo que perderá el mundo entero cuando muera este ventero”, declama. Porque Felipe no habla, declama todo el tiempo. En su memoria de elefante retiene los nombres de todos los políticos a los que se ha dirigido, los que le han escuchado y los que no. “Incluso le escribí una carta al rey don Juan Carlos a través de un miembro de la Guardia Real que pasó por aquí y se interesó por mi situación”, recuerda.
En esta historia interminable, bañada también por la tragedia, Felipe se siente el Quijote que lucha sin descanso, pero no contra los gigantes, sino contra El Poderoso que en los años 90 incluso valló el camino que conduce a La Venta para que no pudiera recibir visitantes y en distintas ocasiones cortó la luz eléctrica a la vivienda.
El enfrentamiento entre el dueño de la finca y la familia Ferreiro ha traído incluso la muerte de un inocente. En el año 2003, Felipe Ferreiro G., hijo del anciano, provocó un incendio, según reconoció él mismo, en los terrenos de la finca La Cotofía que afectó a 50 hectáreas. Un retén forestal del vecino municipio de Arroba de los Montes murió de un infarto a causa del humo mientras trabajaba en las labores de extinción. José Luis G.B dejó una viuda y tres hijos, uno de ellos también discapacitado. El hijo de Ferreiro fue condenado a dos años de cárcel y finalmente no tuvo que ir a prisión, pero se le prohibió acceder a la zona temporalmente. La empresa pública en la que trabajaba indemnizó a La Cotofía ya que la familia no tenía dinero.
El ‘Quijote de la Alcudia’ no se rinde
Sobre la mesa cubierta con un hule ha dejado una navaja abierta. Con ella ha pelado la fruta que merienda Carmen, su hija discapacitada de 58 años, a la que lleva cuidando toda la vida. Cuando solo tenía dos años, se quemó con el fuego de la chimenea, con la que los dos se calientan durante el invierno. A Felipe le gustaría ser inmortal para no tener que dejarla sola. Aunque eso es imposible, las quimeras de este Quijote del Valle de Alcudia le mantienen en guardia, con fuerza para hacerse cargo de la casa, con corral y cuadras incluidas.
Los dos forman una imagen anacrónica en el salón de la casa, lleno de almanaques, recuerdos y sillas de madera que bien podrían ser de este siglo o del XVI, cuando Cervantes reparó en esta casa y en su entorno. Felipe muestra orgulloso una foto de la Fuente del Alcornoque, que está muy próxima a La Venta. Cervantes se refirió a ella en el episodio del entierro del pastor Grisóstomo, locamente enamorado de la pastora Marcela: “Y es lo bueno que mandó en su testamento que le enterrasen en el campo, como si fuera moro, y que sea al pie de la peña donde está la fuente del alcornoque, porque, según es fama y él dicen que lo dijo, aquel lugar es adónde él la vio la vez primera”. Así se puede leer en el capítulo XII.
Felipe recibe con una hospitalidad sincera a todo el que llega a su venta, y les explica con un texto que oyó a su abuelo y que ha aprendido de memoria la historia del sitio: “Como tal, Venta del Alcalde aparece en las relaciones topográficas de Felipe II. Ésta contaba con correo de postas y estaba valorada en 1.500 ducados. En el 1761 era su propietario Jacinto García Lozano, que se casa con Inés Ruiz Castellanos. Cuando él muere y ella enviuda, se hace cargo de la misma y le pone Venta de la Inés. Desde hace cinco generaciones pertenece a la familia Ferreiro Alarcón, gracias a la cual se conserva manteniéndose viva la memoria histórica de la familia”.
Felipe se siente en la necesidad de explicar la historia de La Venta a senderistas del antiguo camino Real de la Plata que pasan por delante de la casa o estudiosos de la obra de Cervantes. Porque si no lo hace él, ¿quién lo hará? Su puerta siempre está abierta, y en un libro de grandes dimensiones tiene recogidas las firmas de quienes pasan por allí. Solo le queda una hoja libre. Firmamos, claro.
¿Por qué no abandona?
Felipe no quiere morir de pena como su abuelo cuando le llevaron al pueblo. “Yo me he criado en el campo. No bebo alcohol ni voy a bares. Si me sacan de aquí, me muero de pena”, dice con los ojos llorosos.
El entorno en el que se encuentra la finca es de gran riqueza natural. Desde la venta pueden verse las montañas de Sierra Morena y las cigüeñas vuelan en el horizonte. Detrás de la casa hay un camino que conduce a una cueva con pinturas rupestres declarada Bien de Interés Cultural, pero que como explica Vicente Luchena, portavoz de Ecologistas en Acción del Valle de Alcudia, solo se puede visitar “21 sábados del año y pidiendo permiso antes a la Junta de Comunidades, que nada hace contra el poder del dueño de la finca”.
Explica que se trata de una ruta “preciosa” a la que solo llegan “los senderistas experimentados, no domingueros que vienen a manchar” y que se pudo visitar mientras la finca La Cotofía estuvo en manos de los anteriores propietarios, con los que la familia de La Venta de la Inés, por cierto, nunca tuvo problemas. Incluso fueron a testificar a favor de Felipe en los primeros juicios, alegando que la conducción de agua existía desde tiempos inmemoriales y siempre llegó a La Venta.
Vicente Luchena conoce a Felipe desde hace décadas. Él le ha ayudado en su lucha. Ha pedido a los distintos presidentes de Castilla-La Mancha que expropiasen el terreno donde debe construirse la tubería al dueño de la finca, y así la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir pueda cumplir la sentencia del Tribunal Supremo. Según explica Luchena, el terrateniente “también tiene cerrados para uso personal hasta 12 caminos públicos en sus 2.000 hectáreas de terreno entre las fincas de La Cotofía y el Robledillo”.
En septiembre de 2016, los diputados Isabel Rodríguez y José María Barreda presentaron una Proposición de Ley en Congreso en la que instan al Gobierno, “a través del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente y la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, a adoptar cuantas medidas sean necesarias” para garantizar el acceso de agua de uso doméstico a La Venta de la Inés. Una proposición que deberá debatirse en el Congreso.
Felipe Ferreiro no tenía constancia de esta proposición, pero entorna los ojos y dice: “Ay... después de tantos años... ni creo en la Justicia, ni creo en los políticos”.