La escena traspasa la barrera de lo erótico y entra de lleno en el terreno de lo escatológico. Imagínense. Un grupo de prostitutas, en la suite presidencial del Hotel Ritz Carlton de Moscú, orinan sobre la inmensa y bien vestida cama en la que tiempo atrás durmió el matrimonio Obama durante su visita oficial a Rusia. Mientras, Donald Trump observa el espectáculo sin saber que los servicios secretos del Kremlin han urdido todo para filmarle en acción, con la idea de tener a mano un material con el que extorsionarle si se diera el caso (como así ha sido) de que alcance la presidencia de Estados Unidos. Este pasaje es quizá el más impactante del ya famoso informe de 35 páginas elaborado por un ex espía británico y que obraba en poder de la inteligencia americana.
Lo primero que conviene remarcar es que este episodio de la lluvia dorada incluido en el citado documento no ha podido ser confirmado aún ni por los servicios de inteligencia americanos ni por los medios de comunicación, pese a lo cual ha sido publicado, desatando un intenso debate sobre el papel del periodismo en este país. Al margen de cuestiones deontológicas, frente a esa falta de verificación independiente, el presidente electo sí que ha negado rotundamente los hechos que se relatan, así como otras supuestas fiestas sexuales en las que también habría sido grabado, según recoge el informe, en San Petersburgo.
Este explosivo expediente lleva desde el pasado año circulando por las redacciones de Washington y siendo la comidilla de reporteros y altos dirigentes de la administración norteamericana. Sin embargo, hasta que la inteligencia estadounidense no pasó un resumen de dicho dossier a Obama y al propio Trump, su contenido había permanecido en secreto. La CNN informó el martes sobre la transmisión del citado resumen al presidente electo -sin entrar en detalles escabrosos no contrastados-, mientras que la publicación digital Buzzfeed colgó directamente las 35 páginas para que cualquiera pudiera leerlas.
Familia Trump: dinero y burdeles
El ya ex empresario reconoció que estuvo en Moscú en 2013 para acudir al certamen de Miss Universo, pero negó los hechos que se le atribuyen. Llegó incluso a argumentar que tiene fobia a los gérmenes -por lo que no habría contratado el espectáculo de lluvia dorada, bautizado por algunos medios como 'Watersportsgate'-. El hecho de que el protagonista, e incluso el Kremlin, hayan desmentido rotundamente estos sucesos de alto voltaje sexual es significativo, sobre todo teniendo en cuenta que el magnate no se ha andado nunca con remilgos en lo que respecta al sexo.
Alejado de los cánones puritanos inherentes al Partido Republicano, Trump tiene en su currículum varias experiencias cuya publicación, hace no mucho, habría generado ríos de tinta en los rotativos y peticiones de dimisión. Ahora, en cambio, la vara de medir parece haberse flexibilizado en la sociedad norteamericana, quizá a golpe de escándalo. Y en esto Donald Trump tiene parte de 'mérito'. Ha sido acusado de agresiones sexuales por diferentes mujeres, ha dirigido certámenes de belleza con quejas por haber intentado propasarse con alguna chica, y además ha protagonizado cameos en varias películas de porno suave de la marca Playboy, revista en la que también ha aparecido con frecuencia.
También ha lidiado con la revelación de su pasado familiar, puesto negro sobre blanco por la escritora Gwenda Blair. Según expuso en su libro The Trumps: Three Generations That Built An Empire, a finales del siglo XIX llegó a Estados Unidos desde Alemania el abuelo del próximo presidente, Friedrich Drumpf, que así se apellidaba originalmente. Emigró desde Baviera con sólo 16 años. Aunque arribó a Nueva York, pronto se trasladó a la costa oeste, donde aprovechando la fiebre del oro comenzó a abrir restaurantes y hoteles. Aquellos establecimientos ofrecían, además de reposo y comida, servicios de prostitución. Esta suerte de burdeles fueron la semilla de la fortuna familiar y el imperio empresarial que ahora el presidente electo aparca para centrarse en dirigir el país.
Desde la apertura de aquellas habitaciones para el disfrute de los mineros que llegaban en busca del sueño dorado hasta la rocambolesca historia de la suite presidencial del Ritz Carlton de Moscú, la marca Trump ha dado para mucho.
Por comenzar con uno de los capítulos más recientes, cabe reseñar la grabación de 2005 que salió a la luz durante la campaña electoral en la que se escuchaba al entonces candidato conservador jactarse de poder hacer “cualquier cosa” con las mujeres. En la cinta, alardeaba de su técnica con las féminas, que se basaba básicamente en “agarrarlas por el coño” y besarlas sin preguntar. “Cuando eres una estrella te dejan hacerlo. Puedes hacer cualquier cosa”.
Una vida de escándalos
Tras aquel escándalo electoral, mal rentabilizado por los demócratas, aparecieron varias mujeres denunciando haber sido agredidas sexualmente en el pasado por el millonario, con casos que arrancaban casi en los 70. Dos denunciaron en las páginas del New York Times que las había asaltado. A una durante un vuelo en la década de 1970, tratando de meterle la mano por debajo de la falda, y a otra besándola por la fuerza. Otra supuesta víctima sacó a relucir las proposiciones indecentes que le hizo en su mansión de Florida, mismo escenario en el que habría tratado de agredir, estando su esposa Melania también en la casa, a una reportera de la revista People que esperó algunos años para contar su experiencia en su revista, coincidiendo con la campaña presidencial.
A estas chicas se sumaron varias ex concursantes de los certámenes de belleza, que aseguraban que el presidente electo se paseaba por los camerinos cuando estaba a medio vestir.
Hasta el momento, ninguno de aquellos testimonios sobre proposiciones indecentes del millonario incluía invitaciones a realizar la supuesta fantasía sexual de la lluvia dorada que menciona el antes citado informe.
1991: Trump volvió a tener problemas, supuestamente a cuenta de su apetencia carnal. Cuando estaba tratando de entrar en el negocio de los concursos de belleza, llegó a un acuerdo con la pareja formada por George Houraney y Jill Harth, que dirigían el certamen de American Dream. El intento no salió bien y ambos denunciaron que el magnate trató de propasarse con la mujer y que había comportado indebidamente con alguna de las modelos, llegando incluso a tratar de colarse en sus camas. Además, aseguraron que el empresario había vetado la participación de mujeres negras. Tras un intercambio de demandas, se alcanzó un acuerdo económico que satisfizo a ambas partes, lo que no quita que Trump siempre haya negado las acusaciones.
Aquel mal trago no desanimó al millonario, que al año siguiente se hizo con Miss Universo. Sus declaraciones tras la adquisición también trajeron cola: "Honestamente, cuando compré el certamen, los trajes de baño se hicieron más pequeños y los talones más altos”, presumía en una entrevista en Vanity Fair.
La denuncia de Ivana
Si esto ocurría en su faceta profesional, en la personal las cosas también se le complicaron en ocasiones a Donald Trump. Durante el proceso de divorcio de su mujer Ivana, ésta afirmó que en una ocasión en 1989 se había sentido violada por su marido, aunque después publicó un comunicado aclarando que se trató de “relaciones maritales” en las que su esposo se comportó de forma muy distinta a como solía, sin “el amor y la ternura que normalmente” le mostraba. “Me he referido a esto como una ‘violación’, pero no quiero que mis palabras se interpreten en un sentido literal o criminal", precisó.
Luego está su etapa Playboy. Mucho antes de ponerse por meta la Casa Blanca, el magnate solía ser una de las celebridades vinculadas a esta publicación para adultos muy presente en la cultura popular estadounidense. De hecho, en 1990 logró protagonizar su primera página, una portada que aún conserva y cuelga en su oficina de la Trump Tower, según se ha podido comprobar en varias fotografías actuales difundidas por las redes sociales. En aquel número concedía una entrevista en la que, entre otras perlas, confesaba que si algún día intentara ser presidente -algo que prácticamente descartaba-, lo haría por el Partido Demócrata.
Recientemente, durante la campaña electoral, varios medios -de nuevo Buzzfeed y la CNN- desenterraron tres películas de la marca Playboy, consideradas de pornografía suave, en las que Trump había aparecido. Por supuesto, nada equiparable a la filmación que, según el informe de marras, podría tener el Gobierno ruso. Aquí, ni desnudo ni interactuando con chicas. Se trataba sólo de cameos. Curiosamente, los republicanos pretenden poner límites a la industria del cine de adultos en este país.
Vídeos porno
El primer vídeo salió a la luz el 30 de septiembre. BuzzFeed obtuvo imágenes de una película de 2.000 que incluía dos modelos, que se desnudaban en ocasiones, recorriendo el país. Cuando llegan a Nueva York se encuentran con Trump, que aparece vertiendo champán en una limusina de marca Playboy.
Al poco, CNN obtuvo imágenes de la cinta de 1994 Centerfold, en la que el presidente electo entrevista a un modelo que quiere aparecer en la portada del 40 aniversario de Playboy. Por último, encontró otra de 2001, en la que aparece durante un desfile de moda en el que, por cierto, se le ve con su actual esposa y futura primera dama Melania. En ninguna de ellas, Trump coincide con las escenas de desnudos.
Muy distintas parecen las películas que, según esta reciente teoría de la conspiración, guardaría Vladimir Putin en su recámara. Y aunque pocos dan ya credibilidad a la historia sobre el hotel de Moscú, desde luego ha servido para volver a poner sobre la mesa el ya insoslayable historial del futuro presidente de escándalos vinculados a asuntos de la carne. Y todo por un expediente que, según aseguró la CNN, tuvo su origen en el encargo de un grupo de republicanos contrarios al magnate que buscaban sus trapos sucios ante las primarias. Más tarde fueron los demócratas los que mantuvieron vivas las pesquisas que derivaron en el informe que, además de revelaciones sexuales, sostiene que Rusia trató ofertar a Trump negocios vinculados al Mundial de 2018.
El documento también indica que Moscú realizó investigaciones sobre Hillary Clinton, aunque en su caso no se hallaron comportamientos íntimos poco ortodoxos.
Con este panorama, Estados Unidos se prepara para vivir uno de los relevos presidenciales más ajetreados que se recuerdan, entre sórdidos relatos eróticos, tramas de espionaje, ciberataques y espías rusos y británicos. Tampoco en el Partido Republicano este cambio está siendo sencillo. El pasado verano, cuando Trump lograba alzarse con la candidatura de la formación conservadora, el fundador de Playboy, Hugh Hefner, alababa a los republicanos por votar por su amigo durante las primarias, aseverando que con él había llegado la ansiada "revolución sexual” al partido, tras décadas de puritanismo. Quizá en esta ocasión, el creador de las famosas conejitas se quedó algo corto.