El 'testamento' de Lucía, la niña que se suicidó por bullying: "Sólo me hablaban para insultarme"
"Mi vida es una montaña rusa." afirmaba la niña que sufría acoso escolar en Murcia. "Quiero que algo cambie. Ella se suicidó por culpa de otros", asegura la madre.
20 enero, 2017 20:06Noticias relacionadas
Son las 9.30 de la mañana de este jueves. Hace tan sólo seis días que María Peligros enterró las cenizas de su hija, Lucía, en el cementerio de Alcantarilla (Murcia). Desde entonces descansa allí junto a los restos de sus abuelos maternos.
Pese al duelo, María Peligros abre de nuevo la puerta de su casa a EL ESPAÑOL. Afuera, el temporal que azota España hace mella. Ayer nevó en la capital y hoy llueve y ventea con fuerza.
“Pasa, siéntate”, dice la señora, quien emplea un tono de voz bajo porque su marido, Joaquín, ha trabajado de noche y aún duerme. Él, administrativo en una empresa de exportación de frutas, se reincorporó al trabajo a principios de esta semana. Ella, en cambio, está de baja psicológica.
El martes 10 de enero la niña, una murciana de 13 años, se quitó la vida en la habitación de su propia casa mientras su madre dormía la siesta. La chiquilla se suicidó como consecuencia del acoso escolar provocado por varios excompañeros de su anterior instituto.
Al día siguiente de su muerte, sus familiares la velaron. La incineraron una jornada más tarde. Sus padres recogieron sus cenizas la mañana del viernes de la semana pasada. Sólo un par de horas después de aquello, atendieron a este periodista por primera vez.
Dentro de la casa, la habitación de Lucía ha cambiado con respecto a hace una semana. Aunque sus libros de Harry Potter y sus discos de rock siguen apilados en una estantería, su madre se ha deshecho de la litera en la que dormía y ha regalado su ropa a varias de sus primas.
“No podía ver su cama. Era inaguantable”, dice María Peligros, que al instante calla y se queda ensimismada con la mirada perdida. No hace falta preguntar la razón: la niña se ahorcó con una correa atada a la litera.
La madre de Lucía conversa conmigo sentada a una mesa redonda del comedor de su casa. Sobre ella hay una vela encendida y una foto de su hija. Vive en Aljucer, una pedanía murciana a las afueras de la capital.
De fondo se escucha la televisión, en la que María Peligros estaba viendo un programa matutino que trata el tema del bullying en Murcia, la región con la mayor cifra de acoso escolar del país (un 11%, según Save the Children). “A mi hija me la han quitado. Le han dejado sin el derecho a tener su propia vida”, dice la mujer.
En realidad he visitado a María Peligros sin mayor pretensión que saber qué tal están ella y su marido, y para ver si me puede ayudar a través de algunos contactos con un reportaje que quiero hacer sobre bullying. Pero al poco de invitarme a entrar en su hogar, la señora me pide disculpas, se ausenta durante unos segundos y trae un par de folios de otra estancia. “Mira, es la última carta que escribió Lucía”, cuenta.
Lo que me entrega es una fotocopia, ya que la original obra en poder de la Policía Nacional, que ha abierto una investigación de lo ocurrido a instancias de la Fiscalía de Menores. “Puedes leerla y transcribirla –dice- pero no quiero que se reproduzca en imágenes. Es algo muy íntimo".
La madre de Lucía encontró el escrito de su hija el viernes 13 de enero. Fue a mitad de mañana. Ella y su esposo habían regresado del cementerio de enterrar las cenizas de su hija.
María Peligros, deseosa de encontrar algo que le consolara y le aportara alguna explicación al suicidio de la niña, comenzó a rebuscar entre sus cosas. Encontró la misiva de despedida en las últimas hojas de su libreta de la asignatura de Inglés. Tenía fecha de 29 de diciembre de 2016. En ella Lucía hacía balance del último año, en el que conoció el infierno y también rozó la salvación.
Pocos días antes -el 21 de diciembre- una limpiadora del Instituto Cascales, donde estudiaba ahora, encontró tirada en el suelo otra carta de Lucía. No se sabe cuándo la escribió. Decía así: "Me siento sola (…) No quiero hacer sufrir a nadie de mi familia (…) Si queréis verme, tendréis que visitar mi tumba".
Pero su testamento lo dejó hecho poco después, dos días antes de que terminara el año. En aquella carta, escrita durante las vacaciones de Navidad, relató sus penas con crudeza.
“Empecé a odiarme a mí misma”
Esto es lo que dice aquella carta:
"Apenas quedan dos días para que acabe el 2016.
Mi vida es como una montaña rusa. Nunca sé cómo va a ir.
Este año empezó mal. En mi antiguo instituto empecé a darme cuenta de que no era tan bonito como imaginaba. Vinieron muchos problemas.
En el instituto Ingeniero de la Cierva no tenía a nadie. Sólo me hablaban para insultarme. Empecé a odiarme a mí misma.
Luego pude olvidar a gente que nunca debió estar en mi vida. Llegué a mi nuevo instituto y dos chicas maravillosas me acogieron. Yessi y Thais, os quiero.
Pero llegó agosto. 29 de agosto, y todo fue oscuro.
Y no quiero acabar sin mencionar a mi familia, los cuales me apoyan y me aguantan día tras día. Os quiero.
Gracias a todos"
Expulsados cinco y un día
Lucía comenzó a sufrir el acoso de varios compañeros (sobre todo, de dos, R. y D.) cuando dejó el colegio de Aljucer y pasó a estudiar el primer curso de la Educación Secundaria en el Instituto Ingeniero de la Cierva. Fue en septiembre de 2015, cuando aún tenía 12 años [nació el 2 de octubre de 2003].
Desde aquella fecha hasta mayo del año siguiente –nueve meses-, a la niña la zarandearon a diario en el autobús que la llevaba al centro o la insultaron en clase llamándole “gorda” y “fea”, o diciéndole “das asco”. Aunque esos dos chicos, también de Aljucer, eran quienes más la acosaban, éstos movían a muchos más compañeros para que se sumaran.
Tras contar a sus padres lo que le ocurría, el matrimonio denunció ante las autoridades educativas la situación que vivía su hija. En el centro escolar expulsaron a los chavales, ambos de 13 años. A uno, cinco días. Al otro, tan sólo uno. Pero ahí quedó todo porque a esa edad son inimputables.
Tras mucho insistir ante la Consejería de Educación del gobierno murciano, María Peligros y Joaquín consiguieron que la chiquilla cambiara de instituto pese a que sólo faltaban 20 días para el final de curso. Sin embargo, pese a iniciar terapia con una psicóloga, el trauma que llevaba en su interior le acompañó hasta el final de sus días.
Este jueves, en una casa medio en penumbra y llena de dolor, su madre desvela que Lucía quiso quitarse la vida por primera vez a finales de agosto de 2016. Fue sólo tres meses después de abandonar aquel instituto. Dejó constancia en la carta que le encontró a las pocas de horas de enterrarla. "Pero llegó agosto. 29 de agosto, y todo fue oscuro".
Lucía, pese a su corta edad, ya escribía sin errores sintácticos y sin apenas faltas de ortografía. Su letra era redonda y clara. Pertenecía a una alumna brillante a la que le gustaba la literatura, el manga y el teatro.
En la misiva, la chica hace referencia a su primer intento de suicidio, el 29 de agosto de 2016. Aprovechando que sus padres estaban trabajando, ella, que disfrutaba de las vacaciones de verano, ingirió una gran dosis de medicamentos que encontró por casa. María Peligros la halló desvanecida cuando volvió a su hogar.
“La llamé al móvil, no me contestó y me preocupé muchísimo. Salí corriendo del trabajo [es empleada en un Eroski] y la encontré inconsciente”. La niña pasó cinco días hospitalizada. Los médicos lograron salvarle la vida.
En su testamento escrito sólo dos días antes de acabar 2016, Lucía también habla de lo que supuso para ella el cambio de instituto. Dos días después de escribir aquello en su libreta de Inglés, la niña cenó con sus padres y una pareja de amigos en el hotel Nelva de Murcia. “Parecía que estaba mejor”, dice María Peligros. Diez días más tarde se quitó la vida mientras su madre descansaba en el sofá de su casa.
“Se suicidó por culpa de otros”
Tras la muerte de Lucía, el Grupo de Menores (Grume) de la Policía Nacional sigue investigando las circunstancias del suicidio de la niña. Aunque a R. y a D. no se les puede imputar ningún delito [la edad mínima para ello son los 14 años], se busca si alguien más participó en el acoso escolar sufrido por la pequeña.
Para ello, los agentes del Grume han analizado ya los discos duros del ordenador de Lucía, donde no han encontrado nada. A fecha de hoy continúan rastreando en el teléfono móvil de la menor.
María Peligros asegura que si habla, lo hace para que la muerte de su hija “no caiga en saco roto”. “Quiero que algo cambie de aquí en adelante. Que se cambien las leyes, que se modifique el protocolo de actuación de los centros en casos de bullying… ¡Algo, que cambie algo!”.
La madre de Lucía cuenta que el 10 de febrero, a las 11.30 de la mañana, va a encabezar una manifestación silenciosa en las calles de Murcia. Quiere “advertirle a las autoridades de que se están equivocando” con sus políticas para atajar el acoso en los centros escolares. “Al final se ha demostrado que los agresores tienen más derechos que mi hija, a la que le han impedido llevar la vida que soñaba”.
Antes de acompañarme a la puerta y despedirse de mí, María Peligros logra dibujar varias sonrisas en su rostro cuando recuerda cómo era su hija. “Le gustaba el arte, la música, la radio… Aunque una vez me dijo que quería ser profesora, aquello se le olvidó y ahora tenía claro que iba a decantarse por alguna carrera de ciencias”.
A Lucía aún le quedaban algunos años para llegar a la Universidad. Pero, como dice su madre, "se suicidó por culpa de otros". “Ningún niño merece esto. Como sociedad, deberíamos concenciarnos y dar una buena educación en las casas. Mi hija tan sólo debía centrarse en recuperar su vida y mirar hacia delante”. Lucía no pudo conseguirlo.