Jueves de enero, 5.30 de la tarde. La noche empieza a caer sobre Washington DC y las oficinas se van vaciando, dejando el centro lleno de trabajadores deambulando en busca el clásico ‘happy hour’ con el que cerrar la jornada. Entre la calle D y la Séptima, en el barrio de Chinatown, emerge abarrotado y bien visible, con grandes letras en rojo sobre su fachada de cristal, el restaurante español Jaleo. A pocos metros se encuentra el oriental China Chilcano, y en la acera de enfrente, el mexicano Oyamel. Hoy, pese a no ser fin de semana, no cabe un alma en ninguna de las barras de estos tres establecimientos, regentados por el célebre chef José Andrés, convertido en un nuevo símbolo de resistencia frente a la era Trump.
José Andrés llegó a América a principios de los noventa, después de haber cruzado el Atlántico a bordo del Juan Sebastián Elcano como marino de la Armada española. Las cosas han cambiado mucho desde entonces en este país, del que ya es ciudadano legal de pleno derecho. En este cuarto de siglo ha levantado un imperio gastronómico por todo EEUU, con sedes en la capital, Miami, Puerto Rico, Las Vegas, Los Ángeles, y hasta México, convirtiéndose en una celebridad hispana y en un ejemplo de integración.
Sin embargo, desde hace año y medio, este asturiano de 47 años, nacido en Mieres y criado en Cataluña -donde aprendió entre los fogones de Ferran Adrià-, puede alardear de ser el español que plantó cara desde un primer momento a la retórica xenófoba y anti-inmigración del poderoso millonario Donald Trump, aunque esto le haya granjeado una demanda de diez millones de dólares por parte del nuevo presidente de Estados Unidos.
Este calvario judicial empezó en junio de 2015, cuando el entonces aspirante a candidato a la casa Blanca empezó a calificar a los mexicanos de violadores y delincuentes. José Andrés no dudó en romper un contrato que había firmado con el magnate para abrir un restaurante de lujo en el futuro International Trump Hotel de Washington, que se inauguró poco antes de las elecciones de noviembre. Decidió que un hispano con clientela hispana no debía hacer negocios con una persona que atacaba de esa forma a su comunidad. Aquella valentía, sin embargo, le costó una demanda del grupo empresarial Trump, que cifraba las pérdidas para el futuro complejo hotelero en los citados diez millones. El chef español contraatacó presentando otro pleito, en el que exigía una compensación de ocho millones, alegando que fueron las declaraciones del político las que perjudicaron sus intereses.
A principio de este mes, a dos semanas de la inauguración presidencial, ambos tuvieron que declarar en una de las vistas previas del proceso, a pesar de que los abogados del presidente trataron de evitarlo argumentando que estaba muy ocupado configurando el nuevo gobierno. La jueza del caso rechazó la alegación y Trump acabó compareciendo durante más de una hora. Antes, José Andrés ofreció a través de Twitter -el medio de comunicación favorito de este presidente- un acuerdo para olvidar las demandas y dedicar el dinero a causas solidarias de los militares veteranos. No hubo respuesta pública ni se ha producido pacto alguno.
El pleito, de no haber acuerdo y llegar a juicio, podría no estar completamente resuelto hasta 2019, teniendo en cuenta que tras una resolución cabrían apelaciones por el lado perdedor. Y aunque para juicio aún no hay fecha, se espera que se dicte para finales de 2017 o principios de 2018.
Sobre la posibilidad de alcanzar un acuerdo extrajudicial, el sistema americano lo permite durante todo el proceso, aunque en estos momentos no hay negociaciones en ese sentido, ni siquiera después de la sugerencia lanzada por el chef vía Twitter de donar los fondos a los veteranos.
Actualmente, ambas partes se encuentran en la fase de aportar testimonios de expertos que justifiquen con datos las cantidades que ambos se reclaman en concepto de pérdidas. En concreto, las empresas de Trump deben detallar por qué el no haber abierto el restaurante de José Andrés les ha supuesto un perjuicio de diez millones de dólares -cuando otro restaurante ocupó su lugar y está actualmente funcionando-, mientras que el chef debe hacer lo propio con los ocho millones que demanda.
Después, según las fuentes jurídicas consultadas, pueden darse varios escenarios. Desde que llegue una resolución judicial sin necesidad de ir a juicio -eso sería si ambas partes coincidieran plenamente en la narración de los hechos, por lo que a la magistrada sólo le quedaría aplicar la ley- o llegar hasta el proceso judicial para esclarecer quién tiene razón.
TRUMP EN EL TRIBUNAL
Esto podría obligar a José Andrés y a Trump a verse las caras en un tribunal. Hasta ahora, se han dado casos de presidentes de EEUU que se han visto implicados en situaciones parecidas, pero casi siempre como parte acusada, como le ocurrió a Bill Clinton. Lo que no es tan habitual es que sea el inquilino de la Casa Blanca quien ejerza la acusación, ya que es su compañía la que inició la denuncia. De momento, queda mucho camino antes de llegar a ese puente. El caso por ahora en la Corte Superior de Washington DC, la primera instancia.
La confrontación legal, por lo tanto, va para largo, si bien el enfrentamiento, que ha obtenido repercusión mediática internacional, ha erigido a José Andrés en un icono del movimiento de resistencia que acaba de nacer en EEUU contra la nueva administración conservadora, que mantiene el tono duro contra los inmigrantes y contra el país vecino.
"APOYAMOS LO QUE HIZO"
Volvemos a Jaleo. Desde fuera, a través de las inmensas cristaleras del restaurante, se observa bastante ajetreo dentro. Una zona del local está reservada para un grupo de empresa, haciendo lo que aquí llaman ‘networking’ o relaciones públicas. Tienen una barra de bebidas privada y una mesa llena de quesos, embutidos, jamón y endivias. Algunos posan sus copas de sangría sobre unos futbolines-mesas, bajo la mirada de una cabeza de toro customizada, mientras van haciendo hueco a los que llegan.
“Sabemos lo del juicio de José Andrés con Donald Trump, porque ha salido mucho en las noticias, pero la verdad es que no estoy al tanto de lo que ha pasado”, comenta Jim, un treintañero que acaba de salir de trabajar, enchaquetado y con el pase plastificado de su empresa aún colgado al cuello. “La verdad que la comida, las tapas y los cócteles nos gusta. Y está cerca de la oficina. No hay más motivo que ese para nosotros”.
En efecto, parece que el asunto judicial no está repercutiendo en el negocio, aunque sí que hay quien asegura apoyar la causa. “Por supuesto que me parece bien lo que hizo, y vengo aquí con una doble satisfacción, por la comida y por eso”, comenta Gabriela, una panameña de 42 años que pasa una temporada en Washington por motivos profesionales. “Pero tampoco podemos venir todos los días. Hay que cuidar la plata”, advierte entre risas.
Los precios del establecimiento pueden llamar la atención quizá en España, pero no en Washington. El restaurante es de cocina española, con tapas y bebidas españolas, decorado al modo español... pero con precios norteamericanos, con una carta en la línea de los locales de la zona. La tapa de ensaladilla rusa, por ejemplo, está a 15,50 dólares, la de pimientos del piquillo, a 12,50; y el huevo frito con caviar, a 16. Por supuesto, hay opciones más económicas y otras más caras.
En cualquier caso, Jaleo parece funcionar bien. Fue uno de los primeros negocios que José Andrés abrió con sus socios de la empresa Think Food Group, con el que empezó a cumplir su sueño americano, que le ha llevado a regentar 27 establecimientos -diez en la capital-, recibir toda suerte de distinciones, ser declarado una de las personas más influyentes por la revista ‘Time’, codearse con políticos como Obama o Hillary Clinton, abanderar causas benéficas de apoyo a Haití y, quizá lo más importante, formar una familia junto a su esposa Patricia (Tichi), natural de Algeciras, con la que ha tenido tres hijas estadounidenses, Carlota, Inés y Lucía, de 16, 14 y 12 años.
LLEVA EL NEGOCIO DE CERCA
Ya en la barra del local, se puede comprobar que varios de los camareros son hispanos, y el que no, como Phil, intenta chapurrear español si se le pregunta en este idioma, aunque en inglés está más suelto. “José Andrés no está aquí ahora mismo. No suele quedarse en este restaurante o en la cocina, sino arriba, en las oficinas -están en el mismo edificio-. También está a veces en el Oyamel, el mexicano de la acera de enfrente, pero generalmente está por esta zona”, comenta a un curioso que le pregunta por el célebre chef.
Según asegura, la mayoría de los trabajadores del establecimiento, y de los otros de la zona, conocen al jefe, aunque no se encarga personalmente de la formación de todos los contratados. “Somos muchísimos” -más de mil-, apunta. “Aquí en DC sí que hemos tratado con él, en los restaurantes de otras ciudades no sé cómo será. Él se encarga además de las relaciones públicas”, indica, añadiendo que suele estar bastante encima de la gestión de los locales, llevándolos muy personalmente.
La barra en la que sirve Phil, junto a una pantalla de televisión que retransmite un partido del Barcelona -que apenas nadie mira- sigue sin hueco, mientras que en el comedor sí que hay mesas libres. La situación es parecida a la del mexicano Oyamel o la del China Chilcano, que fusiona cocina peruana y asiática. “A partir de mañana sí que está más concurrido para cenar, pero hoy hay hueco”, comenta una de las chicas que recibe a la clientela en la puerta.
Donde quizá sea más complejo reservar es en Minibar, la joya de la corona gastronómica de José Andrés, donde investiga y da rienda suelta a su creatividad, replicando el concepto de elBulli. Fue reconocido el pasado año con dos estrellas Michelin -las primeras de la ciudad-. Son unas doce plazas y hay lista de espera. Los precios van de 275 a 565 dólares por persona, dependiendo de la experiencia que se elija. Aquí celebraron San Valentín Barack y Michelle Obama, pero si alguien quiere copiarle la idea al expresidente lo tendrá complicado, ya que para el próximo 14 de febrero no quedan plazas, según informa su web.
Además de estos negocios de restauración funcionando, el célebre chef ha protagonizado programas de televisión, libros e iniciativas empresariales para fomentar, por ejemplo, la introducción del jamón ibérico en este país. Desde la comunidad de españoles en Washington destacan de él que es una buen empresario y cocinero, y que suele responder cuando le convence con una buena propuesta. Por supuesto, hay opiniones para todos los gustos, como suele ocurrir con las figuras que alcanzan el éxito.
Pero volviendo a su enfrentamiento con Trump, fuentes del sector consultadas por este medio señalan que diez millones de dólares, al margen de un evidente daño a la cuenta de resultados, no llevarían a la ruina a este emporio gastronómico. EL ESPAÑOL ha tratado de que algún portavoz de Think Food Group valorara los posibles efectos de la demanda de Trump sobre su actividad, pero no ha sido posible.
"REPUBLICANO Y DEMÓCRATA"
El pasado octubre, antes de las elecciones, José Andrés concedía una entrevista a EL ESPAÑOL en la que aseguraba que él había dejado el caso en manos de sus abogados y que no quería comentar pormenores legales. Sí se definía políticamente, y pese a apoyar en actos de campaña a Hillary Clinton, aseguraba que en algunos aspectos era republicano y en otros, demócrata. “Puede haber algún representante republicano que para mí sea mejor que otro demócrata, o al revés”, sostenía.
Pese a esta flexibilidad, sí dejaba claro que “en estas elecciones, por encima de republicanos y demócratas, hay que elegir a una persona que respete al prójimo”. A su juicio, había “una candidata que acepta las reglas del juego y que respeta a todos los individuos”, y otro que no. “Cuando pierdes el respeto, los pilares de la sociedad se empiezan a desmoronar. Tenemos una persona que respeta a las mujeres, a las minorías, a los latinos, a los gais, a los inmigrantes, a los indocumentados”, frente a lo que representaba el candidato conservador.
EL CHEF NO SE ARREPIENTE
Tras aquello, llegó la victoria de Trump. Un colaborador de José Andrés contestaba a este medio que el chef no podía atendernos para exponer en qué medida está afectando la victoria de Trump al caso o al negocio. No obstante, desde los comicios, el cocinero no se ha ocultado y ha aparecido puntualmente en varios medios, aunque sin querer entrar en los detalles del juicio. Ha manifestado, eso sí, que ni se arrepiente ni cree que el pleito vaya a terminar mal. "Si alguien se va a meter con mis queridos latinos indocumentados que hay en América yo no puedo quedarme callado", dijo en una entrevista con Univisión, una cadena para público hispanounidense.
Cuando llegaron las preguntas sobre la demanda de Trump, echó balones fuera. "Yo me dedico a cocinar y a otras cosas. Ya tengo a los abogados que se dedican al otro tema. Aquello simplemente fue una decisión de negocios en un momento que se dijeron ciertas cosas sobre los inmigrantes, los mexicanos y los latinos y yo pensé que no iba a ser bueno para el negocio". Sobre si volvería a hacerlo, el cocinero afirmó: “Sólo tengo unos principios. Tengo tres hijas a las que darles ejemplo. Todos estaremos de acuerdo que faltarle el respeto al prójimo es lo último que podemos hacer. Yo voy a estar siempre ahí”.
También en la CBS, en un especial sobre Nochevieja, admitió que se quedó con las ganas de abrir un restaurante en el Hotel Trump, que era algo que “siempre” quiso, pero “no era el ambiente adecuado para hacerlo, por razones personales”.
Quizá ha sido en el programa de Bertín Osborne, al que acudió a principios de este mes, donde habló con más claridad: “Le dije a Trump que está abriendo un restaurante con un latino y con empleados latinos, y él me decía: José estamos ganando, estamos ganando. Yo le dije que yo no estaba ganando nada porque yo estaba abriendo un restaurante en un hotel que lleva su nombre y le informé que lo dejaba. A las dos semanas me encontré con una demanda. Quise solucionarlo con un acuerdo y no quiso. Y ahora un chef español tiene un litigio con el presidente de EEUU”.
DE SUSTITUTO EN EL HOTEL TRUMP
Para comprobar si Trump está perdiendo tanto dinero como aduce a causa de la negativa de José Andrés a abrir negocio en su hotel, nos desplazamos hasta este edificio, cercano a la Casa Blanca. Son 20 minutos a pie desde Jaleo. Allí el restaurante que ocupa el lugar reservado en su día para el español es BLT Prime de David Burke, una revisión contemporánea del 'steakhouse' clásico americano, encabezado por el también conocido chef David Burke.
Los precios son bastante más elevados que los de Jaleo, aunque no son establecimientos equiparables. Aquí el plato principal puede estar entre 45 y 60 dólares, mientras que los aperitivos giran en torno a los 20. En la carta de cócteles no hay sangría, y la única bebida comparable en precio es el botellín de cerveza.
El local ocupa una de las cabeceras del 'hall' del hotel, levantado en un edificio histórico, de arquitectura neorrománica, que funcionaba como antigua estación federal de correos, en cuya reforma Trump invirtió 200 millones. La entrada principal se encuentra estos días vallada para proteger al edificio de las incesantes protestas contra el nuevo presidente tras su investidura.
El restaurante tiene dos plantas repletas de mesas -nueve de ellas están ocupadas esta noche- y una barra bastante concurrida. El ambiente es más sofisticado, aunque tienen algo en común con los locales de José Andrés, la mayoría de los camareros, más de 50 en este caso, son hispanos y afroamericanos. Tal y como alardeaba durante toda la campaña electoral Trump, muchos de sus trabajadores pertenecen a minorías.
Uno de ellos, salvadoreño, nos relata que los sueldos son “muy buenos, desde los 17 dólares la hora, para los asistentes de mesa, más las propinas” y que el ambiente laboral es agradable, al margen de cuestiones políticas.
SIN JAMÓN EN LA CASA BLANCA
A primera vista, ante la marcha constante de platos y copas de vino (algunos de marca Trump), no parece que la ausencia de José Andrés haya descalabrado la faceta gastronómica de este hotel, aunque eso deberá dictaminarlo la Justicia. Mientras, en la Casa Blanca andan estos días buscando un nuevo jefe de cocina, tras la marcha del equipo de Obama, que en ocasiones contó con el chef español y sirvió platos típicos, entre ellos el jamón.
Como candidatos han sonado tres nombres que han colaborado en el pasado con los negocios del actual presidente: Jean-Georges Vongerichten, Joe Isidori y David Burke. Los dos primeros han manifestado que declinarían la oferta, debido a otros compromisos profesionales. Sólo el último, sustituto de José Andrés en el hotel, ha mostrado un claro interés por el puesto, e incluso ha declarado que le gustaría abrir una escuela para jóvenes cocineros allí. Parece que la nueva etapa política afectará también a los fogones y que, al menos por unos años, el steak sustituirá al ibérico en la residencia presidencial.