El teléfono sonó de madrugada en muchos hogares de Sevilla esa aciaga noche, fría y amenazando lluvia. El relato siempre coincide. Sobresaltados por el timbre agudo en mitad del silencio, quienes hoy, diecinueve años después, recuerdan para EL ESPAÑOL las primeras horas de aquel 30 de enero de 1998 narran la misma sacudida. El salto abrupto de la cama, la desorientación propia del desvelo y el fatídico presagio —nadie llama a esa hora si no es para dar una mala noticia— de lo que segundos después confirmarían: ETA había asesinado al concejal Alberto Jiménez Becerril y a su mujer Ascensión García Ortiz.
Fueron dos tiros. A la una y media de la madrugada. Nadie vio nada. Los cuerpos del concejal del Partido Popular y de su esposa se desangraban a pocos metros de la Giralda, en la calle Don Remondo, y a poca distancia de su hogar donde dormían sus tres hijos, Ascen, Alberto y Clara, de cuatro, siete y ocho años. Venían, despreocupados, como tantos otros jueves de tomar unas copas en el Antigüedades.
“Recuerdo que días antes, paseando por el centro con él, le pregunté si no se había planteado tener un escolta; él me miró y me hizo un gesto de asombro”, recuerda el que fue su amigo Luis Pizarro, por aquel entonces concejal y portavoz de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Sevilla y hoy Adjunto al Defensor del Pueblo en Andalucía.
“Ascen era una gran profesional, una buena procuradora, siempre sonriente; Alberto era jovial y un gran negociador. Cuando ETA decidió matar a Alberto, y de paso también a Ascensión, sabían lo que hacían. No fueron a por cualquiera, fueron a por uno de los mejores”, concreta el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, amigo de la familia.
Al actual responsable de la cartera de Interior, la noticia lo cogió en Madrid. En su casa también sonó el teléfono de madrugada. “Serían las seis y media”, recuerda quien por entonces era Director General de Relaciones con la Administración de Justicia. “Esperamos a que Javier Arenas saliera del Consejo de Ministros y todos nos vinimos a Sevilla en un avión militar; fue una tragedia, nadie se puede imaginar cómo veníamos en ese avión, negándonos lo sucedido, preguntándonos por qué…”, detalla Zoido en una entrevista en exclusiva que concede a EL ESPAÑOL.
—¿Qué cambió el asesinato de Alberto y Ascen en la Sevilla de la época?
—"Hubo una respuesta de la ciudadanía muy fuerte, firme y compacta. No podemos olvidarnos de las víctimas, de tantos centenares de personas, ni de sus familiares. A unos, porque se les conoce, se les recuerda más, pero hay tantas víctimas, tanto dolor, tanta tragedia después de esta violencia de ETA, de estos asesinatos, que no podemos olvidarlos. No podemos caer en confusiones, el relato debe ser el que es: ha habido unas víctimas y unos verdugos, y no se pueden confundir unos con otros. El gobierno del PP de Mariano Rajoy y mientras que yo sea Ministro del Interior, insisto, va a defender ese relato y vamos a defender a las víctimas".
—En ese relato, cuando se cumple el 19 aniversario de este asesinato de ETA, ¿se plantea el acercamiento de los presos de ETA?
—"La ley penitenciaria es la que es y, por tanto, hay que cumplirla. No cabe la menor duda. Hay algo que debe quedar muy claro y lo tiene que saber la sociedad general y también los presos de ETA: hay que entregar las armas por parte de la banda, hay que arrepentirse, hay que saldar las deudas y hay que pedir perdón. Y por tanto, si alguno de los presos quiere a modo individual, que diga bien claro que se separa de ETA, que pide perdón y a partir de ahí se podrá hablar. Pero subrayo, una cosa son los verdugos, que están en la cárcel, y otra son las víctimas, que padecen cada año la tragedia de haber perdido a sus seres queridos".
—¿Podría estar el acercamiento de los presos de ETA al País Vasco dentro de los posibles acuerdos con el PNV de cara a la aprobación de los presupuestos?
—"Un no rotundo y absoluto. Bajo ningún concepto".
Quienes acudieron al consistorio sevillano pocas horas después de conocerse el asesinato recuerdan a Luis Pizarro visiblemente afectado, enrabietado por lo que acababa de suceder. Hoy, sus recuerdos de esa “noche de sonámbulos, de abrazos y lloros por las esquinas” forman parte de una “memoria imprecisa de horas difusas”. “Fue un baño de agua helada sobre la conciencia de los sevillanos, un dolor atronador para quienes los conocimos, porque no estábamos preparados para sufrir en nuestras carnes la violencia de ETA”, narra Pizarro, habitual de las cervezas con Jiménez Becerril pese a la distancia política.
“Sevilla había sido bastante ajena al fenómeno terrorista, todos sabíamos lo que estaba ocurriendo en otras zonas del país, pero hasta ese momento habíamos estado a salvo de la violencia de ETA. Había habido algún atentado de los Grapo, pero a ninguno se le había pasado por la cabeza que alguien de nuestro entorno más inmediato pudiese morir en así, era algo que nos pilló a todos sin preparar anímicamente, de ahí el tremendo impacto que tuvo sobre nuestro ánimo”, argumenta.
El fotoperiodista, esos días de ABC de Sevilla, Tomás Díaz Japón fue uno de los primeros a los que le sonó el teléfono esa madrugada. “Había habido un tiroteo con muertos en la calle Don Remondo, pero no sabíamos nada más”, recuerda. En su cámara, una Nikon F4, llevaba montado un objetivo con una focal 80-200, habitual en las coberturas de prensa. Cuando llegó ya no estaban los cuerpos pero la Policía los echó del lugar. Desde la distancia teníamos muchos problemas, llevaba una película Fuji de 1.600 ASA que generaba mucho grano cuando forzabas. “Esa noche no conseguí ninguna foto buena”, confirma.
“Con el paso del tiempo se empezó a hablar del apellido Becerril y creímos que era Soledad, la alcaldesa, pero poco más tarde, cuando llegaron los cámaras de televisión, ya supimos los nombres: eran Alberto y Ascen”, serían poco más de las tres de la mañana.
Justo a esa hora, el teléfono sonó en la casa de José Luis Villar, teniente de Alcalde del Ayuntamiento en 1998 y concejal del Partido Andalucista —que participaba en el gobierno del PP—. “Descolgué y me dijeron que habían matado a Alberto y Ascen y se me cayó el teléfono, perdí la fuerza en el cuerpo”, confiesa diecinueve años después.
Mientras se vestía con urgencia, cuando se fue corriendo al Ayuntamiento bajo un cielo oscuro y amenazando agua, recordó una anécdota “tonta”, intrascendente cuando pasó pero relevante a tenor de los hechos. “Tuvimos que ir ambos a Bilbao y recuerdo cómo él se daba la vuelta repetidas veces. Yo le pregunté el porqué de su extraño comportamiento y él me respondió que seguía el consejo de la Policía, que le había recomendado mantenerse vigilante y que si en algún momento detectaba una cara conocida, que diese aviso de inmediato”, explica Villar. “Ese comentario se me viene a la cabeza una vez y otra desde hace 19 años porque fue precisamente por la espalda y por la nuca como los mataron, justo como le dijeron que se protegieran”, pormenoriza el andalucista.
El forense que atendió el caso puso en su informe que las heridas, tanto en él como en ella, producidas por dos disparos en la nuca, eran “incompatibles con la vida”. También apuntaba a la presencia, al menos, de dos asesinos que a la postre la Justicia puso nombres: Mikel Azurmendi y José Luis Barrios, que junto a Maite Pedrosa formaban el comando ‘Andalucía’ de ETA.
“Con el asesinato de Alberto y Ascen fuimos conscientes de que ETA estaba aquí, de que todos estábamos en el punto de mira”, asegura la periodista de El Mundo Andalucía, Teresa López Pavón, frecuente en las cervezas con el concejal y su mujer. “A partir de ahí —añade— empezamos a mirar debajo del coche por las mañanas, llegaron los escoltas y hasta las redacciones se blindaron”.
—¿Por qué ETA mató a Alberto?
—"Lo que la investigación nos permitió saber es que ETA lo intentó con Soledad Becerril, pero ella iba bien protegida y se lo puso difícil a los terroristas; en ese momento, y es algo que puede parecer imposible, los concejales del PP no llevaban escolta. Alberto fue un objetivo muy fácil: vivía en el centro, trabajaba en el centro e iba andando a todos sitios. Supieron pronto que era una persona de hábitos, que no tenía la precaución de otros concejales de zonas del País Vasco o Madrid. Era muy fácil. Y lo que nunca entendí yo, incluso aplicando la lógica de ETA, fue porqué mataron a Ascen. ¿Era necesario dejar huérfanos de padre y madre a estos tres hijos de cuatro, siete y ocho años? ¿Por qué a ella? Pero buscar explicación es una tarea que genera más rabia y más desolación, porque no la hay, no tenía razón la muerte de él pero la de ella ya fue un ensañamiento con esa familia que fue lo que más duro se nos hizo a todos", indica López Pavón.
El hoy ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, mantiene una estrecha relación con Ascen, Alberto y Clara, los tres hijos que ETA dejó huérfanos aquella madrugada de enero. “No suelo hablar mucho con ellos del asesinato de sus padres —explica—, pero en sus caras no hay odio y ahí mucho ha tenido que ver la familia y los tantos amigos que durante estos años les han dado ayuda, apoyo y calor”.
En ese hogar marcado por la tragedia tampoco se habla de los asesinos. Mikel Azurmendi Peñagarikano y José Luis Barrios fueron condenados a 60 años por el asesinato del matrimonio sevillano; Maite Pedrosa, colaboradora de ambos y miembro del comando ‘Andalucía’, a diez, aunque posteriormente el Tribunal Supremo elevó la condena a 12 años. Los tres brindaron con sidra tras asesinar a Alberto y a Ascen, según confesaron ellos mismos en sede judicial.
Azurmendi y Pedrosa nunca se desmarcaron de la violencia de ETA, pero ambos criaron a su hijo en la cárcel de Albolote, en Granada. El hijo de los asesinos fue concebido entre rejas.
“Cuando recuerdo ese 30 de enero de 1998 —comenta el andalucista José Luis Villar— sólo pienso en la terrible desgracia que supuso que una pareja amiga, un matrimonio de mi misma generación, no pudieran envejecer juntos, visto crecer a sus hijos, conocer los momentos de felicidad que sus hijos están viviendo… Lo que quedó de aquello es la pérdida, el vacío enorme, ese mazazo, esa ruptura cruel en una vida que estaba casi iniciándose”.
Pocas horas después de su muerte, Sevilla enmudeció. Las calles aledañas al Ayuntamiento se llenaron de paraguas. “En Sevilla siempre se habla de la bulla, del silencio, de la Semana Santa; pero aquí era otro tipo de bulla, muy triste. La gente no acababa de entender el porqué de todo aquello. Llegó a trascender la política y el dolor se instaló en la calle”, recuerda el fotoperiodista Díaz Japón. “Había un algo especial, la gente estaba realmente triste. Muy apesadumbrada. Como si hubiesen matado a alguien de tu familia”, completa.
“Formaban ese matrimonio ejemplar —añade Zoido—, a Alberto le gustaban mucho las bromas, congeniaban muy bien, compartían mucho las amistades y si él era una referencia en la política, ella lo era en la procuraduría”.
A punto estuvo el concejal de dar el salto al Congreso, “era un habitual en las quinielas”, asegura la periodista López Pavón, que subraya la proyección de Jiménez Becerril en el Partido Popular. “Y Ascen disfrutaba mucho del papel de su marido porque ambos compartían esa faceta pública”, concreta quien redactó el obituario del político. “Lo titulé ‘El hombre que tenía respuesta para todo’. Y si no la tenía, se la inventaba; siempre tenía un discurso preparado y le gustaba dejarnos a todos con la boca abierta”.
“ETA no fue a por cualquiera —insiste Zoido—, se fueron a por uno de los mejores”.
—Señor Ministro, ¿se imaginaba hace 19 años que ETA estaría hoy dando sus últimos coletazos?
—"Nosotros hasta que no entreguen las armas, hasta que no se arrepientan y se disuelvan, seguiremos pensado que ahí está la banda terrorista ETA. Ahora mismo se le han intervenido armas, explosivos, pero todavía hay una estructura, es verdad que muy poco operativa, con cada vez menos apoyo social, también entre la juventud, pero mientras que haya unos etarras, seguiremos combatiéndolos con el Estado de Derecho".
—¿Dentro del legado que le gustaría dejar como ministro está ser el ministro del Interior que acabó con ETA?
—"Me encantaría, no por el hecho de ser ministro, que es lo menos importante, sino por el fin de ETA, que tanto se merece la sociedad española y en especial las víctimas. Sí porque hayamos visto en España triunfar el Estado de Derecho, que los hayamos derrotado después de tanta sangre derramada. Por ellos, por las víctimas, por Alberto y Ascen, es por lo que merecería la pena que pudiéramos ver cuanto antes la desaparición definitiva de ETA".
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