Oliver, un chico de 30 años, camina rápido con su novia para combatir las frías corrientes de aire que dejan pasar las enormes losas del Monumento a los judíos de Europa asesinados, situado en pleno corazón de Berlín. A ninguno de los dos le suena el nombre de Lothar von Trotha. Tampoco les dice nada a Iris y Alexander, una pareja de funcionarios de mediana edad que pasea abrazada contra el frío por las aceras que rodean al monumento dedicado a las víctimas del Holocausto judío.
Los cuatro están muy de acuerdo en que Berlín tenga un monumento en memoria a los seis millones de judíos exterminados por el nacionalsocialismo. “Es muy importante que este monumento esté aquí en Berlín, porque es la capital y muestra que es una parte muy importante de nuestra historia”, dice Alexander a EL ESPAÑOL. “Está muy bien que tengamos este monumento, es un orgullo, sobre todo sabiendo que a dos pasos de aquí está el búnker que sirvió a Adolf Hitler durante la II Segunda Guerra Mundial”, señala Oliver, estudiante de economía.
Tampoco está lejos del Monumento a los judíos de Europa asesinados el Museo Histórico Alemán. Allí se estrenó el pasado otoño la exposición Deutscher Kolonialismus: Fragmente Seiner Geschichte und Gegenwart (Colonialismo alemán: fragmentos de su historia y presente). Esta muestra constituye una de las raras oportunidades que hasta ahora se han presentado al gran público germano para saber quién era Lothar von Trotha. Cierto es que los medios de comunicación alemanes han tratado puntualmente la historia de este militar responsable de lo que ha venido a llamarse el primer genocidio del siglo XX. Ocurrió en la actual Namibia, en lo que en tiempos de la colonización se llamó África del Sudoeste Alemana.
Sin embargo, Von Trotha ha sido un genocida cuyos crímenes no han recibido en modo alguno una atención comparable a la ominosa solución final para los judíos concebida por el líder de las SS Heinrich Himmler. El Holocausto supuso el exterminio del 63% de la población judía en Europa. Von Trotha, por su parte, terminó a principios del siglo pasado con la vida del 80% de los Herero, en su día pobladores mayoritarios del centro de la actual Namibia. Las órdenes de Von Trotha también sirvieron para reducir a la mitad la población de los Nama, otro de los pueblos habitantes del país africano. Los Herero y los Nama se rebelaron en vano frente al dominio colonial alemán. Muchos de ellos murieron en campos de concentración donde la supervivencia se hacía prácticamente imposible.
UN HIJO DE FAMILIA CON TRADICIÓN MILITAR
Lothar von Trotha fue el cuarto hijo de cinco vástagos de una familia de militares prusos. Nació en Magdeburgo en 1848. Con 17 años integró la infantería del Ejército de Prusia. Durante el verano de 1866, participó en la Guerra austro-prusiana, breve conflicto que duró apenas nueve semanas, entre junio y agosto de ese año. En esa guerra estival ascendió a lugarteniente. Von Trotha también luchó en la Guerra fanco-prusiana (1870-1871), otra de las confrontaciones que posibilitaron la unificación alemana tan anhelada por Otto von Bismarck.
El Canciller de Hierro, en su momento, carecía de interés por las aventuras coloniales que franceses y británicos venían desarrollando en suelo africano. Al explorador germano Eugen Wolf, Bismarck explicaba su política colonial de esta guisa: “Mi mapa de África está en Europa, aquí está Rusia, aquí Francia, y nosotros estamos en medio”.
Pese a que las prioridades germanas pasaran en tiempos de la colonización por el dominio del Viejo Continente, Lothar von Trotha pudo hacer carrera en ultramar. En 1894 llegó como comandante de las tropas coloniales en la África Oriental Alemana, que comprende los actuales Burundi, Ruanda y Tanzania y que estuvieron bajo dominio germano entre 1885 hasta el final de la I Guerra Mundial. El final del primer conflicto planetario y la firma del Tratado Versalles pusieron aquel territorio en manos de los británicos. El África del Sudoeste Alemana, en manos alemanas desde 1884, acabaría corriendo una suerte parecida, pero cuando Von Trotha llegó en junio de 1904 estaba bajo dominio del Imperio alemán. Allí vivían apenas 4.500 colonos por una población de Herero estimada entre las 60.000 y 100.000 personas.
Hasta la llegada de Von Trotha, el gobernador y coronel Theodor Leutwein había impuesto el poder colonial a base de ganar enfrentamientos menores. Al darse por terminados, se obligaba a las poblaciones autóctonas a aceptar diferentes formas de paz negociada. La resolución de esos pequeños conflictos solía implicar la pena de muerte para los líderes rebeldes además de castigos para el resto de la población. Ésta tenía que pagar con “prisión, pérdidas de territorio o multas”, según ha recordado Isabel V. Hull, historiadora de la prestigiosa Universidad de Cornell (Estados Unidos).
REBELIÓN DE LOS HERERO
La última guerra de Leutwein en el África del Sudoeste Alemana comenzó el 12 de enero de 1904. Ese día, en la ciudad Okahandja, centro administrativo fundado por Hereros y Nama y, de hecho, donde residía el líder local Samuel Maharero, colonos alemanes abrieron fuego sobre población autóctona. En un contexto marcado por la privación de derechos, el empobrecimiento y el maltrato, incluidas las violaciones a mujeres, esos disparos desencadenaron nuevas hostilidades. La respuesta de los Herero no se hizo esperar. Mataron a unos 125 colonos europeos, la mayoría de ellos varones adultos.
Leutwein lidió con el conflicto durante cuatro meses, pero acabó siendo destituido después de que sus tropas tuvieran que retroceder ante los rebeldes Herero en la batalla de Oviumbo. Entonces, los Herero eran más numerosos. Sus contactos con el exterior les había permitido tener acceso y control de armas de fuego. De ahí que pudieran oponer resistencia con relativo éxito a las tropas alemanas.
El káiser Guillermo II tuvo que sentir humillación al oír las noticias que le llegaban de la batalla de Oviumbo. Por eso destinó allí al experimentado Lothar von Trotha. Lo instó a conseguir “la derrota de la rebelión por todos los medios”. Von Trotha ya había brillado en una misión parecida en el África Oriental Alemana, sometiendo a la resistencia del pueblo Hehe de la actual Tanzania. También lo hizo en China. Allí participó en la represión del Levantamiento de los bóxers, un alzamiento nacionalista chino ocurrido a principios del siglo pasado como consecuencia de la creciente influencia extranjera sobre el gigante asiático.
UN GENERAL TODOPODEROSO
Para su misión en África del Sudoeste Alemana, a Von Trotha se le dio la comandancia suprema, convirtiéndose así en la máxima autoridad civil y militar de aquel territorio. Los refuerzos llegaron a enviarse desde Alemania a la colonia sudafricana sumaron cerca de 20.000 soldados. “No se sabe a ciencia cierta si Von Trotha llegó con la idea del aniquilamiento de los Herero o si esto resultó de la situación de guerra, en cualquier caso, Von Trotha tenía una idea; él mantenía que aquella colonia debía ser blanca, allí los alemanes tenían que ir a trabajar en lugar de hacer uso de la mano de obra autóctona”, cuenta a EL ESPAÑOL Reinhart Kössler, sociólogo y experto especializado en cuestiones germano-namibias.
Von Trotha se refirió al conflicto con los Herero como una “guerra racial”. En ella participó Franz Xaver Ritter von Epp, quien fue uno de los primeros miembros del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. En el África del Sudoeste Alemana, una vez apagada la resistencia en 1907, realizó trabajos de campo con niños mestizos el antropólogo Eugen Fischer, cuyos estudios sobre las razas inspiraron al nazismo y a Hitler en su idea de la superioridad aria.
Para los Herero y los Nama –que también se rebelaron en 1904, meses después de que lo hicieran Samuel Maharero y sus hombres–, la guerra terminó de la peor de las formas. Von Trotha, que prometió a Berlín un “éxito completo” en su intervención, instaló la ley marcial nada más pisar el África del Sudoeste Alemana. “Llevó a la práctica una dictadura militar virtual hasta su retirada en diciembre de 1915”, ha explicado Isabel V. Hull, la historiadora de la Universidad de Cornell.
En el año y medio que estuvo en el poder sentó las bases para la aniquilación de los rebeldes, nunca considerados como “soldados legítimos”, según ha recordado Hull. Esta situación exponía a todo insurgentes a ser ejecutados en procesos sumarísimos. No fue esta consideración, sin embargo, lo que llevó al genocidio, sino la voluntad de Von Trotha de conseguir una victoria total a través de un movimiento de tropas que, durante semanas, logró rodear a los rebeldes y sus familias en el Waterberg, altiplano que se eleva sobre el desierto del Kalahari, en el este del país.
INICIO DEL GENOCIDIO
Allí se desarrolló una batalla crucial. Pero también se marcó el inicio del genocidio. Los rebeldes no se entregaron a librar la que se suponía debía ser la última confrontación, un enfrentamiento definitivo tras el cual las tropas alemanas pudieran cantar victoria. Esto es algo que contradecía las expectativas del arte de la guerra en Europa con las que se manejaba Von Trotha. Un gran número de Herero escaparon hacia el desierto, donde podían estar a salvo de las tropas de Von Trotha pero no de la carestía de agua. Muchos terminarían muriendo de sed e inanición.
Esta situación se mantuvo desde el 11 de agosto en que tuvo lugar la batalla del Waterberg hasta que, semanas después, el militar alemán decidieron imponer controles en las fronteras con el desierto. La idea era evitar el regreso de los Herero, a quienes se informó a través de una proclamación que rezaba: “Los Herero ya no son sujetos alemanes”. “Los Herero deben dejar esta tierra. Si no lo hacen lo hacen los forzaré a hacerlo con el cañón de artillería. Dentro de las fronteras alemanas, cada Herero, con o sin arma, con o sin reses, será disparado. No aceptaré ni mujeres ni niños”, se leía en ese documento.
Después de que Von Trotha firmara esa proclamación se hizo uso de los campos de concentración, donde sólo sobrevivieron la mitad de las personas que fueron internados. Casi la totalidad de los 10.000 Nama que murieron tras rebelarse a finales de 1904 perdieron la vida en estas prisiones masivas.
CONDECORADO A PESAR DE LAS CRÍTICAS
Las acciones de Von Trotha no pasaron desapercibidas en la metrópolis. August Bebel, líder socialdemócrata, “dijo desde el principio que los Herero estaban haciendo lo mismo que Arminio en tiempo de los romanos”, recuerda Kössler. Arminio es la figura más conocida de la historia germana por sus enfrentamientos frente a las legiones del Imperio romano. Sin embargo, predominó el reconocimiento oficial hacia Von Trotha. Alfred Von Schlieffen, miembro del Consejo del Estado Mayor del imperio, reconoció que las “intenciones de Von Trotha eran para alabar”, cuenta Kössler. De hecho, Von Trotha fue condecorado el 19 de agosto de 1905 con la medalla Pour Le Mérite, uno de los mayores reconocimientos civiles y militares del imperio.
Las casi 100.000 muertes en Namibia de las que se le responsabiliza no alcanzan los registros de la cruenta e industrializada muerte que el III Reich preparó a los judíos de Europa. Sin embargo, Von Trotha ha pasado desapercibido para buena parte de la sociedad alemana. “El pasado colonial alemán no es que haya quedado olvidado, es que otras cuestiones impedían que se convirtiera de verdad en un tema de debate abierto en la sociedad”, señala Kössler, el sociólogo y experto especializado en cuestiones germano-namibias. Alude al Holocausto y al nacionalsocialismo, fenómenos que han mantenido merecidamente ocupado –y que aún hoy ocupa– al consciente colectivo germano.
COLONIALISMO ALEMÁN, UN PASADO QUE NO EXISTIÓ
Debido al trauma que dejaron esas experiencias más recientes, “todavía hoy parece que el periodo de tiempo que duró el colonialismo alemán no existió”, abunda Kössler, autor del libro Namibia and Germany: Negotiating the Past -Namibia y Alemania: negociando el pasado (Ed. Dampfboot, 2015)-. Ese volumen está dedicado a las relaciones entre ambos países en el marco del reconocimiento, disculpa y reparación de un genocidio que sigue sin ser reconocido oficialmente como tal por las autoridades alemanas.
En momentos puntuales del pasado reciente, destacadas figuras de la política germana han abordado esta difícil cuestión. Se han referido a lo ocurrido en Namibia como un “oscuro capítulo” de las relaciones entre ambos países. Así lo señalaba en 1995 siendo presidente de la República el recientemente fallecido Roman Herzog. “Las muertes de los Herero y Nama constituyen un lastre en la consciencia de todo alemán”, afirmaba el político cristiano-demócrata en una visita al país africano.
La socialdemócrata Heidemarie Wieczorek-Zeul por su parte, dijo en 2004, en el marco de una visita a Namibia en calidad de ministra para la Cooperación Económica y el Desarrollo, que los alemanes aceptaban “la responsabilidad histórica y moral de las culpas de la época [de la colonización]”. No obstante, sólo el año pasado, comenzaron a trabajar Alemania y Namibia en la elaboración de una declaración conjunta sobre el genocidio. Las negociaciones incluyen que Berlín pida disculpas y compense al país africano.
LA FAMILIA VON TROTHA, AVERGONZADA
Para mostrar su rechazo a lo ocurrido en Namibia, en 2007 acudió al país africano una delegación de la familia Von Trotha. La lideraba Wolf-Thilo von Trotha, en su día responsable de la asociación que vela por la memoria de su familia. En Okahandja tuvo lugar una ceremonia de reconciliación en la que a Wolf-Thilo von Trotha se le escuchó afirmar que su familia estaba avergonzada por el pasado que le unía al país africano. “Estamos avergonzados por los terribles hechos que ocurrieron aquí hace cien años”, dijo Von Trotha. “Lamentamos profundamente lo que ocurrió a vuestros pueblos, la muerte cruel e injustificadas de hombres, mujeres y niños”, manifestó Wolf-Thilo von Trotha en aquella visita.
Una década después de aquello, este empleado de la banca jubilado residente en Luxemburgo señala a EL ESPAÑOL su orgullo por haber liderado aquella visita. “Fue un encuentro muy positivo”, dice, aludiendo aquel viaje, que la familia von Trotha realizó a título privado. Sin embargo, Wolf-Thilo von Trotha sostiene que él no fue a Namibia a pedir perdón. “No nos sentimos autorizados para pedir disculpas en nombre del general”, asegura, mencionando el rango de Lothar von Trotha. Para él, podrían haberlo hecho alguno de sus hijos, pero estos murieron a principios de los años treinta.
“Lo que podíamos hacer como familia, lo hicimos, incluso realizamos a título privado una donación de 10.000 euros para niños en Namibia”, afirma, no sin olvidar los crímenes de su lejano familiar. “Lo que podemos decir es que, con nuestra manera de ver el mundo de hoy en día, ese comportamiento [de Lothar von Trotha, ndlr.] no lo podemos calificar como algo bueno, pero en aquel tiempo, el comportamiento era así, aunque claro, esto no es excusa”, añade.
UN GENOCIDIO OLVIDADO
En este familiar de Lothar von Trotha se percibe algo de ese negacionismo frente al genocidio Herero y Nama que George Steinmetz, profesor de sociología, lengua y literatura germanas en la Universidad de de Michigan (Estados Unidos), ha detectado como “muy extendido en Alemania y entre los descendientes de los colonos en la actual Namibia”. “Hay hecha poca investigación histórica, y la gente que lo ha intentado alcanzan opiniones muy diferentes sobre lo ocurrido”, apunta en este sentido Wolf-Thilo von Trotha cuando se le pregunta sobre las muertes de las que se responsabiliza, en último término, a Lothar von Trotha.
Kössler, el autor de Namibia and Germany: Negotiating the Past, contradice al familiar del general. “La historiografía no tiene dudas, no existe controversias sobre lo que fue aquello. Quienes ponen en duda los hechos son los que hacen de historiadores como la historia fuera un hobby”, dice este experto.
No es menos cierto que aún queda mucho trabajo histórico por hacer. Todavía hoy no existe una biografía de Lothar von Trotha equiparable a la decena de libros sobre la vida y funesta obra de Heinrich Himmler, el arquitecto del Holocausto judío. Sólo en una pequeña fracción de la exposición dedicada al colonialismo alemán del Museo Histórico Alemán de Berlín se plantea el oscuro episodio protagonizado por Von Trotha y sus soldados. “En realidad, el de Namibia ha sido un genocidio olvidado”, concluye Kössler.