Adelante, siempre adelante, pese a los golpes que recibas. Adelante.
Nacho tiene bien aprendida la lección y descerraja directas con violencia a quien se le ponga por delante, ya sea a alguna de las múltiples barreras que la sociedad le impone o a un rival sobre el ring. Nacho, 'El Calorro', es boxeador y campeón, pese a las reticencias del médico que debía firmar su licencia o de quienes dentro del pugilato lo veían incapacitado para atizar golpes en el cuadrilátero por la enfermedad que lo acompaña desde su nacimiento. Tiene artrogriposis, una de las llamadas raras, y una discapacidad del 88 por ciento, que le ha obligado a convertirse en un buen fajador. Adelante, adelante, golpea, siempre adelante.
“Nació con las manos en los codos y los pies en las rodillas”, recuerda Antonia, su madre. “Él bromea con que nació en un huevo Kinder y que yo no supe montarlo; tiene mucho sentido del humor”. Ella nunca pensó que el bebé que le entregaron nada más nacer con las cuatro extremidades deformadas llegaría a convertirse en un ejemplo para muchos deportistas.
Nacho pesaba más de 80 kilos antes de convertirse en 'El Calorro' que se sube en el ring sin vacilar. Ahora ha bajado a apenas cincuenta, todo un logro que empezó varios años atrás, cuando comenzó a interesarse por el boxeo, el deporte que le ha cambiado la vida.
Más allá de perder peso y ganar movilidad, Nacho se ha ganado la confianza y el respeto de quienes se cruza en su camino. “Cuando llegué al gimnasio del Aspi [en Sevilla] —Gregorio Pérez, Aspirina, su entrenador personal— muchos me miraban como sin saber qué podía hacer alguien como yo en un sitio como ese; ahora soy uno más porque les demuestro que puedo hacer lo mismo que ellos, y más”, comenta 'El Calorro', de nombre Nacho y de apellido Ramos.
Campeón en Francia de Handi Boxe
La entrada del Aspirina en la vida de Nacho Ramos ha sido determinante. Gracias al esfuerzo de ambos, 'El Calorro' llegó a proclamarse campeón de Handi oxe en el campeonato nacional de discapacitados de Francia en 2015. Un año antes consiguió hacerse con la plata y, antes que eso, con el bronce. Ahora, persigue que la federación española de boxeo imite a su homóloga gala e implante una competición similar a nivel nacional. “Para mí sería un sueño cumplido”, adelanta el púgil antes de subirse en el cuadrilátero sevillano de su amigo Antonio 'El Bigotes'.
La velada en la que participa esta noche incluye una exhibición de manoplas con Marquitos, subcampeón intercontinental de boxeo profesional en peso medio. Cualquier combate en el que participase estaría prohibido en España así que ambos se suben al ring en lo que el público interpreta como un descanso entre pugna y pugna. Una ambulancia aguarda en la puerta. Es tal el silencio, que se oye el rozar de las zapatillas contra la lona. Hasta que 'El Calorro' empieza a lanzar golpes contra las manoplas de su oponente. El golpeo es seco y con violencia. Y un bufido acompaña cada impacto. El público, ojiplático, rompe el silencio con tímidos aplausos que poco a poco se tornan en ovación cerrada.
Los decibelios suben y la intensidad del golpe también. 'El Calorro', de rojo, se contrae y se expande impetuosamente. Bufa con rabia. Se desplaza. Esquiva los golpes que marca su oponente y, con la ayuda de su cadera, lanza en el puño toda la fuerza de su cuerpo. Suena el leñazo. Y vuelve a sonar. Hasta que la que suena es la campana. Han pasado tres minutos, un asalto de boxeo, y Nacho se baja ante la aclamación del público presente.
“No te lo esperabas, ¿eh?”, comenta Bernardo, que hoy acompaña a Nacho desde Córdoba a Sevilla. Y lo cierto es que ninguno de los presentes se podría esperar semejante espectáculo. “En Francia, el primer año que compitió no ganó ningún combate pero los jueces le dieron el premio al pundonor, algo que hay que tener en cuenta porque hablamos de personas con discapacidad y a todas ellas se les presupone cierto coraje por el simple hecho de vencer una discapacidad. Que todos los participantes se lo reconocieran… lo animó más”, recuerda Bernardo, que es el director de la Unidad de Estancia Diurna de Personas Gravemente Afectadas Físicas de Córdoba.
Cambio físico y mental
Ahí empezó su afición al boxeo gracias a Ramón, que en su día practicó este deporte y que integraba sus técnicas en el entrenamiento de Nacho. “Y se enganchó”, recuerda Bernardo. “Veía vídeos y nos iba demandando más y más. Tiraba él de nosotros”, añade. Y cambió física y anímicamente.
Antes de conocer el boxeo, Nacho era una persona con sobrepeso, principalmente por las pocas posibilidades que tenía de gastar energía por su escasa movilidad. Apenas podía caminar y ahora hace carreras populares en su pueblo, Valenzuela —un pueblecito de unos mil vecinos de la campiña este de Córdoba—, con subidas de hasta el 18 por ciento. Cuatro kilómetros en 38 minutos. “No debería porque puede lesionarse y, de hecho, ya ha estado lesionado por sobreesfuerzo”, comenta con pasión Bernardo.
“Él nunca va hacia detrás, ni en la vida ni en el rin —resume Bernardo—. No se agota. Impresiona. Impresiona”.
—Nacho, ¿qué le diferencia del resto de compañeros del gimnasio?
—Lo principal es que me cuesta el doble hacer el trabajo. Pero una vez que me pongo a guantear, guanteo con todos y no hay diferencia.
—¿Qué es más duro, luchar contra otro púgil o enfrentarse a la enfermedad?
—Siempre he tenido que pelear desde niño para poder andar, es algo que me ha venido muy bien para el boxeo: esa capacidad de seguir luchando, entrenando duro y nunca rendirme. Lo mismo se aplica para un contrincante en el cuadrilátero o con la artrogriposis.
—¿La enfermedad le ha quitado mucho?
—Hay muchas cosas que no he podido hacer como el resto de chavales. Hasta que no he boxeado no he viajado, ni he podido ir solo con amigos. Siempre iba con mi madre porque necesito ayuda de otras personas para según qué cosas. Y me cortaba mucho el hecho de pedirle ayuda a alguien para que me anudara los cordones de los zapatos o ponerme los calcetines… Mi madre sufre al verme en el ring, es lo normal, y ahora viajo con algunos amigos. Ahora ya no tengo tantos temores, tanta vergüenza. Es algo que también me ha dado el boxeo.
En los últimos quince días ha estado de viaje, primero en Andalucía y después en Madrid, compatibilizando veladas con charlas en colegios para sensibilizar a los alumnos. Los motiva contando sus gestas y se los gana con su sentido del humor.
—¿Qué le dice a los chavales en el colegio?
—Les digo que vean que si yo con esta discapacidad he podido llegar a ser el primer español que ha conseguido competir en boxeo en un país extranjero, ellos también pueden. Que si yo con una discapacidad del 88 por ciento he podido, ellos también pueden lograrlo. Pero que deben luchar.
—¿Se puede educar con el boxeo?
—Sí, es muy educativo. Algo que te enseña el valor del sacrificio y todo lo que aprendes en el ring tiene su efecto en la vida cotidiana. Ante cualquier problema.
—¿Más para las personas con discapacidad?
—Trabajas todo el cuerpo físicamente. Te ayuda a la movilidad si sufres de piernas, también en los brazos para ganar musculatura…
Deja KO a los médicos
La evolución de Nacho a lo largo de los últimos años ha sido tal que ha sorprendido a los médicos que llevan su caso. El boxeo ha sido la clave en un cuerpo que ha soportado hasta nueve operaciones, la primera a los tres meses de vida. “De los codos para ganar movilidad, otra para sacarle los tobillos, hernias… Muchas, muchas”, enumera Antonia, su madre.
Antonia recuerda que nada más nacer ya empezaron con las sesiones de fisioterapia. Eran tan duras que incluso llegaron a romperle un brazo de la intensidad que requerían. Día sí, día no, se recorrían los ochenta kilómetros que separaban su antigua casa en Villafranca del Panadés y el hospital de Barcelona en el que recibía tratamiento. “Solo así podría mejorar”, narra resignada.
“Yo lloraba mucho, muchísimo, y los médicos me decían que más valía que yo llorase ahora a que él llorase después”, cuenta Antonia. Y mientras, Nacho bromeaba con los médicos que lo atendían diciéndoles que quería ser torero. “Quería ser todo lo que no podía”, explica. De ahí que cuando su hijo le confesó que quería ser boxeador ella pensara que sería una calentura, una afición pasajera. Pero no.
El boxeo es algo serio para Nacho. Incluso llega a apagar el teléfono móvil en los entrenamientos para que nadie lo moleste. Primero trabaja en la unidad de día y luego en el gimnasio del Aspirina. Guantea con cinco, uno detrás de otro.
—¿A quién le gustaría parecerse encima del ring?
—Uff, me encanta el boxeo mejicano. Julio César Chavez, Érik Morales, Juan Manuel Márquez… todos ellos en mi estilo, fajadores.
—¿El ser un buen fajador fue lo que le dio la victoria en Francia?
—El corazón, las ganas que pongo. Todos me dicen que siempre le pongo mucho empeño. Mi estilo es fajador, voy siempre adelante, cerrando bien el paso, intento ganarme distancia con los movimientos de pie. Ese es mi estilo y creo que mi virtud es esa.
“Afloja, Calorro”
En su última participación en el campeonato francés, el mismo año que se hizo con el oro del Handi Boxe, la intensidad que demostró 'El Calorro' en los combates fue tal que los árbitros le advirtieron que aflojara el ritmo. Pero en la final no tuvo contemplación.
“Fue una pasada”, resume. “Me metí muy bien dentro de él y le gané la guardia. Él tenía una hemiplejia y me trabajaba mucho su derecha. Esperaba que me tirara para contragolpear a ver qué pasaba. Y cuando sonó la campana… —contiene la respiración—. Cuando sonó la campana y me llamó el árbitro, me agarró la mano y me la levantó… —expira— esa fue la mejor sensación que he tenido en mi vida”. “Pegué un grito a lo Cristiano Ronaldo: “¡Sí! ¡Toma!”, recuerda.
Por sus ojos pasaron todos los momentos de entrega, de sacrificio, las caras de incredulidad de sus compañeros de gimnasio, del médico que mostró sus reticencias a firmarle la licencia o del propio sector del boxeo que nunca vio bien su participación en el deporte.
Y con su ejemplo ha ampliado su lucha más allá del perímetro del cuadrilátero. “Ahora quiero que la federación española de boxeo cree un campeonato para discapacitados como el que hay en Francia”, advierte 'El Calorro'. Y fajando va camino de conseguirlo.
“Siempre decimos que el boxeo para discapacitados es un boxeo educativo, donde no está permitido ir al KO, donde no te dejan dar series largas de golpes, se valora mucho las esquivas, hay trabajos de manoplas para ver la técnica y trabajo en saco”, puntualiza Nacho. “Me he empeñado y quiero traer el boxeo para discapacitados a España”.
—¿Qué ha aprendido de esto?
—En la vida, todo lo que he aprendido, se resume en las tres palabras que tengo tatuadas en el brazo: constancia, sudor y esfuerzo. Es la base para llegar a donde te propongas.