La mayoría de los europeos consideran que Portugal es el “hermano pobre” del continente, un pequeño país venido a menos, conocido por sus costas soleadas, el bacalao y las toallas. En pocos años, sin embargo, la concepción del país vecino podría ser la de un Estado resurgente, enriquecido gracias a su nuevo estatus como el mayor proveedor de cannabis legal de la Unión Europea. Lo hará cambiando la 'maría' de la mítica canción de Carlos Cano por esa otra que, en forma de pitillo, se fuma en toda Europa; la 'María' portuguesa.
Son cada vez más los Estados comunitarios que permiten el consumo de cannabis, pero no todos tienen capacidad agrícola para producir la planta y ninguno de ellos ha liberalizado su cultivo. La creciente demanda presta urgencia a la necesidad de hallar una fuente lícita de producción de marihuana.
Ahora, Portugal se posiciona para hacerse con este mercado virgen –cuyo valor estimado es de entre 15 y 35 mil millones de euros anuales, según un informe reciente de la prestigiosa Corporación RAND– gracias a dos proyectos de ley que prepara el Bloque de Izquierda, la tercera fuerza dentro del Parlamento luso.
Sendos textos se centran en la legalización del consumo de la marihuana. Uno plantea su empleo para fines medicinales y terapéuticos, mientras el otro propone dar luz verde al uso recreativo de la droga.
Pero la aprobación de cualquiera de las dos medidas conllevaría la modificación necesaria del restrictivo modelo de cultivo actualmente vigente en el país. Aunque el cultivo de cannabis sativa –especie a la que pertenecen tanto el cáñamo industrial como la marihuana– es técnicamente legal en Portugal desde 1993, la clasificación de la planta como substancia estupefaciente hace casi imposible conseguir las autorizaciones necesarias para su plantación.
Activistas del sector argumentan que la liberalización del cultivo de cannabis en Portugal sería revolucionario para el comercio agrícola nacional, devastado tras la entrada en la UE. Hablan de reactivar los campos del Alentejo y los valles del Duero, donde más de 100.000 hectáreas han quedado abandonadas por pequeños agricultores incapaces de competir dentro del mercado común europeo. Imaginan grandes plantaciones de marihuana creciendo donde antes se cultivaban tomates.
Fuera del país el interés es incluso mayor, pues las grandes consultorías del negocio del cannabis reconocen que, gracias a su clima privilegiado, Portugal podría convertirse en una potencia capaz de satisfacer a los 12,5 millones de europeos que consumen marihuana de manera regular, como también los 87 millones que, según el Observatorio Europeo de Drogas y Toxicomanía, prueban la droga esporádicamente a lo largo de sus vidas. Crece el número de empresas del sector que aterrizan en el país vecino, atraídos por la fiebre del oro verde.
Potencial real
La Marijuana Policy Group (MPG) es la principal consultoría del mercado internacional de cannabis. Ofrece asesoramiento económico y legal a entidades, a empresas y gobiernos de todo el mundo, ayudándoles a crear las infraestructuras para tener un mercado de marihuana lícito y funcional.
Miles Light, economista del MPG, explica que Portugal tiene una oportunidad única para hacerse con el mercado europeo. “Se trata de un mercado poco explotado y el primer país que tome la iniciativa tendrá una ventaja fundamental”.
Light considera que la tendencia hacia la legalización en Europa hará que el producto que antes se valoró por ser ilícito empiece a valorarse por su calidad. Los consumidores querrán buen cannabis y dejarán de consumir lo que actualmente llega de Marruecos y los Balcanes.
“Ya lo hemos visto en EEUU, donde antes la marihuana era importada ilegalmente desde México. Desde que se legalizó, la red de suministro se ha invertido, y ahora hay clubes de cannabis en el Distrito Federal solicitando cannabis de alta calidad cultivado legalmente en Colorado.
“Portugal podría convertirse en el Colorado de Europa”, añade, refiriéndose al estado norteamericano que fue el primero en legalizar el cultivo, la venta y el consumo de marihuana a gran escala, y que actualmente domina el mercado estadounidense.
Sólo en 2015 Colorado sumó 996,2 millones de dólares en ventas de cannabis medicinal y recreativo. Los beneficios no sólo fueron jugosos para las empresas implicadas, sino también para el propio estado, que ingresó 121,2 millones de dólares a través de los impuestos directos aplicados al negocio.
Light dice que el clima cálido de Portugal le daría una ventaja durante el periodo inicial de producción hidropónica, cuando se emplean invernaderos para garantizar la calidad de la hierba. “La electricidad es cara en la UE y el clima luso permite ahorrar, reduciendo costes comparado con el norte de Europa”.
El economista también señala que, a largo plazo, el sueño de grandes campos de cannabis podría ser factible para Portugal, pues son cada vez más populares los llamados derivados –óleos y comestibles– que pueden ser manufacturados con extractos de plantas cultivadas al aire libre.
La necesidad de tener un proveedor de cannabis legal
El papel que Portugal puede desempeñar como el primer productor de cannabis legal en la UE se entiende a través de la situación que vive Holanda, donde el llamado prinzip de gedogen –o “principio de tolerancia”– permite la venta y consumo de marihuana a través de los emblemáticos Coffee Shops, pero donde el cultivo de la droga es duramente perseguido por las autoridades. El resultado es que quienes proveen a los Coffee Shops no son agricultores locales, sino bandas criminales internacionales.
La lucha por controlar territorios estratégicos de las principales ciudades holandesas ha hecho que una guerra cruenta entre las bandas criminales tenga lugar en las calles del país de los tulipanes. Hace menos de un año aparecía la cabeza de un traficante delante de uno de los Coffee Shops más populares de Ámsterdam, y en los últimos meses se han registrado tiroteos entre bandas enzarzadas en el puerto de Róterdam.
Las autoridades neerlandesas señalan que el 20% de los homicidios que tienen lugar en los Países Bajos está vinculado al conflicto entre los traficantes, pero falta voluntad política para cambiar las leyes.
“Es un sistema fallido. El Ministerio de Justicia persigue a quienes cultivan marihuana, pero luego no pregunta de dónde viene el material vendido por los Coffee Shops”, explica Jan Brouwer, profesor de Derecho de la Universidad de Groninga, especializado en la política de drogas neerlandesa.
“Las autoridades fiscales facilitan el trabajo a las bandas criminales, pues los Coffee Shops representan el único sector de la economía holandesa que no tiene que justificar ante la Hacienda el origen de las mercancías que vende. Se tendría que dar el paso hacia la legalización del cultivo aquí, o encontrar una fuente para su importación legal”.
El caso neerlandés demuestra que la tolerancia o legalización del consumo tendría que ir acompañada por similares condiciones para el cultivo de cannabis, pero los países europeos que han dado el paso hacia la legalización han fallado en este aspecto. Hasta ahora ninguno se ha atrevido a fomentar el cultivo legal de la sustancia, limitando su producción a proyectos estatales que no tienen capacidad de generar cantidades suficientes para responder a la demanda de sus consumidores.
Italia legalizó el consumo medicinal en 2013, pero la única fuente de cannabis legal es una plantación administrada por el Ejército en Florencia, y el país ha tenido que recurrir a la importación a unos precios prohibitivos.
En Alemania, en marzo entrará en vigor la recién aprobada ley que permite el consumo de cannabis por motivos terapéuticos. Ahí también sigue siendo ilegal el cultivo de marihuana, y aunque se contempla la creación de plantaciones estatales, las autoridades germanas reconocen que tendrán que importar para satisfacer la demanda de sus pacientes en el futuro.
Fórmula para revitalizar el campo
La entrada en la UE fue demoledora para el sector agrícola luso, donde las estadísticas nacionales indican que un 30% de las explotaciones agrícolas desaparecieron durante los 30 años que el país lleva dentro del mercado común.
La Política Agraria Común (PAC) llevó a la reducción brutal del número de productores y el fin efectivo de las tradicionales quintas familiares. La avalancha de hortalizas baratas procedentes de España y otras partes de la Unión Europera fue un golpe mortal para un sector que era poco productivo, pero que empleaba casi el 20% de la población en 1990. Cientos de miles de personas dejaron el campo y se mudaron a las grandes ciudades del país; otros muchos optaron por emigrar. Aldeas vacías y miles de campos abandonados repartidos entre las 3,6 millones de hectáreas arables del país sirven como triste testimonio del éxodo rural.
Activistas como Dinis Dias, director de la Cooperativa para el Desarrollo del Cáñamo (CANAPOR) y editor de A Folha, la principal revista de cultura cannábica en Portugal, argumentan que la creciente demanda europea y los planes del Parlamento para liberalizar el cultivo de cannabis representan una oportunidad inigualable para revitalizar esas tierras y conseguir que muchos vuelven al campo.
“Tenemos un clima ideal para el cultivo de cannabis, que requiere mucha luz y responde bien ante la humedad”, afirma Dias. “Se podría producir en prácticamente cualquier parte del país, y las condiciones son mucho mejores que en otros Estados europeos. Daría nueva vida a zonas agrícolas como el Alentejo, donde es preciso encontrar alguna manera de estimular la economía local”.
Dias indica que Portugal ya tiene una amplia experiencia en el cultivo de cannabis sativa, especie a la que pertenecen tanto el cáñamo industrial como la marihuana, diferenciados entre sí sólo por las distintas concentraciones del constituyente psicoactivo tetrahidrocannabinol (THC).
“La planta fue cultivada en masa en todas partes del país incluso en la época de los descubrimientos. Enormes cantidades se almacenaban en la Cordoaria Nacional de Lisboa, donde el cultivo era fuente de fibra textil para la marina lusa. Los navíos que llevaron a Vasco da Gama a la India y a Álvares Cabral a Brasil lo hicieron con sogas y velas de cannabis”.
Ricardo Brinco, uno de los organizadores de Cannadouro, el congreso internacional de productores de cáñamo de Oporto, dice que muchos lusos todavía recuerdan cómo el cannabis proliferaba en amplios campos del Alentejo y en parcelas particulares en los valles del Duero. La producción de cáñamo industrial aportaba 150.000 contos –lo equivalente a más de 50 millones de euros– a la economía lusa a mediados de siglo.
“El cultivo de cannabis era una parte clave de la política agraria del Estado Novo del dictador [António de Oliveira] Salazar. Se fomentó su cultivo para uso como pienso animal y para la industria textil, en la que era empleado para hacer calzado. Era una cosa completamente normal para nosotros”.
Plantaciones de cannabis medicinal en Évora
Bajo presión norteamericana, Portugal ilegalizó el cultivo de cannabis en los años 60. Sin embargo, nuevas normativas europeas hicieron que volviera a ser legal sembrar cannabis sativa en los años 90, pero de manera limitada. El cultivo sólo es posible con permiso expreso de Infarmed, la entidad reguladora de medicamentos en Portugal.
El proceso de autorización es tan complicado que hoy poco más de una decena de pequeños productores cultivan cáñamo para fines industriales. Estos se quejan de que la Policía desconoce la ley y muchas veces procede con la incautación y destrucción de plantas que son legales.
Mientras las autoridades obstaculizan el paso de productores legales, recientemente la administración lusa ha dado visto bueno a iniciativas extranjeras, y desde 2014 la empresa Terra Verde –en la que participa la farmacéutica británica GW Pharmaceuticals– cuenta con autorización gubernamental para operar una plantación de cannabis sativa a pocos kilómetros de la ciudad alentejana de Évora.
El 100% del cannabis producido en sus instalaciones es transformado en un polvo que luego es exportado a las instalaciones de la farmacéutica en Reino Unido, donde es utilizado en medicamentos destinados a tratar enfermedades oncológicas, esclerosis múltiple y epilepsia. Entre otros medicamentos, GW Pharmaceuticals produce Sativex, una solución bucal que se destina en España a los pacientes con esclerosis múltiple para disminuir la rigidez muscular.
El éxito de las operaciones de Terra Verde en el Alentejo ha atraído a otras empresas extranjeras. Infarmed, la entidad portuguesa reguladora de medicamentos que también es responsable de autorizar la actividad relacionada con el cultivo de cannabis sativa, indica a EL ESPAÑOL que actualmente se están valorando sendos proyectos presentados por una empresa israelí y otra canadiense para unidades de cultivo, producción y purificación de la planta. Las operaciones de las tres empresas representan una inversión total de 107 millones de euros en Portugal.
Además de las farmacéuticas, grandes grupos de capital de inversión, como la estadounidense Privateer Holdings -el mayor grupo privado del mundo dedicado al desarrollo del mercado de cannabis legal- han mostrado su interés en lanzar operaciones en Portugal. El pasado octubre el CEO de la empresa, Brendan Kennedy, anunció que estaba negociando con el Gobierno luso para invertir en la joven industria del país con fábricas para tratar el cannabis cultivado por otros.
Carrera a contrarreloj
El politólogo Jesper Matsen, consultor del Marijuana Policy Group, advierte que si Portugal quiere tomar ventaja con respecto del mercado europeo, tendrá que moverse rápidamente.
Desde Copenhague, donde actualmente asesora al Parlamento durante el lanzamiento del programa piloto de cannabis medicinal en Dinamarca, Matsen dice que “es inevitable que productores locales de toda Europa reconozcan el valor de este mercado. Por eso es tan importante ser el primero en consolidarse como un agente responsable”.
Su compañero Miles Light considera que para que el negocio tenga éxito en Portugal es importante emular el modelo americano, reforzando medidas estructurales para que exista un control real: el modelo en vigor en estados como Colorado requiere licencias que especifican el número de plantas o el tamaño del espacio de cultivo.
Debido a que el cannabis sigue siendo ilegal en muchos estados, aquellos que lo producen legalmente se comprometen a controlar el cultivo, transporte interior y venta final dentro de sus propias fronteras. Cada planta lleva una chapa digital que permite que su localización sea controlada a lo largo del proceso.
“El Gobierno portugués tiene que demostrar que no opera como un cártel en la esquina de Europa”, afirma Light. “Si lo hace bien, no requiere mucha imaginación augurar que Portugal se podría consolidar como el gran proveedor de los estados europeos que no quieran o no tengan la capacidad de tener cultivo propio”.
Tímidas esperanzas
El activista Dias dice sentirse esperanzado ante las nuevas iniciativas parlamentarias. Aunque hay dudas sobre la viabilidad del proyecto de ley que aprobará el consumo recreativo, parecen haber apoyos suficientes entre los partidos que forman la mayoría parlamentaria de izquierdas para aprobar la legalización del consumo de cannabis para fines medicinales y la correspondiente modificación de la regulación del cultivo de la planta antes de finales de año.
“He comparecido en el Parlamento en varias ocasiones y cada vez que voy me doy cuenta de que todavía perviven los viejos estigmas sobre el cannabis. Afortunadamente, nuestra sociedad comienza a cambiar, e incluso en los programas de media tarde, destinados a los sectores más viejos y conservadores de la sociedad, se habla del cannabis medicinal como una realidad terapéutica”.
De cara al futuro del negocio en tierras lusas, el activista espera que la versión final del proyecto de ley contemple un modelo mixto que permita que todos puedan participar en un potencial negocio de cannabis legal en Portugal.
“Me parece bien que las empresas farmacéuticas continúen invirtiendo en Portugal, pero lo ideal es que también se fomente la economía local permitiendo el auto cultivo, o el cultivo a través de terceros”, afirma.
“Lo ideal sería que, partiendo de ese principio, se permita que pequeños y medianos agricultores, debidamente certificados por el Ministerio de Salud, puedan responder a esa demanda. Así todos podremos participar en un negocio que, al fin y al cabo, siempre ha sido parte de nuestra cultura”.